Capítulo 5: Trenzar mi cabello
Wallace se dirigió lo más rápido que pudo hacia el Santuario Aquilae de Londres y tocó la puerta del lugar con tanta vehemencia que sonó como si hubiera estado a punto de derribarla. No esperó a que lo atendieran en la entrada, sino que recorrió el lugar y no descansó hasta encontrar a la enfermera Charlotte Newton, quien en ese momento estaba en el jardín acompañando a un paciente. Al ver tan agitado a Amery, supo que algo no andaba bien y de inmediato lo siguió. En la entrada del asilo había un carruaje pésimamente parqueado que, como correctamente dedujo, el Aquilae había usado para transportarse hasta allí.
—Necesito que me ayudes, Charlie. Es una emergencia.
—¿Qué sucedió, jovencito? —Wallace le señaló el carruaje, presa de la desesperación.
—Solo ayúdame a llevarla dentro del Santuario, ¡por favor!
Charlotte, viendo que no tenía alternativa, le ayudó a Wallace sacando a Star del carruaje y le pidió a uno de sus ayudantes que preparara una cama limpia. La pobre chica había llegado al lugar en medio de una fiebre intensa, respirando con dificultad y bañada en sudor.
—Por favor ayúdala, Charlie —rogó Wallace—, ella no puede morir aquí y menos de esta manera.
La valiente enfermera suspiró antes de pedirle un par de explicaciones a Wallace acerca de las circunstancias del ataque. No habían pasado más de tres horas desde que Narendra Patel apuñaló a Star, la alta temperatura indicaba una infección causada por la hoja de bronce en su costado y la respiración entrecortada amenazaba con detenerse en cualquier momento. Por fortuna el hechizo defensivo que tenía el Artificium Menor de Star previno que su herida fuera más profunda, con lo que se evitó una pérdida de sangre significativa.
Charlotte le pidió algunos instrumentos médicos a uno de sus ayudantes para poder tratar la herida de Star y Wallace permaneció fuera de la sala mientras se hacía la curación. Después de un par de horas la enfermera logró estabilizarla, aprovechando para darle recomendaciones al Aquilae respecto al cuidado posterior. Lo primero, ella tendría que estar en reposo por unos cuantos días para recuperarse exitosamente. Debía alimentarse bien, beber muchos líquidos y no hacer esfuerzos innecesarios. Aquello retrasaría los planes de Wallace de barrer con los Serpens que quedaban en Londres, pero sabía que podía causar algunas de esas muertes sin ayuda, así que decidió que esperaría un poco más para aquella tarea. Mientras tanto, pasó la noche en vela junto a Star para cuidarla.
A las seis de la mañana, Charlotte regresó a la habitación para revisar a su paciente, y cuando entró se vio sorprendida por una curiosa escena: Wallace dormía incómodamente sentado en un sillón mientras Star, recostada sobre su lado izquierdo y con un vendaje que le cubría el pecho y la parrilla intercostal, lo miraba fijamente como si estuviera esperando que él despertara en cualquier momento. La joven notó la presencia de la mujer y dirigió sus ojos hacia ella. Intentó sentarse, pero el dolor en el costado se sentía aun bastante fuerte, así que desistió de la idea.
—El señor Amery estuvo despierto hasta hace una hora —dijo Star—. Fue mi culpa, le ayudaba con algo importante y salí herida.
—Pudiste haber muerto, señorita intrépida —respondió la enfermera—. Eventualmente lograrás escabullirte de los Serpens. Soy Charlie, ¿puedo saber tu nombre?
—Eh... seguro, claro que sí. Puedes llamarme Star.
—Qué acento tan exótico tienes, dulzura.
—Vengo de otra facción de la Cofradía, estoy de paso.
—Pues te doy la bienvenida al Santuario Aquilae de Londres, Star —la mujer le dedicó una sonrisa cálida—. Hay libros para que leas mientras te recuperas y podrás caminar un poco por aquí cuando te sientas mejor. Si se te ofrece algo puedes decírmelo, correré por lo que necesites en un santiamén.
—Gracias. Eres muy amable.
—No se te ocurra decirle a Wallace que voy a ser dulce contigo —susurró Charlotte—, tengo que regañarlo tanto por imprudente que a veces pienso que me odia, por eso prefiero hacerle creer que no tengo alma.
Ambas rieron por lo bajo para no despertar al Aquilae.
—Te serviré un poco de sopa de pollo, cariño —anunció la enfermera—. Necesitas comer si vas a ver dormir al señor Amery de esa forma todo el día.
—Oh, no era mi plan —respondió la chica, un poco avergonzada—. Es que no puedo hacer mucho si me quedo aquí.
—Descuida, traeré algo para que puedas distraerte. Dame un momento, ya regreso.
Con gran esfuerzo, Star logró sentarse a pesar de la molestia en su costado. Después de comer una sopa caliente con un poco de pan se sintió mucho mejor. Charlotte le indicó que podía llamarla si necesitaba algo, que ella estaría al pendiente. Agradeciendo aquello, la joven volvió a recostarse y le dio un vistazo a su herida. No era grave ni profunda, pero era importante guardar reposo para que no empezara a sentirse mal de nuevo.
Wallace seguía durmiendo en el sillón, evidentemente cansado. Star podía ver un rastro de sangre en la manga de su abrigo como recordatorio de lo que había sucedido la tarde anterior, y aquello la estremeció. Siempre supo que si se convertía en Aquilae tendría encontronazos bastante violentos con gente indeseable, pero no imaginó que sería tan pronto. Sin embargo, ella no sentía miedo, al menos no desde la muerte de su madre. Aquella falta de ataduras era algo que la podía enaltecer o hundir en un abrir y cerrar de ojos.
Raisa le explicó varias veces a Star que la falta de miedo podría conducirla a actitudes muy temerarias, y era imperioso evitar eso en una persona, sin importar que fuera Aquilae o alguien del común. La prudencia y la sangre fría se necesitaban a partes iguales, eso era algo que no podía olvidar. Ver a Wallace en aquella posición tan vulnerable le hizo una advertencia importante de que el miedo era algo completamente necesario y que, como tanto le insistía ella a él, le ayudaría a enfocarse.
Ella se quedó repasando con la mirada aquella humanidad corpulenta del Aquilae Magister, quien gracias a su estatura podía pasar fácilmente por alguien de treinta años si se dejaba crecer la barba lo suficiente, pero en realidad no pasaba de los veintidós. Sus ojos no estaban abiertos en el momento, pero eran de un tono celeste que transmitía mucha confianza, y en sus nudillos se veían las cicatrices de alguien que aprendió desde muy joven a defenderse usando solo los puños y sus grandes dotes de estratega en combate cuerpo a cuerpo.
—Ay, señor Amery —susurró Star—, si supiera lo mucho que estoy aprendiendo de usted mientras lo veo dormir...
Charlotte volvió a la habitación llevando consigo algunos libros que fue entregando a la joven, interrumpiendo su contemplación.
—Querida, tal vez esto te guste. Te vas a enamorar del señor Darcy, es todo un príncipe. Pero en este libro de acá vas a odiar a Heathcliff, es una pústula andante —Star esbozó una mueca de confusión—. No me mires así, ese hombre es detestable. Mira este, la pobre Fantine te hará llorar hasta que... oh, deberías dejarlo para después, es bastante triste al principio. Este es de un autor llamado Nathaniel Hawthorne, de Estados Unidos. Mira, otro estadounidense, no lo leas de noche si eres impresionable.
Star recibió aquellos libros encantada. Tendría unos días de lectura muy placenteros.
—Creo que esto me va a entretener mucho. Gracias, Charlie.
—A quien deberás agradecer es la señorita Shatner cuando vuelva por aquí, fue ella quien trajo estas nuevas adquisiciones a la biblioteca del Santuario.
—¿Shatner?
—Sí, Liz Shatner. No es una Aquilae, pero sí muy buena amiga de los Amery, la conocerás más tarde si hay suerte. Discúlpame, tengo que atender algo allí.
Cuando la enfermera se fue, Star tomó los libros y los puso sobre el nochero. Aun se sentía cansada, pero no lo suficiente como para seguir durmiendo, y aunque quería levantarse a ver el interior del Santuario, resolvió ir a la cama de nuevo y aguardar a que Wallace despertara. Mientras eso pasaba, ella no dejó de mirarlo con un poco de preocupación, pues sabía de sobra que él no dejaría de cuidarla hasta su regreso a casa. Después de todo, era una de sus misiones por completar.
Sin embargo, no quería complicarle tanto las cosas.
En lo que se veía obligada a tener durmiendo a Wallace cerca de ella, Star recordó que Selene, la diosa griega de la Luna, disfrutaba de ver dormir a Endimión, un pastor que había visto un día y del cual se enamoró perdidamente. Así, sin conocerlo muy bien, lo amó incondicionalmente y hallaba solaz en su mera cercanía. Eso la desconcertó. Le parecía ilógico que alguien, y más precisamente una titánide, se enamorara de un mortal por... su aspecto al dormir.
Lo que más le extrañaba era que, en medio de su sopor, él también hubiera tenido la chance de adorarla. Veía bastante confuso que Endimión se sintiera cómodo en esos estados intermedios donde el sueño lo envolvía y nunca lo soltaba, no hallaba sentido alguno en vivir e inmortalizarse de esa manera.
—Es absurdo. ¿Por qué Selene haría algo así?
—¿Hacer qué?
Wallace alzó la vista para encontrarse con Star sentada en posición de loto sobre la cama. La joven apartó los ojos tan rápidamente como pudo.
—Nada, solo pensaba en voz alta —ella suspiró—. ¿Qué tal estuvo su siesta, señor Amery?
—Relativamente corta —respondió él mientras se levantaba del sillón y se estiraba un poco—. ¿Cómo se siente?
—Mejor que anoche, aunque levantar el brazo aun me duele.
—Bueno, un paso a la vez, lo primero era parar la sangre —él se acomodó el abrigo—. ¿Quién es Selene?
—La diosa griega de la Luna, luego le contaré sobre ella —la joven se levantó de la cama y se acercó al Aquilae—. ¿Puedo pedirle un favor muy sencillo?
—Claro que sí, señorita Star. Dígame qué puedo hacer por usted hoy.
—Trenzar mi cabello.
Star sabía de buena fuente que Wallace, por sugerencia de su amiga Erika Strauss, aprendió a peinar a sus compañeras Aquilae unos años antes, así que no sería una tarea difícil para él. Por eso asintió, se quitó el sombrero y le hizo una seña para que se diera la vuelta, a lo que ella obedeció. Lo primero que hizo fue tomar mechones del largo cabello que tenía frente a él y desenredarlo con delicadeza, para luego ponerlo en orden. Puso sus manos en la parte baja del rostro de Star, haciéndola levantar el mentón. Ella soltó un breve quejido de dolor y se mordió el labio inferior de inmediato para mitigarlo.
—Le ofrezco una disculpa, señorita Star.
—No tiene por qué, señor Amery.
A Wallace le tomó unos cuantos minutos desatar todos los nudos en el cabello de Star, y fue lo suficientemente suave como para no maltratarlo. Al dividirlo en tres para empezar a peinarla, entre el vendaje, el Aquilae pudo ver parcialmente una cicatriz en la espalda de la joven, parecía una quemadura y tenía el aspecto de haber sido infligida recientemente, lo cual le causó gran curiosidad. Sin embargo, prefirió averiguar otra cosa que de momento se le hacía mucho más interesante.
—Señorita Star, ¿seré muy entrometido si le pregunto cómo se sintió en la misión de ayer?
—Para nada. Sin contar que me apuñalaron y la decoración estaba horrible... —Star enderezó la cabeza—, alcancé a disfrutarlo un poco.
—¿Se divirtió? ¿Incluso cuando se resistió a bailar y Narendra Patel la miraba como a un trozo de carne?
—No me malinterprete, señor Amery —replicó la joven—. Lo de bailar no era relevante, odié las miradas de Patel y disfruté clavarle una hoja de bronce en el cuello.
—¿Y lo demás?
—¿Qué con lo demás?
—Lo que tuvimos que hacer para que la misión saliera bien.
Wallace terminó la trenza y ató el extremo con un pequeño trozo de cuerda. Star se volteó para poder mirarlo a la cara.
—¿A qué se refiere exactamente? —preguntó la joven.
—Eh, pues...
—No tartamudee, señor —Star lo interrumpió—. Si es por lo que pasó en el armario, ya le dije que no había sido mi intención, y en mi defensa... toqué algo lo suficientemente duro como para creer que era un arma.
La Aquilae Inceptor sonrió de una forma tan dulce, que confundió al muchacho. Él trató de responder con algún comentario mordaz, pero no lograba musitar palabra. Star continuó hablando.
—Puede pensar que me veo inocente, ingenua o estúpida. Pero estoy muy lejos de eso. Si usted no va a ir directo al punto, yo lo haré. Sé que se refiere al beso que tuvimos que actuar en la fiesta, ¿o me equivoco?
—Era justo eso lo que...
—Está bien, le hablaré con honestidad —Star respiró hondo y enserió el gesto—. No me gustó.
Amery se rascó la cabeza y desvió la mirada. Era lo último que habría querido escuchar.
—Sin embargo —la joven siguió—, tampoco me disgustó, y creo que usted merece que yo le explique mi razonamiento.
—¡Por favor! De verdad estoy confundido.
—Esa confusión no durará mucho, lo prometo. Hicimos lo que teníamos que hacer para que la misión fuera exitosa, no había espacio para expresar gusto o desagrado. No era mi derecho.
—Usted podría haberse apartado. No estaba obligada a dejar que la besara.
—Piense en esto: si no me hubiera besado de esa forma tan... indecente, Patel jamás se habría acercado y no habríamos tenido la oportunidad de notar que no llevaba la llave. Ahora, no sé con qué clase de mujeres se ha involucrado antes, pero si cree que empecé a sentir cosas por usted luego del primer y último beso que nos dimos... la ingenua en esta habitación no soy yo.
Wallace se cruzó de brazos y se sentó en el sillón de nuevo. Star volvió a sentarse en la cama.
—Mire, señor Amery...
—Es hora de dejar las formalidades, ya puede llamarme Wallace. —ambos se miraron a los ojos de nuevo.
—Está bien. Wallace —ella suavizó un poco la voz—, no se sienta ofendido por lo que acabo de decir. Yo le guardo un profundo respeto, estaré muy agradecida con usted si me ayuda a completar mi primera misión como parte de la Cofradía y le ayudaré en lo que pueda. Es básicamente eso, un Aquilae cooperando con otro. Nada más.
—¿Incluso si ayudarle implica nunca quitar mis ojos de sus posaderas aun cuando estén cerrados? —él sonrió. Ella le respondió el gesto con otra sonrisa.
—Puede hacer lo que quiera con sus ojos en mis posaderas. Su mirada no me hace sentir incómoda.
—Qué mal. Incomodarla era mi plan para el resto del día.
Star soltó una risa burlona.
—Usted no podría hacerme sentir incómoda solo con eso.
—¿Me está retando? —la joven negó con la cabeza.
—No. Le estoy aclarando que, si viniera de parte de alguien como usted, tendría que hacer muchas más cosas para hacerme sentir así.
—¿Es un insulto, o un cumplido?
—Es lo que usted crea conveniente.
Wallace dirigió la mirada al suelo, pensativo. Era obvio que no quería incomodarla a propósito, y se sintió mejor cuando ella se tomó todo como una charla amistosa. Star le hizo una seña para que se acercara y él obedeció, sentándose en la cama. Luego ella recostó la cabeza sobre su hombro y se aferró a su brazo.
—Gracias por peinarme, Wallace.
—Lo haré cada vez que pueda, Star —ambos se miraron a los ojos y de nuevo compartieron una sonrisa cómplice—. ¿Usted confía en mí?
—Podría considerarlo un amigo, así que sí.
—Un amigo que besa muy bien, ¿no cree? —la joven chasqueó la lengua.
—No me va a sacar una opinión sobre el tema.
—Está bien, hablemos sobre otra cosa entonces —replicó el Aquilae—: usted dice que ya no es inocente. ¿Tiene eso que ver con la cicatriz que vi en su espalda hace unos instantes?
Star endureció tanto sus gestos al oír esa pregunta, que Wallace inmediatamente se arrepintió de haberla hecho. La joven soltó el brazo de su compañero Aquilae y se levantó de la cama.
—Vaya que aprende rápido. No usó sus ojos para incomodarme porque se dio cuenta de que las palabras funcionaban mejor.
—Espere, no quise hacerla sentir mal.
—Lo sé, pero no hemos sido amigos por tanto tiempo como para que yo esté dispuesta a contarle esa historia todavía —tomó una manta y se cubrió con ella—. Voy por un poco de aire fresco, y por favor no se le ocurra seguirme. No pienso escapar, pero ahora no quiero quedarme aquí con usted.
Star atravesó la puerta de la habitación para hacer un recorrido breve por el Santuario mientras Wallace se quedaba sentado en la cama, descolocado por aquella reacción. Ya ella le había confesado que era hija de Callum Watson, ¿había algo peor que reconocer su parentesco con el Serpens más cruel de Londres?
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