39: Amenaza


Adormilada, detiene la alarma de su móvil y suspira, luchando contra la tentación de hacerse un ovillo y remolonear cinco minutos más; le encantaría, pero Eiji se ha acostumbrado a que ella le despierte a la hora y, por ello, no se puede permitir dormirse por accidente. El primer lunes tras la mudanza, Risa se levantó a su hora habitual confiando en que Eiji haría lo propio, pero le es imposible olvidar el golpe sordo que escuchó mientras desayunaba y la imagen del joven tirado en el suelo con los pantalones a medio poner; resulta que, con las prisas, había tratado de meter los pies en ambas perneras a la vez y estando de pie.

—¿Apurando hasta el último segundo de sueño? —bromeó la joven, haciendo todo lo posible por aguantarse la risa.

—Una muy mala costumbre, ¿verdad? —rió Eiji mientras se levantaba y se ponía los pantalones sin protagonizar ningún otro vergonzoso incidente.

—Por suerte para ti, el desayuno lleva listo un buen rato. —Risa sacudió la cabeza con incredulidad—. En serio, ¿cómo te las arreglaste para conseguir llegar puntual a clase antes de que viniese a vivir contigo?

—Lo siento, pero un mago jamás revela sus trucos.

Risa sonríe y da media vuelta para despertar al muchacho trazando el acostumbrado sendero de besos que comienza en la sien del joven y termina en el hueco de su cuello, pero se lleva un sobresalto al descubrir que está sola en el futon. Entonces recuerda que anoche Eiji se acostó enfadado y que ella pasó un buen rato llorando en el salón. Una sensación de profundo desasosiego se instala en su estómago y empieza a minarle las fuerzas, pero Risa se niega a dejarse arrastrar, a permitir que, ahora que ya no vive en casa de su padre, vuelva a sentirse como si siguiera atrapada entre esas cuatro lujosas paredes. Quizás Masaru tuviera razón y ella no esté emocionalmente preparada para saber la verdad, pero una cosa está clara: ha cambiado, ha madurado y es perfectamente capaz de aclarar las cosas con Eiji.

Encuentra al muchacho en el salón, recogiendo los apuntes de matemáticas que ella dejó esparcidos por el suelo. Al escuchar la puerta del dormitorio abrirse, él alza la vista y musita un <<buenos días>> gris y etéreo antes de encaminarse hacia la cocina y sacar la caja de cereales del armario.

—¿En serio? —Risa vuelve a guardarla y le mira a los ojos con fijeza—. Tú eres el que se ha enfadado, no yo, así que no creas que no voy a preparar desayuno también para ti, pero antes vamos a hablar.

—¿Es que ya no puedo comer cereales en mi propia casa?

—Eiji, solo es trabajo, ¿vale? —dice Risa, haciendo oídos sordos a su comentario, que considera pueril—. Lo que había entre Yuuichi y yo se acabó cuando me demostró que no podía confiar en él.

—¡Venga ya, Risa! ¿Cuántos años tenía? ¿Quince? Y acababa de convertirse en una celebridad.

La joven deja caer la mandíbula, sin poder creerse que esas palabras acaben de salir de la boca de Eiji. ¿Acaso no estuvo saliendo con una chica que andaba con varios al mismo tiempo? Y le dolió, lo pudo ver en sus ojos la noche que la mencionó de pasada. ¿Cómo, entonces, es capaz de ponerse de parte de Yuuichi?

—¿Le estás defendiendo? —exclama, incrédula.

Eiji abre mucho los ojos y la mira como si estuviera loca. ¿Se lo está preguntando en serio?

—¡Por supuesto que no! Solo intento que veas que le sigues dando demasiada importancia incluso cuando ya no sois pareja.

Risa suspira. Ahora lo entiende.

—Eiji, estás tan celoso que eres incapaz de darte cuenta de que tus celos no tienen sentido. Te acabo de decir que es imposible que vuelva a confiar en Yuu de esa manera, no importa cuánto se esfuerce él en intentar recuperar lo que teníamos.

—¿Y por qué le permitiste regresar a tu vida?

—Porque ha sido parte de ella desde que éramos bebés y porque el rencor que le había guardado todo este tiempo no le afectaba solo a él. Le perdoné por la misma razón que a Mika: porque era necesario para concluir ese capítulo de mi vida. —Risa bordea la mesa y abraza los hombros del joven, que está sentado en una de las cuatro sillas que rodean el mueble. Él no la aparta, pero la chica nota la rigidez en la musculatura de su espalda—. Eiji, lo entiendo, ¿vale?

—¿El qué entiendes?

—Entiendo que tu ex novia te hizo mucho daño y que, ahora que Yuuichi ha vuelto a formar parte de mi vida, temes que yo te haga lo mismo. —En respuesta a la brusca inspiración del chico, Risa aprieta su abrazo—. Las relaciones solo funcionan si ambas partes confían la una en la otra.

—Lo sé. —Eiji libera la tensión acumulada y gira la cabeza para apoyar la mejilla en el brazo de Risa—. Lo siento.

—¿De verdad quieres desayunar cereales?

—¡No! —exclama el joven entre risas—. Siéntate, que ya me encargo yo del desayuno.


♫♪♫


Pensar que solo faltan dos meses para que Naomi desaparezca de su vida la ayuda a la hora de atravesar el arco de entrada de su odiado Instituto Q. No lo malinterpretéis, las cosas le van mucho mejor desde que forma parte del Consejo de Estudiantes... Bueno, más bien habría que decir desde que Takeda la acogió bajo su ala. Sin embargo, el rencor y el odio de la ex presidenta han impregnado cada rincón del edificio, provocando en Risa una sensación de inquietud que solo la abandona cuando llega la hora de volver a casa. Se supone que está a salvo de las garras de esa arpía, pero la joven es de las que cree que jamás hay que bajar la guardia. Además, cuando, el 1 de abril, empiece un nuevo curso, Naomi se habrá graduado, pero también Takeda, Eiji y Atsushi, y Risa tiene la sensación de que hay más de una que se limita a esperar el momento adecuado. O quizá se haya vuelto paranoica, lo cierto es que no lo tiene muy claro.

—Tierra llamando a Marte, ¿me reciben? —Risa da un respingo cuando Erika la zarandea—. ¿Hola? ¿Has vuelto?

—Perdona, ¿me estabas diciendo algo?

Erika resopla con dramático desenfado y sacude la cabeza. Unos meses atrás, las chicas con las que se cruzan de camino a clase las habrían mirado mal o hubieran hecho alguna clase de comentario hiriente, pero ahora se limitan a tratar de disimular su odio y a observarlas pasar. Risa sabe que no es culpable de la estupidez colectiva que reina en su instituto, pero no le hace ninguna gracia que sus dos amigas también se hayan visto afectadas.

—Decía que han abierto una pastelería nueva cerca de mi casa y que podríamos ir después del entrenamiento de los chicos.

—Me encantaría, pero esta tarde es imposible; ni siquiera me voy a poder quedar a ver el entrenamiento.

—¿Y eso? ¡Risa, no me digas que Eiji te está utilizando para no mover ni un dedo!

La joven está tan anonadada con la inesperada salida de su amiga que es incapaz de reaccionar. Por suerte, Nagisa acude presta a su rescate.

—Eri, ahora Risa ayuda a Ame a componer sus canciones, ¿recuerdas? Y eso significa sacrificar parte de su tiempo libre.

—Bueno, yo no sé cómo funciona el mundo de la industria musical, pero se supone que te avisan con tiempo y que tú te organizas, ¿no?

—Sí... —Risa suspira—. Pero el productor se reserva el derecho de adelantar el plazo de entrega porque le apetece y avisarte un día antes.

Erika hace un mohín de disgusto.

—¡Pues menudo imbécil! En fin, tú tranquila, que no vamos a ir a la pastelería sin ti.

Risa sonríe; cuando le dijo a Eiji que el haberles conocido había cambiado su vida a mejor, no tenía ni idea de hasta qué punto esas palabras eran ciertas. Ahora sabe que, sin sus amigos, hubiera terminado por marchitarse igual que una rosa privada de la luz del sol.


♫♪♫


Es una oportunidad perfecta, aunque, ahora que se había acostumbrado a presenciar los entrenamientos de Eiji, ha de admitir que le fastidia un poco tener que perderse el de esa tarde. Siempre había considerado el kyūdō algo terriblemente aburrido, pero, desde que Eiji la cambiase por esa asquerosa mestiza, siente la necesidad de ser una espectadora más, una que llega cuando el entrenamiento ya ha dado comienzo y que se marcha antes de que finalice; además, también puede ver a Tanabe, al que, a pesar de sus constantes rechazos, no ha olvidado. ¿Quién podría? Una vez te atrapa en su mirada, es imposible escapar del todo.

Naomi abre la puerta trasera y se acomoda en el asiento acolchado de la limusina.

—No arranques aún —le indica al chófer a través del interfono, puesto que el cristal tintado que separa ambos compartimentos está subido, como a ella le gusta. Al otro lado de la línea le responde el silencio, también como a ella le gusta.

Serizawa Risa tarda más de lo previsto en aparecer, y a Naomi se le retuerce el estómago al adivinarla despidiéndose de Eiji. Sabía que era cuestión de tiempo que terminasen juntos, pero imaginar la posibilidad y tener la certeza son dos cosas muy diferentes. Luego se enteró de que se fueron a vivir juntos y, desde entonces, vive acosada por una serie de pesadillas en las que ambos jóvenes comparten sus vidas como haría cualquier pareja normal.

Para irritación de Naomi, que se la había imaginado helada de miedo al reconocer su limusina, Risa no repara en la presencia del vehículo, sino que parece llevar prisa y estar centrada en sus cosas. ¿Se dirige al supermercado a comprar los ingredientes para prepararle a Eiji una suculenta cena, quizá? ¿Y qué ocurrirá después? ¿Él se lo agradecerá llevándola al dormitorio y...?

Con un fuerte resoplido de frustración, Naomi baja la ventanilla.

—¡Serizawa! —La ex presidenta sonríe al reparar en la súbita tensión que agarrota los músculos de la muchacha, que se ha detenido de golpe, aunque sin volverse hacia ella—. Sube. Tenemos que hablar.

—No lo creo.

Risa reanuda la marcha, pero la limusina empieza a seguirla en paralelo. ¡Sabía que, tarde o temprano, Naomi terminaría por volver a la carga! ¿Y qué mejor momento que la única tarde, en meses, en la que se ve obligada a volver sola a casa? <<No debería haber hecho el comentario en mitad de los pasillos —se reprende, esforzándose para no chasquear la lengua—. Llevaba tanto tiempo sin acosarme que olvidé que sus espías seguían activas. ¡Qué imbécil!>>

—Serizawa, solo estamos tú, yo y mi chófer. No me obligues a hacer esto por las malas. Quiero hablar, nada más.

—Pues habla. Puedo caminar más despacio para que te dé tiempo a decírmelo todo.

Naomi responde con una carcajada.

—¿Crees que si te subes a mi limusina nadie volverá a saber de ti? ¡No seas imbécil! Si desapareces, ¿a quién crees que interrogarán primero? Y no soy tan estúpida como para involucrar accidentalmente a mi familia en todo esto.

—¿No eres tan estúpida o no te conviene que la policía husmee en los asuntos de tu familia?

—¡Haz el favor de subir de una vez, ¿quieres?! —le espeta la ex presidenta.

—Muy bien, lo haré.

La limusina se detiene y Risa la rodea para subir por el lado contrario al que se encuentra Naomi; no lo hace por miedo, sino porque sabe que la joven no va a tener la cortesía de hacerse a un lado. El interior está impregnado de un dulzón olor a regaliz que le revuelve el estómago.

—Supongo que es tu primera vez en limusina, ¿no?

—Pues no, pero ve al grano, por favor.

Naomi arruga la nariz. ¿Cuándo ha podido montar en limusina esa asquerosa mestiza? <<¡Ah! —recuerda de pronto—. Sus amiguitas la han llevado a casa en más de una ocasión, pero sus limusinas no tienen nada que ver con la mía, por supuesto.>>

—Te lo pedí en una ocasión, pero te negaste y te las arreglaste para cambiar la situación a tu favor, ¿recuerdas? Esta vez he hecho bien los deberes y sé muchas cosas sobre ti... y tu familia. —Risa se tensa en el asiento y Naomi esboza una sonrisa complacida—. Sé, por ejemplo, que tus abuelos paternos y tu hermano viven en Kioto y que se las apañan con un sento. Naoki es bastante mono, por cierto, pero, por desgracia para él, yo estoy interesada en otra persona.

Cuando consigue reponerse de la impresión, Risa inspira hondo y traga saliva, tratando de recuperar el control sobre sí misma. Eso ha sido una amenaza, no le cabe la menor duda.

—Saito, ¿todavía no comprendes que no depende de ti, que es Eiji quien elige? Además, cuando te gradúes te vas a marchar a Europa, ¿no? Y Eiji va a estudiar psicología en la Universidad de Tokio.

Naomi guarda unos minutos de silencio en los que se dedica a mirar por la ventanilla.

—Sí, al principio creía que lo nuestro no tenía futuro, pero entonces me di cuenta de que si le abandonas, Eiji sufrirá y yo podré aprovecharme de su vulnerabilidad para llevármelo conmigo a París.

—¿Aprovecharte de su vulnerabilidad? ¿Pero tú te oyes cuando hablas? Esto no es amor, es una obsesión mucho más que enfermiza, ¿es que no lo ves?

—También sé que tu padre está liado con una modelo mucho más joven que él... ¿Crees que su carrera se vería muy afectada si hiciera públicas las fotos que tengo de ambos?

Risa está a punto de echarse a reír. ¿Ese es su chantaje?

—Si sabes eso, entonces también sabrás que ya no está casado con mi madre, ¿verdad? Y no hay ninguna ley que prohíba que un hombre esté con una mujer más joven, siempre y cuando ambos sean mayores de edad. Además, si las publicas, tendrás que hacer frente a los abogados de ambos —añade, deseando en su fuero interno que los tengan.

—Bueno, siempre se pueden crear pruebas falsas, aunque, la mayor parte de las veces, basta con esparcir el rumor. Tu padre no es un pederasta, pero quedará marcado de por vida. Piensa en los muertos de hambre de tus abuelos, Risa, ¿quién querrá ir a su sento después de eso? O podrían atacarles en mitad de la calle, que la gente es bastante impredecible, ¿sabes? ¿Y qué me dices de tu sexy hermano? Algunas cosas se heredan, ¿no?

Risa no es consciente de que la limusina se ha detenido hasta que Naomi se inclina hacia su lado y le abre la puerta. Siente calor y frío al mismo tiempo, y no está segura de que las piernas vayan a sostenerla si intenta apearse del vehículo. ¿De verdad la arpía que tiene sentada a su lado es capaz de cumplir su amenaza o es solo un farol?

—Me temo que te toca elegir: o Eiji o tu familia. —Naomi le suelta el cinturón de seguridad y le da un brusco empujón que le saca medio cuerpo del coche—. Te doy una semana porque hoy me siento generosa y porque comprendo que preparar la mudanza para regresar a casa de tu papi no se hace en un día. Confío en que eres una chica sensata, Risa —añade la expresidenta antes de cerrar con un portazo.

Parada en mitad de la acera, Risa contempla alejarse a la limusina. Sabe que la conversación ha sido real y que Naomi hablaba muy en serio, pero una parte de su mente se empeña en hacerla creer que no ha sucedido de verdad, que todo ha sido una extraña y vívida alucinación. No obstante, al darse la vuelta, descubre que está delante de su bloque de apartamentos.

 Andando se tarda alrededor de media hora, no apenas diez minutos.

Sento: son como los onsen (los baños tradicionales japoneses que aprovechan las aguas termales de origen volcánico), pero con agua calentada de forma artificial.

Kyūdō: tiro con arco japonés.

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