Capítulo IX
Frente a la costa de Montevideo, junio de 1806
El ocho de junio, la fragata HMS Narcissus llegó a la Isla de Flores, frente a la costa de Montevideo. La HMS Leda no estaba donde debería estar así que, al día siguiente, Popham abordó un barco con bandera portuguesa, para obtener la información necesaria para remontar el Río de la Plata.
Resultó ser un buque español que navegaba de incógnito, tratando de no llamar la atención de los británicos que se aproximaban. Entre su tripulación, había un piloto escocés de apellido Russel que fue llevado a bordo de la HMS Narcissus, para pilotarla.
El tal Russel dejaba mucho que desear como piloto, pero la información que les proporcionó fue muy útil: les confirmó que en Buenos Aires había un cuantioso tesoro llegado del Perú y que la ciudad se hallaba indefensa, porque las tropas habían sido enviadas a Montevideo. El virrey Sobremonte, tras ser informado de la expedición con bandera británica que se acercaba desde el Cabo, había supuesto que el ataque sería en la otra orilla del Plata, y había despachado a la fuerza militar hacia allí.
El resto de la escuadra llegó al día siguiente y Beresford se reunió con Popham y los demás oficiales en un consejo de guerra. Allí discutieron sobre qué ciudad atacarían: si Buenos Aires o Montevideo.
Montevideo presentaba mejores posibilidades de acercamiento, porque el cauce del río era más profundo, pero se trataba de una ciudad fortificada y, además, las fuerzas de defensa se habían concentrado allí para repeler el posible ataque; en tanto que la Capital, poseía un estuario de más difícil navegación, sin embargo, estaba desprotegida: no poseía murallas y sus fuerzas había sido sacadas de la ciudad. Y después estaba el tema no menos importante del tesoro.
Las opiniones estuvieron divididas, pero los datos aportados por Russel fueron decisivos para que tomaran una decisión: el ataque se llevaría a cabo a Buenos Aires.
El 11, mientras aguardaban que subiera la marea para realizar las mediciones en el estuario, avistaron unas velas en el horizonte. La presencia de un navío extraño llegando por la retaguardia les causó alarma, por lo que lo observaron acercarse atentamente. Cuando estuvo a una distancia suficiente para distinguir de qué nave se trataba, la alegría se apoderó de la tropa. Thomas no cabía en sí de la emoción y hasta se le escaparon algunas lágrimas de alivio. La nave que se aproximaba era el Ocean.
***
Frente a la costa de Quilmes. Estuario del Río de la Plata, 16 de junio de 1806
Con las mediciones que hicieron y las nociones que aportó el piloto Russel, pudieron corroborar lo que temían: el Río de la Plata era muy poco profundo y los navíos más grandes no podrían acercarse lo suficiente a la costa. Por ello, Popham ordenó que toda la tropa se traspasara a los transportes de menor calado, a fin de llevar a cabo el desembarco.
Thomas se despidió de William y se trasladó al Ocean donde finalmente pudo reunirse con el resto de su compañía. Hasta el momento, sólo había podido saludarlos desde la distancia cuando la embarcación —dada por perdida durante casi todo el viaje—, había reaparecido cinco días antes.
Los transportes se acercaron con dificultad a la costa de Quilmes, debido a la complejidad de navegación que ofrecía el cauce, como así también a la evidente impericia de Russel mientras que las naves más grandes —Diadem, Diomede y Raissonable—, permanecieron en actitud de bloqueo a Montevideo.
Los días pasaban y, estando la costa tan cerca, la ansiedad por desembarcar dominaba a la mayoría de los ocupantes de los transportes. Por su parte, los compañeros de Thomas del 20° —que estaban molestos con él al iniciar la travesía en Ciudad del Cabo—, ya no parecían enojados, por el contrario, el ambiente en el Ocean era casi festivo; por la noche, se reunían a comer sus raciones en medio de brindis, risas y bromas. Haber sobrevivido a la experiencia de atravesar aquella tormenta y estar perdidos por varios días, hasta que pudieron encontrar el rumbo, teniendo que hacer solos todo el trayecto en aquella pequeña embarcación, les había cambiado la perspectiva de las cosas.
Celebraban el haber sobrevivido, como así también, la conquista que tenían por delante, que ya la daban por hecha. Además, por fin iban a poder entrar en combate, porque la conquista del Cabo no había estado a la altura de sus expectativas.
***
Quilmes, 25 de junio de 1806
La fría tarde estaba plomiza. Estaban a punto de desembarcar.
Al fin había llegado el momento que tanto esperaban. Los próximos dos días quedarían grabados en la memoria de Thomas, en especial por algunos hechos insólitos —podría decirse— que tendrían lugar y que, sin saberlo, serían un preludio de la gran aventura que lo aguardaba en aquellas tierras.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top