Primera persona

Se suele escuchar que escribir en primera persona es más fácil que en tercera, y nada más lejos de la realidad. Sí, es cierto que no hay que preocuparse por los cambios de perspectiva ni por ahondar en tantos personajes, pero tiene otras limitaciones... además de otros inconvenientes.

Primer inconveniente: dotar de voz al personaje.

Por lo general, nuestro personaje protagonista no somos nosotros. Puede haber vivido otras experiencias en un contexto sociocultural distinto, y muchas veces ni siquiera comparte edad o sexo con nosotros. Yo, un chico de veintiséis años, puedo escribir una novela en primera persona protagonizada por una chica de dieciocho, solo que no hablará ni se expresará como yo.

Quizá ese sea el error más común. Sin ir más lejos, conozco una novela (el diario de Kat) protagonizada por una chica de veintipocos que narraba expresándose como una mujer que rozaba los cuarenta. Cuando busqué a la autora, entendí por qué. Básicamente le había dado su voz a la protagonista. ¿El resultado? Artificial, raro, incómodo.

Otro ejemplo que sí recuerdo: La chica del tren, narrada en primera persona por tres protagonistas distintas: Ana, Megan y Rachel. Todas narran igual, hasta el punto de que parecen la misma. Construcciones gramaticales idénticas, mismo tono. Habían pasado por cosas distintas y ni siquiera vivían la misma situación durante la novela. Una alcohólica, otra felizmente casada y otra con depresión. Pues no, no deberían narrar igual, ni siquiera parecido.

Por contrapartida, hay novelas que controlan espléndidamente la voz de sus protagonistas. Una de ellas es Apple y Rain, narrada en primera persona presente por una niña de trece años. Y parece que de verdad los tiene. La autora, que tenía 33 años cuando escribió la novela, supo lograr la voz de una niña de 13. Y no solo consiguió la voz de su edad, sino que además supo darle matices. La protagonista vivía a la sombra de una abuela autoritaria y sobreprotectora, y de vez en cuando usaba expresiones que solo una abuela usaría. Cualquier lector analítico notará que la niña ha sido moldeada por su abuela hasta el punto de adoptar algunos de sus refranes.

Otra novela es El curioso incidente del perro a medianoche, protagonizada por un adolescente autista. Terreno pantanoso, pero muy bien llevado, al menos hasta donde mis conocimientos de autismo llegan (que no son muchos). Su autor sabía que una narración en primera persona debía verse limitada por la condición del protagonista. Y vaya si la limita. Como resultado, no solo se obtiene una prosa fragmentada, simple y en muchas ocasiones confusa, sino que la perspectiva que se nos ofrece está opacada por su autismo.

Además de el protagonista en sí, la narración en primera persona está condicionada por los tiempos de la obra. ¿Presente o pasado? ¿Pasado próximo o lejano? Un hombre adulto puede narrarnos lo que vivió mientras era niño narrándolo como un adulto, pero entonces tendrá que tomar distancias con los acontecimientos, y en algunas ocasiones será necesaria una visión en retrospectiva que nos permita saber que se trata de un adulto quien narra. Si es un pasado cercano, hay que tener en cuenta cómo puede haber cambiado su vida desde lo que ocurre en la historia a su realidad ficticia actual. Por ejemplo, una persona puede contarnos sus experiencias en la casa de su infancia, sabiendo que después se mudó, y se referirá a ella como "donde vivía". De lo contrario, aunque la narración esté en pasado, debería decir "donde vivo", o si habla de sus seres queridos como "son" o "eran". Detalles así ayudan a hacernos una idea de cuánto tiempo puede haber pasado entre lo que nos está contando y cuándo nos lo está contando. Para una novela en presente, todo debe verse afectado por la situación actual del o la protagonista, tanto su edad como su situación emocional.

Si no ha transcurrido mucho tiempo entre narración y narrado, pueden quedar cenizas en el tono empleado. Por ejemplo, si el protagonista nos habla de su depresión y no ha pasado mucho tiempo desde que la sufrió, o si no la ha superado, debería notarse ese deje apático, cansado, típico de la depresión. Si, por el contrario, está en presente y cae en depresión a lo largo de la novela, lo normal sería notar el cambio de tono en el transcurso de esta.

Todo dependerá de lo que queramos conseguir, por supuesto.

En cualquier caso, estos son solo consejos de lo que he ido adquiriendo con la práctica. O mejor dicho, casi se podría decir que es mi opinión, y cada quien es libre de usar la primera persona como más cómodo le sea.

¡Un saludo!

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