22: Humana
Seducido por el intenso fuego de la muchacha, Atsushi la toma de la muñeca, da un brusco tirón para apartarla de la ventana e instantes después la tiene contra la pared, su boca sobre la suya y las manos descansando en el agradable hueco de sus caderas. Siente el latir desbocado de su corazón, su respiración agitada, una mezcla de sorpresa y excitación en la forma de corresponderle el beso... Pero la magia acaba cuando Risa le aparta de un empujón y le lanza una mirada ofendida.
—¡¿Pero qué demonios haces?!
Por primera vez en su vida Atsushi no tiene palabras para responder. Nunca antes se había dejado dominar por un impulso. Nunca antes le habían rechazado. Nunca antes se había sentido tan herido y vulnerable.
Incrédula, Risa observa cómo el joven regresa al interior del local sin dignarse a darle una explicación ni pedirle perdón. Sabe que lo que realmente la enfada no es eso, sino que ha vuelto a suceder. Podría haberlo evitado, pero no lo ha hecho. <<Igual que con el casting>>.
Sin ninguna gana, Risa vuelve a la mesa y enseguida nota algo diferente en la atmósfera, como si se hubiera enrarecido. Al principio, piensa que es una impresión suya consecuencia de lo que acaba de suceder con Atsushi, pero entonces se da cuenta de que emana de todos sus amigos, aunque nadie hace ningún comentario.
A pesar del entusiasmo de Shinobu, la noche no mejora en el karaoke; de hecho, empeora, pero todo a su debido tiempo.
—Yuuichi ha dicho que te obliguemos a cantar —dice el chico, tendiéndole el micrófono a Risa, que vacila antes de aceptarlo. Ahora que sus amigos saben la verdad, no tiene sentido que continúe negándose a cantar, pero algo en su interior se sigue rebelando ante la idea de que reconozcan su voz cuando pongan en la radio el nuevo sencillo de Ame.
Escoge Human, de Christina Perri, no para lucirse, sino porque la canta siempre que sus emociones la desbordan para recordarse que es humana y no puede abarcarlo todo, que si cae, sabrá levantarse de nuevo; la canta siempre que siente que nadie la comprende, que se limitan a decirle lo que tiene que hacer y luego añaden el clásico: <<yo también he tenido tu edad, he pasado por lo mismo>>. Y como siempre, pone toda su alma en la canción, dejando a sus amigos boquiabiertos.
Risa sonríe mientras una sensación cálida le inunda el pecho, un calor que la hace sentir viva de nuevo. Como cada vez que canta.
—Otra vez, por favor —pide Erika, sobrecogida, cuando las últimas notas de la balada se apagan.
—¡Qué pasada! —susurra Shinobu—. ¿Eres cantante?
Risa niega con la cabeza y, para disgusto de su amiga, deja el micrófono sobre la mesa y se sienta en el sofá.
—Mi padre me insiste, pero no es lo que yo quiero.
—Es una lástima —opina Atsushi—, le das mil vueltas a esa niñata de Mika...
—¡Calla! —le corta Erika, alarmada—. Ni la menciones. ¿No ves que estuvo liada con Yuuichi? Suficiente con lo que ha pasado hoy, ¿no te parece?
Atsushi abre muchos los ojos, componiendo una expresión mezcla de sorpresa y culpabilidad.
—Lo siento —se disculpa—, no lo sabía. No estoy al tanto de esas cosas.
Risa entorna los párpados, en un gesto suspicaz, y le regala una sonrisa fría. Luego se pone la chaqueta del uniforme y se dirige a la puerta.
—Me voy ya, pasadlo bien. Hasta mañana.
—¡Espera! —exclama Erika, precipitándose hacia sus cosas en sus prisas porque Risa no se marche sin su merecida disculpa, pero la joven se detiene con la puerta a medio abrir y se vuelve hacia ella, consciente de sus intenciones.
—Está bien, Eri, no ha sido culpa tuya. Además, Yuu y yo no vamos a volver.
Con la mano rígida, Risa cierra la puerta de la cabina y, tras recorrer un corto pasillo, sale al frío aire de la noche, una afilada bofetada que se lleva cualquier resto de la calidez de unos instantes atrás. ¿Por qué tiene la impresión de no haber sonado convincente? ¿Por qué le sigue doliendo después de tanto tiempo?
—Porque nunca llegó a sanar.
Con un respingo, la joven se da la vuelta y se encuentra a Eiji mirándola con una disculpa titilando en las pupilas.
—Has hecho la pregunta en voz alta —aclara ante su cara de perplejidad.
—Ah... ¿De verdad?
Avergonzada, Risa echa a andar y el chico no tarda en situarse a su altura y acomodar su paso al de ella.
—¿No te quedas?
—No tardarán en marcharse, créeme. Además, así te acompaño a casa.
Risa hace una mueca.
—Sí, seguro que es por pura caballerosidad.
Eiji deja escapar una breve carcajada y permite que caminen unos metros en silencio. Es demasiado perspicaz y si él no anda con cuidado, ella terminará por darse cuenta de algo de lo que aún no está seguro.
—¿De dónde sacas tanto cinismo? No es sano dar siempre por hecho que todo el mundo tiene segundas intenciones, ¿sabes?
Risa aprieta los labios, las palabras de Eiji han sonado casi iguales a las de Yuu en su última conversación telefónica, cuando ella le echó en cara que hubiera escogido a Erika como modelo.
—Entonces, ¿no quieres preguntarme nada? ¿Por qué he decidido irme tan de repente, por ejemplo?
Eiji resopla, irritado.
—Así que lo vas a pagar conmigo, ¿eh? Genial.
—Estás a tiempo de volver —replica Risa, encogiéndose de hombros y con la vista clavada al frente.
Es la gota que colma el vaso. Tal vez si Eiji no hubiera visto cómo Atsushi la apartaba de la ventana con un tirón, tal vez si no hubiera sentido esa impresión de ingravidez en la boca del estómago, tal vez entonces habría podido dominarse para no agarrar la muñeca de Risa con violencia y gritarle en mitad de la calle.
—¿Por qué muerdes la mano amiga, ¡maldita sea!? Quieres que los demás se preocupen por ti, que vean que te pasa algo, pero en cuanto preguntan, atacas. —La joven intenta soltarse, incómoda porque están llamando demasiado la atención, pero solo consigue que él apriete con más fuerza—. Dices que puedes valerte por ti misma, que no eres ninguna damisela en apuros, pero, en realidad, dependes de quienes te rodean para seguir adelante. Siempre es mucho más cómodo que otros nos solucionen los problemas, ¿verdad?
Cuando por fin consigue soltarse, Risa le lanza una mirada entre asustada y herida, y sacude la cabeza con incredulidad.
—Pero, ¿qué te pasa? —solloza.
El joven inspira hondo y cierra los ojos. Y ahora llega cuando le manipula con las lágrimas y el chantaje emocional: <<¿qué te pasa? Tú no eres así. No te reconozco>>. Todas son iguales en ese aspecto, jamás admitirán la propia culpa, sus defectos y errores.
—Vete a casa, ¿quieres? —masculla antes de darse la vuelta y regresar por donde ha venido.
Apenas tarda unos minutos en estar de nuevo frente a la puerta del karaoke, pero no se decide a entrar, la mirada dolida de Risa le apuñala el cerebro sin piedad. <<¿Qué has hecho, Eiji? Ella no es Naomi, ni Mizuki; es Risa, y eres tú el que ha metido la pata>>.
♫♪♫
—¿Vas a dejar de poner excusas para evitar hablar del tema? —Takeru suspira al ver que Yuuichi no alza la vista de su cuaderno de canciones—. Por lo menos, sé un hombre y ten el valor de enfrentar las consecuencias.
—No vayas por ahí —aconseja Mamoru desde el salón. Su amigo se da la vuelta y señala el interior de la habitación con gesto elocuente.
—¿Quieres hacerlo tú? Porque yo ya empiezo a estar harto.
—Creía que no me echáis nada en cara. —Yuuichi deja el cuaderno a un lado, los labios fruncidos en un gesto de contrariedad y reproche—. ¿O solo lo dijisteis porque estaba Naoki?
Takeru pone los ojos en blanco y se aparta para dejarle espacio a Mamoru. Sentado en la cama con la espalda contra la pared, Yuuichi espera una respuesta.
—Es la verdad. —Su amigo se sienta a su lado y le observa durante unos instantes antes de continuar—: Sabemos que cometiste un error y que Risa no es objetiva, pero, si quieres recuperar su amistad, no le des más motivos para estar enfadada contigo. ¿Realmente era necesario besar a esa chica?
Yuuichi aparta la mirada y la clava en el escritorio, sobre el que descansan un par de bolas de papel.
—No estaba planeado. Simplemente surgió.
Takeru replica con un bufido despectivo e ignora la muda advertencia de Mamoru.
—Engáñate a ti mismo todo lo que quieras, pero, por favor, no nos mientas a la cara. Buscabas vengarte de Risa por no doblegarse a tu voluntad...
—Takeru...
—¿No era eso lo que te volvía loco de ella? Pues respétalo. Tal vez entonces las cosas cambien.
♫♪♫
Risa se deja caer sobre el primer banco vacío que encuentra y permite que sus sentimientos se desborden. Una vez más se pregunta qué ha hecho ella para merecer lo que le está sucediendo. Ojalá no tuviera sentimientos, todo sería más fácil así. Lo que hiciera Yuu le daría igual, el beso de Atsushi no le habría hecho arder por dentro, las palabras de Eiji no le habrían generado la angustia que ahora le roba el aire, no echaría de menos a su hermano cada segundo desde que se separaron, la indiferencia de su padre no significaría nada para ella, su relación con Suzume tampoco... y recordar a su madre no le partiría el corazón. Ojalá siguiera viva y pudiera pedirle consejo. <<Mamá haría que lo que ahora me parece un muro imposible de escalar solo fuera una pequeña tapia>>. Pero Lucía se fue y ella no está preparada para soportar tanto, y mucho menos de golpe.
No es tan fuerte como le gusta creer. Es solo una humana, y sangra con cada nueva herida.
Una fina y repentina llovizna empapa su cuerpo y Risa alza la cara al cielo, deseando que el agua limpie su alma, pero lo único que la lluvia tiene para ella es su tacto helado y un posible resfriado si no se pone a cubierto cuanto antes. Sin embargo, su cuerpo se muestra reticente a levantarse y echar a andar hacia la estación; a una parte de su ser le importa bien poco lo que pueda pasarle. Y, por muy ridículo que os pueda parecer, de pronto recuerda que a su padre no le va a dar igual que llegue calada hasta los huesos, y el miedo a incrementar la tensión existente entre ambos actúa de resorte.
Entonces, al ponerse en pie y volverse hacia la salida del parque, le ve allí plantado, empapado como ella, ligeramente jadeante, y, sin darse cuenta, sonríe al tiempo que una cálida sensación estalla en su pecho.
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