19: Sin rencores


Erika no ha dejado de lanzar miradas de reojo al pupitre de Risa durante toda la mañana. ¿Por qué no ha vuelto a clase? Solo ha sido un desmayo provocado por la impresión. A ella tampoco le gustan las arañas, ¿a quién sí? A su primo, que, en lugar de estudiar periodismo y entrar a trabajar en el periódico de su tío, se hizo entomólogo y viaja por el mundo en busca de nuevas especies de bichos. <<¡Qué asco! —piensa mientras recoge sus cosas—. No me extraña que, a sus veintiocho años, siga soltero. ¿Qué mujer se casaría con un hombre que quiere tener un terrario con tarántulas?>>

Nagisa se sitúa a su lado y le habla con la mirada. Unos minutos más tarde, tocan a la puerta de la enfermería y asoman la cabeza.

—Hola, sensei —saluda Erika, tratando de mantener la mirada fija en el atractivo hombre y no desviarla hacia las camas—. ¿Risa sigue aquí?

Kanata asiente y, con un gesto de la cabeza, les señala la cama más cercana a la puerta, donde la joven está sentada y mirando el móvil. Al verla tan bien, Erika resopla y pone los brazos en jarras.

—¡Y yo toda la mañana preocupada!

La joven alza la mirada de la pequeña pantalla y se muestra sorprendida de verlas, como si no las hubiese oído entrar. De hecho, así ha sido: el mensaje de Yuuichi, un escueto <<sin rencores>>, ha absorbido toda su atención y la ha desconectado de la realidad. ¿Qué ha querido decir? Viniendo de él, no puede ser nada bueno, pero a Risa no le apetece llamarle y empezar una nueva discusión.

—Ahora está bien —aclara el sensei, conciliador—, pero ha tenido altibajos. Le vendrá bien comer algo y tomar una infusión.

Erika asiente, ligeramente intimidada porque en los ojos de Kanata se lee una muda advertencia: <<no la forcéis, hablará cuando esté preparada>>. ¿Tan grave ha sido?

Antes de regresar a su aula, pasan por la máquina expendedora a por una bebida para Risa, que elige un té verde.

—Hoy anunciaban a la elegida —comenta Erika—, lo pondrán en el tablón de anuncios antes de que acaben las clases.

Las manos de Risa tiemblan al abrir su bentō.

—¿Qué tal te fue en el casting?

—¡Horrible! Te juro que me mentalicé una y otra vez, pero cuando me hicieron pasar al estudio y les vi allí, sentados detrás de un escritorio... —Erika suspira y hace un gesto de impotencia—. Debieron de pensarse que era idiota, tan rígida y con ese maldito balbuceo.

—¡No seas boba! —la regaña Nagisa, poniendo los ojos en blanco—. ¿Crees que fuiste la única? ¡Les pasaría a todas!

—Seguro que a Naomi no. Como la elijan a ella... ¡Tendrías que haber ido, Risa!

—Eri... —Nagisa trata de censurarla, pero ella sacude la cabeza, obcecada.

—¿Qué? ¡Es la verdad! Sigo convencida de que te hubieran cogido.

—Entonces, tú no hubieras tenido ninguna oportunidad.

Erika pestañea un par de veces, sorprendida y enternecida por lo que se deduce de las palabras de su amiga.

—¡No, no! Si a mí lo que me interesa es conocerles de forma más íntima, y si tú te convertías en su amiga...

El alivio de Risa es tan inmenso que los ojos se le llenan de lágrimas y los dedos de la mano diestra pierden fuerza, permitiendo que los palillos caigan sobre el pupitre y lo salpiquen de granos de arroz.

—¿Risa? —Erika mira a Nagisa, desconcertada, pero su amiga tampoco entiende lo que está pasando—. Risa, ¿qué pasa?

—Que ya somos amigos, Eri —confiesa con una sonrisa—. Desde la infancia; mi padre es su mánager.


♫♪♫


—Yo no he puesto la araña.

—Eso ya lo has dicho —suspira Eiji, empezando a perder la paciencia. A su lado, Maki le lanza una mirada reprobatoria, pero el joven sabe que su amiga también está deseando que el interrogatorio termine y poder comer en paz—. Naomi tampoco lo hizo, aunque sí lo ordenó, ¿verdad? ¿Cuál era tu papel en todo esto? ¿Advertir a Risa, ganarte su confianza y ser una espía? ¿A cambio de qué?

La joven sacude la cabeza, frustrada.

—Lo has estropeado todo, Presidente. Ese era mi papel, sí, pero Naomi tenía que seguir creyendo que soy su amiga.

—¿Una espía doble? —inquiere Maki, incrédula.

—Era... —Vacila y se ruboriza—. Era una buena oportunidad para acercarme a Kusanagi.

Eiji se pasa la mano por el mentón y sonríe.

—Eres buena actriz, bastante mejor que tu madre —comenta—. Está bien, arréglatelas para hacerla creer que todo va según lo planeado y que estás dentro. No voy a ayudarte con Shin —añade al ver un brillo de esperanza y alivio en los ojos de la chica—, al menos, hasta que me des algo con lo que parar a Naomi.


♫♪♫


Risa nunca había visto unas expresiones de incredulidad tan perfectas como las que sus dos amigas muestran en esos instantes: la creen, pero al mismo tiempo piensan que les está tomando el pelo. <<¡Y yo convencida de que se iban a enfadar! —se regaña, reprimiendo un suspiro—. Ahora que lo pienso, ¿qué sentido tendría?>>

—¡¿En serio?! —exclama Erika, emocionada—. ¿No es una broma?

—Tendría un sentido del humor un tanto retorcido si lo fuese, ¿no? Y un serio problema de empatía —replica, ofendida, pero su amiga no la está escuchando.

—¡Qué fuerte! Nos los presentarás, ¿no? Aunque después del ridículo del casting... —Erika abre mucho los ojos y golpea la mesa con tanta fuerza que le tienen que picar las palmas de las manos, pero la adrenalina le impide notarlo—. Espera, espera. Aquella llamada de teléfono que no debí coger... —Risa desvía la mirada, incómoda—. ¡Ostras, Risa, Yuuichi es tu ex!

—Prefiero no hablar de eso. Vamos a dejarlo en que no nos llevamos bien y en que no me hace ninguna gracia que vayan a grabar aquí.

—Que todo el instituto se entere de que les conoces no tiene que ser necesariamente malo —cavila Nagisa—, no si sabes jugar tus cartas. Podría volverte mucho más poderosa que la hija repipi del ministro de economía.

—Me martirizarían, como hicieron en Kioto cuando el grupo empezó a ganar fama. —Risa ladea la cabeza, pensativa—. Aunque también es cierto que, por entonces, Yuu y yo éramos pareja.

—¿Qué pasó? —pregunta Erika.

—¿De verdad quieres que te lo derribe del pedestal? —Su amiga no varía la expresión, así que Risa lo toma por un sí—. Me puso los cuernos con una buena amiga.

Para sorpresa de la joven, ninguna de las dos muchachas se inmuta.

—¿Qué hombre no es infiel? —le aclara Nagisa, encogiéndose de hombros.

<<Mi hermano... No, bueno, no le conozco ninguna novia... ¡Hideki! Bueno... —Risa se concentra en terminarse el bentō—, eso tampoco lo sé>>.

Inevitablemente, también piensa en su padre, aunque desde la postura contraria, claro.

—Alguno habrá seguro, no se les puede meter a todos en el mismo saco.

Erika se reclina en su asiento y clava la vista en el techo.

—Atsushi es un mujeriego, pero... ¿Creéis que si se echase novia, sería distinto?

—Eri...

—No lo digas, ¿quieres? Lo sé, no soy tan tonta como aparento y le he dado muchas vueltas, pero, aún sabiéndolo... Por eso no quiero hablarlo con él, porque no quiero oírselo decir.

—Tal vez deberías —susurra Risa con suavidad—. Mientras sigas colada, serás ciega al resto de oportunidades.

—¿Tú has superado lo de Yuuichi?

Risa frunce el ceño, sin comprender a qué viene la pregunta, pero se decide a contestar con sinceridad; sería injusto mentir cuando su amiga se está abriendo con plena confianza.

—Eso pensaba, pero ahora no lo sé.

—Yo hay mañanas en las que me levanto convencida de que puedo romper el vínculo emocional que me une a Atsushi, pero después le veo y mi determinación se hace añicos.

Risa asiente, comprendiendo; es lo mismo que le sucedió a ella cuando Yuu la visitó en su piso para llevarle la canción. Su mente reabrió antiguos senderos ocultos entre la maleza y la invitó a recorrerlos de nuevo; durante un instante, mientras el joven abría los botellines de cerveza en la cocina, deseó abrazarle y regresar atrás, a cuando todo estaba bien entre ellos, antes de que Mika lo fastidiara todo. <<Bueno —recapacita—, en realidad, no es justo que la culpe solo a ella, Yuu era perfectamente consciente de lo que hacía y yo, una ingenua>>.

Si no llega a ser porque Mayu, la melliza de Mika, conocía demasiado bien a su hermana, Risa nunca se hubiera enterado; sabía que a Mika le gustaba Yuu, pero confiaba en su amistad. Menos mal que Mayu se lo olió y, traicionando la confianza de su hermana, leyó su diario y descubrió el pastel.

—¡Solo mi hermana podía ser lo bastante estúpida como para dejar constancia por escrito! —le dijo el día que se lo contó.

Es curioso cómo el ser humano suele reaccionar ante esa clase de situaciones: Risa no se puso echa una furia ni rompió a llorar, lo que hizo fue preguntarle, con toda tranquilidad, por qué delataba a Mika. Su amiga respondió que era lo correcto y que no iba a discutir, que lo aceptara y le diera las gracias. Eso hizo, y, en ese instante, supo que en Mayu tenía una amiga de verdad.

Risa regresa a la realidad cuando, a su lado, Nagisa da un respingo y se saca el móvil del bolsillo.

—Es Atsushi —informa mientras consulta la pantalla—. Pregunta si ya hemos visto el tablón de anuncios.

—¡¿Ya lo han publicado?! —Erika se pone en pie de un salto—. ¡Vamos!

—Termina de comer, que no se va a ir a ninguna parte.

Risa se echa a reír ante la cara de circunstancias que pone su amiga, pero entonces recuerda que el nombre ganador será el suyo y la preocupación le aprieta el estómago, retorciéndolo a uno y otro lado. <<¿Cómo voy a explicarlo?>>

Quince minutos más tarde, frente al tablón de anuncios del vestíbulo, no se puede creer lo que sus ojos leen una y otra vez:


Furano Erika


La afortunada no cabe en sí de la emoción, pero Risa no sabe qué pensar; le alivia no ser ella la ganadora, no obstante, le dejó bien claro a Yuu que no metiese a sus amigas de por medio. Tampoco entiende por qué, de repente, ha cambiado de opinión, con lo empeñado que estaba en grabar con ella.

A su alrededor, las resentidas perdedoras fulminan a Erika con la mirada y, tras murmurar lo bastante alto su opinión, se retiran a lamerse las heridas.

—¿Lo sabías? —pregunta Erika en un tono demasiado agudo.

Risa pestañea, saliendo de su ensimismamiento, y niega con la cabeza.

—Ni siquiera sabía que lo publicaban hoy.

—Pero, ¿cómo puede ser? ¡Si el casting  fue un desastre!

—¿Te vas a tranquilizar ya para que podamos darte la enhorabuena? —protesta Nagisa con desenfado.

Erika se queda muy quieta, como un animal repentinamente deslumbrado por los faros de un vehículo, y su actitud se vuelve dócil. Solo dura unos segundos, lo suficiente como para que sus amigas la feliciten, después la hiperactividad vuelve a adueñarse de su menudo cuerpo.

—Voy un momento al baño —anuncia Risa, de regreso a clase.

Tras asegurarse de que no hay nadie, la joven marca el número de su ex novio, que descuelga al tercer tono.

—¿Ya lo habéis visto? —es su saludo.

De fondo se escucha el ritmo impuesto por una batería y los graves de un bajo que se acoplan a la perfección.

—¿A qué juegas?

—¿Qué pasa, que ahora te molesta que no te haya escogido?

—Te advertí que dejaras a mis amigas fuera de esto —replica Risa, sin ceder a la provocación.

—¿No has leído el mensaje? Te decía que sin rencores.

—Lo he leído, ¿y qué?

—¿Te has levantado espesita esta mañana? —Risa toma aire entre dientes y escucha a Yuuichi sonreír, burlón, al otro lado de la línea—. Al final decidí ahorrarte futuros problemas y, de las que pasaron el primer filtro, tu amiga es la que más se ajusta al perfil de chica dulce que tengo en mente.

—¡Venga ya, Yuu! —exclama la joven, sacudiendo el brazo libre y golpeándose los nudillos contra la puerta de uno de los cubiles—. ¿Intentas que me crea que no la has elegido a propósito? —insiste al tiempo que sacude la mano lastimada con gesto de contrariedad.

Él suspira.

—De verdad, Risa, ¿cómo puedes seguir cuerda viviendo entre tanta desconfianza?

Yuuichi cuelga, dejando a la muchacha con la palabra en la boca. ¿De verdad no había segundas intenciones?


♫♪♫


A Yuriko no le cuesta mucho convencer a Naomi de que todo sigue según lo planeado; la mimada ex presidenta del Consejo de Estudiantes peca de soberbia y tiende a infravalorar a todo el mundo. <<Cree manipular cuando es ella la manipulada>>, piensa, satisfecha, mientras se cambia las uwabaki por los zapatos de calle. No se arrepiente de nada de lo que ha hecho en el año y medio que lleva estudiando en el Instituto Q, todo sea por la propia supervivencia, aunque otros tengan que pagar. Es ley de vida, y la astucia prima sobre la fuerza. Por eso fingió estar asustada y buscó el amparo de Naomi, sabía que la muy estúpida no podría dejar pasar la oportunidad de tener a un nuevo cachorrito con el que jugar.

Yuriko da un bote y ahoga un grito cuando alguien a su espalda cierra, con un golpe brusco, la portezuela de la taquilla y deja la mano apoyada contra el frío metal.

—¿Qué pretendéis Saito y tú?

El pulso se le acelera al reconocer la voz, pero cuenta mentalmente hasta diez y hace gala, una vez más, de sus extraordinarias dotes para la interpretación. Despacio, se da la vuelta y, con el rostro sereno, le sostiene la mirada al joven que, en actitud intimidante, espera una respuesta. Se llama Takeda Taro, y sus aires de yakuza no son mera apariencia.

—Este no es un buen lugar para hablar.

Taro mira a ambos lados, burlón, como queriendo evidenciar que el vestíbulo está vacío.

—Sé bien lo que me hago.

—Mis intereses difieren de los de Naomi.

En los labios del chico se dibuja una sonrisa peligrosa.

—Continúa.

—Quiere que me infiltre en el grupo y espíe para ella, pero a mí me interesa Kusanagi.

Taro entorna los ojos.

—Había otras mil formas de acercarte a él, pero, déjame adivinarlo: no querías poner en peligro tu posición privilegiada, ¿eh? ¿De verdad crees que eres adecuada? Kusanagi es un cachorrito; además, Tanabe te ha calado.

—Sonohara ya sabe la verdad, estamos en el mismo bando.

—No me has entendido.

Durante una fracción de segundo, la máscara de impasibilidad de la joven amenaza con agrietarse. Si Takeda está en lo cierto, significa que su motivación acaba de marchitarse, que ha permitido que una chica inocente se lleve el mayor susto de su vida y haya sido humillada para nada.

—Prometió ayudarme si le daba lo que quería.

—¿Sí? ¿Segura? No deberías confiar con tanta facilidad en la carita de niño bueno del presidente. —Taro suspira y se aleja un paso—. Mira, lo mejor va a ser que empieces a pensar en la manera de protegerte de Saito sin acercarte a Serizawa y sus amigos.

Bentō: ración de comida para llevar.

Sensei: es un título honorífico que se emplea con profesores, médicos, políticos y otras figuras de autoridad. También sirve para expresar respeto por una persona que ha alcanzado cierto nivel de maestría en una determinada habilidad, de modo que puede usarse con novelistas, poetas y maestros de artes marciales.

Uwabaki: zapatillas de goma flexible que los alumnos japoneses utilizan para andar dentro de los centros escolares.


*La imagen del encabezado pega más en el capítulo anterior, pero en ese os he dejado una imagen del Palacio Imperial y en este no tenía muy claro qué poner así que todo bien ^^

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