¿Para qué dos colmillos? Con uno basta

Hoy nos vamos a la región de Extremadura, en las inmediaciones del río Guadiana, caudal de aguas que divide la larga frontera entre España y Portugal.

Cuando hace un tiempo atrás, nos quejamos de no haber encontrado chupasangres de renombre en tierras españolas, aparentemente se nos olvidó buscar entre las aguas.

Mala nuestra, pues los vampiros, por lo general, se muestran adversos a cruzar corrientes. Esto hace al Barquero del Colmillo tan inesperado como aterrador.

Se cuenta que por siglos, este río cuenta con un curioso barquero, que gusta de remar entre esas aguas en tranquilas noches de luna llena.

Nadie sabe de dónde viene o a donde va, aunque uno que otro mito le identifica como a un portugués de malas mañas. El asunto es que nuestro misterioso barquero se abre paso entre los juncos del río, acercándose a las orillas si percibe algún jovencito descarriado que ande curioseando a deshora.

Aquí es donde comienza la actividad vampírica. Nuestro barquero, cubierto por un manto o capucha, nunca muestra su rostro. Más, bajo la luz de la luna, de entre esa cara imprecisa se puede ver un enorme diente del tamaño del de un jabalí.

En fin que, el pobre infeliz que en sus manos caiga recibirá una dentellada con la agilidad con la que se maneja un puñal y tras de ser drenado, se le ha de entregar al río, donde su cuerpo está destinado a aparecer a los cuantos días, deforme y consumido.

Por supuesto que nadie ha de fijarse en una herida... Quien tan cerca de aguas juega, seguro que murió ahogado.

Este vampiro nos ha dejado sin la mínima intención de acercarnos a la orilla, y mucho menos meter un pie en el agua.

Gracias a  @JohannaHenkins, quien nos llamó la atención hacia esta criatura nocturna. Allí está, ¡que España tiene vampiros!

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