Crisantemos blancos (para ti).
– Así que aquí estabas.
Isuke ya sabía (muy bien) quien era la persona detrás de él. Pero incluso así, nunca podría negarse a sí mismo que siempre era un placer verlo y tenerlo cerca, aunque seguramente esto ya lo sabe el tesorero del concejo estudiantil quien le estaba sonriendo.
Le fue inevitable sonreírle de vuelta, aunque fuese una sonrisa pequeña.
La mirada azulina de Enzo va de Isuke al pequeño jardín frente al representante del club de esgrima. No era extravagante o colorido pero había algo en esa sencillez que resultaba agradable y hasta encantadora; no se consideraba un fanático o amante de las plantas, pero no le molestaba contemplarlas de vez en cuando.
Aunque nunca esperó que fuesen del agrado de Isuke, quien siempre tenía una cara de estar enojado con todo el mundo. Y de cierta forma, lo encontró un poquito adorable –sino es que divertido también–.
Incluso cuando supo que era él, quien más cuidaba del pequeño jardín de la escuela.
A veces pasando el descanso ahí o siendo el primer lugar donde buscaba cuando no lo encontraba en el club junto a los demás miembros. De todas formas, le resultaba perfecto el haberlo encontrado aquí y ser los únicos en el lugar.
– ¿Querías decirme algo, Enzo? – le preguntó Isuke, rompiendo el silencio y sintiéndose curioso por su mirada fija en él. El sureño parpadeó antes de aclararse la garganta con un carraspeo y erguirse, aumentando la curiosidad en el esgrimista.
– Cierra los ojos.
– ¿Qué? ¿Por qué?
– Tú ciérralos y ya, confía en mí, Omerta.
Con algo de duda pero divertido, cerró los ojos, alzando ligeramente el rostro –. ¿Así?
– Sí, ahora extiende las manos como si fueses a atrapar un balón de básquetbol... ¿listo?
–...Listo.
Isuke estaba preguntándose qué era lo que Enzo estaba planeando, cuando el aroma que llevaba rato percibiendo se intensificó y el peso en sus manos le confirmó de lo que se trataba. Lentamente abrió los ojos, mirando con sorpresa los crisantemos blancos en la maceta.
– Estos son...
Eran los crisantemos que había visto una tarde al salir tarde de sus actividades del club, cuando entrenaban para la competencia de ese entonces. Isuke los había observaba por la vitrina de camino a su casa, antes de cruzarse con Enzo quien también salía tarde de la escuela por asuntos del concejo.
Nunca se imaginó que Enzo...
– Como siempre te veo en el jardín de la escuela, y luego recordé haberte visto mirando estas flores, creí que sería bueno regalártelo... Claro que, si no eran esas podemos–
– ¡No! – Isuke inmediatamente abrazó las flores en cuanto Enzo insinuó cambiarlas por otras. Y en cuanto notó su precipitado actuar, el rojo cubrió sus orejas, haciéndolo apartar la mirada de la azulina perpleja –... Estas me gustan... Gracias.
Enzo se sintió aliviado, pues había botado el ticket por si necesitaba un reembolso o cambio. Y aunque no le gustaba admitirlo del todo, el consejo de su hermanita le había ayudado; así, sería más fácil hablar con Isuke sobre cualquier asunto relacionado al presupuesto.
Aunque, tenía el ligero presentimiento de que algo se le estaba escapando de las manos. Incluso estaba sintiéndose confundido por haber hecho este tipo de regalo que haría una pareja.
Tal vez no debió hacerle caso a Ruby.
Apartó ese pensamiento e ignoró su rostro arder levemente, carraspeando nuevamente, mirando a otra parte –. Es bueno saberlo, bueno... me tengo que ir, olvidé archivar unas facturas... ¡Adiós!
No le dio oportunidad al albino de hablar o siquiera despedirse, y pese a que fácilmente podía darle alcance al tesorero, prefirió dejarlo así... por ahora.
Una sonrisa afloró en su rostro sin darse cuenta.
-Traumada Taisho
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