Capítulo XXIV: Trabajo

Un mes después

Los días transcurrían con rapidez, y con cada salida del sol, se atisbaba en el horizonte nuevas esperanzas, nacidas de un destino incierto y cruel.

Ipsy, la gran ciudad bajo la sombra de un inmenso árbol, más grande que cualquiera que hubiese existido y tan antiguo como mismísima creación del mundo. Nuestros primeros días en esa ciudad no resultaron ser tan terribles como habíamos previamente anticipado. Gracias a un buen samaritano, encontramos un lugar donde quedarnos sin pagar nada, aunque se trataba de una casa abandonada y en ruinas.

No nos importaba mucho lo incómodo y sucio del lugar. Aunque si el hecho que estuviese casi por colapsar desde su cimientos. Pero obviando ese detalle, era un techo donde mantenernos en las noches y no teníamos que pagar nada.

Inmediatamente nos dedicamos a la búsqueda de trabajos. Como me había imaginado, para Dante no fue nada difícil encontrar trabajo en una tienda donde confeccionaban túnicas. A la dueña del lugar le pareció esplendidas sus habilidades y no titubeó en contratarlo. Danna por su parte encontró trabajo como mesera en un bar, aunque en su primera noche de trabajo un hombre intentó propasarse con ella y lo único que consiguió fue un pase directo al hospital. El dueño del lugar, en vez de despedirla por el escándalo, le ofreció la oportunidad de ser la portera y echar a los borrachos que causaran problemas. Gasper empezó a trabajar junto a Samuel en una biblioteca. Al primero le encantaba ese trabajo, pero al bromista le resultaba extremadamente aburrido. Elijah y Connor fueron contratados en una construcción de un nuevo conjunto de casas en los límites de la ciudad. Era un trabajo fuerte, pero se las arreglaron bien. Jack se la pasaba en casa pintando. En el tiempo que llevaba haciéndolo, había logrado vender dos cuadros por una buena cantidad de dinero. Yo por mi parte me topé por casualidad con un hombre que necesitaba con urgencia un asistente, debido que el suyo tuvo que ir de viaje por cuestiones familiares. Aunque era un trabajo temporal, todo el dinero acumulado serviría para mejorar nuestra situación.

Con la venta de los cuadros de Jack, logramos conseguir que el propietario de la casa abandonada nos vendiera. A lo que accedió sin problema ya que de igual manera, para él era una propiedad que no valía la pena. Pero para nosotros se convertiría en un hogar.

Con la experiencia que habían ido adquiriendo Connor y mi hermano en el trabajo de construcción, comenzamos a arreglar el lugar. Todos colaboramos en ello. Limpiamos la madera podrida, los vidrios rotos, la maleza que lo cubría todo y la suciedad que se había acumulado durante muchos años. Poco a poco fue adquiriendo la apariencia de un hogar. Aunque aún faltaba mucho para que llegara hasta ese punto.

Después de llegar a Ipsy traté buscar —junto a Dante—, información que me pudiera servir para rescatar a Tom o que me diera conocimiento referente a su estado. Pero no encontré nada al respecto. Era muy frustrante, pero a la vez daba cierto alivio, ya que ese tipo de noticias tendía a regarse con rapidez por todo el reino. La falta de información señalaba que aun no había sido juzgado y estaba encarcelado en alguna parte. Lo más probable, bajo custodia del Pilar Espejo.

Lo único que nos quedaba por hacer era prepararnos para el momento adecuado. Y mientras eso, teníamos que pasar desapercibidos y parecer lo más normal posible.

—Buenos días, señor Haizea —anuncié mi llegada al hombre que me había contratado. Era mi primer día, así que me sentía muy nervioso por ello.

Él era un tipo de mediana edad, bien vestido y cuando lo vi por primera vez, de vida bastante ajetreada. Cuando lo escuché hablando con otro lo desesperado que estaba con la situación de su antiguo asistente, yo tímidamente me acerqué a él y le dije que yo estaba buscando trabajo y estaba interesado.

Él me escaneó de pies y cabeza, luego me hizo un montón de preguntas para ver si era capaz de manejar el trabajo de asistente. Por suerte, yo era un poco conocedor de todo y respondía de la mejor manera. Lo conocí un viernes en la tarde y me dijo que comenzaría a trabajar el lunes en la mañana. Antes de irse me dio una tarjeta con su dirección y nombre completo. Ashton Haizea.

Cuando llegué a la dirección que aparecía en la tarjeta. No estaba seguro si había seguido bien las indicaciones, ya que terminé en frente de una gran y hermosa casa. A todo riesgo llamé, a lo que entendió un hombre mayor y bien vestido. Le dije a lo que venía y me pidió que esperase un momento. Al transcurrir un par de minutos me dejó pasar y me escoltó hacia adentro de la casa.

Se veía tan grande por dentro como lo era por fuera. Estaba lleno obras de arte y armas colgadas en las paredes. Al final llegamos a lo que parecía ser un estudio, donde me encontraba ahora.

—Buenos días, llegaste puntual. Eso me gusta —elogió el hombre—. ¿Tu nombre era Lewis, cierto? —asentí—. Bien, toma asiento.

Como parte de permanecer ocultos, decidimos no usar nuestros verdaderos nombres. Lewis fue el primero que se me ocurrió cuando lo conocí. Así que me tenía que quedar con ese.

—Muchas gracias por la oportunidad —le dije. A lo que él negó con la cabeza.

—No tienes que agradecer nada. Necesitaba ayuda con urgencia. Vamos a ver, necesito que me clasifiques estos documentos según la fecha. Luego iremos a Comondor a entregar los papeles de esa caja que esta allá. Y en el transcurso del día te iré diciendo las otras tareas que hay que hacer. Como veras, es mucho —lo único que veía eran papeles por ahí y por allá. Realmente era mucho trabajo. No me sorprendía que estuviese tan necesitado de personal.

Aunque había caído en cuenta de algo que no había preguntado.

—Señor Haizea, ¿puedo preguntarle a que se dedica? —indagué.

—Oh, lo había olvidado mencionar. Soy general en el ejercito real —abrí mis ojos por el asombro. No podía creerlo—. Sé que no lo parezco ahora, pero cuando estoy en el trabajo usualmente llevó puesta mi túnica.

—Oh, entiendo.

—Bien. Hay que trabajar, tiempo apremia. Mientras ordenas esos papeles yo voy a cambiarme. Luego vamos a Comondor.

Sin decir más, abandonó la oficina y me dejó haciendo la tarea.

Realmente quedé anonadado con lo que me acababa de decir. El destino realmente era alguien muy bizarro. Sin querer, terminé en el mejor y peor lugar posible. El peor ya que estaba con alguien que era considerado mi enemigo. Pero era también beneficioso porque allí tendría a mi alcance toda la información que necesitara.

Claramente tenía que ser sigiloso y prudente. Ahora más que nunca podía levantar ninguna sospecha acerca de mi. Este trabajo era el que me podría llevar hasta donde tenían a Tom cautivo. Había que jugar bien mis cartas y ganarme la confianza del señor Haizea. Él podría convertirse en mi llave maestra.

Luego de pensar en todo. Comencé a trabajar como nunca lo había hecho. Rápidamente ordené todo lo que me pidió, e inclusive también ordené un poco esa oficina. Clasifiqué también otros documentos que parecían ser importantes. Decidí no intentar nada osado aun. Ya habría tiempo para eso luego.

Justo cuando estaba por terminar de arreglar el escritorio. El señor Haizea entró. Ya no llevaba puesto un traje formal, sino que estaba vestido con una túnica marrón tierra con bordes verdes oscuro. Traía en el lado derecho de su pecho varios broches condecorativo. Eso cercioraba que era alguien importante en el ejército.

—¡Oh, vaya! —se sorprendió al ver lo ordenado del lugar—. Eso fue bastante rápido, ¿organizaste todos los documentos? —preguntó incrédulo.

—Sí. También estos —señalé una pila de papeles que parecían reportes o algo así—. Los dispuse en orden alfabético. Tal vez fuese más sencillo encontrar lo que quiera si hubiera un archivador donde guardarlos.

—Me gusta esa idea. Para mañana mismo tendrás una para que hagas eso que dices. Realmente eres una bendición mandada del cielo.

—Muchas gracias.

Me extendió una prenda de ropa del mismo color que la suya. Yo lo miré un poco confundido.

—Ahora vamos a Comondor. No se permiten civiles, así que tienes que ponerte esto. Luego te conseguiré un permiso especial cuando tengas que ir solo. Por hoy te quedarás conmigo.

Me indicó una habitación donde cambiarme. Al verme en el espejo, veía reflejado a alguien que no reconocía. Había pasado mucho tiempo desde que me había visto en un espejo. Mi cabello blanco estaba un poco más largo, ya así llegaba a mis hombros. Mi contextura física había cambiado y había crecido un poco más. Incluso mi mirada era diferente. Me coloqué unos lentes para aligerar la tensión en mis ojos causada por tantos papeles.

Estaba seguro quien me viese así, difícilmente creería que fuese la misma persona de hace unos meses atrás.

Definitivamente el niño que había salido de la mansión Rosewald, lleno de dolores y pesares, había desaparecido. Esos sentimientos aun estaban allí, pero ahora se le sumaban los sueños rotos y esperanzas marchitas. Aunque también una nueva visión del mundo y el deseo de luchar por cambiarlo.

"¿Sería capaz de reconocerme?" —pensé.

No sería algo imposible. Realmente había cambiado mucho. Yo también intentaba imaginarme lo que había cambiado Darrell y si sería capaz de reconocerlo cuando lo viese de nuevo.

Caminé hacia la oficina del señor Haizea. Luego ambos caminamos hacia la salida de la casa. Nos subimos a una carreta elegante que esperaba por nosotros.

—¿Qué tan lejos queda Comondor? —pregunté.

—A un par de horas en carreta —dijo despreocupado. Pero yo me horroricé por lo lejos que quedaba y el tiempo que se gastaría en ese viaje. El hombre miró mi expresión y sonrió—. Tranquilo, no iremos en carreta. Vamos a usar un portal especial que nos llevará a Comondor en un parpadeo.

—Oh, es un alivio.

Ya me había hecho a la idea de perder muchas horas en viajes de ida y vuelta para esa ciudad. Era una suerte que en las ciudades así de grandes hayan usuarios de Magia de Espacio designados para transportar personas desde puntos lejanos.

En cinco minutos llegamos a una larga pared con ocho puertas separadas en la misma distancia. A un lado de cada una, había un mago que mantenía el portal abierto. Nos acercamos a una de ellos y el señor Haizea le pidió que creara un portal a Comondor, luego le entregó unas monedas de plata como pago.

Tras recibir el dinero, giró la perilla de la puerta y del otro lado se podía ver otro sitio, muy diferente a donde estábamos en ese momento.

Tanto mi feje como yo pasamos por la puerta. Luego este portal se cerró como una puerta y se desvaneció.

La ciudad del ejército era mucho más pequeña que Ipsy, pero con más importancia que cualquier otra. En ese lugar estaba todo el poder militar del reino. Estaba muy seguro que allí encontraría todas las respuestas que quisiera.




hola a todos!!! he regresado. Espero que hayan disfrutado el capítulo.

Me encantaría que me comentaran sus opiniones sobre esta historia. Me encantaría mucho saber como es recibida por quienes la leen.

Bueno, sin más que decir, me marcho. Nos vemos en la próxima actualización.

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