26: Más vale que muevas ficha

Ama las mariposas porque después de pasar por una fase oscura e incierta renacen como algo bello. Ama la música porque le permite expresar lo que el registro finito de las palabras muchas veces no alcanza. Y la canción que ahora toca es la prueba de ambos amores. Una melodía nacida de su rabia, de su impotencia y de su miedo, pero también de su resolución, de la fuerza que late en su interior y de la decisión que ha tomado mientras la componía.

Un jadeo de asombro a su espalda la sobresalta y está a punto de hacerle perder el ritmo, pero Risa sacude la cabeza, tozuda, y toca hasta la última nota. Luego se vuelve y le lanza a su padre una mirada desafiante.

—Voy a gobernar ese estúpido colegio de niños ricos.

Masaru sonríe de manera extraña y asiente.

—No me cabe la menor duda.

En lugar de sonreír, agradecida o complacida, Risa devuelve su atención al piano.

Al día siguiente su determinación no se ha marchitado lo más mínimo, la envuelve como un halo dorado, una potente aura que intimida y fascina a Eiji, que lleva a Risa a pedirle a su padre que, en lugar de dejarles cerca del instituto, les lleve hasta la entrada. Todos la miran con la boca abierta, todos se apartan a su paso. Naomi la observa pasar por su lado mientras siente el amargo sabor de la derrota; ahí tiene su respuesta. Incluso los profesores acusan el cambio, diciéndole al final de cada clase que la notan más participativa y que eso repercutirá de manera positiva en sus notas.

—En serio, ¿qué has desayunado? —pregunta Erika, incrédula, mientras almuerzan en la sala del Consejo. Eiji no tuvo que convencerles demasiado para que se trasladaran, todos vieron a la primera las ventajas de su nuevo punto de reunión, y, aunque les invitaron a quedarse, Maki y el chico de primero prefieren comer con sus amigos.

—Lo de siempre —responde Risa, encogiéndose de hombros, aunque una insinuada sonrisa aletea en sus labios.

—¿Lo de siempre? ¡Todos han reconocido a tu padre, Risa!

—De eso se trataba. No sé cómo, pero Naomi se enteró de que conozco a Ame y me amenazó con hacerlo público hoy si no me alejaba de Eiji. Con mi jugada, ahora soy yo la que tiene la sartén por el mango.

Incluso le da igual que esa bruja sepa lo suyo con Yuu; si se atreve a irse de la boca, Risa encontrará la manera de sacarle provecho.

Eiji le lanza una rápida mirada a Shinobu, convencido de que su amigo se la estará devolviendo, pero se sorprende al descubrir que el joven tiene el ceño ligeramente fruncido. ¿Qué es lo que está pasando por alto?

Quince minutos antes de que comiencen las clases de la tarde, aprovechando que a las chicas les gusta dar un paseo para despejarse las ideas, Eiji, Atsushi y Shinobu se reúnen con Takeda Taro en la misma sala del Consejo. Resulta que Risa tiene un olfato excelente y que el nuevo miembro del Consejo, Itanabe Shun, forma parte del grupo de Taro y le hizo llegar un mensaje de su parte.

—Creo que es la primera vez que tú y yo hablamos —comenta Eiji mientras, con un gesto de la mano, le indica al muchacho que tome asiento.

—Daba por hecho que me graduaría con Saito presidiendo el Consejo, pero la llegada de Serizawa lo ha cambiado todo, y esta clase de cambios suele conllevar importantes consecuencias.

—Ya contaba con que Naomi no se daría por vencida. No lo hará hasta que haya agotado todas sus posibilidades.

Taro asiente despacio.

—El problema, Sonohara, es que tú no la conoces como yo —sentencia con calma—. Por eso estoy aquí, para hacerme cargo.

Eiji se pasa las manos por el pelo y lanza un profundo suspiro. ¡Todo esto por ser lo bastante imbécil para caer en las redes de una viuda negra! Deberían habérsele activado todas las alarmas cuando supo que Atsushi la rechazó, pero Eiji estaba pasando por un momento difícil y necesitaba desahogarse con alguien que no le importara en absoluto y que no le pidiera un compromiso para poder tener sexo.

—¿Y qué sacas tú de esto?

Taro deja escapar un resoplido entre ofendido y burlón.

—Que pertenezca a una familia yakuza no significa que no tenga principios, Sonohara. Hay un favor que me gustaría pedirle a Serizawa, pero, tranquilo: acepte o no, mi oferta seguirá en pie.


♫♪♫


Como sucede en todos los entrenamientos, el dōjō pronto se llena de chicas con sonrisas tontas que quieren ver a Eiji y a Atsushi bajo la inverosímil excusa de estar muy interesadas en el kyūdō. A Eiji siempre le había dado igual porque el sensei exige silencio para que sus alumnos puedan concentrarse, así que es fácil ignorarlas; sin embargo, hoy Risa está entre ellas, y el joven no deja de sentir desagradables calambres en el brazo con el que tensa. Atsushi también parece descentrado, a juzgar por las pocas veces que ha acertado en el centro de la diana.

—¿Nervioso? —susurra con malicia.

—Nunca.

—¿Preocupado... o disgustado, quizá?

Atsushi coge aire entre dientes y Eiji siente una enorme y perversa satisfacción interior que, por desgracia, no le ayuda a mejorar su puntería.

Cuando el entrenamiento termina y casi todo el mundo ha desalojado el dōjō , el sensei se aproxima a Eiji y le observa con ojo crítico.

—Últimamente estás en las nubes —sentencia mientras se cruza de brazos.

—Lo siento, sensei —se disculpa el joven, mordiéndose la lengua para contener la rabia. ¿Por qué no sermonea también a Atsushi?

—Cuando tensas y apuntas, nada puede nublarte el juicio, Sonohara.

—Sí, sensei.

—Tanabe y tú sois la inspiración para el resto del equipo, ¿qué crees que piensan cuando te ven flaquear?

<<¿Por qué incluyes a Atsushi si solo me criticas a mí?>>

—No volverá a pasar.

—Bien, porque quiero una buena posición en el torneo de Navidad.

El hombre se aleja, satisfecho, y Eiji se vuelve hacia sus amigos. La visión se le nubla por momentos al ver a Risa sujetando el yumi de Atsushi y su sonrisa nerviosa mientras el joven se sitúa a su espalda y la ayuda a adoptar la postura adecuada. <<¿Qué está pasando? ¿Acaso no estaba resentido con ella por su reacción tras el beso?>> Vio el destello de ira en sus pupilas cuando se encontraron en el parque Harumifutō. <<Atsushi no es de los que se quedan en bucle —se dice con los puños apretados—, ni tampoco de los que se rinden>>.

—¡Ay, duele! —protesta Risa, el brazo con el que sujeta la flecha temblando por el esfuerzo de mantener tensado el yumi.

—Baja los hombros. No hace falta que tenses tanto.

La voz de Atsushi suena aterciopelada y sus labios están demasiado cerca del oído de la joven. Un leve suspiro entrecortado llama la atención de Eiji: Erika tiene los ojos húmedos, pero lucha por mantener la compostura y mostrarse indiferente; lo más probable es que crea que, después de que Yuuichi la besara y Risa sufriera por ello, no tiene ningún derecho a quejarse.

—Tenemos que cambiarnos —dice con pretendida dureza, haciendo caso omiso de la mirada de advertencia de Shinobu.

—¿Tienes prisa por volver a casa? —replica su amigo, mirándole fugazmente por encima del hombro. Eiji crispa los dedos en un gesto involuntario, pero Atsushi ya se ha vuelto a concentrar en Risa—. Bien. Ahora suelta la flecha.

La joven obedece y la saeta surca el aire con un agudo silbido, pasando de largo la diana y clavándose en el suelo.

—No te preocupes, las primeras veces cuesta acertar.

La chica baja el yumi y espera a que su amigo recoja la flecha antes de devolvérselo. No comprende su actitud, pero le alivia que la amabilidad que acaba de mostrarle vuelva a ser verdadera, aunque ella hubiera preferido hablar del asunto y aclarar lo que pasó. ¿El joven pretendía que fuera una nueva muñeca para su colección o había algo más? El hecho de que, al volver a verse, él actuase con su acostumbrada indiferencia y que no intentara hablar del tema le llevan a inclinarse por la primera opción, pero algo le dice que con Atsushi las cosas no son tan simples.

Mientras Eiji y Atsushi van a cambiarse, Risa sigue a sus amigos y pestañea, perpleja, al darse cuenta de que se dirigen hacia el aparcamiento.

—¿No les esperamos?

Erika se mete en su limusina, que arranca de la misma, pero Shinobu y Nagisa se detienen.

—Entre esos dos existe cierta rivalidad por el protagonismo —explica Shin, encogiéndose de hombros.

—¿Se van a pelear? —exclama Risa, asustada, y hace ademán de correr sobre sus pasos, pero Nagisa la sujeta por la muñeca.

—Es cosa suya —afirma, tajante—. Sube al coche —añade en tono más amable—, no es buena idea que les esperes.


♫♪♫


Atsushi se reclina contra una hilera de taquillas y cruza los brazos ante el pecho mientras observa a Eiji, que está sacando su mochila de la taquilla.

—¿Cómo puedes ser tan imbécil? —deja caer en tono desdeñoso. Su amigo le fulmina con la mirada al tiempo que cierra de un portazo.

—¿A qué viene eso?

—Sabes perfectamente de lo que te hablo.

—¿De verdad lo sé? Te recuerdo que acabas de llamarme imbécil.

Atsushi resopla, irritado.

—Eiji, no hagas que me arrepienta de tenerte en buena estima. ¿Por qué no me dijiste que te gusta Risa?

El joven deja caer los hombros y clava la vista en el suelo.

—Porque no me di cuenta hasta que la besaste —murmura, avergonzado.

Atsushi contempla la figura de su amigo mientras se pregunta si debería decírselo o si, por el contrario, es mejor callarse y diseñar una nueva estrategia. Una de las cosas que su abuela le inculcó cuando tuvo edad suficiente fue que hay que saber retirarse con elegancia cuando la batalla no se puede ganar, y diferenciar aquellas que están perdidad antes incluso de haberse luchado.

—¡Pero eso es rendirse! —protestó el muchacho, y estuvo a punto de dejar caer la bolsa de caramelos que acababa de comprar.

—Lo entenderás a su debido tiempo —replicó la anciana, con una sonrisa—, pero muchas veces es necesario perder para poder ganar.

Atsushi deja escapar un profundo suspiro. ¿Está perdida su batalla?

—Me rechazó —admite, sin apartar la mirada de Eiji—, así que tienes vía libre.

Eiji contiene un respingo de sorpresa y alza la mirada. ¿Fue eso lo que pasó? ¿Risa le rechazó y por eso regresó al restaurante con esa cara tan larga? ¡Madre mía, no habría esperado jamás oír semejantes palabras de boca de su amigo...! Entonces cae en la cuenta de que es bastante probable que Atsushi, tan habituado a conseguir sin esfuerzo lo que se propone, malinterpretase la situación, pero se abstiene de sacarle de su error; con su amigo fuera de juego, solo tiene que preocuparse por Yuuichi.

—Si realmente la quieres —Atsushi se separa de las taquillas y echa a andar hacia la salida—, más vale que muevas ficha de una vez porque su ex novio está intentando volver con ella.

Eiji se sitúa a su lado y caminan en silencio hasta alcanzar el arco de entrada.

—Por la forma en que habló de él, me dio la impresión de que no tiene intención de perdonarle —comenta con fingida indiferencia.

—Odiar a alguien equivale a darle demasiada importancia. ¿Habías oído esa frase alguna vez?

Dōjō: lugar donde se practican las artes marciales japonesas.

Kyūdō: tiro con arco japonés.

Sensei: es un título honorífico que se emplea con profesores, médicos, políticos y otras figuras de autoridad. También sirve para expresar respeto por una persona que ha alcanzado cierto nivel de maestría en una determinada habilidad, de modo que puede usarse con novelistas, poetas y maestros de artes marciales.

Yumi: arco japonés que alcanza los dos metro de largo y que suele estar hecho de bambú, madera y piel, aunque también existen yumi sintéticos.


¡Hola! Aquí os dejo un vídeo sobre el kyūdō por si os interesa conocerlo un poco más en profundidad ^^

https://youtu.be/qv46CD1HzTA

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