2.Bajo el Hechizo del Tiempo


Toma el reloj y lo coloca sobre la mesa; resplandece en su pulida estructura. Marlian lo contempla maravillada, con esa fascinación de una niña que solo desea jugar, divertirse, leer, conocer el mundo. "¿Estás lista?", le pregunto, mirándola fijamente. "Sí," responde, y asiento.

Giro el reloj, y la arena fluye hacia la parte inferior. En un instante, Marlian se abalanza sobre mí, golpeando mi boca con la suya. Puedo sentir el leve y seco toque de nuestros dientes. Me repongo, recordando que solo tengo cinco minutos. La tomo de la cintura y la acerco a mí con fuerza. Besarla es una sensación cálida, inmensa; me sumerjo en el éxtasis de sus labios, aspirando despacio el aliento que exhala. Ella es como una niña, inexperta, apenas es su segundo beso, el primero fue la otra vez. Sé cómo hacer que pierda el aliento; yo ganaré esta vez, y ella obedecerá mi castigo. Parece desconcertada. Han pasado apenas unos segundos y ya le he robado el aire. Comienza a toser. He ganado.

Ella ríe. El frío es intenso, y la neblina se pega a las ventanas; todo está quieto, en calma, y solo un zumbido lejano interrumpe el silencio. Su rostro se ha teñido de un rojo intenso, y se abanica con las manos, tratando de enfriarse. Pequeñas gotas de sudor resbalan por sus mejillas, brillando en su piel como gemas en el desierto. Su cuerpo tiembla, quizás por el frío, quizás porque empieza a entender que debe cumplir con mi castigo. Miro sus ojos con severidad; ella sostiene mi mirada pero no logra mantenerla y se ríe. Su rostro, sonrojado, es como una rosa a la que hay que proteger.

"Y bien, ¿cuál es mi castigo?", pregunta. Sonrío y, en un susurro, le pido que se gire. Ella obedece, con la espalda contra mi pecho. La rodeo desde atrás, mis manos suben despacio desde su cintura hasta posarse en su pecho. "Este es tu castigo. Cinco minutos, déjame acariciarte así. ¿Está bien? ¿Estás de acuerdo?" Ella intenta mirarme desde esa posición; su boca se entreabre y, al sentir mis manos, cierra los ojos y se estremece. Pero la fuerza con la que la sostengo y la suavidad con la que froto mis manos sobre su vestido la calman. "Te amo," susurra, su voz suave, casi melodiosa, mientras sus ojos cerrados parecen soñar con las cosas oscuras que pronto compartiremos en nuestra noche de bodas. Muerde su labio inferior, conteniendo el éxtasis. Con sus pequeñas manos me empuja hacia ella, con una ternura casi mágica, transformando sus caricias en amor, entregándose con una devoción que me hace arder de deseo.

Poco a poco, empieza a moverse contra mí, cada vez más rápido, sus gemidos suaves me enloquecen. Se ve tan bella, tan dispuesta... Podría hacer lo que quisiera con ella en este momento, y ella lo aceptaría, y sé que lo disfrutaría. Su voz, en un susurro suave y ansioso, llega hasta mi oído: "Si quieres... puedes poner tus manos dentro de mi vestido." Aprieto su pecho, la sostengo más fuerte, pero el reloj suena, rompiendo el instante.

Marlian lo mira sorprendida. Yo vuelvo en mí, saliendo de ese sueño en el que me ha sumergido. "El tiempo ha terminado," digo. "¿Tan rápido?" murmura. "El reloj es exacto. Cinco minutos." "Si quieres, podríamos seguir," me dice con su voz dulce.

"Hemos hecho una promesa ante este reloj, y es mágico. Si desobedecemos, podríamos ser castigados con severidad por el destino." "No me importaría, si es por ti," responde, mirándome intensamente. "Pero tenemos otra oportunidad, ¿está bien? Otra ronda de cinco minutos." Acepto su propuesta y la beso. Esta vez se lanza con fuerza, rodeándome el cuello con sus brazos. Su lengua, torpe y ansiosa, imita el primer beso. La sujeto por la barbilla, guiándola suavemente. Aún es inexperta, pero sé cómo hacer que se pierda de nuevo.

Aspiro su aliento, saboreo sus labios, y ella acaricia mi cuello, mientras ríe suavemente. He vuelto a hacerla perderse, y ahora, se ríe, pareciendo feliz, esperando una nueva ronda de caricias. "¿Prometes que cumplirás con lo que sea?", le pregunto. Me mira entusiasmada y asegura que sí. "Recuerda que el reloj es mágico," susurro. "Lo sé," dice ella, segura de que solo espera un premio y nunca un castigo. "Entonces, vamos... te llevaré a casa."

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