1°Huida a una nueva aventura
Nos encontramos en otro lado del país, en el reino de Ruby. El cual llevaba 5 años sin un rey. El príncipe Trollino de 19 años con buen porte, cabello negro oscuro, piel blanca parecida a la porcelana, y ojos azul cielo que parecían ser dos joyas brillantes, había pérdido a su padre a los 14 años, y no sería considerado rey hasta que cumpliera 18, por ende su madre la reina y los ministros tomaron el control del reino. Sin embargo la reina había desaparecido, y los ministros no consideraban "apto" al príncipe para ser el nuevo rey, pues lo consideraban alguien débil, muy blando, incluso tenía tendencias raras como escaparse al pueblo a convivir con la gente de bajo rango, ensuciarse en los jardines, pero lo peor de todo, había sido encontrado interesado en los várones, aunque afirmaba que le gustaban las mujeres, lo cuál en parte era cierto, pues se ruborizaba cuando sus posibles pretendientes convivían con él, ese rubor en sus mejillas también aparecía cuando convivía con algunos caballeros, muchas veces tuvieron que cambiar su escolta. Consideraban que el príncipe era una figura incómoda para la nobleza, pues su comportamiento y actitudes no se ajustaban a las expectativas de lo que debía ser un futuro monarca. A pesar de su apariencia impecable y su linaje real, los ministros le veían más como un niño caprichoso que como un líder fuerte y decidido. Los rumores sobre su falta de aptitud para gobernar se extendieron por todo el reino, y muchos nobles llegaron a la conclusión de que no sería capaz de defender los intereses del reino ni de tomar las decisiones que se requerían para asegurar su prosperidad.
Por ende los ministros vieron esto como una oportunidad para seguir siendo los líderes al mando. Pero aún así, muchos exigían ya un rey, por ende los ministros empezaron a desarrollar planes en donde usarían al príncipe como su marioneta, con lo que no contaban es que Trollino no era tan ingenuo como pensaban. A lo largo de esos años de ausencia de su padre, había estado observando a los ministros y escuchando los susurros del pueblo. Había aprendido, aunque en silencio, mucho sobre la política, la gestión de los recursos y la naturaleza humana. La vida en el pueblo, a pesar de ser un mundo más humilde, le había enseñado más sobre el reino que cualquier libro de palacio.
El reino de Ruby, aunque rico en recursos y tierras fértiles, comenzaba a mostrar señales de decadencia. La falta de un líder fuerte, la inestabilidad política y la indiferencia de los ministros estaban desgastando lentamente la confianza del pueblo en su gobierno. Los nobles, aferrados a sus propios intereses, veían cómo el reino se desmoronaba lentamente, pero no se atrevían a actuar sin un monarca en el trono. Trollino lo sabía, y aunque su corazón no se sentía listo para la pesada carga de la corona, algo dentro de él comenzaba a despertar.
Una noche, mientras paseaba por los jardines del palacio, pensó en todo lo que había perdido y todo lo que aún podía ganar. Los ojos azules de Trollino brillaron bajo la luz de la luna. Quizás, solo quizás, el momento de ser rey no era algo que lo definiera por completo, sino más bien una oportunidad de ser quien realmente era: un príncipe que buscaba encontrar su lugar en el mundo, en medio de tantas expectativas. Sin embargo, escuchó una conversación de don de sus ministros donde revelaban sus planes, y él estando en un total deacuerdo intentó protestar pero su palabra no era nada para los nobles y mucho menos los ministros, los cuáles ante la rebeldía del príncipe habían decidido tomar ciertas medidas hasta que Trolli aceptará ser su marioneta. Y así, lo encerraron en su habitación.
Los días pasaron, y en una noche de lluvia se dejaron de escuchar los constantes gritos de la habitación del príncipe exigiendo su libertad, pensaron que por fin había cedido o quizás se había quitado la vida, cualquiera de las 2 opciones era buena según los ministros. Pero lo que no esperaban es que al abrir la habitación encontraran las sábanas y cortinas rotas y atadas entre sí, para formar una soga que estaba atada a una de las ventanas abiertas, la cuál era la única que no atoraron pues estaba bastante arriba y creían que Trollino no serían capaces de llegar, no contaron con que usaría los muebles como escalera tampoco.
— ¡Búsquenlo, que no escape!
Ante el grito de uno de los ministros, todos se alarmaron y empezaron la búsqueda con un gran alboroto junto con el estruendo de la tormenta de afuera. Tanto sirvientes como caballeros buscaban por cada rincón del palacio. Trollino, desde su escondite entre las sombras del palacio, sentía la adrenalina recorriendo su cuerpo. Había sido una huida arriesgada, pero nada podría detenerlo ahora. No deseaba volver al confinamiento, a ser la marioneta de aquellos que solo veían en él una herramienta, un rostro hermoso y dócil para sus propios intereses. En su mente solo había una cosa: escapar, sobrevivir, encontrar su propio camino.
La tormenta afuera arremetía con furia, y el príncipe se deslizaba por los pasillos vacíos, en busca de una salida, de un refugio. Sabía que los ministros no lo dejarían escapar tan fácilmente. Durante esos años de quietud, había aprendido a moverse en las sombras, a escuchar con atención y a aprovechar cada pequeña ventaja. Su corazón latía con fuerza, pero también con una paz que no había sentido en mucho tiempo. Estaba tomando el control de su destino.
—Si quieren que sea su rey, tendré que hacerlo a mi manera —murmuró para sí mismo, sin que nadie lo escuchara.
De repente, un crujido a su derecha lo alertó. En la oscuridad, la figura de un guardia apareció de repente, con una linterna en mano. El príncipe se quedó paralizado, pero no fue por miedo; había aprendido a mantener la calma en los momentos más tensos. Pensó rápido, y sin hacer ruido, se desvió hacia un pasillo lateral. Sabía que en ese camino habría menos vigilancia.
El guardia pasó sin notar su presencia, y Trollino continuó avanzando. Finalmente, después de lo que parecieron horas, llegó a la salida trasera del palacio, donde la tormenta arremetía con más fuerza, pero no había tiempo para pensar en eso, cada seguno era tan valioso como para dudar. Cuando logró salir inmediatamente fue a los establos donde encontró a su córcel y compañero Junko, un semental de pelaje negro oscuro como su dueño cuyas patas finalizaban en un pelaje blanco brillante, Junko había sido su compañero desde niño, y aunque muchos lo consideraban solo un animal, para el príncipe era mucho más que eso. Era su confidente, su aliado silencioso en momentos de soledad y angustia.
El príncipe, ya con su corazón acelerado por la huida, caminó rápidamente hacia el caballo, sin perder tiempo. Junko relinchó suavemente cuando lo vio llegar, como si entendiera lo que estaba a punto de suceder. Trollino no tenía dudas, debía montar rápido y salir de allí antes de que los ministros o los guardias notaran su ausencia.
Con agilidad, Trollino subió al lomo de Junko, quien respondió con un movimiento fuerte, pero controlado. El caballo, acostumbrado a seguir las órdenes de su jinete, comenzó a galopar hacia la salida del establo, pasando por un pequeño corredor que los llevaba a la puerta trasera del palacio. El viento de la tormenta azotaba sus rostros, su cabello alborotado se colocaba en su rostro casi impidiendo su vista pero Trollino no se detuvo, sintiendo una mezcla de emoción y miedo a cada paso.
—¡Ahí está!
Gritó el capitán de la guardia real, lo habían descuierto, Trolli tenía que apresurarse. Sabía perfectamente que a donde sea que fuera en el reino sería perseguido, y no conocía a nadie fuera del castillo, no tenía a donde ir, su única salida era salir del reino, debía ir a la frontera.
— ¡Rápido Junko corre! — Gritó Trolli, mientras su noble córcel relinchaba como si respondiera a su dueño acelerando el paso.
Trollino sabía que la frontera más cercana y donde no podrían encontrarlo era hacía el este, por el inmenso bosque que abundaba en distintas partes del país, y de distintos reinos. Trollino escuchaba los golpes de los cascos de los otros caballos de los caballeros, su corazón latía con más fuerza.
Estaba por llegar, el bosque estaba a nada de ocultarlo no fue hasta que empezarón a lanzar flechas, Trolli no sabía que hacer, no quería que su caballo saliera herido, su distracción lo llevo a casi tropezar por lo que tuvo que frenar, lo que llevo a que el capitán y los demás guardas lo rodearán. Trollino estaba muy nervioso pero seguía con una mirada firme y determinada, sea lo que sea que pasara sí o sí iba a irse de aquel lugar.
— Majestad, debe regresar ahora — Habló el capitán.
— No pienso volver —. Respondió Trolli con una voz firme y sin titubear, clara y fuerte. Mientras, descendió de su caballo, y se puso en guradia, preparado para sacar su espada y luchar.
El capitán sólo dio una risa sarcástica en lo que se bajaba también sacando su arma.
— ¿De verdad cree tener oportunidad? Usted no tiene experiencia en combate alteza, sólo es un principito frágil.
Este comentario molestó a Trollino, odiaba que lo subestimaran.
— Entonces supongo que no será problema para usted enfrentarme — Dijo alzando su espada en dirección al capitán. —Defiéndase.
El capitán quitó su sonrisa, se estaba cansando del comportamiento del príncipe. Antes de que pudiera dar una orden, un soldado avanzó rápidamente hacia el príncipe, intentando apoderarse de su espada con un tajo. Trollino, con reflejos rápidos, bloqueó el golpe y giró para contraatacar, desarmando al guardia con un movimiento fluido que sorprendió a los demás.
El capitán, al ver la destreza de Trollino, gruñó y avanzó, decidido a no subestimarlo más. Con un poderoso golpe, intentó derribar al príncipe, pero Trollino, ágil, se agachó a tiempo, evitando el ataque. El acero pasó silbando por encima de su cabeza, y en un parpadeo, el príncipe se levantó, esquivando un segundo golpe, y con rapidez giró para bloquear la espada del capitán con la suya.
—Eres más rápido de lo que pensaba —dijo el capitán, mientras sus ojos se entrecerraban, reconociendo que este príncipe no era tan débil como lo había creído.
Trollino no contestó. Su mente estaba centrada en el enfrentamiento. Con agilidad, cambió su postura y, con un hábil movimiento de muñeca, forzó al capitán a retroceder. Aprovechando la abertura, el príncipe saltó hacia adelante, empujando al capitán hacia un costado y ganando terreno. Un par de soldados más intentaron atacar por los flancos, pero Trollino, con una destreza impresionante, les hizo frente con una rapidez que sorprendió a todos. Desarmó a uno y, con una pirueta, derribó al otro con un golpe preciso.
Los guardias, viendo cómo su superior no lograba dominar al príncipe, comenzaron a dudar. El capitán, jadeando, se acercó nuevamente, esta vez con más furia. Con un rugido, descargó una serie de golpes rápidos hacia Trollino, que bloqueaba con su espada, paso a paso retrocediendo. La lluvia seguía cayendo, empapando el campo de batalla.
En un instante de distracción del capitán, Trollino vio su oportunidad. Con un rápido movimiento, desarmó al capitán de un golpe limpio y, con la espada apuntando hacia él. Y con una voz fría dijo.
— Voy a irme de aquí, y si saben lo que les conviene, no me seguirán.
El capitán que había quedado sin habla, miró atentamente al príncipe. Sin embargo, dio una sonrisa y dijo:
— ¿Y usted entonces sólo se irá? ¿Dejará todo y a todos? Ni siquiera sabe a donde ir.
— Ese desde ahora no es asunto. ¡Vayanse ahora si no quieren que de verdad me moleste!
Con un último vistazo hacia los soldados, les indicó con un movimiento de la mano que se apartaran, a lo cuál le hicieron caso. Con su espada aún en la mano, Trolli se subió de nuevo a Junko, y volvió a tomar su camino. La tormenta azotaba sus rostros, pero el príncipe no se detuvo. Giró hacia el bosque y finalmente pudo adentrarse en este, pero antes de desaparecer por completo giró a ver a su reino, a su hogar y dando un triste suspiro, con una voz melancólica dijo:
— Adiós...
Y así sin más, se fue del reino Ruby, sin saber cuando volvería, que es lo que haría, y que le esperaría de ahora en adelante.
Un poco después, Trolli se replanteó, ahora era un vagabundo ¿A dónde más podría ir? Replanteando sus ideas, quería libertad, pero igual quería demostrar ser un buen líder, ¿Cómo podría hacerlo? Tras pensarlo un poco recordó que a unos días, una o dos semanas de viaje en caballo apróximadamente, estaba el reino Obisdian, el reino de su primo Zic, no hablaba mucho con él y mucho menos después de la desaparición de su tío de lo cuál no se habló mucho -de igual forma su padre y su tío nunca se llevaron bien como hermanos-. Se había enterado que su primo Zic subío al trono a una edad temprana, hace 9 años cuando tenía 10 y él 15.
Tal vez no fuera la mejor opción pero tampoco veía otra. No sabía mucho del reino Obsidian, pero supuso que no sería distinto al suyo. "Bien está decidido" pensó y partió al este, a Obsidian.
Pasaron días, y aunque el príncipe no estaba acostumbrado a vivir por su cuenta, pudo acostumbrarse rápido, pudo improvizar un arco y cazar, aunque eran en su mayoría aves, y lo bueno es que Junko podía encontrar su comida él mismo, el problema a veces era el agua, y aunque luego llovía, la lluvia se volvía un problema. A pesar de todo, el príncipe seguía adelante, aunque le gustaría saber que tan cerca estaba.
Finalmente en uno de esos días, Trollino que había decidido ir a pie dandole un poco de descanso a su córcel. Viendo mejor el lugar jamás se habría imaginado que el bosque era de verdad un lugar hermoso. El sol filtraba sus rayos a través de las copas de los árboles, creando un juego de sombras y luces sobre el suelo cubierto de hojas secas. Había algo mágico en ese bosque, algo que, a pesar de su soledad, hacía sentir al príncipe una conexión que no había conocido antes.
Su paz fue perturbada cuando escuchó un movimiento en los arbustos, con rápidez tomó su espada, miró a todos lados pero nada salió de la espesura de los arbustos o de los árboles. A medida que avanzaba, la sensación de ser observado se volvía más fuerte. No podía evitar mirar a su alrededor, buscando alguna sombra o figura que se deslizara entre los árboles. A veces, el crujido de una rama rota detrás de él lo hacía detenerse en seco, pero no había nadie.
Aun así, el sentimiento persistía. Se sentía como si cada paso fuera monitoreado, como si estuviera caminando sobre un terreno que no le pertenecía. Cuando intentaba tomar algunos de los caminos menos recorridos, estos parecían estar obstruidos, ya sea por ramas grandes caídas, rocas o por una extraña niebla que surgía sin previo aviso, incluso en uno de esas ocaciones le pareció escuchar el aullido de un lobo, y como Trolli quería evitarse problemas se fue por otroa lado; y así con más obstáculos bloqueando su paso. Había momentos en los que simplemente no podía avanzar, como si algo invisible lo estuviera deteniendo.
El príncipe, frustrado pero decidido, continuó su marcha. Cada vez que algo le impedía seguir, miraba el horizonte, preguntándose qué se encontraría al final de este bosque tan lleno de misterio. La curiosidad lo impulsaba, pero también había un temor creciente, una sensación de que no estaba solo.
Una noche, el príncipe había encendido una fogata para mantenerse cálido de la noche que era helada. Sentía que estaba cerca de su destino, aunque a veces sentía que sólo daba vueltas, más por el hecho de inexplicablemente aparecían ocstáculos de la nada. Trollino dio un suspiro y se recargó en uno de los árboles, algo extraño sucedía, pero no encontraba la respuesta, tal vez ni debía molestarse en eso.
Cuando el sueño finalmente le ganó y empezó a dormir. Inesperadamente de las sombras una figura apareció, se quedó mirando a Trolli unos segundos confirmando que estaba dormido.
"Bien parece que ya está dormido, y de nuevo encendiendo fogatas" con ese pensamiento en mente y una mueca de desagrado, dio una patada haciendo tirando suficiente tierra encima de la fogata para apagarla, claramente el principito no sabía como hacerlas porque más de una vez estuvo a punto de quemar el bosque, lo cuál no iba a permitir, ¿qué clase de explorador era?
Aquella figura msiteriosa empezó a curiosear el lugar, ya llevaba unos días espiando a Trolli. Desde que le habían informado de su llegada a sus tierras, decidió él mismo ir a investigar para ver que no se metiera donde no le correspondiera y ver sus intenciones, no había visto mucho realmente. Siempre lo vigilaba desde lejos, pero jamás se había acercado tanto hasta ahora. Se agachó para verlo más de cerca, empezó a estudiar sus facciones del rostro, no lo negaba era bastante atractivo, pero había algo que le perjudicaba. "Se parece a él..." pensó.
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