34: Mika

Cat Cafe MoCHA es una cadena de cafeterías repartidas por todo Tokio. Mika la citó en la de Harajuku, Shibuya, y, puesto que su curiosidad ha resultado ser más fuerte que su animadversión, Risa se encuentra en la dirección indicada, pensando que todavía está a tiempo de dar media vuelta y dejarlo pasar, pero le intriga demasiado lo que su antigua amiga tiene que decirle.

Una mujer joven, que consulta su móvil junto a la puerta, alza la cabeza y sonríe cuando Risa se aproxima a la entrada. Lleva un elegante traje azul oscuro y el cabello recogido en un moño alto.

—¿Serizawa Risa?

—Sí...

—Ichiwara Kyoko, la asistente de Mika. Vamos, te espera dentro.

Las paredes blancas hacen del local un lugar bastante luminoso, espacioso y elegante. Colgando del alto techo, intercaladas entre las lámparas y suspendidas a poca altura del suelo, hay varias jaulas blancas o doradas, algunas vacías y otras con gatos. Permanecen siempre abiertas, de modo que los animales pueden entrar o salir a voluntad.

Mientras Ichiwara la conduce hasta Mika, Risa observa a los felinos ir de un lado a otro y acercarse a los clientes que tienen comida que ofrecerles. Nunca antes había estado en un Neko Cafe, por lo que no sabe si todos funcionarán igual, pero le ha llamado la atención que se pague por cada diez minutos de estancia en el local; bajo su punto de vista, sería mucho más cómodo que hubiese alguna clase de sistema que midiese el tiempo que se queda cada cliente y abonara el importe de la cantidad final a la hora de irse.

Mika está sentada en una de las mesas del fondo, ignorando deliberadamente a su joven público. Cuando reparan en la presencia de Risa, los adolescentes empiezan a cuchichear sin disimulo, lo que le provoca una desagradable opresión en la boca del estómago. La joven está segura de que, antes de que acabe el día, habrá fotos de su encuentro con la famosa idol circulando por internet, y de que la prensa sensacionalista no tardará en ponerse con sus conjeturas, a cada cual más estúpida.

Risa se fija en la larga peluca de rizos color chocolate que lleva su ex amiga; le queda bien, al igual que el vestido de lolita, negro y lleno de volantes blancos. Siempre ha sido muy guapa, razón de que no necesite ni las pestañas postizas ni el perfilador negro en los párpados.

—¡Cuánto tiempo, Risa! —sonríe la joven al verla llegar, y Risa admira en silencio su capacidad para fingir que jamás la traicionó y que nunca dejaron de ser amigas—. ¡Felicidades otra vez!

—Gracias.

—Mika va a tomar un té helado —interviene Ichiwara—. ¿Traigo otro para ti?

—Por favor.

—¿Habías estado alguna vez en un Neko Cafe?

—No, pero había oído hablar de ellos. La idea ha comenzado a exportarse a algunas ciudades occidentales.

Mika sacude la cabeza y sus falsos bucles se agitan con gracia.

—Creía que allí todo el mundo podía tener mascotas en sus casas —admite con una risita avergonzada—. Y dime: ¿qué tal ayer? ¿Lo celebraste?

—¿De qué querías hablar? —replica Risa con sequedad, y le satisface contemplar cómo la falsa jovialidad de su ex amiga desaparece de golpe, sustituida por lo que realmente siente: inseguridad, nervios, ansiedad y miedo.

—¡Vaya!, no quieres pasar aquí ni un segundo más de lo necesario, ¿eh? —replica, la voz levemente quebrada y la mirada clavada en sus uñas postizas, largas, ovaladas y con un llamativo diseño de mariquitas sobre un fondo blanco.

—Es que no entiendo por qué has escogido un lugar público —protesta Risa, dolorosamente consciente de las miradas y las fotos que los jóvenes sacan sin especial disimulo.

Mika hace un gesto impreciso con la mano que, al entender de Risa, significa que su malestar le da absolutamente igual.

—No te preocupes por ellos, Risa, ambas sabemos que era tu destino. —Risa bufa, dejando muy claro lo que opina al respecto, pero Mika ni se inmuta—. Y, respondiendo a tu pregunta, este sitio es para ti, para que disfrutes de los gatos.

—Te lo agradezco, pero cuanto antes acabemos, mejor.

Mika cierra los ojos y suspira, resignada. En ese momento Ichiwara regresa con las bebidas, que deposita en la mesa, junto con un poco de comida para los gatos.

—Gracias.

—Me quedaré por aquí controlando el tiempo. Avisadme si necesitáis cualquier cosa.

Mika observa cómo la mujer se aleja hasta una mesa lo bastante cercana para tenerla controlada, pero no lo suficiente como para oír su conversación; luego devuelve su atención a Risa. La joven lee pena y culpa en sus pupilas, pero podrían ser fingidas.

—Risa, siento mucho lo que hice, ojalá hubiera tenido más cabeza, pero acababa de debutar como idol y me creía una diosa... Al igual que todas, supongo. Casi destrozo mi carrera y la de Ame. Disgusté a mis padres, ¿sabes?, no se podían creer que te hubiera hecho algo así... Porque yo lo planeé todo y me las arreglé para seducir a Yuu—. Mika carraspea y da un largo sorbo a su té. Risa siente un nudo en el estómago al ver el temblor de sus manos y el excesivo brillo de sus ojos—. Al principio, se resistió; dijo no se qué de una promesa, pero yo insistí y me salí con la mía—. Mika hace una pausa, como esperando a que Risa la interrumpa, pero la joven guarda silencio, obligándola a continuar—: Se suponía que tú jamás te enterarías, pero nunca se me pasó por la cabeza que mi propia hermana pudiera traicionarme... Dejé de hablarla, por supuesto, pero solo hasta que me di cuenta de que me había salvado de convertirme en una persona horrible.

<<Mayu nunca me dijo que había hecho las paces con su hermana>>, piensa Risa, un tanto molesta, aunque comprende el motivo de que su amiga decidiese guardarse esa información.

Se hace un incómodo silencio en el que Risa se limita a observar a Mika sin saber qué responder. No se esperaba ese discurso, ni que Yuuichi hubiera intentado mantener aquella estúpida promesa en la que ambos juraron esperar al momento adecuado para perder su virginidad el uno con el otro. No llega a redimirle, pero sí le hace menos culpable a sus ojos.

Risa se sobresalta cuando un gato gris y blanco le salta al regazo y maúlla, pidiendo golosinas. Otro, naranja y atigrado, se sube a la mesa y se queda sentado entre las dos muchachas. Mika estira un brazo y le acaricia la nuca.

—Con un poco de suerte, igual presenciamos la hora de la cena —comenta con la vista clavada en el felino—; es digno de ver, ¿sabes? Los dependientes ponen los comederos en fila y los gatos comen todos a la vez.

Durante unos minutos, Risa centra toda su atención en el gato, que ha decidido tumbarse en sus rodillas y ha empezado a ronronear. Le encantaría tener uno, pero su padre es alérgico, y, aunque no lo fuera, seguro que Suzume se las arreglaba para meterle en la cabeza que no es buena idea porque dejaría el piso lleno de pelos, se colgaría de las cortinas y las destrozaría, arañaría el tapizado de los muebles... y bla bla bla.

—¿Y qué pensabas hacer después de conseguir a Yuu? —pregunta de repente, clavando sus iris dorados en el rostro de Mika, que está a punto de derramar su té sobre las patas delanteras del gato naranja; el animal da un respingo, salta al suelo y se aleja hacia la zona de juegos—. ¿Le ibas a convencer para que me dejase por ti? ¿Y cómo te las hubieras apañado para mantener vuestra relación en secreto? Porque mucha habilidad no demostraste, la verdad; además, ¿no se supone que tu contrato te impide tener pareja?

Mika le lanza una mirada herida y se toma su tiempo antes de contestar:

—Precisamente por eso te he dicho que casi tiro mi carrera por la borda. —La idol sacude la cabeza, como si considerara que no merece la pena echar más leña al fuego—. Fue curioso —prosigue—, pero, después de acostarme con él, me di cuenta de que no le quería, y eso me hizo sentir peor porque había perdido tu amistad por un capricho tonto. No vayas a pensar que no quería pedirte perdón, pero siempre lograba convencerme de que no era el momento adecuado, y así dejé pasar meses... —La joven suspira—. Luego sucedió eso y... Bueno, no soy un monstruo, ¿sabes? —Mika tuerce la boca en respuesta a las cejas arqueadas de Risa—. El caso es que, a finales de agosto, estuve en Kioto y hablé con Naoki. Tu hermano me dijo que ya lo había demorado bastante y por estoy aquí.

—Sí, como dos meses más tarde —deja caer Risa con acritud, y la idol resopla, enfadada; había olvidado lo terca y difícil que puede ponerse su antigua amiga con tal de no exponerse sentimentalmente y quedar vulnerable.

—Deja de criticar y ponte en mi situación por un momento, ¿quieres? —protesta, esforzándose por no alzar la voz—. ¿Crees que todo esto me resulta fácil? Es lo más difícil que he hecho en mi vida, pero era necesario.

Risa mantiene el rostro imperturbable, pero lo comprende porque, en su fuero interno, está pensando en el diálogo pendiente con su padre; nunca es el momento perfecto, puesto que no se pueden visualizar mentalmente todas las posibles vías de una conversación, y, sin una respuesta preparada, sabe que caminaría sobre arenas movedizas.

—Oye, no te pido que me perdones ahora mismo, pero sí que lo consideres. Por favor.

Risa asiente mientras, de forma distraída, acaricia el largo y sedoso pelaje del gato. Tras todo un verano de gris monotonía, de quedarse acurrucada en un rincón mientras la vida continuaba sin ella, tiene la impresión de que el mundo se le viene encima, de que están sucediendo demasiadas cosas en un lapso de tiempo muy breve, como si alguien hubiera empujado la primera ficha del dominó, condicionando a las siguientes a derrumbarse... como si no fuera ella la dueña de su propio destino.

—¿Crees que todo es cuestión de casualidades entrelazadas o que nos limitamos a seguir el sendero que se nos ha marcado antes de nacer?

Mika pestañea, perpleja, y sacude la cabeza.

—No lo sé, Risa, pero, de haber sabido a dónde me llevaría el acostarme con Yuu, el daño que os ocasionaría a ambos, no lo hubiera hecho. Teníais una relación preciosa y yo la destrocé.


♫♪♫


Cuando, dos semanas atrás, Risa se subió al escenario y cantó Momiji, Yuuichi pensó que había entrado en razón, que todo volvería a ser como antes, pero, durante la cena, percibió algo extraño entre Risa y uno de sus amigos, ese tal Eiji. Al principio, trató de convencerse de que su imaginación y los celos ante la confianza que se intuía entre ambos le estaban jugando una mala pasada, pero no ha vuelto a saber nada de la joven desde entonces.

Yuuichi cierra el grifo y aparta la cortina de la ducha de un manotazo. ¿Por qué tiene que ser todo tan complicado? ¿Por qué no tuvo más autocontrol? Ha evocado cada detalle de aquel día en innumerables ocasiones, pero es incapaz de explicar por qué lo hizo; lo único que ha sacado en claro es que le gustaba que Mika le andase a la zaga como un perrito, era adicto a esa sensación de superioridad y, como suele ocurrir, se confió demasiado y terminó sucumbiendo a su ego. No obstante, el destino ha vuelto a colocar a Risa en su camino, y el muchacho está convencido de que tiene que haber un motivo; tal vez aún esté a tiempo de recuperarla antes de que se fije demasiado en Eiji, pero, ¿cómo?

Tras quitarse la humedad del pelo y vestirse con ropa vieja para estar por casa, el joven entra en el salón con la intención de preguntar por el plan de cena, pero se queda de piedra al ver a Risa sentada en el sofá, acompañada del resto del grupo.

—¿Risa? —pregunta, incrédulo—. ¿Qué haces aquí?

Ella clava sus dorados iris en él, y a Yuuichi le sorprende (en la misma medida que le produce recelo) leer una mirada limpia, sin rastro de la habitual antipatía reservada única y exclusivamente para él.

—Quería hablar contigo—. La joven espera a que el muchacho tome asiento antes de continuar—: Acabo de estar con Mika.

Los ojos de Yuuichi se abren como platos. No puede estar hablando en serio. ¿Mika? ¿La idol? ¿La chica en la que estaba pensando hace unos minutos? <<¡No hay ninguna otra Mika a la que tú conozcas, Yuu!>>, se reprende antes de volverse hacia Hiroshi, Takeru y Mamoru, que presentan idénticas expresiones de estupefacción en sus rostros. Ver a Takeru perplejo es bastante cómico, ahora que lo piensa.

—Sí, ni yo me lo creo, pero resulta que ayer me llamó para felicitarme y me propuso quedar en persona para hablar.

—¿Y qué te ha dicho? —inquiere Yuuichi, ladeando la cabeza con suspicacia.

De Mika cabe esperarse cualquier cosa, incluso que, de repente, haya decidido que quiere ser su pareja y que Risa está de más en el juego. Bueno, si ese es el caso, no es la idol quien tiene la última palabra, pero, desde luego, Yuu no está dispuesto a tolerar que le haga la vida imposible a Risa; bastante sufrió ya por su culpa.

—Que ojalá no hubiera hecho lo que hizo y que le gustaría retomar nuestra amistad.

Yuuichi asiente despacio, aliviado e inquieto al mismo tiempo. ¿Por qué Risa le está contando todo eso? Ha tenido tiempo más que suficiente para perdonarla, para perdonarlos a ambos, y ha pasado olímpicamente del tema. El joven está seguro de que ni siquiera se ha parado a considerarlo; así es Risa: orgullosa hasta el absurdo.

—¿Y tú que le has dicho?

Risa inspira hondo y se toma unos segundos para escoger las palabras con cuidado.

—La he perdonado, y me gustaría hacer lo mismo contigo, Yuu.

El chico deja escapar un jadeo de incredulidad y sus ojos se llenan de lágrimas.

Idol: significa literalmente <<ídolo>>, y son jóvenes que se han hecho famosas gracias a su belleza; suelen trabajar como cantantes, actrices, modelos o en programas de televisión. El término también se aplica a los hombres, pero es más común en mujeres.


¡Hora de cenar! O más bien de desayunar o de comer, que parece que es de día xD

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