⚠️3⚠️

Muchas dudas se aglomeraron en su cabeza, todas ellas aumentaban su curiosidad y al mismo tiempo, le asustaba saber su respuesta. ¿Era posible que un sujeto así estuviese libre y rondando su hogar? Peor aún, ¿de verdad cabía la posibilidad de estar relacionados?

Esa última duda le aterraba a niveles que jamás imaginó, y esperaba solo fuese un malentendido o una simple casualidad. De ser algo que permanecía en esa casa, sus padres se habrían dado cuenta. Y, sin embargo, la lógica le decía que cualquier otra explicación no encajaba. De ser alguien externo, ¿por qué elegir su casa, sus padres y a él en particular para todo eso? ¿Quería que lo investigara acaso?

«... puede ser la que le de las herramientas para saber quién sigue en el juego», decía la nota, incitándolo, lanzándole una invitación o una amenaza, o tal vez la promesa de que algo más iba a suceder pronto. Tic Tac, sigue el reloj y su curiosidad ansia saber quien se esconde detrás de esas notas. ¿Serán la misma persona?

Sacó de su bolsillo aquella extraña llave, apretándola de más sobre la palma de su mano y sintiendo sus bordes clavarse en su piel. La había estado buscando, pero ahora que la tenía en su poder dudaba seriamente en querer saber el contenido de esa caja. Sin embargo, sabía que podía ser un indicio para dar la con identidad del dueño. pero, ¿qué haría con esa información? No pueden culparlo de complicidad solo por tener el diario, ¿o sí?

Respiró profundo y sacó el cofre, insertó la llave y con un sonoro clic se abrió saltando virutas de polvo a su alrededor. Dentro, una serie de objetos que no tenían sentido se agrupaban allí. Primero vio un pequeño par de zapatos blancos, al parecer de niño, como los que solía usar el mismo de bebé. Un hallazgo normal entre tanto misterio, solo si no estuviese manchado de sangre seca. Junto a esto, la foto de una hermosa mujer a blanco y negro con un vestido largo que cubría su panza de embarazada.

Recordó las notas del diario, mencionaba una y otra vez a una mujer embarazada que murió en el parto, cuyo hijo fue vilmente asesinado por el rencor de haber perdido a su madre. ¿Será ella? sin marca ni nombre, no sabía de quien se trataba.

Un mechón de cabello rubio amarrado con una cinta se encontraba pegado a una nota de periódico de finales de febrero de 1960, en esta se describía el hallazgo del cuerpo de un niño de tan solo doce años de edad, sin vida y con todos los característicos signos de tortura y abuso sexual. Entre tantas cosas, un par de trozos de tela con sangre, un trozo de cuerda gruesa y magullada. No se atrevió a tocarlos, sabía lo que eran y lo que representaban, e incluso, el como había usado algunas de esas cosas en sus víctimas.

Había más objetos, que ahora podía decir eran los recuerdos enfermizos que tomó aquel infeliz de sus víctimas, aquellos pobres niños que vieron su vida truncada en manos de un desconocido. Sin embargo, había cosas que no terminaba de cuadrarle, una gran aguja metálica con sangre seca adherida a esta, algo que aun no hallaba sentido en su memoria ni en lo que había leído en el diario.

Aquello solo hizo que más preguntas crecieran en su cabeza, pero no sabia de donde sacar la respuesta a todo ello. Solo una persona podía ayudarle, pero tampoco estaba del todo seguro que esté involucrado al cien por cierto en aquel desastre. Su abuelo podía no ser le culpable, pero al estar en esa habitación, quizá pudo ver quién se encargó de dejar aquella llave en sus cosas. Sin embargo, seguía preso en su propia mente.

Podía pasársela noche entera leyendo sobre su enfermedad, lo que podría o no hacer para ayudarlo un poco, pero sería una razón egoísta si solo lo hacía para descubrir más sobre aquel diario. De todos modos, ¿qué tanto podía hacer él? si los médicos que lo habían tratado todos estos años no dieron con una causa o solución, ¿cómo podría hacerlo el siendo un profesor de literatura universitaria?

Aquello le hizo reconsiderar lo que estaba haciendo, el rumbo que estaba tomando su vida con solo un par de días en esa casa. Era profesor, solo un profesor, no podía dárselas de investigador criminalístico sin tener las bases para ello. ¿Qué tanto podía hacer, implementar el método científico? El haber encontrado el diario no le aseguraba ni le permitía hacer nada de eso, lo más sensato era ir con la policía, que ellos se encargaran de analizar cada detalle que pudiesen encontrar. Pero algo dentro de él se lo impedía, sabía que él tenía el diario, que lo leía cada noche, e incluso ahora tenía la incertidumbre de si estaba rondando por ahí en la casa, ¿Por qué no creer que podría hacerle algo a sus padres como represalia por su osadía?

Aquella nota era una invitación para él, no para la policía.

Abrió una vez más su computadora, empezó a escarbar en sus memorias extraíbles en busca de material de la universidad, no de sus clases, de sus trabajos de pregrado. Aquella monografía debía serle de ayuda en algo, aunque sea para identificar algún sospechoso del diario. Si hay reportes de periódicos, alguna investigación se tuvo que hacer al respecto.

Entre tanto archivo, logró encontrarlo, una serie de análisis de varios asesinos seriales que azotaron el país en diferentes épocas y ciudades, varios de los cuales nunca se halló su verdadera identidad. Entre la información, lo más importante fue su modus operandi, la forma en que perpetraban sus crímenes sobre pobres inocentes. Desde niños, mujeres, hombres y personas de cualquier estrato, algunos no tenían preferían y otros eran demasiado selectivos ante eso.

Entre todos los nombres e información, hubo uno que solo tocó por encima, no había demasiado sobre este sujeto en particular, más porque jamás se estuvo cerca de saber su verdadero nombre, sin embargo, si hubo mucha información sobre sus crímenes, y eso captó su atención total.

«Entre sus viles actos, se destacó como modus operandi la tortura como principal fuente de entretenimiento. Los cuerpos siempre presentaban señales de estrangulamiento, la mayoría de estas hechas con gruesa cuerda, pero en muchas ocasiones las marcas correspondían a dedos largos y masculino, pero jamás se pudo determinar siquiera una huella de esto, lo que implica una premonición en cada uno de sus asesinatos. Además, realizaba perforaciones con agujas en el tórax o directo en el corazón, heridas que causaban directamente el deceso de la víctima. Entre otros, los abusos sexuales y físicos prevalecían, aunque no en todos los casos».

Pudo recordar más detalles, e incluso supo de varias películas y libros inspirados en ese sujeto, al que una vez llamaron Vampiro dada su fascinación por aquellas perforaciones y extracción de la sangre. Aquello no le era suficiente, con tantos años desde su precaria investigación tubo que haber salido más información a flote, por ello continuó su investigación por cientos de páginas y periódicos digitales.

Por más que otros investigadores trataron de analizarlo, ya sea por el lado psicológico e incluso por el ocultismo, nadie pudo determinar ni sus razones ni sui identidad. Solo le quedaba una cosa en claro, de ser el mismo sujeto, se estaba enfrentando a alguien sumamente inteligente. Claro está, la tecnología y forma de investigar de la época lo ayudaron mucho en cuanto a su secretismo, en esta época era difícil no dejar ningún rastro en las escenas del crimen. Antes creía que era pura fanfarronería de los detectives y demás, pero empezaba a tener fe en ellos y sus dichos, no existe el crimen perfecto.

La alarma de su celular lo asustó, tras la ventana y por el borde empezaba a entrar un poco de luz. Con sorpresa, se dio cuenta que había pasado la noche de largo leyendo y buscando información sobre ese misterioso sujeto, su nueva pesadilla.

Poco le importó, lo que encontró encajaba tenebrosamente con lo que había en el cofre. Los nombres que halló y los que había en las notas de periódico eran los mismos, no podía decir lo mismo de la tela y la sangre, pero sí de la aguja que tanto pavor le había causado. Ya sabía que era, para que la usaba y porque la habría asegurado con tanto fervor ahí dentro. Era un sádico enfermo.

Sin embargo, aún había cosas que le causaba un furor interno que no podía canalizar, los cientos de preguntas seguían sin ser contestadas, pero una en particular le daba dolores de cabeza. ¿Cómo podía estar con vida un sujeto que asesino a más de treinta niños hace más de cincuenta años? Su ultimo registro fue en 1970, una década completa de crímenes son resolver y que quedaron en impunidad. ¿Era él o un imitador?

Eso era aún más preocupante, ¿qué clase de enfermo mental imitaría las hazañas de un asesino serial y pedófilo? Los niños no deberían tocarse, jamás y nunca, pero esta clase de gente lo hace como si fuese un juego.

Puede que Alejandro no tuviese hijos, pero tenía sobrinos y él mismo había sido alguna vez uno en alguna época de su vida, así que la ira que empezó a crecer dentro de el con todo ello era inmensa. Si de él dependiera y tuviese los recursos necesarios para hacerlo, haría hasta lo imposible por saber quien era ese infeliz. No solo el de hace cincuenta años, sino el nuevo, el actual, el peligro inminente. De ser asi, los niños estaban en un riesgo descomunal.

—¿José? —Escuchó la voz de su madre a lo lejos—. ¿A dónde vas?

Se escuchaba aun somnolienta, eran tan solo las cinco y media de la mañana y el sol empezaba a asomarse en el cielo. Ella siempre fue de las personas más madrugadoras que jamás conoció, pero la edad siempre traía consigo sus defectos.

—¿A esta hora? Es demasiado temprano para... —un murmullo le interrumpió, al parecer su padre también estaba fuera de cama a esa hora—. Bien, ¿me avisas cuando regreses? Y ten cuidado, por favor.

Los pasos bajando la escalera y el sonido de la puerta al cerrarse devolvieron el silencio a la casa, para luego ser interrumpido por un suave murmullo de trastes moviéndose desde la cocina. El día había empezado y él no había pegado ojo en toda la noche.

A dos puertas de su habitación, un suave golpeteo resonó a través de las paredes. Er ala habitación de su abuelo. ¿Acaso había alguien más allí? No lo había visto moverse desde que llegó no recodó la última vez que siquiera lo vio caminar por sí mismo, siempre eran sus padres quienes lo llevaban casi arrastras e incluso, en una silla de ruedas. Entonces, ¿Quién estaba haciendo todo ese ruido?

Un golpe resonó, se levanto de un saltó de su cama y se dirigió a la puerta. Con la mano congelada en el pomo, se detuvo al no volver a escuchar nada en aquella habitación. ¿Y si era él? ¿El asesino estaría allí revisando si cayo en su trampa? ¿O era su abuelo?

Alejó aquel pensamiento de su cabeza, si hubiese sido su abuelo o no, no tenia oportunidad de ser el mismo quien estuviese haciendo todo ese desastre. Teníamos de noventa años, no podía hacer nada más, ¿cierto? Para hacer todo ello tendría que moverse, salir de su cuarto e incluso caminar por la ciudad. Él no podía, era absurdo siquiera pensar lo contrario.

El silencio reino en toda la casa, ya no parecía siquiera que su madre estuviese en la cocina, nada mas que su respiración agitada llegaba a sus oídos asustados. El corazón había vuelto a martillarle sin descanso en su pecho, trató de relajarse, pero la tensión de toda la noche le pesaba en los hombros. Estaba exhausto, no podía hacer gran cosa en el día sin haber dormido algo siquiera.

Regresó sobre sus pasos y aseguró todo, pero tomo una nota mental, vigilara su abuelo y revisar con mayor detalle toda la información. De ser necesario, haría su propio diario de investigación sobre este nuevo monstruo. Las diferencias y semejanzas entre las épocas, todo lo que se sabía de él y lo que estaba descubriendo de este nuevo individuo. Procuraría anotar todas sus dudas, todas las evidencias, y todo lo que en el cofre había. Esa, aunque no lo quisiese, era su primera arma y evidencia contra ese sujeto. ¿Podría haber incluso huellas allí? No lo sabía, pero creía que había una alta probabilidad de que fuese así.

Puede que se halla cuidado en tomar guantes antes de permitirle encontrarla, pero con años anteriores usándola, dudaba mucho que haya tomado precauciones. ¿Las huellas se borraba de la superficie así de fácil? nota extra para averiguar.

Por un momento se llenó de entusiasmo, de una energía electrizante que recorrió todo su cuerpo. Antes de llegar allí quería que sucediera algo interesante, ahora estaba pasando, su deseo se había cumplido de forma perturbadora. Hubiese deseado cualquier otra cosa, pero el universo le había dado la tarea de buscar el culpable de una serie de homicidios sin solución. Algo era algo, y él se lo tomaría personal.

El monstruo de los mangones no se iba a salir con la suya esta vez.

Este...

Este libro me mantiene en duda, no porque no haya escrito cosas así antes.

Sino por el hecho de ser más turbio que cualquier otra cosas, por lo general mezclo géneros y siempre hay romance.

Este no, es un reto adicional aparte de ser parte del ONC así que me genera dudas

Así que, como creen que lo estoy llevando?

Sean sinceros, acepto criticas

Los leo, mis pulguitas preciosas

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top