7


Nos encaminamos hacia la casa más grande, de un marrón como el de la madera de los pinos y con una mesa de piedra fuera. De repente siento un dolor agudo en la pierna, dejo escapar un débil «Ahhh». Sólo me da tiempo a mirar abajo, y ver una especie de grillo naranja que se va corriendo a toda mecha. Me desmayo...
                                                                                                 ***

Cuando me despierto estoy tumbada en una cama de telas rojas y doradas. Una gata negra con una luna en la cabeza me obserba atentamente.

—¿D-donde estoy?—Pregunto algo confusa
De repente veo a Rié entrar en la cabaña.
—Ágata—me dice—, ella es Ekaoba. Es la Sanadora de Kimpur, y te acaba de salvar la vida.
—Gracias...supongo—respondo aún un poco confundida.
—Ese insecto con el que te has topado hace unas horas—me aclara ella—, es una kinípagna. Es un insecto mortal que ronda por estas zonas sólo en primavera. Los kimpunienses acuden a mi cuando les muerde uno, aunque la mayoría usa un perfume que les ahuyenta. Es perfume de nardos, la kinípagna habita en zonas sucias, por eso no aguanta el olor a nardos. Solo viene aquí para alimentarse de sangre, como los mosquitos...
—¿Sabes Ágata?—Interrumpe Rié impaciente—. Deberías salir fuera, debo presentarte a alguien.
Justo antes de marcharnos Ekaoba me pone en la mano un frasquito de perfume con un nardo tallado en la tapa.
—Póntelo antes de salir—me dice y, acto seguido, se aleja.

   Yo la hago caso. Abro la tapa con delicadeza y me echo unas gotitas en las muñecas, también me pongo un poco en el cuello, por si acaso.
   —Vamos, Ágata, que tenemos cosas que hacer—se impacienta Rié—. Ni que te fueras a preparar para una  gala...
   —Vale pesado, ya voy...—Le respondo riéndome.
       Y salimos de la cabaña de Ekaoba, camino de la plaza de Kimpur donde Rié iba a presentarme a alguien...

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