彼はソウルメイトを望んでいなかった
❝ En el principio del tiempo los hombres eran seres completos, con dos cabezas, cuatro piernas y cuatro brazos.❞
attention¡! esto es un oneshot donde jungkook y jimin tendrán entre nueve y diez años.
Jeon Jungkook no era como los otros niños de su edad. Él había tardado en notarlo, pero cuando finalmente lo supo muchas cosas de su día a día empezaron a cobrar sentido. Ahora entendía el porqué de todas esas extrañas miradas que le dedicaban los padres de sus compañeros de clase. Jungkook sabía que varios de los padres se habían ido a quejar sobre él a la escuela, como cuando la mamá de Min Yoongi había pedido hablar con su madre, porque él le había dicho a Min Yoongi que le gustaría ver su blanca piel quemarse de a poco hasta quedar en cenizas. También recordaba que un día la mamá de Kim Taehyung había presentado una queja sobre él con su profesora, porque Taehyung no había podido dormir después de que Jungkook le regalara un particular dibujo hecho por sí mismo. Un dibujo donde se mostraba a una mujer ahorcada. Lo que nadie sabía era que, en realidad, él no le había regalado ese dibujo a Taehyung para asustarlo. Pensó que sería un lindo gesto, ya que Taehyung era el único niño que le agradaba. Su único amigo. Aunque después de eso, esa amistad acabó. Ahora Taehyung lo miraba como si fuese el mismo diablo.
Aunque no podía culparlo. Después de todo, sus intenciones con Kim Taehyung no eran las más lindas y puras. Sí, era verdad que Taehyung le agradaba. Y era por eso que pensaba que matarlo sería interesante, tal vez asfixiarlo como lo había hecho con la primera mascota que sus padres le habían regalado. Cada vez que lo veía sonreír, luciendo tan feliz y lleno de vida, le daban más ganas de hacerlo. Sus manos empezaban a picar, pidiendo hacerle algún daño. Un rasguño, por más pequeño que fuera. Oh, por dios. Por favor.
Sabía que muchas cosas acerca de él estaban mal. Había un daño en su ser que parecía no haber sido causado por nada, que parecía sólo haber estado ahí desde siempre. Algo oscuro que venía de lo más profundo de su pecho, algo oscuro que bailaba en el brillo de sus ojos negros. Algo sin explicación, que simplemente había empezado a crecer en él. Algo que había despertado un día que perdió jugando al fútbol contra su padre, y al rato había metido su cara en la freidora donde se suponía que su madre iba a freír unas papas para la cena. Afortunadamente su padre había llegado a tiempo, gritando alarmado su nombre y alejándolo del electrodoméstico. Pero aún así su cara no se había salvado, por poco y quedaba irreconocible. Así fue como empezó a ser llamado, por sus compañeros de clase, «El monstruo».
Otra cosa que también lo diferenciaba del resto, era su poco entusiasmo al hablar de las famosas almas gemelas. Él sabía que todos tenían una, pero las almas gemelas no le parecían una bendición a pesar de que todos en su ciudad hablaran de ellas como una. No le parecía lindo compartir su alma con otro ser.
Desde siempre escuchó a sus padres hablar sobre ello, también escuchó a sus tías y a su maestra.
No vivirás un amor real hasta que encuentres a tu alma gemela.
Pero no todos la encuentran, se ha demostrado que gran parte de esta ciudad sigue en busca de su otra mitad.
En el principio del tiempo los hombres eran seres completos, con dos cabezas, cuatro piernas y cuatro brazos, lo que les permitió un movimiento circular muy rápido para moverse.
Se dice que cuando los seres se dieron cuenta de que habían evolucionado, decidieron ir al cielo y realizar una lucha contra los dioses, con la intención de destronarlos y ocupar sus asientos. Obviamente los dioses ganaron la batalla, a lo que Zeus decidió castigar a los hombres por su rebelión.
Y tomó una espada en la mano, dividiendo a todos los hombres por la mitad.
Apolo cicatrizó la herida y volvió la cara de los hombres para el lado del corte para que observasen el poder de Zeus.
Los hombres cayeron a la tierra de nuevo, desesperados, cada uno buscando su otra mitad, sin la cual sentían que no podían vivir.
Habiendo asumido la forma que tenemos hoy, los hombres buscan su otra mitad, porque la nostalgia no es más que la sensación de que nos falta algo, algo que antes era parte de nosotros.
El mito había pasado de generación en generación, los niños podían aprenderlo en la escuela y en sus casas. La mayoría de ellos fantasea con encontrar su alma gemela cuando sean mayores, justo como lo habían hecho sus padres. La historia de dos almas gemelas es vendida como algo puro, romántico y más que precioso.
¿Jungkook era el único que no lo veía así?
Cuando pensaba en almas gemelas, sólo se le cruzaba por la mente una cosa. Algo de lo que no muchos hablaban, algo a lo que le restaban importancia. Todo el dolor de tu alma gemela, lo sentirás tú también. Sus tristezas, sus dolores de cabeza, cada herida que tu alma gemela se haga. Y compartiendo la misma alma, cuando tu otra mitad muera, morirás con ella. Te irás con ella, porque son uno solo. Están vinculados, sientes lo que esa persona siente y sufres lo que ella sufre.
Jungkook es incapaz de verle algo precioso y puro a las almas gemelas, él piensa que sería mejor que los hombres siguiesen siendo dos cabezas y cuatro piernas. Así nadie tendría que buscar y buscar algo que le pertenece, que forma parte de sí mismo. Así todos serían monstruos, así él no tendría que avergonzarse por su físico y soportar que sus compañeros de clase le tuvieran miedo. Pero no. Ahora todos somos tan aburridos y simples, con estas dos piernas y dos brazos, pensó.
Pero hablando de almas gemelas, ahí es donde entra Park Jimin a la historia.
Es un año menor que Jungkook, apenas va cumpliendo sus nueve años y va a la clase de al lado. Cada vez que Jungkook lo ve, siente que a su alrededor todo se va pintando de colores amarillos. Un amarillo bastante vibrante y alegre, por supuesto. Un amarillo muy parecido al del adorable chaleco que Jimin lleva puesto todos los días. A Jungkook le parece que el amarillo es el color de la felicidad, le parece que el color va muy bien con Park Jimin. Él es felicidad, pone a Jungkook de tan buen humor como lo hace también el color amarillo. Jimin también le recuerda a la buena música, esa que te hace bailar por más que intentes mantener tu cuerpo tranquilo. Jimin también es como una buena película de horror, cuando viene la parte que da más miedo y tapas tus ojos, pero no puedes evitar ver a través de tus dedos porque es una escena demasiado tentativa como para perdérsela. Y entonces cuando por terco, terminas asustado y jadeando, sientes como la euforia posee tu cuerpo.
Lo conoció en diciembre, un día antes de que las vacaciones de navidad comenzaran. Jungkook estaba esperando por sus padres, de rodillas en el suelo con su libreta de dibujos frente a él y todos sus crayones de cera esparcidos por el lugar. Estaba solo, como siempre. Aunque ahora ya no tan sólo, porque un desconocido pelinegro de mejillas gorditas y pequeñas manos, se había sentado a su lado de pronto. Simplemente se había quedado ahí, en silencio. Mirando el dibujo que Jungkook hacía, frunciendo su entrecejo porque este todavía no parecía tener forma de nada. Jungkook lo ignoró por completo, siguiendo con lo suyo e ignorando las miradas que el chico a veces le lanzaba, aunque en realidad aquel pelinegro parecía estar más interesado en el dibujo que nada.
Cuando Jimin finalmente pudo entender el dibujo, sonrió con ganas. Y le golpeó suavemente el hombro a Jungkook, riendo y diciendo escandalosamente y con felicidad ¡ya sé lo que has dibujado!
Era un gigantesco monstruo lleno de verrugas, con una mueca enloquecida y los ojos salientes inyectados en sangre.
— ¡Wow! Es realmente lindo. — había dicho Jimin, soltando una suave y tierna risa —... pero le falta algo, espera. — y sin preocuparse en pedir permiso, tomó el color rosa y empezó añadirle algo al dibujo. Jungkook hizo una mueca de asco al ver lo que había hecho el desconocido niño, un adorable moño color rosa sobre la verde oreja izquierda del monstruo. Y por supuesto que también había pintado los labios del monstruo de aquel mismo color. De alguna manera así luce más retorcido, pensó Jungkook —. Mucho mejor, ¿no es cierto? — al sentir nuevamente la mirada del niño, Jungkook se atrevió a conectar sus ojos con los contrarios finalmente. Y lejos de lo que pensó que iba a pasar, el pelinegro le sostuvo la mirada y siguió sonriendo de la misma cálida y feliz manera de antes. No estaba asustado de Jungkook como los demás, y su miel mirada más profunda que cualquier océano en el que Jungkook había soñado que moría ahogado, lo intimidaba bastante. Pero lejos de ser algo que le molestara, lo encontraba fascinante.
Después de eso no había dejado de pensar en Jimin durante todas sus vacaciones. Lo había dibujado, con sangre saliendo de sus ojos y boca. Tal vez si él viera esos dibujos entonces comenzaría a temerle como todos, lo que significaba que jamás podría acercarse otra vez al niño. Así que arrancó las hojas que tuviesen dibujos de Jimin, y decidió esconderlas en alguna parte de su habitación.
Para cuando terminaron las vacaciones, Jungkook por primera vez estaba feliz de volver a clases. Y para su suerte, Park Jimin se había acercado corriendo a donde estaba él y lo había abrazado como si fuesen amigos de toda la vida enseguida que lo vio.
Y así comenzó esta particular amistad de estos dos niños, que no se parecían en nada y era bastante extraño verlos caminando con sus manos juntas en las horas de recreo. Se suponía que eran polos opuestos.
Si Jungkook era sincero, había empezado a vivir de verdad después de Jimin. Era su primer amigo, ya que había contado con la amistad de Taehyung sólo unos dos días y ya.
Jimin le había regalado un chaleco color azul, había dicho que dos chicos especiales como ellos tenían que sobresalir en tan aburrida escuela llena de niños con grises uniformes. Jimin y él solían compartir sus almuerzos, dibujar juntos, visitar la casa del otro e ir a la playa los fines de semana. Sus familias habían formado una linda amistad desde que Jungkook y Jimin habían empezado a hacerse tan cercanos. Jungkook descubrió en Jimin algo que lo hacía más feliz que los cuentos de terror, una tranquilidad y plenitud que no sabía que existía y tampoco la entendía. Pero realmente le gustaba. Y llegó a la conclusión de que no iba a ser necesario para él que encontrara su alma gemela, Jimin era mucho mejor que una alma gemela. El pelinegro a veces acariciaba su rostro, sin importarle lo mal que luciera, reía de que tenía una textura graciosa y no dejaba de mirarlo de una manera brillante. Con ojos de un puro cariño. Y cuando menos se dio cuenta, Jungkook lo quería, a pesar de que sólo había querido acercarse a Jimin para matarlo.
— Kookie, me gustaría tener superpoderes. — dijo Jimin. Ambos estaban en el patio de la casa de Jungkook, sentados frente a la fuente de los deseos que estaba ubicada en el centro de aquel jardín que tenía todo tipo de plantas. Era un caluroso día soleado, iba perfectamente de la mano con la alegre sonrisa que Jimin le dedicaba a Jungkook en ese momento —. Sería muy lindo.
Jungkook había aprendido que para Jimin todo era lindo. Una vez lo había picado una avispa, y él había dicho que era linda. Decía que la pizza era linda, que Jungkook era lindo, que todo lo era. Definitivamente aquella era su palabra favorita, una palabra tan adorable y tierna como él.
— Me gustaría poder volar. — fue lo único que respondió Jungkook, deslizando su mano hasta la de Jimin para tomarla. Era algo a lo que se había acostumbrado ya, se le hacía imposible no tocar a Jimin. Le gustaba abrazarlo y sentirlo cerca, lo quería. A pesar de jamás haber sido un chico afectuoso, sentía algo diferente cuando estaba en compañía de Jimin. Hasta sus padres estaban sorprendidos con el vínculo que había entre ellos.
— Sería muy lindo. — volvió a decir Jimin, dándole un apretón afectuoso a la mano de Jungkook. Que a pesar de también ser una mano pequeña, era muchísimo más grande que la suya y podía cubrirla casi por completo — ¿Preferirías tener la habilidad de volar pero ser el único ser humano existente, u oler mal todo el tiempo? — se rió el pelinegro, estirando el brazo que tenía libre hacia Jungkook. Como usualmente lo hacía, le acarició el rostro.
Jungkook lo pensó un poco, pero la linda sonrisa de Jimin lo distraía. Lo hacía suspirar tontamente.
Una de las cosas por las que más disfrutaba de la compañía de Jimin, era lo muy relajante que se le hacía hablar con él. Lo muy natural que salían cada una de sus palabras, lo mucho que le podía llegar a interesar cada cosa de la que hablaran por más tonta que fuera. Se sentía atraído por la gran imaginación de Jimin, por sus repentinos cambios de conversión y la particular manera en la que veía ciertas cosas. A veces pensaba que era tan diferente a él, y otras que no eran tan distintos.
— ¿Ni siquiera existirían mis padres? — preguntó, a lo que Jimin negó — ¿No existirías tú?
Jimin volvió a negar, soltando una risita traviesa al darse cuenta de que Jungkook realmente no sabía qué elegir.
— Prefiero oler mal a vivir en un mundo donde esté completamente solo. — frunció el entrecejo —. Yo ni siquiera podría volar sin ti. — se encogió de hombros — ¿Y tú?
Jimin lo miró, esta vez de una manera más profunda que antes. Sus mejillas se habían teñido de rosa, sus ojos brillando como lo hacían cuando comía dulces. Pasaron los segundos, sólo siguieron observándose en silencio como si el tiempo hubiese dejado de avanzar.
— Yo... Yo tampoco podría volar sin ti, Kookie.
Más tarde, cuando la luna ya se había asomado y se podía ver su brillante reflejo en el agua de la fuente. Jimin se acercó para tirar una moneda y así pedir un deseo, justo como lo hacía siempre que iba a la casa de Jungkook. El mayor lo siguió, parándose detrás de él y tomándolo por los hombros. Escuchó cuando la moneda cayó en el agua, y el débil susurro de Jimin al pedir su deseo. Lo imaginó sonriendo, con su piel suave brillando, y entonces lo empujó hacia delante. Presionó sin misericordia la cabeza del chico, la mantuvo debajo del agua sin importar lo mucho que Jimin luchara por escapar. Lo mantuvo ahí hasta que dejó luchar, hasta que estuvo tieso e inmóvil. Sin vida.
Era algo que había querido hacer desde hace mucho, sonrió como si no acabara de hacer la cosa más retorcida y mala de todas. Lo siento, Jiminnie. Dijo en voz alta, sonando tierno. No quería matarte, pero nadie más se acercaría tanto a mí como para dejarme hacerlo. Te amo.
Jimin había deseado reunirse con su alma gemela.
Se dio la vuelta, dispuesto a dejar a su mejor amigo ahí y entrar a la casa para avisarle a sus padres.
Jimin llegó a su vida arruinando uno de sus dibujos.
Y para cuando salió de su vida, había arruinado mucho más que un dibujo.
Jungkook no pudo alejarse ni dos pasos, porque la sensación de ahogo había empezado enseguida.
Balbuceando, tosiendo, soltando sonidos chillones mientras cada momento junto a Jimin se reproducía en su cabeza y todo empezaba a tener sentido. Todas las veces que Jimin se raspó la rodilla y apareció una herida en la suya de la nada, todas las veces que a ambos les dolió la cabeza al mismo tiempo. Todo lo vio como a una película, hasta tornarse morado.
Entendió el porqué del fanatismo de la gente con las almas gemelas.
Porque nada se sentía mejor que Jimin, su hogar.
Porque no podía volar sin él.
No podía reír sin él.
No podía ni respirar sin él.
Y después de la muerte, para siempre serían uno solo.
Balbuceando y tosiendo, Jungkook también murió.
(fin)
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top