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Inuyasha y Haku se encontraban en uno de los jardines privados de Sesshōmaru, Hikari y Hikaru los acompañaban sin importunar demasiado en su espacio personal.
Ambos estaban sentados en medio de un pequeño campo de tulipanes, Haku miraba curioso los petálos de uno mientras Inuyasha lo alimentaba con un poco de papilla preparada para él.
Mirando a su alrededor se dio cuenta de varias cosas, pero la más importante; es que ese era el lugar al que Haku pertenecía, y donde debía crecer.
Tendría las mejores comodidades y nunca le faltaría nada. Siempre estaría protegido y no correría ningún peligro.
Era el hogar de Haku.
¿Y si...?
Observó atentamente a Haku, el cual al verlo y conectar su mirada ambarina con la plateada, una sonrisa adorno su rostro.
—¡Ma-má! —extendió sus brazos hacia él.
Inuyasha sonrió de forma tenue y cargó a Haku acercandolo a su rostro. Frotó ambos, demostrando lo mucho que lo quería.
Era un tonto, como siquiera pensó en dejarlo con Sesshōmaru, de seguro ese bastardo lo dejaría al cuidado de los sirvientes. Y lo que menos merecía Haku, era crecer bajo el cobijo de unos desconocidos.
Y no los juzgaba, pero no le parecía correcto que su mismo padre no se hiciera responsable de su crianza cuando él estaba libre para poder cuidarlo.
Nadie más se haría cargo de Haku, solo él, y si alguien intentaba ocupar su lugar, él mismo se encargaría de demostrar que no había nadie mejor que él para cuidar a Haku.
Al menos hasta que Haku ya no lo necesitara más.
La mirada de Haku se desvió detrás de él, Inuyasha olió un poco y frunció el ceño al reconocer quien estaba detrás de él.
—¿Qué quieres? —preguntó mordaz.
—Hablar, creo habértelo dicho antes.
Inuyasha rodó los ojos, molesto por la actitud del mayor. Ambos gemelos se acercaron para ayudarlo a levantarse, lo cual aceptó sin tanta traba, después de todo no habían hecho otra cosa que ayudarlo.
Cuando estuvo de pie y con Haku bien resguardado en sus brazos le hizo ver a Sesshōmaru que ya estaba listo para seguirlo y continuar con la "plática" que tenían pendiente.
Sesshōmaru no perdió tiempo y comenzó a caminar, siendo seguido por Inuyasha, y posteriormente por los gemelos.
Inuyasha no se sentía incomodo con el hecho de que ambos estuvieran pegados a él. La historia de ambos era algo cruda, ver morir a tus padres frente a ti sintiendo la impotencia de no poder hacer nada, era muy cruel, más en una edad tan vulnerable.
Por ello no quería causarles ningún problema con Sesshōmaru, lo que significaba que tendría que acostumbrarse a la presencia de ambos.
Al menos por un tiempo.
Caminaron por unos minutos hasta que llegaron a una especie de estudio, Hikari y Hikaru se quedaron fuera de ella, cada uno al costado de la puerta como si estuvieran haciendo guardia.
Porque para ellos, su mayor prioridad era salvaguardar las vidas de Inuyasha y Haku. Tanto que sacrificarían sus vidas con tal de mantenerlos a salvo.
El lugar se sentía, raro, si tenía que definirlo en una sola palabra. Encima de un escritorio habían un montón de papeles apilados unos entre otros, suponía que debían ser importantes.
Su vista se desvió hacia un enorme cuadro que estaba colgado de manera que todo aquel que entrara ahí pudiera verlo sin ningún problema.
Era un hombre de cabello blanco, estaba amarrado en una coleta muy alta con un fleco frontal dividido en gruesos mechones que sobresalían. Tenía franjas anchas e irregulares de color azul púrpura a los lados de la cara y los iris de sus ojos eran de color ámbar. Sus orejas eran puntiagudas, demostrando que era un demonio.
Vestía un kimono blanco junto a un hamaka, casi podría decir que era la misma vestimenta que utilizaba Sesshōmaru.
—Él era mi padre, Inu no Taisho.
Uno de los DaiYōkai que el anciano Myōga le había comentado, tenía sentido realmente, aquel hombre tenía un aura poderosa, simplemente verlo en pintura era suficiente para sentirse algo intimidado por aquel gran porte.
—¿Qué le sucedió?
—Fue asesinado, defendiendo a unos humanos.
—Lo dices como si fuera lo peor que pudo haber hecho.
—No me interesaban sus opiniones respecto a los humanos, me daba exactamente igual, lo que no tolero; es que a los humanos que salvó no les importó su muerte, como si fuera alguien inferior a ellos.
Podía entender su frustración, si estuviera en sus zapatos, pensaría de la misma manera. No toleraría que alguien no estuviera agradecido con el sacrificio de su madre, imaginaba que para Sesshōmaru era una humillación y algo inaudito que aquellos mismos humanos no recordaran a su padre como lo que fue, un héroe que se arriesgó hasta el final.
Y nada lo valió.
—En fin, no es eso a lo que venimos.
Sesshōmaru volteó a verlo, su mirada dorada lo ponía nervioso, reacomodo a Haku en sus brazos para que pareciera que aquella mirada no alteraba todo su ser.
Mientras que Haku parecía feliz con lo que estaba presenciando, estiró sus manos hacia Sesshōmaru con tal de que lo cargara, sin embargo el mayor con una mirada le indicó que eso no pasaría.
Inuyasha frunció el ceño al ver eso.
—¿Cómo se llama?
—Haku.
—Bien, tú dices que abandoné a Haku. La realidad es que la madre de Haku quería desaparecerlo, por ello se lo habían llevado.
❆
Era la única candidata que superaba las expectativas de mi heredero, el consejo creyó que sería buena idea para el reino y el oeste engendrar a mi futuro heredero.
Tanto mi madre como yo no nos fiábamos de ella ni de sus intenciones, sin embargo decidimos darle la oportunidad.
En todo el proceso de gestación ella nunca estuvo interesada en la cría, ignoraba las indicaciones del curandero del palacio hasta el punto en que estuvo a punto de llegar a perderlo en dos ocasiones.
Alguien que ponía en riesgo la vida del heredero no era digno de estar a mi lado.
Ella aspiraba a tener más, ser la señora del oeste sin importarle nada.
Cuando Haku nació, se enteró de que podría vivir en el palacio más no ser la señora del oeste. Se molestó al punto de que intentó desaparecer a Haku como venganza.
Cuando su cadáver cayó frente a mí salí rápidamente para buscar a Haku.
❆
—Y cuando me di cuenta, alguien lo había salvado y lo había cuidado como si fuera suyo sin esperar nada a cambio.
En ningún momento el dorado de sus ojos se despegó del ámbar de los suyos.
—¿Y por qué no lo buscaste?
—Quería ver si había tomado una buena decisión al permitir que alguien como tú, que vive con los humanos, era un buen candidato para la crianza de mi heredero. Y no me equivoqué.
Su corazón por alguna extraña razón comenzó a acelerarse al recibir esa mirada por parte de Sesshōmaru.
No había ningún rastro de odio o cualquier otro sentimiento negativo, parecía agradecido.
Volvió su mirada hacia Haku el cual puso una de sus pequeñas manos en una de sus mejillas, acariciando su rostro con gentileza.
Sonrió ligeramente y acercó a Haku en un abrazo, el pequeño se acurrucó en el hueco de su cuello e inhalo todo el aroma maternal qué inconscientemente Inuyasha estaba demostrando.
Haku se sentía amado y querido por su madre.
Sesshōmaru al ver eso supo que no se había equivocado en su decisión.
—Lo que también concierne en que seas la futura Señora del Oeste. Recuerdo haberte dicho que no puede ser cualquiera, y casualmente tú eres digno de serlo. La principal función de la Señora del Oeste, es ver por la vida del heredero.
—Alto bastardo, que quiera a Haku no significa que tenga que quererte a ti, no te confundas.
—Eventualmente lo harás.
Un momento.
¿Eso que significaba?
¿Acaso Sesshōmaru...?
—Ya que quedo resuelto todo esto puedes irte, después te busco para ver otras cosas.
Inuyasha no perdió el tiempo para salir corriendo de ahí, su corazón se había puesto a saltar con frenesí.
Hikaru y Hikari no tardaron en seguirlo, no sin antes despedirse de Sesshōmaru.
Mientras que en el rostro de Sesshōmaru, se podía observar una pequeña y diminuta sonrisa.
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