Capítulo 2: Salvada
Itachi Uchiha
Cómo me molestaba tener que venir a unas misiones tan simples. La verdad es que yo siempre me había identificado como pacifista, pero tenía que reconocer que era el genio Uchiha, se me daba bien la batalla, era un ANBU reconocido en Konoha y asesiné a todo mi clan... claro que fue cumpliendo con mis deberes y obligaciones, aunque luego me desterrasen para aparentar que había sido culpa mía y limpiar el buen nombre del clan Uchiha, porque esos insensatos habían tratado de traicionar a la villa ¿Cuántos muertos habría supuesto eso? Yo tuve que hacer el gran sacrificio y aunque era pacifista y odiaba las batallas, siempre cumplía con mi deber.
Ahora tenía el odio acérrimo de mi hermano Sasuke, le dejé vivir porque no podía matarlo, me era imposible, él no había hecho nada malo y sé que un día él me mataría, lo deseaba, total...yo ya estaba enfermo y tampoco pensaba contarle nunca la verdad sobre el clan, quería que siguiera sintiendo que él era alguien importante, que venía del clan más fuerte de Konoha, que era el heredero legítimo de ese desaparecido clan. Sasuke soñaba con regresar el buen nombre del clan, soñaba con tener hijos y volver a crearlo, quizá yo también soñé eso en alguna ocasión, pero hasta a mi novia maté, ella también estaba a punto de asesinar a miles de personas sólo para conseguir el reconocimiento del clan, iban a crear una maldita guerra civil contra los de Konoha y yo sé que habríamos ganado, pero a costa de miles de vidas y todo... ¿Para qué? ¿Para ser gobernantes de Konoha? Podían haberlo hecho de forma legal, pero era más fácil alcanzar el poder con la fuerza y yo tuve que impedirlo.
Ahora estaba aquí, en Akatsuki, desterrado, solo y siendo odiado por toda mi gente, por mi hermano al que amaba con locura, al que dejé vivir. Estaba enfermo, mis ojos ya empezaban a perder visión y no sé cuánto aguantaría sin un buen médico que pudiera ayudarme, pero Akatsuki no lo tenía, sólo Konoha... y ellos no me ayudarían, yo sólo era... un criminal clase S.
Nos habían mandado venir a por Sabaku no Gaara, Kazekage de la villa de la Arena y creí que sería algo fácil. Odiaba pelear, pero lo hacía cuando me lo pedían... aunque siempre me gustaba acabar rápido. Creí que ería llegar y capturarle, pero ese chico era bueno, le había dado mucho trabajo a Kisame pero no podía ganarle, controlaba arena y Kisame el agua, le era imposible vencer en esta batalla. Me quedé al margen, sólo hice un ataque con mi genjutsu creando un clon de cuervo para comprobar su velocidad y fue el Kazekage quien protegió a la chica.
Mis ojos se centraron en ella mientras Kisame hablaba, sonreía y disfrutaba la batalla, pero yo me había quedado inmóvil. Estaba mal, podía ver eso, estaba muy débil y sus ojos tenían algo que yo reconocía muy bien, la soledad, pero también tenía otra cosa... el amor hacia su hermano y supe, que por muy herida o enferma que estuviera, no se rendiría con tal de protegerle, ese era el mismo sentimiento que yo tenía por mi hermano.
Esa chica era muy extraña, jamás había visto un arma como la que ella llevaba a su espalda, en Konoha no había armas así. Me mantuve quieto y a la espera mientras veía como Kisame empapaba toda la arena del Kazekage impidiéndole moverla con soltura y cuando ya estaba a punto de alcanzar con su gran espada a Gaara, esa chica se metió en medio bloqueándola con el abanico y abriéndolo lanzándola primera ráfaga de viento. Tuve que agacharme porque ese viento cortante pasó justo por encima de mi cabeza perdiéndose en el horizonte.
Cuando me di cuenta, su viento a esa velocidad estaba secando la arena, no estaba atacándonos, sólo protegía a su hermano, sólo le ayudaba en lo que podía, pero a mí me seguía pareciendo increíble que en su estado estuviera aquí frente a nosotros esforzándose como lo hacía, sabiendo que podíamos matarla en un abrir y cerrar de ojos. La mitad de las chicas de Konoha habrían salido despavoridas al verme, conocían mi leyenda, me conocían demasiado, pero ella seguía ahí. ¿Cuántas chicas se habían enfrentado a mí con decisión? Sólo conocía a dos... Kurenai y Sakura, ninguna otra se habría atrevido. De todas formas a ambas las habría destrozado si no hubiera sido por Kakashi que siempre se ponía en medio, ese maldito Sharingan que tenía y que Obito le había regalado me traía de cabeza. Esta chica no tendría la misma suerte, Kakashi no estaba aquí para protegerla, dependía de lo que hiciera su hermano y no podría hacer nada... yo estaba aquí para llevarme a ese chico costase lo que costase.
El tornado lo vi venir... pero no esperaba que utilizase la arena de su hermano para atacar a Kisame. La arena moviéndose a gran velocidad en ese viento era un riesgo, no nos permitía acercarnos a ellos sin acabar destrozados, los minúsculos granos de arena se convertían en una lija mortal, entrar ahí tendría graves consecuencias en nuestro cuerpo. De hecho... Kisame ni siquiera podía acercarse a ellos y al final, tuve que ser yo quien se decidiera a entrar, yo tenía mucha más velocidad, yo podía entrar sin que me diera y lo hice, aparecí a la espalda de la chica metiendo en el camino a su hermano en mi Genjutsu evitando que me atacase, mirarme a los ojos era mortal.
La lancé desde la arena de su hermano a uno de los tejados con una llamarada y se quejó al momento por el golpe. Su grito me dolió y no pude explicar el motivo, quizá era porque yo esperaba que se quedase ya allí quieta, pero volvió a levantarse mientras Kisame cogía a Gaara. Parte de su arena empezaba a volver a su tinaja mientras otra caía sobre la ciudad.
- No te lleves – me gritó la chica – no te atrevas a tocarle.
- Vaya con la chica... parece que no aprende – dijo Kisame pero yo no dije nada – no hay nada que un Uchiha no pueda hacer.
- Si le tocáis os mataré a todos – nos gritó – me da igual si es un Uchiha o no, no os llevaréis a mi hermano.
- No te levantes – le dije con mi voz amenazante.
- Vete al infierno – me gritó ella a mí levantándose – devuélveme a mi hermano – me gritó cogiendo de nuevo su abanico y lanzando otra ráfaga contra mí, la cual yo esquivé con un clon de cuervo, pero sí rozó la mejilla de Kisame haciendo que sangrase y enfadándole.
Una cárcel de agua se empezó a crear a sus pies y la cogió completamente empezando a ahogarla. Creí que Kisame por muy enfadado que estuviera soltaría cuando la dejase inconsciente, pero viendo su cara de loco, creo que me equivocaba.
- Suéltala – le dije pero no me hizo caso – he dicho que la liberes, no puede luchar más, no es un obstáculo para nuestra misión.
- Tú siempre tan blando – me dijo – eres igual que tu hermano, no te gustan las muertes innecesarias.
- Suéltala... ahora – le amenacé mientras la veía morirse sin poder respirar en esa burbuja de agua.
Por la sonrisa sádica de Kisame, supe que no estaba pensando en obedecerme, me estaba desobedeciendo a mí y eso yo no lo permitía jamás, yo era mucho más fuerte que él, yo era quien le había sacado vivo de muchas de las batallas y ahora... cuando yo pedía algo se atrevía a desobedecerme.
Hice uso de nuevo de mi velocidad y exploté la burbuja con mi fuego entrando por medio y cogiéndola para sacarla de allí. Kisame me miró extrañado por mi reacción pero yo sólo me fijaba en ella, tosía sin poder parar y no podía moverse, la había dejado tumbado en uno de los tejados y aún tenía mi mano derecha por su espalda sosteniéndola y la izquierda en su cintura. Ni siquiera sé dónde estaba su arma, supongo que habría caído hacia alguna calle del pueblo en la explosión que originé.
- No te lo lleves – me dijo cogiéndome con fuerza de la cama – por favor, no te lo lleves – dijo llorando – a él no.
- Es mi misión – le dije.
- Eres un maldito cobarde, sólo eres un criminal que no le importa hacer lo que sea por conseguir su misión, pero te juro... que te mataré si le hacéis daño a mi hermano, os encontraré y os destruiré a todos, si me dejas viva te encontraré.
- Entonces búscame... y ódiame, porque si no me odias lo suficiente... no podrás matarme – le dije dejándola inconsciente con un golpe y volviendo junto a Kisame que ya tenía cargado a Gaara para llevárnoslo.
Volvimos hacia la base y tuve una seria discusión con Kisame y es que cuando yo ordenaba algo, lo ordenaba y punto, se cumplía sin rechistar, yo era un maldito Uchiha, yo era quien había asesinado a todo mi clan, yo era el peor de los criminales, el desertor de Konoha, el genio Uchiha. No iba a consentir que Kisame por creer que mi enfermedad me debilitaba me pasase por encima, yo no estaba débil, podía luchar y era mucho mejor que él, era mejor que cualquiera de esta maldita organización, mi enfermedad por más dolor que me causase... la ignoraba si era necesario, podía aguantar el dolor. Mis ojos volvieron a su color original, negros como la noche más cerrada y es que no podía sostener más el sharingan, mis ojos se resentían, me quedaba ciego sin remedio y trataba de activarlo lo menos posible... pero aún así, podía ver cómo se aceleraba mi ceguera.
- No vuelvas a pasar por encima de mí – le dije a Kisame que aún cargaba a Gaara.
- No sé qué narices te pasa con esa chica – me dijo.
- No era necesario matarla.
- Vendrá a por ti y lo sabes, te has llevado a tu hermano, si no es un obstáculo ahora lo será más adelante.
- Es mi problema, yo me he llevado a su hermano, no tú.
- Soy yo quien lo lleva – me dijo enfadado.
- Soy yo quien ha entrado en su torbellino porque a ti te habrían destrozado esos dos – le dije muy serio – no trates de pasar por encima de mí, que sea la última vez que me desobedeces.
Volvimos a la base y sé que querían extraerle ese monstruo de su interior, a mí me daba igual todo esto, al único monstruo que conocía era al Kyuubi y porque me contaron la historia de Minato Namikaze, de cómo encerraron a ese bicho en el cuerpo de su hijo... conocía a su hijo. Minato sí era un verdadero genio, un auténtico Hokage que protegía a su villa, yo no podía igualarme a él porque aunque una vez quise ser Hokage y proteger la villa... sólo una de esas dos cosas pude hacer, proteger la villa y a millones de vidas inocentes de los Uchiha a cambio de mi destierro.
A Naruto lo volví a ver y es que había venido a Suna preocupado por su amigo, lo habían conseguido revivir pero a nosotros ya nos daba igual su cuerpo, teníamos lo que queríamos, podían llevárselo. Fue una lucha donde perdimos a Sasori, pero supongo que a Akatsuki también le dio igual, podían reemplazarlo aunque Deidara no creo que fuera a superarlo tan rápido, le había llegado a coger mucho cariño a su maestro.
Yo en los siguientes días, sólo podía pensar en aquella chica, en que vendría a matarme, pero no lo hizo, creo que porque su hermano estaba vivo al fin y al cabo, había regresado a Suna así que me decidí a acercarme a ella. Escribí una nota y me fui a Suna lanzándosela por la estrecha ventana y quedándome en un lugar más o menos alejado para ver si la recibí y sí la recibió, apretó el papel en su mano enfadada y supe... que vendría al lugar acordado para hablar conmigo.
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