uno.
No podía quejarse, su celda ahora había sido reemplazada con una lujosa mansión perdida entre la nada, ni siquiera ella sabía dónde se encontraba, durante el camino había quedado profundamente dormida, ya que tras escapar, Gabriel la sedó, básicamente se le podía considerar un secuestro.
Abrió sus ojos con pesar, tratando de asimilar su situación. Maldición, había pasado por toda una locura y ahora parecía estar en un paraíso, en esa casa parecía que podía sobrevivir una familia durante al menos seis meses sin la necesidad de salir fuera, y todo parece ser que ese era el plan del hombre que la llevó ahí, al cuál hasta ahora no había visto, tenía muchas cosas qué decirle. No había explorado para nada la mansión, pero salió de aquella impecable habitación donde yacía, no podía ser tan difícil encontrar a la persona que la llevó. Notó que se encontraba en el segundo piso, aún un poco desorientada, decidió bajar las escaleras con cuidado, encontrándose con la sala de estar, lo primero que escuchó fue una tos proveniente de una mujer, seguido de unos segundos donde al parecer tenía dificultad para respirar.
—Nathalie, mírame, todo está bien, ¿sí? cálmate, no volverás a usarlo nunca más.
Tranquilizaba aquél hombre que se encontraba a los pies de la mujer quién estaba sentada en el sofá, la cuál intentaba reincorporarse.
—Lo usaré si hace falta, no puedo fallarle jefe, su bienestar es el mío.
—Entonces eras tú...
Interrumpió Marinette en la escena, Gabriel frunció los labios.
—Querida, no creí que fueras a despertar tan pronto.
—¡Dime por qué! ¡Por qué me hiciste eso!
Gritó recobrando los recuerdos de lo que había pasado, aquél mes donde la abandonó, donde se llevó lo más importante que tenía, un mes donde nunca dejó de culparse y ahora él se delataba sin más, no hizo falta que revelará que era Hawk Moth, no era tonta.
—Todo tiene una explicación, solo permíteme un momento.
La tos de Nathalie volvió a hacer presencia en la habitación.
—Será mejor que te lleve a tu cama, necesitas descansar.
Habló el hombre dirigiéndose a la mayor, la de anteojos asintió sin fuerza, dedicándole una sonrisa de comprensión a Marinette antes de ser cargada entre los brazos de su jefe para transportarla a su habitación. La menor resopló, no entendía nada y se molestaba más cada vez que la hacían esperar por respuestas, tras algunos minutos, el mayor de los Agreste estaba ahí de nuevo.
—Bien, ¿qué necesitas que responda? No tengo mucho tiempo.
Habló con frialdad, una frialdad que se le hacía extraña, él no solía hablarle de esa forma, pero ella le gritó, así que en cierto punto lo entendía.
—¿Por qué tenías que enamorarme para poder quitarme el miraculous? ¿cómo supiste que era yo? ¿por qué desapareciste un mes? ¿pediste el deseo? ¿acaso tú...
—Ya basta, abrumas con tantas preguntas, vamos poco a poco— se acomodó los anteojos, permitiéndole a la azabache una mejor vista de sus casi grises ojos— en un principio quería que sufrieras, así como tú me hiciste sufrir mucho tiempo en tu forma de Ladybug.
—Mi trabajo era deten...
—Dejame terminar. Te descubrí por unas grabaciones de seguridad en la empresa. No, no pedí el deseo porque me arrepentí, pero si volvía a verte para devolvertelo, me hubieras puesto la paliza de mi vida.
—En eso no te equivocas.
Gruñó la chica, y el hombre pasó su mano sobre su sien.
—Ahí lo tienes, las respuestas que querías.
Se dio la media vuelta, dando a entender que se retiraría a su habitación o a donde fuera, la de ojos azules miraba confundida, tenía ahora más preguntas que respuestas.
—No...¿por qué fuiste por mi? ¿por qué poner en riesgo tu libertad y la de tu secretaria?
—Ese es el problema, querida. Ni siquiera yo sé eso, así que no puedo decírtelo, aún debo resolverlo.
—¿Es en serio? No puedes simplemente volver por mí cuando quieras, ¡ya me usaste! ¿para qué más vas a quererme?
Captó su atención, porque Gabriel ya había volteado nuevamente y la miraba fijamente a los ojos.
—No te quiero para algo exactamente. Solo te quiero.
...
No había vuelto a verlo desde hace unas horas, él se encerró en lo que parecía ser su oficina, y durante ese tiempo mejor se dedicó a ver si podía irse de ahí o lo que fuera que pudiera hacer, se estaba volviendo loca entre tanta pared blanca. Habían muchas puertas, pero todas estaban cerradas con llave, intento tras intento de abrirlas ya la había agotado.
—No vas a poder irte.
Nathalie negó con la cabeza, estaba recargada sobre el marco de una pared, Marinette se sobresaltó al escucharla.
—Nathalie, sé que no quieres esto, ayúdame a irme, estoy cansada de estar aquí, no entiendo nada...
—Claro, abriré una puerta para ti.
La mirada de la menor se iluminó.
—Pero no llegarás a París, estamos en medio de la nada, no sobreviviras sola si caminas a través de este bosque.
—No importa, lo intentaré.
—En cuanto llegues allá, volverás a prisión, no será mucha diferencia, a pesar de que aquí tienes todo y allá no.
Suspiró rendida.
—¿Por qué haces esto?
—La familia Agreste siempre ha sido lo más importante para mi, no dejaré caer a Gabriel, entenderlo es muy complicado y lo que te hizo no fue lo mejor, pero él resolverá sus sentimientos después.
Marinette soltó una sonora carcajada, incrédula de lo que había escuchado.
—¿Sentimientos? Dudo que alguien como él tenga sentimientos, es capaz de hacer daño a quien sea y al costo que sea.
Sollozó dañada, ella sí llegó a sentir algo por aquél enmascarado y ahora él que le dijeran que él también siente algo por ella le parecía una burla totalmente, perdió todo por él y es como si Gabriel tratara de arreglarlo tan solo regalándole una rosa y diciendo un par de palabras bonitas.
—Puedes no creerme, estás en tu derecho, pero él te lo demostrará. Ojalá puedas ser feliz a su lado.
Por alguna razón sintió un dejé de tristeza en la voz de su asistente, tras decir eso, la del mechón rojo se retiró, no era un secreto que ella llevaba años enamorada de Gabriel, pero su felicidad le importaba más que la suya y por eso mismo no se iba a interponer si su jefe quería formar algo con aquella joven, incluso si lo hacía en la misma casa donde ella vivía.
—Creo que Nathalie ya te contó bastante, ¿no?
Habló la imponente voz del hombre, quién se asomaba desde la otra esquina.
—Sigo sin poder tomarlo en serio.
Replicó.
—Tomalo como quieras, es más, te lo probaré...¿quieres tu miraculous de vuelta?
El brillo volvió a los celestes ojos de la contraria.
—Sí, necesito a Tikki ahora.
—Hay una pequeña condición, preciosa.
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