👑 Capítulo 43

Siento los pómulos pegajosos, debido a la sal de las lágrimas que he derramado instantes atrás. Me limpio las mejillas con las mangas de la sudadera de Axel y luego me abrocho el cinturón. Después de cruzar los brazos sobre mi pecho en busca del calor de las prendas de ropa que llevo puestas, apoyo la cabeza sobre la ventanilla del coche, a la espera de que Fred decida arrancar y llevarme a casa.

Observo como él se abrocha su respectivo cinturón y coloca los espejos retrovisores. Su mirada no se cruza con la mía en ningún momento, simplemente se queda concentrado en lo que está haciendo. Después enciende el aire caliente para que el frío de la noche no nos hiele más. El moreno ni siquiera tiene su cazadora para abrigarse; Axel me metió con ella en la bañera y no hemos podido secarla a tiempo.

—Oye, ¿puedo hacerte una pregunta? —Rompe el silencio, posando sus ojos en los míos.

Asiento levemente con la cabeza, aguardando a que la formule.

—¿Te gusta Axel?

No respondo, solo le observo expectante. No me había parado a pensarlo hasta ahora, y la verdad es que es posible que esté empezando a sentir algo por él. Me gusta estar a su lado, ya no lo veo como una obligación por mi trabajo. De hecho, me duele bastante estar mintiéndole debido a la misión que se me ha encomendado. A pesar de que lo hago principalmente para ayudarle, para descubrir lo que ocurrió aquella noche realmente y limpiar su nombre, me siento como si fuese yo la villana de la película cuando en realidad son otros.

Y últimamente es él quien ocupa la mayor parte de mis pensamientos. Es él quien está rondando por mi cabeza sin descanso alguno. Es él quien me quita el sueño, quien aparece en mis pesadillas, las cuales tratan sobre perderle de una forma o de otra; de él apretando el gatillo contra mí. Pero de lo que no me he percatado hasta este momento, es de que la única que va a disparar soy yo, y de que el único que va a recibir la bala va a ser él; porque voy a acabar haciéndole daño, aunque no quiera. Así que, por mucho que me cueste decirlo, creo que sí. Axel me gusta.

—Es que no pensé que llegarías a llorar por alguien que no te importa —añade—. Es decir, es tu trabajo estar con él.

Intento mostrarle una pequeña sonrisa en mis labios, pero termina por convertirse en una mueca de desagrado.

—Me importa más de lo que crees —confieso—. Sino no me hubiese metido en este problema.

—Tienes razón —admite.

Turner aparta la vista de mí y arranca el coche. Hecho esto, sale del aparcamiento y comienza a conducir a una velocidad moderada por la pequeña carretera. Tras unos segundos en los que creo que en el resto del trayecto ninguno de los dos vamos a abrir la boca, el moreno habla.

—Me he enterado de que has reabierto el caso de Axel —comenta como si nada.

Un escalofrío se aloja en mi nuca, haciendo que me remueva en el sitio. Por un tiempo se me había olvidado que Fred está al tanto de todo lo que pasa en comisaría y conmigo gracias a los infiltrados. Está claro que a él no le voy a poder ocultar absolutamente nada, porque si no se entera por mí, se enterará por otra persona. Esto es frustrante.

Al no decir nada al respecto para confirmarle lo ya obvio, él agrega lo siguiente:

—Estás perdiendo el tiempo.

—¿Eso crees? —Ruedo los ojos.

Si es verdad que estoy desperdiciando mi tiempo en una investigación que no va a dar un resultado distinto al que ya se muestra, me gustaría comprobarlo por mí misma. Si tengo que darme la hostia, me la doy. Aunque no creo que eso suceda, estoy muy convencida de que Axel no mató a su madre. E incluso me arriesgo a decir que no mató a absolutamente nadie.

—Sí, al igual que con el tema de vigilarle —confirma—. Él no está haciendo nada como para que vuelva a prisión.

—Lo sé. —Suspiro—. Hace tiempo que me di cuenta de eso.

—¿Hace cuánto, aproximadamente? —indaga echándome un rápido vistazo.

Una tierna sonrisa se hace presente en mi rostro al pensar en la de veces que me ha demostrado lo buena persona que puede llegar a ser.

—Desde que le vi cumpliendo su trabajo social en un hospital —explico—. Discutía con un niño sobre si el dibujo que este había hecho era Pluto o Simba. Me encantó ver eso.

Ese fue el día en el que me di cuenta de que era imposible que él fuera un asesino.

Aparto la cabeza del cristal de la ventanilla y miro hacia mis piernas, intentando esconder la expresión facial tan vergonzosa que ha decidido aparecer ahora.

Escucho como Fred se ríe ante mis palabras. Pero no es una risa que pueda considerarse como una burla, sino una amable, como si compartiese mi misma opinión.

—Pues que sepas, que a quien viste aquel día, era el verdadero Axel. El que yo conocí cuando ambos teníamos cuatro años —confiesa—. El que tú conociste y el que la mayoría de las personas ve, es solo una máscara que usa para alejar a la gente de él. Y para ello usa el tema del asesinato.

Abro los ojos de par en par al oír esta última frase. Poso la mirada en el perfil del moreno y hago el intento de analizar las facciones de su cara. Parpadeo un par de veces mientras le doy vueltas a un pensamiento en concreto en mi cabeza: ¿Acaba de decirme, indirectamente, que su amigo no cometió ningún crimen?

Fred acaba sintiéndose observado, por lo que no tarda en dirigir sus ojos marrones hasta los míos. Veo como traga saliva y aprieta el volante entre sus dedos. Está nervioso.

—¿Estás diciéndome que Axel no es un asesino? ¿Qué solo lo usa como tapadera? —expongo mis dudas.

—No, no me líes. —Vuelve la vista a la carretera.

Frunzo el ceño y él se agarra el labio inferior con sus dientes. No le quito los ojos de encima, me mantengo así hasta que soy consciente de que le estoy haciendo sentir incómodo. Aquello no lo tenía planeado decir. ¡Joder, se le ha escapado! Solo era cuestión de tiempo que alguien errase, que dejase a la vista el principio de toda una verdad.

—No me mires así, Kelsey. No soy alguien al que tengas que interrogar —me regaña, un tanto molesto—. La máscara que usa es verdadera en una parte.

Arrugo la nariz ante su contradictoria respuesta. Creo que no puedo estar más confundida.

—Él es un asesino —asegura—. Él mató a esos tres hombres.

El corazón me pega un vuelco. ¡Ha vuelto a meter la pata! Axel es inocente del asesinato de su madre.

Desvío la mirada hacia mi ventanilla, viendo pasar las calles desiertas e iluminadas por la cálida luz de las farolas a una velocidad baja. Me llevo una mano al pecho, con la intención de tranquilizar mis pulsaciones y la respiración tan agitada que entra y sale de mis pulmones.

—¿Y a Margott? —inquiero en apenas un susurro.

Le observo por el rabillo del ojo. Fred cierra los ojos por una milésima de segundo y luego los vuelve a abrir, maldiciéndose a sí mismo entre dientes. Sé de sobra que mi insistencia le fastidia, y eso solo me da más motivos para indagar en el tema por mucho que le moleste.

—Axel los mató a todos, ¿vale? —espeta, con la paciencia al límite—. ¿Puedes dejar de preguntarme sobre esto, por favor?

Está evitando el tema a toda costa, es obvio que oculta algo, pero decido no insistir por el momento. No voy a conseguir nada. Desvío la mirada hacia mis piernas y me dispongo a meter las manos en los bolsillos de la sudadera, sin embargo, es aquí cuando me percato de que no tiene. Por no hablar de que...

—Fred, no me lleves a casa. —Suspiro—. Mis llaves estaban en mi ropa, y ahora mismo está donde Axel.

—¿Quieres que volvamos? —Me mira.

—No. —Niego con la cabeza—. Lo más seguro es que las haya perdido en el mar.

No descarto que estén dentro de la boca de algún pez grande.

—¿Quieres que te lleve a mi casa, entonces?

—Sí, por favor —le pido.

Turner me muestra una cálida sonrisa de medio lado en sus labios y, tras apartar una de sus manos del volante, la dirige hacia el reproductor de música. Toquetea algunos botones y hace que una melodía comience a resonar a nuestro alrededor. Para mi sorpresa, la canción de "Luna negra" inunda mis oídos. Hacía bastante que no la escuchaba, ya la echaba de menos.

—¿Te gusta Beltrán? —indago con curiosidad.

—Sí. —Se ríe—. Mi hermano recopiló un montón de canciones de distintas partes del mundo, y entre ellas estaba esta. Desde entonces me gusta.

La voz con la que pronuncia estas palabras tiene matices nostálgicos, lo que le da un aire de tristeza que se nota que está intentando ocultar por todos los medios posibles. Analizo las facciones de su rostro, en busca de más información acerca de lo que siente en su interior, pero no percibo nada más aparte de lo ya dicho.

—No sabía que tenías un hermano —le hago saber.

—Y no lo tengo. —Susurra—. Lo asesinaron hace cuatro años.

Mi respiración se corta de golpe y luego continúa su curso. Veo culpabilidad en su expresión facial

—Lo siento. —Trago saliva—. ¿Quiénes lo hicieron?

El silencio se hace presente entre nosotros, lo único que perciben nuestros canales auditivos es la voz del cantante que emana de la radio.

—Oye, ¿cómo te llegó a gustar este tipo de canciones? —Cambia de tema repentinamente—. Eres una de las pocas personas que conozco que escucha canciones en otros idiomas.

Parpadeo un par de veces y opto por no seguir preguntando acerca del tema de su hermano. Hay que saber cuándo parar en estas situaciones, a Fred ya le estaba doliendo recordar el pasado.

—Mi padre es español, así que me solía poner música en su idioma —comento y él sonríe—. Los géneros que más escuchábamos eran el Rap y el Hip-hop.

—Tu padre sí que sabe de música. —Suelta una breve risotada.

Fred gira a la derecha en un cruce y reduce un poco la velocidad del coche. No respondo a su comentario, simplemente vuelvo a apoyar la cabeza en el cristal de la ventanilla y me mantengo en silencio, pensando.

Puede que sí, que mi padre tuviese un buen gusto musical, aunque eso depende de la persona que lo mire. Pero lo que no supo y nunca sabrá, es como ser un padre de verdad.

🐈

El sonido de las llaves chocando entre sí mientras el moreno realiza la acción de abrir la puerta de su hogar, resuenan en forma de eco por todo el pasillo. Llego a temer que algún vecino lo escuche y salga enfadado por haber interrumpido su sueño. Aunque sé que es algo ridículo porque apenas se escucha, en mi cabeza el ruido es bastante más fuerte, supongo que tiene que ver con el dolor de cabeza tan tremendo que tengo debido a lo sucedido hace apenas unas horas atrás.

Cuando él termina, accede al interior de su vivienda y se echa a un lado para que yo pueda hacer exactamente lo mismo. Nada más cruzar el umbral, el calor que desprende la calefacción del lugar me envuelve el cuerpo al completo, cosa que agradezco enormemente. Fred cierra la puerta a mi espalda y me toma de los hombros.

—Mi casa es tu casa —dice en un tono alegre.

Me da un leve empujón para que camine hacia el interior sin vergüenza. Obedezco y atravieso el corredor de la entrada hasta llegar al salón. Es bastante acogedor. El chico se posiciona a mi lado y pone sus manos a ambos lados de sus caderas.

—¿Quieres cenar, aunque sean casi las dos de la mañana? —me pregunta entre risas.

Muevo la cabeza en respuesta negativa. No tengo el estómago en condiciones para llenarlo de comida, estoy segura de que podría vomitarlo en un descuido.

—Pues la cocina está ahí. —Señala la puerta que está al lado de la entrada de su piso—. Si te sientes con ganas de comer algo, no te cortes y ve a cogerlo.

—Gracias —agradezco en un susurro.

Sin nada más que decir, él me agarra de la muñeca y tira de mí con suavidad hacia el pasillo que tenemos a nuestra izquierda; este conecta con varias habitaciones, cuatro en total. Hay una en la pared de la derecha, dos en la de la izquierda y otra al fondo del corredor. Fred me conduce hasta esta última. Cuando llegamos, empuja la puerta hasta que puedo llegar a ver el interior del cuarto. Tiene una pequeña cama pegada a la pared de enfrente, un armario al lado izquierdo de la entrada y una venta al final de esa misma dirección.

—Aquí es donde dormirás —dice soltando su agarre de mi piel.

Asiento para hacerle ver que le estoy prestando atención.

—El baño es la primera puerta —añade, señalando la que está en el lado izquierdo—. La segunda es solo una sala de estar. Y esta de aquí es mi habitación. —Me muestra el cuarto que hay en el lado contrario—. Si necesitas algo, solo ve y despiértame.

Vuelvo a asentir. Fred frunce el ceño un tanto confundido.

—¿Te paso algo? Llevas un buen rato en las nubes. —Se rasca un lateral de la cabeza.

—Sigo pensando en lo que me has dicho. No te creo —confieso.

El moreno suspira a la vez que apoya su espalda contra el muro que hay detrás de él. Veo como medita algo en silencio durante unos instantes. Su mirada está fija en el suelo mientras continúa sumergido en sus pensamientos. Al cabo de un rato, él alza la cabeza y me mira decidido.

—Voy a contarte la verdad —declara—. Pero debes prometerme que nada de lo que te diga saldrá de aquí. Si lo haces, nos matarán a todos. —Sus dedos agarran mi mentón con fuerza, obligándome a mirarle a los ojos—. Prométemelo.

Trago saliva e intento apartarme, pero él no me lo permite. La situación no hace más que complicarse por momentos, ahora también corro peligro si saco a la luz lo relacionado con el caso de Axel, y no solamente yo, Fred se ha referido a varias personas, lo ha dicho en plural.

—Te lo prometo.

Cuando él me escucha, aparta sus manos de mí. Tras meterlas en los bolsillos delanteros de sus pantalones, coge una bocanada de aire antes de comenzar a hablar.

—Axel tuvo sus razones para hacer lo que hizo, Kelsey. —El tono de su voz se vuelve serio—. Su madre no ha sido una buena persona en vida. Se dedicaba a maltratar a sus hijos. Cuando él creció y vio que ya podía defenderse, empezó con su hijo menor. Lo golpeaba siempre que el niño hacía las cosas típicas de los niños. Margott no soportaba a los críos.

Abro los ojos de par en par, sorprendida ante su relato.

—Un día disparó a Phillip y Axel salió en su defensa. La mató —prosigue—. Me acuerdo lo asustado que estaba cuando me llamó para decírmelo.

—¿Y qué hay de las otras tres personas? —Frunzo al ceño al ver que se ha olvidado de mencionar a las demás víctimas.

Turner abre la boca para decir algo al respecto, pero se arrepiente y la vuelve a cerrar sin decir absolutamente nada.

—Ve a dormir, necesitas descansar. —Ignora mi pregunta.

Hace el ademán de marcharse, sin embargo, sujeto su brazo impidiéndole dar un paso más. Él se gira y posa su vista en mí; sigue teniendo ese semblante serio en la expresión de su cara. Creo que no le está haciendo ninguna gracia que le retenga después de haber zanjado el tema.

Pego mi cuerpo totalmente al suyo y acerco mi rostro un poco al suyo. Su ceño se relaja y me observa un tanto curioso.

—Sigo sin creerte —le aseguro con firmeza.

Fred aprieta su mandíbula. He podido escuchar hasta sus dientes chirriar por la fuerza ejercida.

—No te estoy mintiendo —sentencia.

Le dejo libre y él, tras echarme un rápido vistazo, se encamina hacia su habitación. En cuanto se encierra en ella dando un suave portazo, me doy la vuelta y entro al cuarto que el moreno me ha asignado. Me siento en el borde de la cama y me quito las zapatillas. Tengo los pies congelados y un poco húmedos.

Me recuerdo que mañana tengo que intentar contactar con Chelsea para que me deje la copia de las llaves que ella tiene de mi casa mientras que aparto las mantas del colchón. Ella es la única que puede impedir que me quede en la calle, solo espero que no las haya perdido.

Cuando estoy tumbada y con la ropa de cama cubriéndome hasta el cuello, cierro los ojos pretendiendo dormirme. Me sabe mal dudar de la palabra de Fred teniendo en cuenta que me ha estado ayudando durante todo este tiempo, pero algo muy dentro de mí me dice que está mintiendo, aunque no sepa los motivos por los cueles haya decidido inventarse tal cosa. Tal vez no todo haya sido una mentira y lo de las amenazas de muerte sea verdad, pero eso no lo puedo saber con exactitud.

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