👑 Capítulo 49
Williams se acerca a nosotros con pasos despreocupados, a la vez que esquiva a aquellos que se cruzan en su camino con algunas cuantas copas de más en sus cuerpos. Por el rabillo del ojo, veo como Fred presiona a Andriu para que le pague lo que le debe. Ella, de mala gana, le da el dinero por lo bajo lo más disimuladamente posible.
—Creía que no ibas a venir —le digo a Axel en cuanto está a un paso de mí.
—Pues aquí estoy. —Se encoge de hombros restándole importancia.
Turner le da una fuerte palmada en el hombro, apretándoselo como una forma de darle la bienvenida. Ann se remueve, incómoda, a mi lado. Pongo la mirada sobre ella y me percato de que busca algo con insistencia por los bolsillos de sus prendas de vestir. En el instante en el que logra sacar su teléfono móvil de sus vaqueros azules, una sonrisa y un suspiro de alivio salen a la luz.
—Tengo que hacer una llamada. Si me necesitáis, estaré fuera —se excusa ella, un tanto tímida.
Nosotros asentimos para que se vaya tranquila. La pelirroja le echa un rápido vistazo a Axel, el cual provoca que la tembladera se haga presente en sus delgadas piernas y, sin más demora, se marcha. No me hace falta pensar mucho para averiguar que se va por el miedo que le tiene al chico. No tiene que llamar a nadie, solo ha puesto una excusa para no estar cerca de él.
Fred se saca otra pulsera del bolsillo y se la entrega a su amigo. Este se la pone y, al rato, un camarero viene para atenderle. Él pide un cubata con ginebra. No pasa ni un minuto desde que el hombre toma nota de la bebida que Axel quiere, hasta que se la trae. Durante este tiempo, ninguno ha intercambiado palabra alguna. Noto como Andriu se encoge en su sitio, en un intento de hacerse pequeña a la vista del expresidiario. Algo no va bien entre ellos dos, eso está más que claro. Puedo cortar la tensión con un cuchillo si me lo propongo.
—Oye, Axel... —habla la pelo azul—. ¿Podríamos hablar sobre...?
—No —contesta el nombrado de forma tajante.
Williams pega un largo trago a su vaso. Su rostro se arruga como si hubiese chupado un limón, lo que consigue causarme gracia.
—Ya te he pedido perdón muchas veces —insiste ella—. Me gustaría que...
—No quiero hablar, Andrea.
La conversación finaliza ahí.
Arrugo la nariz al escuchar un nombre diferente al que conozco yo con el cual se refieren a la hermana de Ann. ¿Andrea es su verdadero nombre? Entonces seguro que, Andriu, es un mote o algo por el estilo.
El ambiente vuelve a ponerse tenso entre nosotros cuatro. Lo único que hace que se suavice un poco la situación, es la música que inunda el lugar. Si no fuera por eso, creo que estoy se convertiría en una pelea interna de la que, Fred y yo, saldríamos mal parados.
Turner traga saliva y se dedica a darle un sorbo a su bebida. Al realizar esta acción, pone sus ojos sobre mí y arquea las cejas. Lo interpreto como una manera de romper el hielo entre ambos, para que el enfrentamiento de sus amigos no nos salpique. Yo le muestro los dientes apretados en un intento de sonrisa, dándole a entender que esto se ha vuelto un poco incómodo desde que Axel ha llegado y Andriu ha decidido hablarle. Pero por como se muestra él ante la escena, sé que sabe perfectamente lo que ocurre y que no es la primera vez que los dos están tan huraños el uno con el otro.
—Bueno, hermano —interviene el moreno—. Quiero hablar contigo a solas un momento. Dejemos a las chicas.
Axel asiente con la cabeza y se bebe del tirón el alcohol que le queda en el vaso. Tras dejarlo vacío sobre la barra, él tira con suavidad de la tela de mi chaqueta, justo en la zona del codo, para llamar mi atención. Le miro y espero a que hable.
—No te emborraches como la otra vez —se burla con una sonrisa plantada en la cara.
—Muy gracioso —contesto, fingiendo que me ha ofendido.
Él se ríe ante mi reacción y, acto seguido, se marcha con su amigo hacia algún punto de la discoteca que no me da tiempo a ver, ya que los presentes de la fiesta les acaban ocultando con sus cuerpos.
Carraspeo la garganta ante el silencio tan incómodo que se ha formado entre Andriu y yo y le doy un trago a mi bebida, notando bajar el líquido acompañado de un ardor muy suave. La pelo azul apoya un brazo en la barra y se queda mirando su vaso lleno sin decir nada en absoluto. Camino hacia el lado que Fred ha dejado libre y me pongo en la misma posición que ella, teniéndola de frente en el caso que decida entablar una conversación conmigo. Pero como veo que no está por la labor de dar el primer paso, hago el esfuerzo de hablar yo.
—Te llamas Andrea —afirmo lo ya obvio.
—Sí. Andriu es solo un apodo cariñoso —explica al ver por dónde va encaminada esta pequeña charla—. Suelen llamarme por mi nombre verdadero cuando están enfadados conmigo o deben decirme algo que requiera de una gran seriedad.
—Axel está enfadado contigo —adivino con mayor obviedad.
Ella asiente en respuesta y le da un pequeño trago a su vaso.
—¿Qué es lo que os pasó? —indago.
La hermana de la pelirroja se queda callada, mirando con mucho detenimiento las zapatillas negras que lleva puestas.
—Le dejé solo en un momento de su vida en el cual me necesitaba más que nunca. —Suspira.
Analizo su respuesta y veo la oportunidad perfecta para comenzar a preguntarle acerca de ello. Supongo que se refiere a la noche en el que le apresaron para meterle en la cárcel. Esa noche donde, supuestamente, asesinó a su madre y a tres hombres más, y donde también hirió a su hermanito pequeño. Esa noche donde tuvo que hacerse fuerte y adulto de golpe para poder afrontar lo que se le estaba por venir encima. Esa noche donde se quedó completamente solo de un minuto para otro. Espero tener la suerte de que me revele algo de importancia, que tenga relación con esto.
—¿Qué le ocurrió? —Ladeo la cabeza para aparentar curiosidad.
—Pregúntaselo a él. —Ríe sin gracia.
Aparto la mirada de ella, dándome por vencida. Ya no voy a conseguir que hable más al respecto. Ha zanjado el tema y no creo que esté dispuesta a volver a abrirlo para constarme más sobre Williams.
Pongo mis ojos sobre el camarero y me quedo observando cómo prepara un cóctel a uno de los muchos clientes que tiene esperando. Mueve sus manos, batiendo el contenido de la mezcla que tiene en el interior de una coctelera, la cual hace saltar de su mano derecha a la izquierda y viceversa. Temo por que se le escape el cacharro de entre los dedos y escalabre a alguien sin querer, o que se le vierta el contenido y tenga que empezar desde cero.
Desvío la vista hacia mi respectivo cubata y bebo de él. Miro mis dedos enroscados en el vaso mientras pienso en alguna forma de escabullirme de aquí para romper la incomodidad que hay entre ambas, pero tampoco quiero dejarla sola, así que tengo un debate mental bastante reñido. Los minutos pasan y Axel, Fred y Ann no aparecen por el lugar. Casi estoy por terminarme el segundo cubata de la noche y ya comienzo a sentir un poco de calor en las mejillas y en la cabeza, incluso comienza a hacerme gracia la idea de que el camarero se tropiece y desparrame el alcohol.
—Oye, Kris. —Su voz me saca de mis pensamientos, haciendo que la mire—. He estado pensando que quizás podríamos empezar de nuevo. La noche que nos conocimos no empezamos con buen pie.
Bebo otra vez.
—Fuiste la responsable de que tuviese que cruzar esa estrecha viga a metros de distancia, así que no me extraña, guapa —le echo en cara, a pesar de que no quería decirlo de esa forma.
Me llevo la mano a la boca en el acto, con los ojos muy abiertos. Le echo un rápido vistazo a mi vaso de alcohol y enseguida entiendo por qué razón me están empezando a salir las palabras de manera tan fluida.
—La ibas a cruzar de todas formas —se defiende, un poco molesta—. Las fiestas están vigiladas. Saben quién entra nuevo y quien sale, si es que pueden salir.
Trago saliva al escuchar la última frase. Es fácil entrar y muy complicado escapar. Vale, lo he pillado.
—Pero avisaste a Jayden, hij... —Muerdo mi lengua para evitar que esa palabrota salga de entre mis labios.
—Lo sé —admite—. Todos hemos tenido que hacer la novatada. Axel, Fred, Ann, mi hermano, yo... y demás personas.
La pelo azul vuelve a poner la mirada en su vaso, aún lleno. Yo me limito a observarla, aguardando a que continúe hablando si es que tiene algo más que decir, pero yo no pienso abrir la boca esta vez. No quiero tener que decir algo de lo que luego me arrepienta, que ya me dan risa hasta las botellas de tequila que hay en la estantería de detrás de la barra, y me lo veo venir.
—Mi hermano murió haciéndola, mi único hermano. La única familia que me quedaba —agrega en un tono de voz que entristece—. Me pareció muy injusto que una novata se librase de hacerla cuando él no tuvo otra opción. Por eso llamé a Jayden. Quería asegurarme de que la hacías. Suena a que soy una cabrona, lo siento.
En cuanto ella vuelve a mirarme, me estremezco. Trago saliva y me dispongo a seguir bebiendo lo que me queda de cubata. Medito durante unos instantes sus palabras; entiendo por qué lo hizo, le daba rabia que yo tuviese la oportunidad de salir ilesa cuando su hermano se mató cruzando aquella viga.
—Siento mucho lo de tu hermano, Andriu —me disculpo con sinceridad—. Pero ¿y Ann?
—Ella no es mi hermana. —Niega con la cabeza—. La conocí meses después de que Axel entrara en la cárcel. La saqué de un apuro en una entrega. Desde ese momento prometimos estar juntas, como si fuéramos familia, aunque no de sangre.
Chasqueo la lengua y miro el poco contenido que le queda a mi vaso. Estoy unos instantes observándolo, pensando en las confesiones de la pelo azul. Sí que es verdad que nuestro comienzo no fue muy bueno, tuve una mala visión de ella y le puse la cruz antes de conocerla más a fondo. Pero ahora que he tenido la oportunidad de hablar con ella de una forma más tranquila, creo que es mejor persona de lo que creía.
—No debisteis meteros en esa fiesta. Os hubieseis librado de hacer la novatada —comento y hago una pausa para beber—. Aunque supongo que no sabríais lo que se les hacía a los novatos ahí al principio.
—Kris... la verdad es que nosotros estábamos sentenciados a hacer esta mierda desde el día en que nacimos —declara—. No pudimos evitarlo. Y créeme que lo intentamos. Hay gente que entra sin saber, como la gran mayoría, pero hay otra que ya está dentro desde ese momento en el que el test de embarazo da positivo.
Trago saliva al escucharla, a la vez que mis ojos se abren de par en par. Me hacía una idea de que algunos no estaban metidos en este lío porque quisieran, pero no porque estuviesen obligados desde antes de venir al mundo. Me pensaba que los habrían engañado como hicieron con Woody y su novia. Los atraen con fiesta y diversión y luego se les presenta una mafia con una prueba de confianza que te puede llegar a matar; y, si después de eso, sigues con vida, te ofrecen una iniciación para pertenecer al bando de traficantes de drogas que son. Al menos aquí tienen el detalle de dejar que seas tú quien decidas si la haces o no. Por no hablar de que, si abres la boca, te hacen desaparecer completamente del mapa.
—¿Entiendes ahora por qué me pareces una estúpida? —agrega ella—. Nosotros luchando por salir y tú por entrar. ¿Qué sentido tiene?
Asiento dándole la razón, aunque ella no sepa la verdad por la cual hice lo que hice y estoy rondando por aquí. Voy a darle un último trago a mi bebida, pero es entonces cuando me doy cuenta de que ya no queda ni una sola gota. ¡Oh, no! Con lo rico que estaba... Necesito y quiero otro. Me pongo de puntillas en busca del camarero para pedirle otra, sin embargo, no le diviso por ninguna parte. Suelto un suspiro de frustración. ¡Exijo mi cubata de ron!
—Por ese suspiro percibo que me sigues guardando rencor —me hace saber Andriu.
—Nada que ver. Solo quiero otro de estos. —Le muestro el vaso vacío.
—¿Estás segura de eso? —Arquea una ceja con diversión.
Asiento con la cabeza repetidas veces.
—Estás borracha —me informa.
—No estoy borracha, estoy contenta —corrijo.
Una sonora carcajada sale de los adentros de la hermana de Ann. Suena incluso más alto que la música que tienen puesta. Y no sé por qué se ríe, he dicho la verdad. No estoy ebria, voy feliz. Muy pero que muy feliz. Puede que demasiado, lo admito, pero aún soy medio consciente de todo lo que sale de mi boca. El único problema que tengo ahora es que voy a empezar a soltar tonterías en cero coma.
—Ten, comparto el mío contigo —me ofrece empujando su vaso hacia mí.
Alzo ambas cejas en una expresión de sorpresa. Ella me hace un gesto con la mano para que acepte sin problema. Sin más demora, tomo el cubata entre mis manos y le doy un pequeño trago. Hay que ver lo bueno que está esto.
—Tú no bebes muy a menudo, ¿verdad? —indaga con burla.
—Claro que sí —contesto con obviedad—. Bebo agua todo el tiempo.
La pelo azul me mira con diversión en su rostro. A continuación, toma su vaso y bebe un poco de su contenido. Supongo que ha visto que, como no se dé prisa, me lo acabo antes de que pueda siquiera probarlo.
Al notar posarse algo sobre mi hombro izquierdo, me giro de inmediato para ver de qué se trata. Enseguida veo a Fred acompañado de Axel, quien parece un poco ausente. El moreno me sonríe y rodea mis hombros con su brazo derecho. Me remuevo un tanto incómoda por su cercanía, intentando hacerle ver que prefiero que no esté tan cerca de mí. Después de lo que pasó entre nosotros en mi casa aquella mañana, temo que se vuelva a repetir. Al moverme para poder apartarme un poco de él, tropiezo con mis propios pies y estoy a nada de caerme al suelo, de no ser por Andriu, que me agarra de inmediato del codo para ayudarme a recuperar el equilibrio. Fred quita el brazo de encima de mí y me ofrece ayuda también.
—¿Cuánto has bebido en nuestra ausencia? —pregunta Williams al darse cuenta de mis pocos reflejos a la hora de tener que sujetarme a algo para evitar caerme.
—Casi nah —respondo entre risas.
—Dos cubatas y medio —interviene la pelo azul.
—Joder, hermano. —Abre los ojos más de lo normal.
—Ninguno de ellos es tu hermano, no mientas —le regaño y él se ríe.
—Kristen, él no se refiere a... —intenta explicarme Fred—. Bueno, da igual.
Me humedezco los labios y pongo la mirada en Axel. Él me observa expectante, a la espera de lo próximo que diga o haga que pueda causarle risa. Ni siquiera me lo pienso dos veces cuando doy un paso hacia a él y le agarro de la mano. Este me mira entre sorprendido y confundido.
—Baila conmigo —le pido.
No le doy tiempo a responder, solo le conduzco hacia la pista de baile mientras él hace lo posible por mantenerse anclado en su sitio. Sin embargo, a los pocos segundos, se deja guiar.
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