Capítulo XVIII: Nuevo recluta

En voz de Darrell

La decisión de unirme al ejército pareció ser la correcta. Mi mente ya no divagaba entre la culpa y la tristeza. Aun estaban allí, solo que al final del día me sentía tan cansado que no me daba mucho tiempo de pensar en ello. El entrenamiento en el ejército era brutal.

Apenas llegué a Comondor, los altos mandos del ejército no dudaron en aceptarme apenas escucharon mi apellido. No fue necesario participar en la primera fase como muchos otros aspirantes. Inmediatamente pasé a pertenecer a la cuarta compañía de reclutas aspirantes. Allí comencé a ver todo tipo de cosas nuevas y también a experimentar un entrenamiento del que no estaba acostumbrado. Ni siquiera las clases de esgrima eran tan duras como en el ejército. Al menos ellas eran un par de horas al día, en cambio en el ejército eran del crepúsculo al anochecer. Pero así era lo mejor.

En un primer momento no me interesaba mucho compartir con mis otros compañeros de compañía. La mayoría eran niños consentidos que buscaban jugar a ser héroes. Solo escuchaba como se quejaban por la rudeza del entrenamiento y de cómo eran gritados por los oficiales de mayor rango. Según mi opinión, no eran diferentes a los aristócratas inútiles que solo piensan en sí mismos. Por esa razón trataba de no interactuar con ellos. Aunque hubieron algunas excepciones.

De entre los dieciocho integrantes de la compañía, tres fueron los que se me acercaron y se pudiera decir que me cayeron bien. No parecía interesarles mucho los temas de conversación del resto. En cambio, buscaban hablar de otras cosas y yo terminaba incluido.

El primero que habló conmigo se llamaba Rufel Kamí. Era chico bastante pálido y de contextura muy escuálida, al punto que se podían apreciar los huesos de su cuerpo. Hablaba con voz temblorosa y sinceramente parecía sobrevivir cada día por intervención divina. Buscaba destacar del resto, pero debido a su aparente fragilidad, no era muy tomado en cuenta. Pero parecía muy capaz de estar donde estaba y su convicción por pertenecer al ejército era de admirar, tomando en cuenta su estado físico.

La segunda fue Berenice Grillo, su forma de ser era tan ligera como una pluma y a la vez tan colorida como una mariposa. Su familia era una importante productora de miel en el reino, pero ella quería encontrar su propio camino, alejado de la labor familiar. Al ser la cuarta de siete hijos, no pareció importarles mucho a sus padres que ella decidiera unirse al ejército. Después de todo, había suficiente descendencia que podía tomar su lugar en el negocio familiar.

Y la última fue Camile Permafrost, hija del duque Permafrost de la Región Noroeste. Aunque emitía un aura fría constantemente, era amable y suave al hablar. Su forma de ser me recordaba a Amelia, era dulce con todos sin importar quién era. Algo muy difícil de encontrar en la nobleza.

Terminé unido sin querer a un grupo bastante singular. Pero inmediatamente comprendí que era mejor tener aliados dentro de ese lugar, no podía tener la mentalidad de no querer que nadie se me acercase, ya que el ejército no funcionaba así. Además que no se comportaban como la mayoría de nobles o ricos que había conocido. Podía ver que su forma de pensar sobre el resto del mundo un poco parecida a la de Zack.

—Reclutas —apareció nuestro comandante e instructor. Rápidamente hicimos una fila, firmes ante su presencia—. Para mañana se seleccionarán aquellos que nosotros creamos capaces de pertenecer al ejército —informó. Muchos se mostraron nerviosos por las palabras del hombre—. Hasta ahora, un pilar se ha interesado en tres de ustedes. Así que estos pasarán a pertenecer al escuadrón de ese pilar.

Eso era interesante. Un pilar solo pide a un aspirante cuando cree que éste posee mucho potencial. Y pertenecer a uno de sus escuadrones sería un logro de lo más grande. Estos magos elegidos se les consideraban prodigios y a los ojos del ejército, la fuerza más poderosa del reino. Todos aspiraban llegar allí.

—Pase al frente... —ojeó las hojas que tenía en una carpeta—, cadete Kamí.

Todos quedamos boquiabiertos. Inclusive Rufel quedó anonadado por lo que acababa de oír.

Escuché que varios de mis compañeros susurraban todo tipo de cosas. Algunas de ellas eran ofensivas, puesto que no consideraban Rufel digno de pertenecer allí por su fragilidad.

—¡Silencio! —ordenó el comandante—. El cadete Kamí pasará a pertenecer al escuadrón del Pilar Hierro, Zen Blacksmith. También se irán con él, el cadete Rosewald y la cadete Stone.

Eso fue más sorpresivo. No solo me habían escogido a mí, sino que a Rufel también. Los dos estaríamos en el mismo escuadrón. Las únicas que quedarían eran Berenice y Camile. Me sentía mal por ellas, puesto que éramos los únicos con quien ellas hablaban, ahora pasarían a estar solas.

La otra cadete era una chica bastante ruda, hasta al punto de comportarse como un hombre. También bastante severa en su forma de hablar y actuar. Por lo que había observado de ella, también era una fan del orden y la rutina. Parecía que estaba hecha para pertenecer al ejército.

—Los demás esperarán a mañana a ver los resultados de quienes se quedan y quienes se van. No me esperaba que de mi compañía fueran escogidos tres magos. Eso es bueno. El resto no se desanime, el ejército también necesita magos ágiles y fuertes —animó al resto—. Ustedes tres, recojan sus cosas y vengan afuera. Un miembro del escuadrón del pilar los esperará para llevarlos a su cede.

Luego de esa orden, todos rompieron fila. Inmediatamente comenzaron a hablar de lo ocurrido. Muchos nos felicitaron, pero hubo algunos que escupían comentarios envidiosos, especialmente a Rufel. Él solo se mantenía inmutable ante ello.

—No puedo creer que escogieran a alguien como él. Es tan patético —dijo uno de mis compañeros, muy cerca de Rufel. Era el más molesto de todos los inconformes. Mi amigo solo agachó la mirada y suspiró con desgana.

—Ya es suficiente, Amón —le dije con seriedad.

—Tú no te metas. El asunto no es contigo —me señaló—. Él ni siquiera debería estar aquí. Es débil y de dudosa ascendencia. A penas y podía cumplir con el entrenamiento.

—Te recuerdo que él pudo durar más tiempo que todos nosotros en la prueba de resistencia. Ninguno de nosotros pudo acercarse al tiempo que él logró —les recordé a todos—. Si eso no es fuerza, entonces no sé que lo será. Lo único que puedo ver aquí es a un envidioso que prefiere culpar a otros por su propia debilidad.

—¡¿Qué dijiste?! —sin previo aviso sacó su grimorio y agito con furia las paginas para lanzarme un hechizo.

Rápidamente hice lo propio, pero no me iba a dar tiempo de activar un hechizo antes que él.

Magia de Pergamino: Cerradura de papel —pronunció mi amigo de entre las sombras. El cuerpo del cadete Marco fue envuelto como una momia por rollos de pergaminos, restringiendo todos sus movimientos. Lo único que quedó al descubierto fue su cabeza.

—¡S-suéltame! —le gritó iracundo. Pero mi compañero hizo caso omiso.

—Deberías controlar tus acciones, Marco. Recuerda que ahora pertenezco a un escuadrón especial. Estoy por encima de ti —su forma de hablar era igual de serena y temblorosa que siempre, pero podía ver lo amenazante que se ocultaba detrás de esas palabras sencillas. Por fin mostraba una actitud cruenta hacia los que los molestaban.

Nos despedimos de las chicas. Esperaba mucho que ambas fuesen escogidas por el ejército y nos pudiéramos ver en un futuro. Poseían una buena actitud y grandes cualidades.

Cuando cruzamos las puertas me sentí realmente emocionado por unirme al escuadrón de un pilar.

Cuando decidí entrar en el ejército, solo buscaba escapar de aquellos temores que me carcomían la razón. Aun no había escapado totalmente de ellos, sabía que estaban allí, como una bestia oculta en la oscuridad, esperando el momento para atacar. Pero gracias a todo el entrenamiento extremo que tenía por horas, esos sentimientos se habían mantenidos guardados. Aunque en ciertos momentos daban etéreas señales, para que tuviera siempre presente que aun estaban allí.

Pensé en los que había pasado en pocos días que llevé ahí y me sorprendía a mi mismo todo lo que pude lograr. Zack estaría muy orgulloso al saber que pude tener un acercamiento con varias personas buenas. Por momentos olvidaba todo lo malo del resto y me enfocaba en lo bueno de ellos. Verdaderamente estaba haciendo progresos en mí. Al menos surgían cosas buenas de su partida.

Afuera de los camarotes había un sujeto alto que vestía con una túnica gris con bordes negros. Llevaba la capucha puesta, por lo que no podía ver su rostro. Al observarnos se puso rígido y la apartó. Era un hombre de mediana edad, con una barba apenas visible y ojos oscuros.

—Imagino que ustedes son los tres nuevos reclutas —dijo él. Todos asentimos—. Bien, soy Gray Cano y los escoltaré a donde está el capitán Zen. También seré el encargado de enseñarles todo lo necesario dentro de nuestro escuadrón.

—Mucho gusto. Soy Darrell Rosewald —me presenté. Ambos estrechamos nuestras manos. Pude sentir que poseía bastante poder mágico.

—S-soy Rufel Kamí —habló mi compañero. El sujeto lo observó de pies a cabeza, como si estuviese extrañado de que escogieran a alguien como él. Rufel también se dio cuenta de eso y también bajó su rostro.

—Es un gusto —miró nuestras expresiones. A lo que se puso un poco nervioso—. ¡N-no piense mal! No lo juzgo por su apariencia. Solo admiro que alguien como él pudiera aguantar tanto. Yo también fui cadete y sé que los entrenamientos son duros —puso su mano sobre el hombro de Rufel—. Felicidades.

—Soy la cadete Susan Stone, a sus órdenes —se presentó la chica. El hombre solo rasco su cabeza cuando la vio reverenciarse mientras se presentaba.

—B-bien, mucho gusto. Pareces alguien muy recta. Eso es bueno —le dijo—. Bien, ahora que ya nos hemos presentado, debemos partir ya. El capitán Zen está esperando en la cede.

Sacó su grimorio y con su mano izquierda apuntó hacia delante de él. Su grimorio era azul claro, en sus cubiertas eran adornadas por cuadros marrones con líneas negras paralelas que asemejaban a una puerta. Sus páginas iniciaron a pasarse una a una hasta llegar al hechizo. Seguidamente, aumentó su brillo claro y una especie de puerta apareció a donde él señalaba.

Se acercó a ella y la abrió girando la perilla. Dentro de esta se podía ver un salón en otro lugar. Supe en ese momento que era Magia de Espacio.

Esa magia permitía conectar varios puntos y doblar el espacio para anular las distancias que los pudieran separar. Era un increíble medio de transporte, rápido y eficaz. Aunque la Magia de Espacio no era tan común, estaba seguro que en todos los escuadrones debía haber uno. Ya que estratégicamente un mago con ese poder podía multiplicar la movilidad de sus compañeros e inclusive potenciar otros hechizos acercándolos al enemigo.

Uno por uno fuimos entrando a la sala en ese otro lugar. Allí quien sería mi capitán, estaba de pie observando a Comondor, la Ciudad del Ejército. En ese lugar se concentraba todo el poder del ejército del reino. Las escuelas de reclutamiento, las cedes de los distintos escuadrones de los pilares, las salas de investigación militar, entre muchas otras cosas pertenecientes a ese gremio. Todos sus habitantes eran oficiales, no habían civiles dentro de Comondor, más que los científicos que trababan con el ejército y uno que otro comerciante.

El capitán era un hombre muy grande y musculoso. Su cabello estaba teñido por unos cuantos mechones grises. Pero no se le veía viejo. Cuando volteo a mirarnos, pude apreciar que tenía un parche cubriendo su ojo derecho. Su rostro era de alguien rudo y estricto. La verdad que era un hombre imponente, llevaba el título de Pilar Hierro con orgullo.

—Bienvenidos, reclutas —hasta su voz era imponente—. A partir de hoy van a pertenecer a mi escuadrón. Hubiese esperado a mañana, pero preferí pedirlos antes que otros pilares se me adelantasen. Especialmente con Darrell Rosewald.

—¿Yo? —pregunté confundido.

—Claro, a muchos de mis colegas les interesaste. Posees una increíble magia y poder. No miento cuando digo que serías una importante pieza para cualquier escuadrón.

—Oh, entiendo. Muchas gracias por considerarme así —mostré respeto por sus palabras. La verdad me sentía emocionado que dijera eso de mi.

—Rufel Kamí y Susan Stone —se dirigió a mis acompañantes—. Ambos resultaron ser también buenas adquisiciones. No me importa el aspecto físico. Me interesa más lo que pueden lograr. Con tu Magia de Pergamino estoy seguro que llegaras lejos —le dijo a mi tembloroso amigo. Luego observó a Susan—. Tu Magia de Tierra es bastante poderosa y con tu fuerte determinación serás una muy buena maga en mi escuadrón.

—Muchas gracias por sus palabras, capitán —dijo la chica, adquiriendo una pose firme de saludo militar.

Rufel y yo también hicimos lo mismo.

—Bienvenidos al Escuadrón Ceniza del Pilar Hierro —el sujeto de antes, nos entregó a cada uno una túnica gris, igual a la que él llevaba.

Por eso se llamaba así, Ceniza. Cada escuadrón de pilar poseía un color de túnica propio que solo los miembros podían llevar. Era increíble lo que se sentía llevar puesto una túnica así, con tan importante significado. Deseaba que Zack pudiera verme. Estaba seguro que se alegraría por mis logros y hasta donde había llegado en tan poco tiempo.

Me preguntaba que estaba haciendo en ese momento. Si solo miraba al cielo, perdiéndose en su infinito, como yo lo hacía en ciertos momentos. O si había logrado encontrar un objetivo que le alumbrara en el camino hacia la felicidad que tanto se merecía. Fuese cual fuese la respuesta, solo esperaba que estuviese bien donde estaba y que encontrara a alguien que le pudiera dar aquello que, por deber y cobardía, no pude darle.


Eh aquí otro capitulo, ¡disfrútenlo!

Yo mientras tanto esperaré sus comentarios. Nos leemos.

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