CINCO: Los ojos no mienten
—Pastel de manzana —dijo la joven luego de darle una tosca cucharada al postre frente a ella y masticarlo desordenadamente—, qué rico.
—Espero no le haya causado ninguna molestia, señorita Daly —respondió Callum Watson desde el lado opuesto de la mesa—, fue hecho con las manzanas que compré de su puesto.
—Para nada, señor Watson. Lo que sí tengo es una duda —dijo la Aquilae señalando a una de las esquinas del salón—: ¿era obligatorio que la señora de York se quedara aquí husmeando? Ni siquiera ha comido, parece un fantasma.
Durante toda la cena, Olivia de York permaneció de pie junto a la ventana del comedor, con los brazos cruzados y una expresión amarga como las semillas de uva. No podía hacer más evidente que le molestaba ver a una chica irlandesa sin sentido de etiqueta ocupando el lugar que, según ella, se merecía más un miembro de la realeza. Pero no podía hacer más que permitirlo, pues su aliado Serpens era quien ponía las reglas.
—Esa mujer no vale ni un penique. —susurró la Duquesa de York. El Serpens Dominans logró escucharla.
—Olivia, cálmate —dijo Watson—. No vas a querer que ella se incomode.
—Es una campesina maleducada y ruidosa, más incómodo que eso no puede ser.
—Si hubiera sabido que ibas a tener esa actitud no habría permitido que entraras. No te cuesta nada ser un poco más cortés con ella. ¿Quieres dejarnos terminar la cena en paz?
—Cailleach ghránna. —susurró Apple en irlandés.
Al oír eso sin conocer el idioma, Olivia de York quiso devolverle el gesto a la joven y le dijo un par de palabras en francés a Watson creyendo que la rubia no entendería absolutamente nada de la conversación y el Serpens se vio obligado a responderle en el mismo idioma. Después de un breve intercambio en el que Erika simuló sentirse excluida de la conversación por no entender nada, la rubia silbó lo suficientemente fuerte como para que ambos Serpens voltearan a mirarla estupefactos.
—Señor Watson, pueden estar hablando en un idioma que no conozco, pero yo comprendo perfectamente lo que pasa con la Duquesa de York —intervino la joven desde su asiento—: necesita echarse un polvo monumental y no hay nadie que se ofrezca de voluntario. Por eso le molesta mi presencia, porque a diferencia de ella, yo sí puedo acostarme con quien quiera sin tener que guardar apariencias de duques y duquesas estiradas y sosas.
La Serpens se acercó a la rubia con la ira brotándole del rostro. Erika no se movió un centímetro.
—¿Cómo me llamaste, muchachita insolente?
—Tal como lo oyó, señora York. Los ojos no mienten, y en los suyos se nota que usted es una duquesa estirada, sosa... y frígida.
Apenas teniendo tiempo de que Callum Watson alcanzara a agarrarla para que no se fuera encima de la invitada, Olivia de York explotó. Comenzó a lanzar una perorata rabiosa en francés mientras la germánica debía obligarse a aguantar la risa, pues tal vez Apple no habría comprendido lo que oía, pero Erika Strauss sí que lo estaba haciendo, y no podía creer la variada cantidad de improperios que escuchó de la supuestamente prístina boca de una duquesa. En efecto, estaba furiosa. Era una fortuna que no se diera cuenta de que frente a ella se sentaba una Aquilae, porque si hubiera ocurrido, se habría metido en muchos más problemas.
La acalorada discusión entre el par de Serpens siguió mientras Erika no dejaba de comer pastel, por la puerta entreabierta se alcanzó a filtrar algo de lo que pasaba en el comedor y un hombre se acercó al escuchar el alboroto. Cuando abrió la puerta por completo, se encontró con la pintoresca escena de su hermano peleando en francés con su aliada mientras una campesina comía sin comprender una sola palabra de lo que escuchaba. La última, al sentirse observada, giró la cabeza, sonrió al hombre que la miraba y lo saludó con la mano. El hombre, con una seña, le pidió que saliera de ahí. Ya en el pasillo, con un poco de silencio, él se quitó el sombrero y saludó a la joven con una reverencia.
—Cuando mi hermano y su socia discuten pueden ser muy... densos. Disculpe aquello, señorita...
—Daly, Apple Daly —respondió Erika, casi olvidando que se estaba haciendo pasar por alguien más—. Encantada, señor.
—Enchanté, Apple —dijo el hombre—, mi nombre es Simon Watson, soy el hermano mayor de Cal. Encuentro bastante interesante que alguien como usted haya sido invitada a esta casa, ¿puedo preguntar qué hizo para lograrlo? Callum rara vez se fija en gente de la clase... trabajadora.
Erika no pudo evitar darse cuenta de que Simon Watson la miraba con un poco de desdén, y si hubiera sido ella, le habría respondido con un comentario sarcástico. Pero Apple no era esa clase de mujer, así que tuvo que evitar ese tipo de réplica y actuar con cierta ingenuidad.
—Solo le vendí unas manzanas, señor —dijo la rubia—. Aparentemente a su hermano le gustaron mucho.
—No solo son las frutas, señorita manzana —replicó el hombre—, es ese... remusguillo de baja ralea, ese halo de... humildad. Eso de lo que él carece, se le hace tan cautivador a veces...
"Vaya, aparte de Serpens, los Watson son clasistas", pensó Erika. "Qué asco."
—No sé cómo responder a ese... halago, señor.
—Qué curioso que crea haber oído un halago. La invito a disfrutar de esto mientras mi hermanito siga encantado con su presencia, esas cosas no están destinadas a durar —Simon Watson se quitó el abrigo y dio un par de pasos en el pasillo hacia una de las habitaciones—. Puede regresar a su reunión, señorita manzana. Buenas noches.
Erika estaba consternada luego de oír aquello. Sabía que los Serpens eran detestables porque eran malvados, pero que aparte de eso disfrutaran humillando a las personas por ser de una clase social distinta les daba un cariz de crueldad casi insoportable. Por un instante respiró aliviada al haber logrado aguantarse el golpear al hermano mayor, pues era demasiado temprano como para empezar a causar más problemas.
Callum Watson y Olivia de York estaban tan enfrascados en su discusión que ni siquiera se dieron cuenta de que la rubia había salido por un momento del comedor, y mucho menos notaron cuando regresó a su asiento, terminó de comer su pastel y se quedó mirándolos fijamente hasta que por fin se callaron y la miraron de vuelta.
—¿Ya terminaron de lanzarse escupitajos en un idioma que ni siquiera voy a soñar con entender algún día? —Watson asintió. La joven se levantó de su silla—. Bien. Si me disculpan, debo irme. Mi hermano se debe estar preguntando por qué tardo tanto en llegar a casa. Señor Watson, señora York.
Erika salió del comedor. Sabía que Callum Watson la buscaría porque a lo lejos podía escuchar a Olivia de York increpándole el dejarla sola en el salón, y tratando de no hacer mucho ruido en los pasillos, apuró el paso para que el Serpens no la alcanzara tan rápido. Habría logrado salir de la casa como quería si no se hubiera detenido frente a una puerta que tenía un guardia a su lado y podía oírse un llanto muy leve. Alguien, más exactamente una mujer, estaba ahí retenida evidentemente en contra de su voluntad.
La joven miró al guardia de abajo hacia arriba, y él permaneció en silencio mientras ella se acercaba para distinguir mejor el sonido que había llamado su atención.
—¿Escucha lo mismo que yo?
—No oigo absolutamente nada más que su voz, señorita.
—Qué curioso. Podría asegurar que oí a alguien sollozando tras la puerta.
—Qué curioso, yo no oigo llanto de ninguna clase.
Erika dio dos pasos hacia el guardia, sosteniéndole la mirada sin ninguna agresividad, pero manteniéndose firme. Sabía muy bien que algo turbio estaba escondiéndose en esa habitación.
—Señor, ¿puedo saber cómo se llama?
—Soy Becker, señorita...
—Apple, señor Becker. ¿Puedo preguntarle también si le pagan lo suficiente como para mantener a alguien aquí llorando sin atender lo que le esté sucediendo?
—Me pagan muy bien por no moverme de esta puerta y evitar hacer preguntas, señorita Apple. Así que no se moleste en tratar de averiguar algo conmigo si no quiere causarme un problema.
Sintiendo que el Serpens se acercaba, Erika decidió echar mano una vez más de sus dotes actorales, se llevó las manos al rostro y simuló llorar. Incluso logró que un par de lágrimas brotaran sin mucho esfuerzo, haciendo más realista su actuación. Watson llegó hasta ella y de inmediato quiso averiguar qué sucedía.
—Becker... ¿estás haciendo sentir incómoda a la señorita Daly?
—Señor, yo...
—Me llamó entrometida, ¡señor Watson! —interrumpió Erika antes de que Becker dijera algo más—. Yo solo estaba preguntando por qué debía quedarse junto a la puerta, ¡nada más!
La joven salió corriendo de la casa aumentando el volumen de los sollozos, y cuando llegó a la acera, se sobresaltó por un disparo de arma de fuego seguido de un quejido de dolor, cosa que la hizo dejar de llorar inmediatamente. No tenía que entrar de nuevo para inferir lo que había pasado, Callum Watson estaba involucrado y era capaz de matar a uno de sus guardias si le molestaba lo suficiente.
Si quería salir viva de esa misión, Erika Strauss tendría que ser muchísimo más cuidadosa con la manera en la que trataba a aquel Serpens. Elizabeth Shatner había mencionado la fama de cruel que tenía ese hombre y se confirmaba con lo que acababa de suceder.
"Poderoso Heimdall... ¿en qué misión infernal decidí meterme?"
Lo decidió. Nadie le apuntó con un arma para entrar a aquel nido de serpientes furiosas. Pero era un águila tan cerca de acabar con sus presas que ya no podía ni quería echarse para atrás. Nunca había tenido una responsabilidad tan grande con la Cofradía, pero estaba dispuesta a hacer lo que debía para proteger y salvar a sus compañeros, que a pesar de no poder tener mucho contacto con ella, le habían asegurado que jamás la dejarían sola.
Antes de que Callum Watson saliera y la alcanzara, Erika echó a correr aparentemente sin rumbo hasta que pudo sentirse más tranquila y respirar hondo sabiendo que no la seguía quien pudiera hacerle daño. Después de unos minutos caminando a paso lento, notó que un carruaje iba tras ella discretamente, pero sabía que no era el del Serpens porque aquellos caballos que lo tiraban eran completamente diferentes y se le hacían familiares.
Erika se detuvo en una esquina y el carruaje hizo lo mismo. La puerta se abrió y la joven se subió de inmediato para darle el primer informe de misión a Archibald Amery.
—¿De dónde sacaste este carruaje?
—Sabes que tengo buenos amigos en Londres, uno de ellos fue lo suficientemente generoso como para dejarme pasear en la noche con su vehículo más bonito para buscarte.
—Qué dulce. Agradécele de mi parte —dijo la germánica antes de sentarse y acomodar bien su vestido—. Archie, pude averiguar unas cuantas cosas.
Archibald permaneció en silencio, permitiendo que Erika pudiera seguir con su explicación.
—Watson es un niñito tirano a pesar de que tiene cuarenta años: le disparó a uno de sus guardias cuando lo hizo enojar.
—No debería sorprendernos algo así.
—Lo del disparo sí me sorprendió, los Serpens no confían en sus compañeros —Erika suspiró—. Olivia de York es un volcán a punto de hacer erupción, detesta a Apple y se lo dijo claramente a Watson, tuvieron una discusión gigante en francés creyendo que no entendería nada. Dijo que me mataría en cuanto estuviéramos solas. Está seriamente loca y no es fácil de manipular. Si se da cuenta de que soy una Aquilae va a arrancarme la cara a mordiscos.
—¿Puedes manejarla? Si necesitas que Wallace te apoye...
—Yo lidiaré con ella —Erika interrumpió a Archibald—, no quiero que Wallace se meta en esto directamente. ¿Encontraste la casa de Apple? —el Aquilae Magister asintió.
—Me encargaré de cuidar a su familia en las noches, viven en la City y puedo rondar la zona sin problema.
—Bien. Ella no debería dejar de verlos, podemos darle indicaciones de usar la Túnica de Loki en ciertas horas del día, recogerla en la mañana y traerla al final de la tarde.
—Se me hace perfecto —dijo Archibald—. Aun me preocupa que estés desprotegida si vas a la plaza y Watson llega buscando a Apple, ¿estás segura de que no necesitas a Wallace?
—Archie, espero que entiendas esto, y si te molesta lo que voy a decir, te pido que me lo hagas saber de inmediato.
—Te escucho.
Erika sabía que su cofrade comprendería, así que no se cortó en absoluto cuando se refirió a su mejor amigo de la manera en que lo hizo.
—Wallace sigue siendo un muchachito inmaduro y no se ha tomado las cosas tan en serio como debería. Eso me preocupa mucho.
—Lo entiendo. Su imprudencia es alarmante, pero al final del día todo le sale bien.
—Claro que sí, pero después de apretarle tanto los testículos que están a punto de estallar. Soy su mejor amiga y sé lo que debo decirle con las palabras correctas, pero no siempre voy a estar disponible para poder hacerlo, por eso no quiero que se me acerque cuando me transforme en Apple —Erika, apenada, se llevó las manos al rostro—. Archie, de verdad lo siento.
—No te disculpes por la verdad, eso es algo en lo que debemos hacer que Wallace trabaje, algún día las cosas van a salir terriblemente mal por su falta de concentración y no va a querer solucionarlo hasta que alguien más salga lastimado.
El carruaje se detuvo en una calle oscura a un par de cuadras del Santuario Aquilae y ambos se bajaron para caminar el corto trayecto hasta la puerta. Charlotte les abrió y rápidamente entraron.
—Charlie, ¿Wallace está aquí? —preguntó la germánica y la enfermera movió la cabeza de lado a lado.
—Salió a tomar un par de tragos, y probablemente también a buscar con quién pasar la noche —la galesa se encogió de hombros—, lo hace de vez en cuando.
—Mientras no haga algo estúpido puede dormir debajo de un puente con un pez si quiere. ¿Podemos tomar prestada tu oficina?
—Por supuesto, les llevaré algo de comer.
Archibald y Erika se sentaron en el sofá de la oficina de Charlotte y recibieron unas tazas de té junto con galletas de avena antes de que la germánica terminara de contarle a su cofrade lo que había investigado.
—Watson le disparó al guardia por mi culpa.
—¿Qué le dijiste?
—Improvisé una pequeña actuación dramática y le mentí. Cuando iba a salir de la casa escuché que una chica lloraba tras la puerta donde estaba el guardia y... negó que hubiera alguien ahí, muy sospechoso si me permites opinar.
—No te culpo, también habría pensado lo mismo. ¿Tienes idea de quién pueda ser la prisionera?
—Aun no, pero tengo el presentimiento de que puede ser la hija de Watson. La que nació de la violación a la Aquilae turca.
Archibald respiró hondo. Si Erika oyó llantos en la habitación, significaba que aquella chica estaba siendo torturada y sufría mucho.
—Debemos confirmar su identidad y sacarla de allá con vida, fue quien logró recuperar la Flecha de Paris.
—Lo sé, Archie... no puedo negar que hoy me asusté un poco, si Watson es capaz de hacerle algo así a su propia sangre, ahora entiendo la forma en la que mató a nuestras compañeras. Esto va a tomar tiempo, pero cuánto quisiera que pudiéramos hacer esto tan rápido como fuese posible...
—Erika, Watson no es un Serpens cualquiera. Muchos de sus subordinados están dispuestos a morir por él, pero no queremos que eso suceda, necesitamos que la única muerte sea la suya.
—Y la de Olivia de York, si la dejamos viva se va a desquitar con mucha gente.
—Tienes razón, ella también debe morir. Pero...
—Sí, lo sé. Debemos romperlos desde adentro.
—No lo olvides —Archibald sacó su pipa y caminó hacia la puerta—. Necesitas descansar, mañana va a ser un día difícil. Yo acompañaré a Apple a su casa en un rato.
—Está bien, me adelantaré para no despertar sospechas.
Erika subió corriendo a su habitación y se tiró a la cama con ropa y todo para pensar un poco mientras miraba un rato al techo antes de ir a casa de Apple. Estaba exhausta y preocupada a pesar de que Archibald le había dicho que no la iba a dejar completamente sola en la misión. Sin embargo, extrañaba a alguien que la hacía sentir mucho más tranquila y que podía darle ciertas soluciones estratégicas para sentirse mejor, y lamentó mucho no haber permitido que él fuera a Inglaterra con ella, pues si había alguien que podía darle ánimo y reforzar su confianza cuando rara vez la perdía, era él.
Su hermanito Roland.
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