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Veía de reojo como Sango se agotaba lentamente por cada golpe que recibía.

Gruñía cada que la chica escupía sangre debido a todos los golpes que había recibido.

No le agradaba verla en ese estado, y cada que podía trataba de quitarle a todos los hombres que querían de acertarle un golpe por la espalda.

A unos metros veía como Hikaru golpeaba con aquel bastón a varios en la cabeza, precisamente para tratar de noquearlos.

Pero los tipos eran de cabeza dura, y al parecer ni un demonio completo como Hikaru podía derribarlos con facilidad.

—¡Ríndanse de una vez y les prometo ser benevolente! —gritó desde un lugar seguro para evitar posibles golpes hacia su persona.

—¡Eres un maldito imbécil! —vociferó después de golpear a un exterminador.

—Vamos Inuyasha, si te entregas, prometo darte una muerte rápida y también a tu sirviente.

—Hikaru no es ningún sirviente, y estás loco si crees que aceptaré algo tan absurdo como lo que estás proponiendo.

—¿Sabes qué? Ya me estoy cansando. ¡Exterminadores, ya saben que hacer!

Como si se hubieran puesto de acuerdo, los hombres sobrantes empezaron a moverse de manera organizada. Varios los acorralaron a él y Hikaru, no temía tanto por el Yōkai ya que por lo que veía tenía buena defensa personal, y más con aquel bastón.

Él muy apenas podía defenderse usando solo sus manos, en varias ocasiones trató de quitarle a alguno su arma, pero en cuanto veían eso colocaban cualquier otra parte de su cuerpo para que no hiciera contacto con el arma.

Eran demasiado necios, sobre todo Toyotomi. Tenía que asegurarse de dejar a todos inconscientes para poder llevarse a la anciana Kaede a un buen lugar.

Después regresaría para aclarar todo con Sango y Miroku. Aunque sabía en el fondo que ambos no estarían de acuerdo con la actitud de Toyotomi. 

Además, necesitarían de alguien quien pudiera controlarlo para poder juzgarlo como era debido sin ningún problema.

Y quien mejor para hacerlo que Inuyasha.

Pero primero tenían que detenerlo, antes de hacer cualquier cosa.

Por estar tan metido en sus pensamientos, no se percató de la presencia que asechaba su espalda.

Gracias a la distracción que habían echo sus hombres, Toyotomi pudo acercarse sin problemas a la espalda de Inuyasha. Con aquella espada especial en mano corrió con rapidez para poder terminar lo que había empezado.

Cuando Sango se dio cuenta, ya era demasiado tarde.

—¡Inuyasha cuidado! —aún así trató de advertirle.

Al escuchar aquel gritó Inuyasha volteó de manera rápida, percatandose de la cabellera ceniza que estaba frente a él, protegiéndolo.

Las pupilas de Inuyasha bailaron de forma temblorosa al ver como Hikaru había sido atravesado con aquella espada.

Hikaru gruñó adolorido al recibir aquel ataque, y con las pocas fuerzas que le quedaban, golpeó a Toyotomi con su bastón, mandándolo a volar. Provocando que se estampara con la corteza de un árbol.

Sin importar que el dolor se intensificara, sacó la espada y la lanzó al suelo. En el momento que hizo contacto con el césped, la espada perdió aquella luz verdosa. Volviendo a su color original.

—¡Hikaru! —llamó alarmado, arrodillandose a su lado al ver como se había dejado caer el suelo sosteniendo su herida abierta —. Vas a estar bien, vas a estar bien —con sus manos trató de tapar la herida, sin embargo las manos de Hikaru lo evitaron.

Inuyasha parpadeó confundido al ver aquella acción por parte del Yōkai.

—N-no lo haga amo Inuyasha —respiraba agitado tratando de aminorar el dolor con sólo sus pensamientos —. Mi sangre está intoxicada c-con aquel conjuro d-de la espada, si u-usted entra en c-contacto con mi s-sangre, también l-le hará efecto.

Inuyasha sintió impotencia al ver como sufría el Yōkai, sin poder hacer nada para ayudarlo.

—¡Tonto, no debiste hacer eso, ¿por qué lo hiciste?! —reclamó molesto, sin embargo sus ojos demostraban lo mal que le hacía ver a Hikaru así.

Hikaru sonrió de forma tenue al ver eso.

—M-mi deber, es p-protegerlo, aún a c-costa de mi propia v-vida.

Fue lo último que pronunció antes de que dejara caer su cabeza por completo. Dando su último aliento.

Su respiración comenzó a acelerarse de forma anormal, con sus manos temblorosas tomó la muñeca de su brazo para intentar sentir su pulso.

Lo cual era una perdida de tiempo ya que ya no respiraba.

Se sentía impotente, no había podido hacer nada para ayudarlo. Hikaru había dado su vida para protegerlo, esa espada iba dirigida a él. Se había hecho con la intención de perforar su cuerpo, no el de alguien más.

Muy, muy lejos, un Hanyō dejó caer una taza la cual se quebró al entrar en contacto con el suelo, llevó sus manos a su pecho al sentir como si una parte de su ser hubiese sido arrancada.

Sango estaba inmóvil, no podía creer lo que había presenciado. La manera en la que a Inuyasha le había afectado aquella pérdida, demostraba lo valioso que había sido aquel chico.

Unas risas altaneras la sacaron de aquel trance, miró hacia donde su padre había sido lanzado para ver como algunos exterminadores lo ayudaban a ponerse de pie.

Inuyasha parecía todavía perdido en sus pensamientos, como si estuviera asimilando la cruda realidad.

—¿Quién diría que ese monstruo daría su vida para salvarte? —llevó una de sus manos a su cabeza para aminorar el dolor del golpe —. Como un maldito perro fiel a su dueño.

La mirada de Inuyasha se ensombreció al escucharlo decir eso, los mechones que sobresalían de su cabello taparon su vista de tal manera que no se podía apreciar.

Las palabras de Toyotomi iban cargadas de odio, aquel demonio había arruinado sus planes y tendrían que ingeniárselas para destruir a Inuyasha de alguna otra manera.

—Al menos ya no nos tenemos que preocupar por él.

Eso fue suficiente para que la ira de Inuyasha explotara.

Fue alzando su mirada de forma lenta, y ahí todos pudieron apreciar las nuevas marcas que habían aparecido en el rostro de Inuyasha.

Sango sabía que estaban en un problema muy serio.

Porque el demonio interior de Inuyasha, había despertado. Y difícilmente, podrían detenerlo.

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