Capítulo XXXV: Sorpresas
El reino de Ivaria poseía nueve regiones, nombradas por los puntos Norte, Sur, Este, Oeste, Noreste, Noroeste, Sureste, Suroeste y Central. En esas regiones, las tierras eran compartidas a alrededor de tres o cuatro ducados.
Repartidas por el reino existían ciudades con características peculiares que las hacían destacar del resto. Avior, la capital, también llamada la Ciudad Flotante, comprendía una estructura que estaba suspendida en el aire a muchos metros sobre la superficie. En ella vivían los miembros de la realeza y personas muy ricas.
Bajo esta gran ciudadela estaba Abis, la Ciudad de Abismo, debido que está en la sombra de Avior, las noches son más oscuras y no recibe luz solar. Otra ciudad peculiar era Ione, capital de la Región Noroeste, debido a que siempre estaba sumida en un invierno perpetuo recibió el nombre de la Ciudad Blanca. Sus estructuras eran tan blancas como la nieve que las cubría y por las noches el cielo era adornado con auroras verdeazuladas y magentas. En esa región se explotaban minas de gemas preciosas y otros minerales de importancia económica.
También había ciudades dentro de montañas. Otras sumidas por la arena del desierto. Construidas en medio de un gran lago o bajo un gran árbol.
De entre todas esas grandes ciudades dispersas por todo el reino, no entendía la razón para que llegase justamente a Ipsy, habiendo claramente otras opciones. Y no satisfecho con eso, tenía que entrar justamente al restaurante donde yo me encontraba.
Quería desaparecer de allí. Si me llegase a mirar, complicaría todo lo que hasta ese momento había mantenido en secreto.
—Lewis, ¿ocurre algo? —inquirió mi jefe mostrándose confundido.
En ese instante caí en cuenta que mi comportamiento no era el correcto si quería mantener la discreción.
—N-no. Tranquilo, discúlpame un momento —dije. Luego me levanté y caminé hacia el baño.
Rápidamente caminé para evitar que Darrell, el señor Eugene y la familia Dreamgarden me lograra ver. Luego entré al baño y me encerré en uno de los cubículos. Respiraba muy agitado por la sorpresa y mi corazón quería salir de mi pecho.
Al transcurrir un par de minutos, decidí salir y me coloqué frente a los lavamanos. Me observé al espejo, estaba muy pálido y mi frente sudaba mucho. Tomé un poco de agua y la esparcí por mi rostro, luego lo repetí ya que se sentía un poco relajante. De repente sentí que la puerta del baño se abrió y alguien ingresó.
Mantuve la cabeza bajo, evitando cruzar la mirada con el hombre que pasaba junto a mí. Quise correr apenas él fue a los urinales, pero mis piernas se quedaron inmóviles. Mi cuerpo no hacia ninguna orden que mi cerebro quería.
Cuando por fin parpadear, me encontré que el hombre de cabello castaño y bien vestido estaba junto a mí, lavándose las manos. Me le quedé mirando. Realmente hubiese querido haberlo encontrado en otro lugar bajo otras circunstancias. Lo extrañaba mucho, más de lo que realmente admitía. Mentiría si dijera que en un rincón de mi corazón, me alegraba encontrarme con el señor Eugene.
Él se percató de mi mirada penetrante. Cuando observó mi rostro, duró un momento pensativo, seguramente no me reconocía totalmente. Tímidamente sonreí, esperando su reacción. Cuando por fin supo quién era yo, abrió los ojos por la sorpresa.
—¿Z-Zack? —preguntó, solo para cerciorarse. Al asentir, rápidamente me abrazo, impidiéndome darle alguna explicación antes—. ¡Oh, por los dioses! ¡Te extrañe mucho! ¿Dónde has estado? —se separó un poco de mi y con sus manos sostuvo mi rostro—. Te vez muy diferente, ¿Qué le pasó a tu pelo?
Sus ojos estaban cristalizados y la alegría brotaba de ellos. Su entusiasmo no se podía ocultar. Y la mía tampoco. Por ese momento me olvidé por completo de mi misión.
—M-muchas cosas han pasado —le dije—. Tantas que no me daría tiempo de contártelas en cinco minutos.
—P-pero... mírate. Estas tan cambiado. No te pude reconocer al instante. Ven, vamos a la mesa donde estoy. Estoy seguro que a Darrell le alegrará verte...
—No —me adelanté—. Por favor, no le diga que estoy aquí —le pedí. El solo me miraba un poco confundido—. Yo... estoy con otra persona. Y bueno, me encantaría contarle toda la historia, pero será mejor en otra ocasión.
—¿Pero qué dices? Acabo de verte, luego de tanto tiempo. Quiero saber todo lo que ha pasado en estos meses lejos de casa. Pensaba que estarías en la Región Suroeste ¿Por qué no has respondido ninguna de mis cartas?
—Por favor... en otro momento le contaré todo. Se lo prometo. Solo no le diga a nadie que estoy aquí.
—Darrell se dará cuenta.
—Trate que no lo haga. Le juro que se lo explicaré todo, pero hoy no —le supliqué. El no parecía muy convencido, sin embargo terminó asintiendo. Solo esperaba que cumpliera lo que le pedí.
—Está bien, Zack. No entiendo nada, pero espero que lo hagas ¿mañana estarás ocupado? —inquirió serio.
—Pues... comienzo a trabajar a primer ahora y termino antes del atardecer. Supongo que podría ser al salir de mi trabajo o antes de entrar —le dije, luego lo medité por un momento—. Creo que será mejor en la mañana, no quiero pasar el día en estresado y ansioso, y creo que usted tampoco. Yo estoy viviendo aquí en Ipsy, nos podremos ver en la plaza central.
Él lo pensó por un instante. Luego asintió y me volvió a abrazar.
Sin más, decidí abandonar el baño para no levantar más sospechas a mi acompañante. Ya bastante tenía con que me levantara de repente y sin explicación de la mesa. Me sentía un poco mal por él.
—Perdóneme por irme así. Tuve un fuerte dolor de estomago —le explique mientras me sobaba la panza. Trataba de parecer lo más creíble posible.
Mi jefe pareció suspirar aliviado tras mi explicación. Seguramente pensaba que había huido de él o quien sabe que otras ideas había estado pensando solo en la mesa.
Sentí como una silueta pasaba detrás de mí. Apenas percibí la etérea estela de su paso, mi piel se erizó por el escalofrío. Pero fingí lo mejor que pude.
—Oye Lewis... —susurró el señor Haizea, muy cerca de mí—. Lamento mucho haberte incomodado con lo de antes. Seguro piensas que me estoy aprovechando de ti por ser tu jefe. Pero te juro que esa nunca fue mi intención.
—N-no se preocupe. Nunca pensé eso —me apresuré a explicar—. Es que... hay muchas cosas que no sabe de mí y no creo que sea correcto decírselo. Y si se lo digo, seguramente tendría que desaparecer.
—Te he conocido lo suficiente como para saber que no ere una mala persona. Así que no tienes que preocuparte. No te juzgaría, no importa lo que sea —aseguró. Pero por muy seguras que pareciesen sus suaves palabras, estaba seguro que eso no sería así.
Ashton era un general dentro del ejército. Su lealtad hacia el reino es su mayor prioridad. Aunque asegurase tener sentimientos hacia mí, nada me garantizara que al contarle toda la verdad, esos sentimientos desaparecerían e inmediatamente intentaría apresarme. Aunque él me caía muy bien, inclusive podría atreverme a decir que me gustaba de cierta manera, lo nuestro no podría ser.
En suma, a unos pocos metros estaba otra razón por la cual me cohibía de intentar algo. Ese chico de cabello castaño y ojos oscuros. De aspecto fuerte y sonrisa armoniosa. Me hacia rememorar los momentos felices que pasé con él. Ciertamente aun no lo lograba superar, verlo allí, con lo que próximamente sería su nueva familia, su nueva esposa, habría una herida profunda que creía casi sanada.
La chica de flores sonreía y charlaba cordial. Parecía haber encajado perfectamente entre el par Rosewald. Usando esa mascara amable y dulce podía engatusar a todo el mundo. No me sorprendía que ellos cayeran en su encanto actuado. Inclusive yo llegué a pensar que era una buena persona, capaz de hacer feliz a Darrell y darle una buena vida.
Ver esa escena familiar me provocaba una sensación de vacío en mi pecho. Era muy extraño.
Al mover la mirada hacia un lado, me encontraba con la mirada intensa de un buen hombre. Se había enamorado de mí, aun cuando no había hecho algo para lograrlo. Pero en el fondo me recriminaba por el hecho que él sentía esas cosas por Lewis, no por mí.
—Prefiero no arriesgarme —le dije. El se mostró desilusionado.
Verlo así me hizo sentir mal, no lo comprendía del todo. Pero tal vez, mostrarle un poco de la verdad, me daría la razón si podría soportar el cruel peso de mi realidad. Tomé aire en un par de ocasiones, incluso tomé un gran trago de vino para que me diera más brío.
—¿Qué piensas si te digo que mi nombre no es Lewis? —inquirí. Ashton me miró un poco confundido—. ¿Seguirías pensando lo mismo si te digo que he mentido referente a mi nombre?
—E-espera... ¿No te llamas Lewis? —asentí. El se mostró muy sorprendido. Esa era una reacción que esperaba—. Entonces, ¿cuál es tu nombre?
—Zack —dije, luego volví a tomar otro trago—. Zack Navolger.
—Pero... ¿Por qué dijiste que te llamabas Lewis?
—Principalmente porque no confiaba en usted. A decir verdad, no confió en nadie de este lugar —le conté—. El mundo me ha hecho mucho daño, Ashton. Me han juzgado, señalado, burlado y fragmentado en pedazos. Sigo enamorado de la persona equivocada —lancé una mirada efusiva a la mesa cercana—, y aun sabiendo que no tengo oportunidad, me torturo teniendo esos sentimientos. Solo has visto una faceta feliz. Debajo se esconde alguien que ha sido golpeado una y otra vez por el destino. Y ahora ando sin un rumbo, encausando a otros a seguirme en mi ruina; lo peor es que ellos son lo más autentico y bello que me queda en el mundo ¿Qué buena persona pone en riesgo a su mayor tesoro?
Con cada sorbo de vino. Más me sentía en la libertad de hablar. Las palabras salían como si nada, sin miedo ni temor. En ese instante, pensaba que era lo mejor.
—Ya veo... parece que eres alguien que ha sufrido mucho —dijo él. Su tono de voz era bajo, misericordioso tal vez—. Aunque no te llames Lewis, creo que sigues siendo alguien increíble.
—¿Increíble? —inquirí incrédulo. Antes que pudiera tomar otro sorbo de vino, él me detuvo.
—Sí. Creo que eres increíble. No había conocido a alguien como tú —aseguró. Pero para mí, sus palabras eran carentes de convicción—. Si fueses una mala persona como tú lo crees, ni siquiera te importara el bienestar de tus compañeros. Pero te aqueja ponerlos en riesgo, solo porque te están siguiendo —expuso—. No sé a lo que te refieres, pero estoy seguro que te siguen porque representas para ellos un faro de esperanza.
No lo había visto de esa forma. Tal vez podría ser cierto. Pero aun si así fuese, no se quitaba la culpa que sentía por meter a mis amigos en esta guerra.
Buenas, buenas little readers, aquí está este capítulo súper emocionante (al menos para mí lo fue) espero que lo hayan disfrutado. Me gustaría leer sus cometarios y opiniones. También sus amorosos votos si creen que me lo merezco.
Me está entrando ganas de hacerle un booktrailer es esta historia, pero ni idea de cómo hacerlo. Mis habilidades de edición de videos son tan buenas como lo es el gobierno de Maduro. Si termino de animarme a hacerlo o llego a conseguir a un alma caritativa que me lo haga, obviamente ustedes serán los primeros en verlo.
Sin más que decir, nos leemos próximamente.
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