👑 Capítulo 27
Paso las manos por mi cuerpo, en busca de mi teléfono móvil. Mi respiración agitada se mezcla con el ruido de pisadas corriendo de un lado a otro, gritos y voces que me resultan terroríficas. Los nervios se apoderan de mí y no soy capaz de encontrar los bolsillos de mi chaqueta y pantalones. El pensamiento de que alguien aparezca de entre la oscuridad y me agarre no me está gustando nada, necesito luz a la de ya.
Doy unos cuantos pasos hacia atrás, hasta que mi espalda choca contra el panel de electricidad. Intento calmar mi respiración y no hacerles caso a los ruidos provenientes del exterior, ya que lo único que consiguen es empeorar mi estado. Una vez que estoy lo suficientemente tranquila, deslizo las manos por mi chaqueta en busca de mi dispositivo móvil; en el instante en el que doy con los bolsillos, los dedos de una de mis manos dan con el aparato. Lo agarro y lo saco de forma apresurada. Hecho esto, enciendo la linterna del mismo.
Dirijo la luz hacia el frente, lugar en el cual se encuentran las escaleras por las que he bajado. Trago saliva y camino hacia a ellas. Me aseguro de mirar bien por donde piso para no caerme y armar así un escándalo que pueda avisar de mi posición a terceras personas. Subo los escalones con el mismo cuidado, alumbrando de vez en cuando hacia arriba para evitar encontrarme con alguien indeseado.
No quiero sorpresas de ningún tipo ahora mismo.
Cuando llego arriba, me paro a escuchar lo que sucede a mí alrededor. Hay tantos gritos que cualquiera pensaría que estamos teniendo un ataque zombie, y eso que solo he apagado la luz.
Al afinar un poco más el oído me doy cuenta de que no solo se pueden escuchar los gritos de la gente, sino también ruidos metálicos, como si estuviesen golpeando las vigas viejas de este lugar, el chasquido de los escombros chocando cuando alguien pasa corriendo por ellos, y para mi sorpresa, un disparo. Un disparo que hace que se me erice la piel al instante.
—¡Encontradle! —grita la voz de Jayden.
Su voz es tan áspera y grave que es bastante fácil reconocerla. Tras este grito, otro disparo se hace presente en el lugar. Jo-der.
Bajo la linterna al suelo y comienzo a caminar fuera de la habitación, hasta salir al pasillo. Pero al hacer esto, mi cuerpo choca contra lo que parece ser otro cuerpo. Alzo de inmediato la linterna hacia el obstáculo que se me ha presentado y pego un grito al ver el rostro ensombrecido de Axel y el chico que estaba a punto de cruzar la viga; este rodea con su brazo izquierdo los hombros del expresidiario, con la intención de aguantar el equilibrio y no caerse.
Nunca. Y digo nunca. Apuntéis a alguien con una linterna en la cara estando completamente a oscuras. Dios mío, parecía el hombre del saco.
—No grites —me manda callar Williams en un susurro—. Y apaga esa linterna. ¿Quieres que nos encuentren?
—¿Y cómo quieres que vea por dónde voy? —me quejo.
Él abre la boca para decir algo, sin embargo, la termina por cerrar al no tener nada con lo que responder.
—Apunta al suelo y camina todo recto —ordena al cabo de unos segundos, señalándome con un leve meneo de su cabeza el corredor que tengo a mi derecha—. Yo te digo donde tienes que girar.
Tras escuchar su mandato, me doy la vuelta y me dispongo a caminar por el estrecho pasillo que él me ha indicado segundos atrás. Apunto al suelo con la linterna para evitar cualquier tropiezo, mientras cojo aire por la nariz y lo expulso por la boca lentamente.
A ver si así evito que me dé un infarto.
El sonido de pasos corriendo de un lado a otro hace que mire en todas las direcciones, alerta a lo que pueda pasar. Otro disparo se hace presente en el lugar y, a continuación, el grito de una chica resuena por todo el edificio. Esto provoca que frene de golpe y que, a causa de esto, Axel se choque contra mi espalda.
—Pero ¿qué haces? —se queja él en un hilo de voz apenas audible—. Vamos, ve más rápido.
Toma uno de mis hombros con su mano libre y empieza a empujarme hacia adelante para hacerme caminar.
—Gira a la izquierda —añade en cuanto aparece una salida en esa trayectoria.
Hago lo que me pide y giro hacia allí. Como acto reflejo, apunto con la linterna al frente, donde se puede volver a ver la pista donde estábamos antes, pero esta vez del lado contrario. Avanzo unos cuantos pasos con el corazón latiéndome desenfrenadamente.
—Métete en el baño de la izquierda —me pide, dándome un pequeño toque en el brazo para llamar mi atención.
En cuanto diviso la entrada del mismo a pocos pasos de mí, me acerco y me dispongo a entrar en él; para poder hacer esto último, paso por encima de una gran roca que hay justo enfrente, la cual dificulta un poco el acceso. Una vez en el interior, me giro y agarro al chico de uno de sus brazos para ayudarle a pasar. Este se tambalea por unos instantes en el momento que se suelta de Axel.
Le han emborrachado demasiado, al pobre.
Nada más cruzar, el muchacho se apoya en la pared de la derecha y se deja caer hasta el suelo, liberando todas las lágrimas nuevamente. Axel entra saltando la roca y, acto seguido, cierra la puerta, lo que provoca que un fuerte chirrido salga de esta. El chico y yo nos tapamos los oídos ante ese sonido tan desagradable.
—Espero que no nos encuentren —comenta Williams mirando la puerta fijamente.
El expresidiario se da la vuelta hasta quedar de cara a mí, al mismo tiempo que suelta un pequeño suspiro.
—¿Por qué razón no hemos salido? —pregunto, confundida—. Teníamos la oportunidad de escapar de aquí.
—Lo primero que hace la gente cuando hay un apagón general es salir —me responde con cierta burla—. Nos hubiesen visto enseguida. Aquí todos son aliados, no dudarían en delatarnos.
Desvío la mirada hacia el chico, quien sigue llorando desconsoladamente.
—Se han dado cuenta muy rápido de que ha desaparecido —afirmo.
—No eres la única con un móvil con linterna —se vuelve a burlar—. Jayden casi me atrapa.
Trago saliva.
—¿Por qué le dan tanta importancia? —inquiero señalando al muchacho con un leve movimiento de cabeza.
—Porque temen que vaya a la policía. Aunque si lo hace el que tendrá el problema será él. —Desvía la mirada hacia el chico—. Y no ellos.
Todos y cada uno de mis músculos se tensan al escuchar sus palabras.
Ejem... yo no soy policía. No, no, no. Qué va.
Voy a preguntarle otra cosa, pero el llanto del chaval me lo impide. Está destrozado. Me agacho hasta ponerme de cuclillas, justo enfrente de él y, luego, pongo mi mano libre sobre una de sus rodillas para llamar su atención. Él levanta la cabeza y posa sus ojos marrones enrojecidos en los míos.
—Ya ha pasado, tranquilo —le susurro, en un intento de calmarle.
Este se sorbe los mocos y baja la vista hasta sus piernas encogidas.
—Era mi novia —me hace saber en un hilo de voz apenas audible—. Ella era mi novia.
Abro los ojos de par en par, espantada por lo que acaba de decir. Dejo de hacer contacto físico con él, sin saber muy bien que decir al respecto para levantarle el ánimo. Ahora mismo, creo que eso es imposible.
—Quiero vomitar —comenta levantándose de forma torpe e inmediata del suelo.
En el acto, Axel se acerca a él y no tarda en agarrarle del brazo para evitar que se desplome. Seguido de esto, tira de él con cuidado hasta uno de los cubículos del baño, sin quitarle los ojos de encima. Cuando ambos están en el interior, el muchacho se inclina en la taza el váter y comienza a vomitar como si se le fuera la vida.
Williams apoya una de sus manos en la espalda del chico y la mueve con lentitud de un lado a otro como un intento de tranquilizarle.
—Lo siento —se disculpa el chaval una vez que ha acabado.
—No pidas perdón por esto —le dice Axel al mismo tiempo que niega con la cabeza—. Tú échalo todo.
Cuando dice esto, le da unas palmadas en la espalda en forma de apoyo. El expresidiario desvía su mirada hasta dar con la mía y me muestra una mueca de tristeza en sus labios. Él también está afectado por lo ocurrido. Al poco tiempo, el chico vuelve a vomitar.
—Eso es. —Asiente su salvador.
He de decir que pensaba que Axel se iba a quejar de que el pobre muchacho vomitase, incluso pensé que le iba a repugnar la idea de quedarse con él durante el proceso. Pero ya veo que no ha sido así; a cada minuto que pasa, él consigue sorprenderme más.
Tras apoyar las palmas de mis manos sobre mis muslos, me impulso hacia arriba, abandonando la posición en la que estaba antes hasta quedar de pie. Luego, me acerco hacia el rincón en el que se encuentran los lavabos. Una vez ahí, dejo mi teléfono móvil sobre la encimera de los mismos, boca abajo; así la linterna podrá iluminar un poco el lugar a partes iguales. Hecho esto, vuelvo a posar mis ojos en Axel.
Este aparta la mano de la espalda del chico en cuanto él se incorpora un tanto aturdido. El muchacho camina hacia a mí con pasos pausados, sin apartar la mirada del suelo. Cuando ha llegado a su destino, se posiciona enfrente de uno de los lavabos y procede a abrir su correspondiente grifo. Pero el agua no sale, ni una sola gota cae de este. Al ver esto, el joven deja escapar un suspiro mientras fija la vista en la encimera.
Acorto la poca distancia que hay entre ambos y paso una mano por su columna vertebral, acariciándola mientras busco sus ojos.
—¿Te sientes mejor? —indago en un susurro.
—A lo que el estado de mi estómago se refiere... Sí, me siento mejor —responde dirigiendo su mirada a la mía.
En cuanto estas palabras salen de la boca del muchacho, Axel nos manda callar de forma inmediata, lo que hace que nosotros dos nos tensemos en el sitio y pongamos los ojos sobre él. El expresidiario, con sumo cuidado, se acerca a la entrada del cuarto de baño.
—¿Qué pasa? —cuestiona el chico.
Axel le mira y, con un simple gesto de su dedo índice en sus labios, logra que el chaval guarde silencio. Tras asegurarse de que no vamos a volver a hacer ningún tipo de ruido, vuelve la vista a la puerta y se queda observándola con detenimiento a la vez que se acuclilla.
El crujir de los escombros bajo unos pies resuena por todo el edificio, cosa que consigue sacar mis nervios a la luz. Nos van a acabar encontrando.
—Eh, Alan. —Una voz masculina se hace presente fuera.
Escucho esos pasos acercarse hacia aquí.
—Hay luz aquí dentro —prosigue.
A la mierda el escondite.
Las pisadas pertenecientes a una segunda persona, llegan hasta mis oídos. Se aproximan. Un silencio en el que se puede notar la tensión que todos estamos experimentando en este momento, nos inunda al completo.
—Serán las luces de emergencia —comenta el chico al que le corresponde el nombre de Alan.
Williams vuelve a posar sus ojos sobre los míos, después, me hace un gesto con la mano para que me acerque a él. Le hago caso y camino hasta su posición lo más despacio posible para no hacer ruido.
—¿Estás seguro de eso, Alan? —inquiere su compañero con cierta burla—. No es posible que solo esté operativa esta.
En cuanto llego a su lado, me arrodillo en el suelo para estar a su misma altura. Él acerca su rostro al mío.
—Tengo un plan —me susurra Axel—. Y creo que no te va a hacer mucha gracia.
Pues entonces no quiero saber nada respecto.
—Tienes razón... —contesta Alan—. Debe de haber alguien ahí dentro.
Cuando escucho esto, me muerdo el labio inferior con fuerza mientras me maldigo interiormente. Ya no tenemos escapatoria...
—Quiero que finjas un orgasmo ahora mismo —me explica el expresidiario mirándome fijamente.
¿Peeerrrrdooona?
—¿Qué? —Abro los ojos de par en par.
—Tú hazlo —ordena con impaciencia.
Esto es demasiado vergonzoso para ser cierto. No me gusta, no quiero hacerlo.
Desvío la vista hacia la entrada del baño.
—Voy a entrar —le hace saber su acompañante mientras veo como el picaporte de la puerta se mueve.
No, no, no...
—Venga —me grita Williams en un susurro.
Me quiero morir.
—¡Oh, Diiiioooos...! —suelto de golpe, y creo que mi cara se pone de todos los colores.
Tierra trágame.
Miro a Axel, quien me observa con una expresión en su cara que me indica que se está aguantando la risa lo mejor que puede. Encima de que lo estoy pasando mal, va y se ría el muy desgraciado.
—¿Pero qué narices? —exclama uno de los chicos de fuera, sorprendido.
Williams me hace un gesto con la mano para que siga y yo siento que mi cara va a explotar.
—Oh, por Dios. ¡No pares! —vuelvo a gemir.
Esto provoca que los dos chicos de fuera comiencen a reírse de forma pícara y que, por supuesto, yo tenga más ganas de morirme a cada segundo que pasa.
—A estos ahora mismo no les importa el apagón —comenta el tal Alan, o eso creo.
—Sí, dejémosles intimidad. ¡Qué disfrutéis parejita! —grita el otro.
Al cabo de unos instantes, escucho los pasos de ambos alejarse de aquí, cosa que hace que suelte un suspiro de alivio. No me puedo creer que haya funcionado.
Fijo la mirada en el suelo e intento calamar la vergüenza que se ha apoderado de mi cuerpo desde el minuto uno. En el momento que oigo a alguien reírse a carcajada suelta lo más bajo posible, alzo la cabeza y poso mis ojos en Axel, quien es el dueño de esa risita tan contagiosa.
Pero será capullo.
—No te rías —le regaño—. No ha sido para nada agradable.
—Pero si tú también te estás riendo.
Sí, por no llorar.
Sin poderlo evitar, suelto una risotada como acto nervioso, la cual intento mantener en un volumen lo bastante bajo para que no se escuche fuera de aquí.
—Se nota que no eres de las que fingen orgasmos —afirma Axel.
—No los finjo, los tengo. Y yo misma me los he provocado —agrego—. Y si tan mal ha ido, haberlo hecho tú. No te jode.
Un breve silencio se hace presente.
—Soy virgen, princesita.
Abro los ojos un poco más de lo normal a no esperarme una respuesta como esa de su parte. Sin embargo, acabo por reírme de forma leve.
—No me lo creo —confieso mientras niego con la cabeza.
—He estado seis años en la cárcel. No he tenido tiempo. —Arquea las cejas al mismo tiempo que me muestra una sonrisa en sus labios.
Uh... No me acordaba de ese pequeño detalle.
—¿Qué demonios acaba de pasar? —pregunta el muchacho a nuestra espalda, confundido y sorprendido.
—Nada, no ha pasado nada —contesto aún con el rostro enrojecido.
Ya ha pasado, mejor no recordarlo.
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