Me despierto, me doy cuenta de que Beatriz ha cerrado mi libro mientras estaba durmiendo y lo había colocado en la mesilla. Lo vuelvo a coger, paso las páginas hasta encontrar por dónde iba y le pongo un marca páginas. Es mi libro favorito, me lo regalaron mis padres unosaños antes de desaparecer, cuando yo tenía cinco años y mi hermana catorce.
Ahora yo tengo doce y Beatriz veintiuno, han pasado siete años desde aquello, ella se ocupa de las tareas de la casa y yo la ayudo recogiendo frutos del bosque. Todas las mañas salgo al bosque y recojo todo tipo de moras, bellotas, frutos silvestres...
Me levanto de la cama de un salto, me he acordado del agujero, me visto, me peino y bajo a desayunar. Cuando bajo, Beatriz no está, así que preparo unas tostadas con mermelada de arándanos. Me las como en muy poco tiempo porque tengo prisa y salgo de casa corriendo, no sin antes ponerme mi abrigo verde, aún hace frió ya que es muy temprano. Oigo crujir las ramitas bajo mis pies, no me detengo, tengo curiosidad por saber que se esconde en aquel campo verde en el que había estado el día anterior. Por fin llego a mi destino, allí está, tapado por matojos y enredaderas, las aparto y me meto dentro. Me arrastro hasta llegar al final, esta vez salgo y observo el césped, corro hacia un amplio bosque que hay a pocos metros de mí. Es precioso, diviso un camino de flores de colores y me dispongo a seguirlo.

Tengo cuidado de no pisar las flores pero, mágicamente, se apartan cada vez que mis pies rozan el suelo. Sigo el camino pensando a qué me conducirá. Sigo absorta en mis pensamientos hasta que llego al final de aquel colorido camino.