5
Mi verdadero problema es que el túnel ya no es un túnel, sino un montón de rocas sobre lo que antes era un agujero.
Intento quitarlas con todas las fuerzas que me quedan, pero en vano, las rocas no se mueven de su lugar.
Me queda una única opción, regresar al castillo de Yira y pedir ayuda. Vuelvo a atravesar el camino de flores mágicas y, cuando llego al árbol, me apresuro a atravesarlo. Recorro de nuevo las escaleras y las blancas estancias hasta llegar al salón del trono. Está comiendo alrededor de una mesa de plata, rodeada de sus súbditos, entre ellos Rié; también hay una silla libre. «Estarán esperando a alguien», pienso.
—Siéntate a comer— me dice Yira, señalando la silla libre—, después me contarás que necesitas.
La obedezco y me siento a comer, en mi plato hay un buen trozo de pollo asado acompañado de patatas cocidas rociadas con salsa. Tiene buena pinta, así que me pongo a comer. Está muy rico, me lo termino en unos minutos y Yira me lleva con ella hasta otra sala con sofás y una pequeña mesita de café hecha de mármol.
—Cuéntame, ¿qué te ha pasado?— Me pregunta Yira
Yo le cuento lo sucedido y, al acabar, me da un consejo:
—Yo no puedo ayudarte— empieza—, pero conozco a alguien que sí puede.
—¿Quién?— Pregunto intrigada
—Dile a Rié que te guíe hasta la capital de mi reino, Kimpur.
Me dirijo hacia la sala del trono para buscar a Rié y, una vez lo he encontrado, se lo cuento todo. Él acepta a regañadientes, sólo porque se lo pide su reina, y me cuenta que Kimpur es la capital del reino. Que es una ciudad habitada la mayoría por gatos, gatos de todas las especies y colores que me pueda imaginar.
Según salimos del árbol se me ocurre una pregunta, y no dudo en preguntársela a Rié
—Y... ¿cómo se supone que se llama este reino?
—Estás en Abduria— me contesta él con una sonrisa.
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