Capítulo 12: Humo naranja
—Porque esa chica va a ser una leyenda y él habría lamentado saberlo si siguiera vivo.
Después de pasar tiempo a solas con ella, Wallace tenía a Star en una muy alta estima. Sabía que con un poco de paciencia podía convertirse en una Aquilae muy talentosa y le alegraba ser parte de ese proceso, pero no solo por lo que ella podía lograr. Él también se tomó el tiempo de reflexionar sobre aquellas cosas que su amiga le comentaba y terminó acogiendo cada palabra para poder sentirse mejor consigo mismo en todo aspecto.
Gran parte del tiempo estuvo en desacuerdo con muchas cosas en las que su padre influyó, pero respecto a Star había acertado completamente. Sin duda, encontró a una mujer maravillosa que podía convertirse en un ser humano invencible si se lo proponía.
Después de aquella conversación con Charlotte acompañada de unas tazas de té, Wallace regresó al dormitorio para darse cuenta de que las cosas no andaban bien: Star no estaba, su equipaje tampoco, la caja fuerte había sido abierta y la Flecha de Paris removida de allí. En cuestión de segundos, el Aquilae revisó el área esperando signos de violencia, pero no halló rastro alguno. Su reciente compañera de misiones se había esfumado sin escuchar la última frase que él había dicho sobre ella en la conversación con la enfermera.
Amery tardó varios minutos en notar la ausencia de Star, pero antes de que se fuera sin dejar rastro, ella se sentó en la cama del dormitorio y trató de mantener su llanto en silencio. Poco tiempo le duró, pues alguien escuchó sus sollozos y entró para ver de dónde provenía el sonido.
—Señorita... ¿está usted bien? —la joven se limpió las lágrimas con la manga de su vestido y asintió.
—Sí, solo necesito desahogarme... —Star levantó la cabeza para encontrarse frente a ella a una mujer finamente vestida, que usaba anteojos y tenía facciones un poco fuertes. Parecía ser una extranjera jugando a abrirse paso en la fría Londres—. Disculpe, ¿la conozco?
—Permítame presentarme, soy Shatner. Elizabeth Shatner —la joven recordó ese nombre y con una pequeña inclinación de su cabeza la saludó—. ¿Es amiga de Wallace?
—Es la amistad más corta que he tenido en mi vida. No quiero volver a verlo, por eso voy a irme. ¿Conoce un sitio donde pueda quedarme por unos días mientras consigo regresar a casa?
Elizabeth asintió. Luego le dio unas cuantas indicaciones a la Aquilae Inceptor y ella tomó sus cosas para salir del Santuario lo más rápido posible.
Wallace supuso que podría encontrar respuestas en la casa de Star, por lo que se llevó una decepción enorme cuando llegó al lugar y lo encontró vacío. Realmente esa nunca fue su casa, funcionaba como refugio temporal para los Aquilae que llegaran de paso a Inglaterra, así que no tenía idea de cómo rastrearla.
Era una de las obras de solidaridad que Archibald Amery manejaba en la ciudad y seguramente habló de eso en algún momento, pero su hijo rara vez escuchaba lo que él decía cuando el tema no era acabar de alguna manera con los Serpens. Wallace decidió encender el cerebro para encontrar a Star y tendría que trabajar mucho en eso si quería anticiparse a ella, así que decidió buscar refuerzos en una taberna del distrito de Westminster.
—Porters a temperatura ambiente, una visita inesperada y una maleta llena de piedras blancas como regalo. Wallace Amery, ¿qué puedo hacer por ti hoy?
—Deck, eres la persona más inteligente con la que puedo hablar ahora. Necesito que me ayudes a encontrar a alguien.
—No me digas que te escapó la chica con la que fuiste a Stonehenge. —Wallace suspiró. ¿De verdad era tan predecible?
—Así es, pero la situación no es como te la imaginas. Ella solo es una amiga.
—Amiga, ¿o potencial amante? Has tenido mucha de tu atención sobre ella últimamente.
—¿Sabes cómo trabaja un escolta? —Lawrence asintió.
—Me da la impresión de que ya no es una misión de esas, señor. ¿Te atrae?
—Detente, Deck. A veces ella me miraba como si yo estuviera a punto de hacer o decir algo estúpido, pero cuando sentía que iba a humillarme era tan... paciente. Como si quisiera enseñarme cosas todo el tiempo.
—Así hablaba yo de Amelia antes de casarnos, tú y yo tenemos debilidad por las profesoras y las ratonas de biblioteca. ¿Estás seguro de que no quieres llevarle el desayuno a la cama todos los días por el resto de sus vidas?
Wallace se rascó la nuca. No podía decirlo con total certeza.
—Deck, ¿quieres que chismeemos sobre esto? Estás haciendo preguntas que no sé cómo responder todavía.
—Te conozco, ya te la imaginaste encima tuyo haciendo cochinadas y susurrándote al oído groserías en griego antiguo.
—Deja eso, voy a irme si no quieres ayudarme.
—Bueno, necesito los datos para poder hacer un análisis más completo —el inventor dio un sorbo a su cerveza—. Si no tengo el contexto, no podremos encontrarla.
—Está bien, te contaré. Pero la próxima ronda de cervezas va de cuenta tuya.
Dexter Lawrence podía ser un muy buen científico y tener acceso a información académica, pero eso no significaba que el chisme y las frivolidades le fueran indiferentes. Sin embargo, sabía balancearlo muy bien y lograba utilizarlo para hallar soluciones de manera magistral. Wallace le describió la situación con Star, haciendo especial énfasis en el interés que ella mostraba por la literatura y el arte, así como otros detalles que parecieron relevantes para la historia.
Una ronda de cervezas se convirtió en otra, y otra, y otra, y una más. Luego de un par de horas de estar bebiendo, Lawrence ya había logrado hacer que el Aquilae cantara como un canario, alcoholizado a tal punto que le costaba hablar. La realidad era que el brillante inventor había deducido todo desde que Wallace mencionó que había llevado a Star al Santuario con Charlotte, pero amaba oír las historias completas, y sabía que su amigo podía soltar la lengua (y el cerebro) si se le daba algo para desinhibirlo.
—Wallace, me has contado un relato que puede terminar muy bien o muy mal, todo depende de las decisiones que tomes a partir de ahora, así que seré breve: podrás encontrar a esta encantadora joven si logras dar con la señorita Elizabeth Shatner.
—Eh... no, no creo que sea posible —balbuceó Wallace ante aquella afirmación—. Ellas no se conocen.
—Creo que estás demasiado ebrio como para entender el razonamiento que me vi obligado a emplear para concluir eso, pero deberías seguir mi consejo. Descansa, espera a mañana y busca a la señorita Shatner. Si la encuentras, tu novia aparecerá.
—¡Que no es mi novia! —exclamó Amery alzando tanto la voz, que algunos hombres en otras mesas voltearon a mirarlo.
—Ya, ya. Haz lo que te digo, es tan simple como eso.
El Aquilae decidió hacer caso de lo que Lawrence le sugería, pero solo obedecería la mitad. Liz visitaba el Santuario de cuando en cuando y Star no podía moverse de ahí, así que tenía mucha lógica que en algún momento hubieran hecho contacto. Pero Wallace no quería esperar al día siguiente para ir a buscarla, así que después de despedirse del inventor con la promesa de que le contaría lo faltante una vez tuviera un final digno, salió directo a las bodegas cercanas al río Támesis donde Shatner manejaba sus negocios. Al llegar no vio a nadie, así que se sentó a esperar que su cabeza dejara de dar vueltas para hacer otro recorrido.
—Wallace... ¡Wallace! Gracias a Dios te encuentro, ¡Wallace!
Charlotte vio al Aquilae sentado en uno de los muelles menores del río Támesis con la mirada perdida y la cabeza embotada por el alcohol. No era la primera vez que él se ponía así, pero sí era una ocasión bastante rara.
—Querido, Star salió del Santuario y sus cosas desaparecieron. ¿Ella está contigo?
—La estoy buscando. ¿Sabes dónde está Liz ahora?
—Estuvo visitándome hoy, dijo que iría a cenar a Whitechapel. Wallace, no te preocupes por ella, tenemos que encontrar a Star y tú no estás en condiciones de buscarla ahora. Vuelve al Santuario, duerme un poco y luego nos ponemos manos a la obra.
Amery se levantó con dificultad. Aunque ya se sentía mejor, todavía se tambaleaba.
—Mira, ya estoy bien. Voy a volver con ella más rápido de lo que crees.
—¿Estás seguro? Aun hueles a alcohol, por lo menos toma un carruaje para irte.
—Ya voy —Wallace cerró los ojos para disimular un poco el mareo—, no tardaré. Ve a casa y mañana podrás tomar el té de las cinco con Star otra vez, lo prometo.
El Aquilae sabía de memoria el camino al restaurante donde estaría Liz, así que se dirigió hacia allá con rapidez. También sabía que en ese sitio no podía entrar sin hacer una reserva, así que decidió infiltrarse por el techo. Pero cuando trató de escalar la pared para subir estuvo a punto de caerse un par de veces, así que decidió volver al suelo y esperar. Casi una hora después, ella salió del sitio sin compañía alguna, Wallace hizo de las suyas para seguirla sin ser visto y la persecución terminó en un pequeño almacén cercano a la estación de Charing Cross.
—Por fin te encuentro, Liz —el Aquilae salió de su escondite y confrontó a su amiga—. Necesito un favor tuyo.
—Vaya, Wallace... sí que lo necesitas —Shatner le dio una palmada a su amigo en el hombro—. Sé a qué viniste, pero no puedo dejarte entrar. Lo siento.
—Mira, me estás obstaculizando una misión. Déjame entrar, necesito hablar con ella.
—La misión no quiere hablar contigo y mucho menos si estás ebrio. Vuelve mañana cuando puedas decir algo coherente.
Dexter Lawrence tuvo toda la razón en lo que dijo. Sin duda era un hombre brillante.
Wallace estaba empezando a perder la paciencia, pues no tenía la más mínima idea de por qué Star decidió alejarse de él. La tarde anterior, cuando aun seguían en Stonehenge, ella prometió obedecer a todo lo que él le ordenara para no meterse en problemas. Faltaban unos días para su regreso a casa y necesitaba un poco de prudencia si quería completar su primera misión.
Shatner trató de ser cortés con su amigo y disuadirlo de lo que quería hacer porque en este caso estaba del lado de Star. Después de haber oído lo que ella le contó, Liz entendía muy bien ese sentimiento de rechazo, de inutilidad, de creer que había confiado en las personas incorrectas. Varios años lo sufrió, cuando aun se llamaba Lowell Saint Michael y nadie escuchaba su voz por el hecho de ser un extranjero solitario en Europa. Al tomar el nombre de Elizabeth Shatner y pasar una temporada fuera de Inglaterra, entendió el poder que tenía para influir en la gente: sus negocios no eran del todo legales, pero le daban un alcance que jamás soñó con lograr, y si podía usarlo para hacer que alguien más fuera beneficiado, lo haría.
—Wallace, hazme caso. Ve a dormir un rato y mañana dejaré que entres. Star no va a querer hablar contigo si estás así.
—No entiendes, Liz... no puedo dejarla sola.
—Ella no está sola, se quedará conmigo.
—Vamos, no es lo mismo. Yo soy capaz de defenderla mucho mejor que tú. —Shatner soltó una risa burlona.
—Cierto, pero ella puede defenderse sola. La vi romper una tabla solo con sus puños, ¿sabes? —Wallace no pudo disimular un gesto de sorpresa—. Oh, no tenías ni idea. Pues te cuento que ella sabe artes marciales, habla varios idiomas y es muy talentosa. Si no hubiera tenido que recuperar esa flecha, habría acabado con todos los Serpens que quedan en la ciudad. Va a ser una leyenda.
—¡Es justamente lo que le dije a Charlie! —respondió el Aquilae exasperado.
—No fue lo que Star escuchó. Por eso tomó sus cosas y vino conmigo sin chistar.
Amery recordó qué palabras había utilizado en ese momento, y definitivamente podían haberse malinterpretado. Por eso él era bueno con los golpes y el bueno al hablar era su padre.
—Ya lo sé. Fue porque dije "pene", ¿verdad?
—No, para ahí —Liz levantó su mano—, maldito alcohol hablando por ti. Dijiste que ella había sido un error de Watson, eso fue lo que le molestó, ¿comprendes ahora?
Wallace miró al suelo y soltó un suspiro.
—Liz, déjame hablar con ella ahora. Tengo muchas cosas por decirle y sé que en cuanto me quede dormido las voy a olvidar. Por favor... —la genuina preocupación en el rostro del Aquilae convenció a Shatner, quien abrió la puerta al instante.
—Sé dulce. Tienes que suavizarla, porque me vas a meter en un problema. —apenas entraron, Wallace la agarró del brazo como si la estuviera llevando en contra de su voluntad.
—No tiene por qué enterarse de que me ayudaste si actúas bien. Gracias por esto.
Con la intervención de Elizabeth, Star había pasado las últimas horas disfrutando la exquisitez del chocolate combinado con fresas junto a la ventana mientras la luz de la luna la acompañaba. El romántico ambiente fue interrumpido por el forcejeo de Shatner al ser secuestrada por Wallace Amery. O al menos esa era la parafernalia que el par de amigos habían montado.
—Lo siento, querida... Wallace me siguió hasta aquí y se robó la llave. —la joven resopló indignada.
—Tengo suficiente de ustedes dos. Son tan ruidosos que escuché todo lo que dijeron afuera. —el Aquilae soltó a Shatner, quien salió de la habitación al ver la expresión de enojo en el rostro de su amiga. Ella se levantó y caminó hacia Wallace.
—Entonces ya debe saber que no quise de... —Star no dejó que Amery terminara la frase, pues cuando estuvo cerca de él le lanzó un puñetazo cruzado a la cara, rompiendo su nariz y haciéndolo sangrar. Él soltó un quejido y se cubrió con los brazos mientras ella sacudía un poco la mano para relajarla.
—Esto se lo regala la Star de hace doce horas por decir que fui un error, idiota.
Wallace tomó una de las sillas que había cerca y se desparramó en ella. Aquel golpe le había quitado el aliento. Para acabar de ajustar, tuvo que escuchar una sarta de improperios en aquel idioma que no comprendía, pero sabía muy bien que lo que le estaban dedicando no eran precisamente pasajes de la Biblia.
—Ya lo sé. Soy un idiota, ¿por qué cree que me llaman la atención los libros con dibujos e ignoro el texto? Las palabras no son mi especialidad. Pero usted me prometió que...
—No me manipule con las promesas que le hice ayer, señor Amery —Star lo interrumpió—. Eso no funciona conmigo.
El Aquilae levantó la cabeza para detener el sangrado en su congestionada nariz, por lo que tuvo que respirar por la boca.
—Star... de verdad lo siento. —ella suspiró.
—No lo siente tanto si prefirió ir a una taberna y emborracharse en lugar de buscarme.
—Debía ponerme ebrio para encontrarla, puedo explicarlo.
—Eso no me interesa. ¿Sabe algo? Quisiera regresar en el tiempo a hace un par de minutos para volver a romperle la nariz, porque un solo golpe no fue suficiente.
Wallace se levantó de la silla y encaró a Star. Si bien ella se sentía enojada, él no tenía por qué dejarse maltratar de nuevo y así se lo hizo saber.
—Inténtelo otra vez y me defenderé. Ya me disculpé con usted, no puedo hacer nada más —él respiró hondo unas cuantas veces—. Ahora, pensándolo mejor... sí hay otra cosa, y voy a arrepentirme si no lo hago ahora.
El alcohol mataba neuronas, pero podía hechizar a las personas tanto como un Artificium Capital. Wallace tomó a Star por los hombros y, probablemente por la gran cantidad de cerveza que aun tenía en su organismo, fue bastante torpe al acercarse a ella y besarla sin actuación, sin tener que pretender lo que no eran, sin público que fuera a increparles su impudicia.
Un vínculo ancestral solo mostraba ilusiones, pero si hubiera podido transmitir cualquier tipo de sensación, habría logrado describir la pasión con la que Wallace jugó con la boca de Star, la firmeza del toque de sus manos cuando la acariciaban, la dulzura con que la miró antes de besarla. De alguna forma, él se las arregló para desarmarla por completo.
—Wallace, deténgase. —Star apoyó sus manos en el pecho del Aquilae intentando apartarlo con delicadeza, pero era como tratar de empujar una pared.
—No puedo. No cuando sus labios saben a fresas.
—Hablo en serio, ¡pare lo que está haciendo!
Él obedeció y se apartó de ella. Pudo ver que sus mejillas se habían teñido de un rojo intenso que se desvaneció en pocos segundos cuando pudo controlar de nuevo su respiración.
—No espere otra disculpa, jamás va a pasar. —dijo Wallace.
—Me confunde con alguien más, porque yo no espero nada de usted —Star tomó dos servilletas, le entregó una a él y se limpió con la otra—. Use esto y deje de sangrar sobre mí.
Ambos se sentaron en el sofá y fijaron sus ojos en el suelo. Durante varios minutos permanecieron en silencio y de vez en cuando él respiraba pesadamente. Star acabó con la tensión.
—Se ha visto humo naranja sobre el Támesis. —confundido, Wallace la miró.
—¿De qué habla?
—Lo expulsa un barco de vapor que viene del Mar Mediterráneo. Se usa como señal.
—Sigo sin comprenderlo.
—Mi error. Debí decirle desde el principio lo que significaba.
Star se levantó y dio unos cuantos pasos para luego mirar a Amery a los ojos. Estaba aun más vulnerable en ese momento que cuando lo vio dormir, por lo que a ella le costó un poco de trabajo explicarlo, no solo por el hecho de que él estaba ebrio y alterado, sino porque detestaba aquel protocolo estúpido de las despedidas inesperadas que dejaban a la gente desconcertada.
—Wallace, mi transporte llegó días antes de lo que esperaba —la joven suspiró—. Regreso a casa mañana.
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