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Sesshōmaru se separó del abrazo en el que mantenía a Inuyasha. Se acercó de manera peligrosa hacia Toyotomi el cual empezó a retroceder por el miedo que empezaba a recorrerlo.
—Sesshōmaru —volvió a llamarlo en un murmullo, pero fue ignorado por el mayor.
El DaiYōkai se detuvo solo a unos cuantos pasos del cuerpo de Toyotomi, los demás exterminadores no se atrevían a retarlo con tal de salvar a su líder.
Ni siquiera se atrevían a verlo.
Sesshōmaru entrecerró sus ojos, analizando muy bien lo que haría. No quería causarle más daño a Inuyasha, aunque no hubiese sido él mismo quien lo hubiera hecho.
Podía ver, muy a su pesar, que aquellos humanos significaban algo para Inuyasha. No al punto de que fueran algo valioso.
Sin embargo, como ya se los había dicho anteriormente, no podía dejar pasar el intento de asesinato que le hicieron a la futura Señora del Oeste.
—Te atreviste a intentar matarlo aún cuando estaba con la guardia baja, eso es una razón suficiente para que te mate. Sin embargo, no lo haré.
Toyotomi y los demás respiraron aliviados al escuchar aquella declaración. Pero Inuyasha no, Inuyasha por el poco tiempo que llevaba conociéndolo, sabía que no dejaba a sus oponentes así como así.
Algo estaba tramando Sesshōmaru.
Y no estaba equivocado.
Sesshōmaru enfocó su vista en un punto exacto de ambas piernas de Toyotomi, y preparó sus garras.
—A cambio, te dejaré un recuerdo, para que no se te olvide la tontería que cometiste en contra de Inuyasha.
Sin pensarlo, atacó sus piernas con las garras de una de sus manos, el gritó que soltó Toyotomi puso nerviosos a todos.
—¡Sesshōmaru! —no sabía la cantidad de veces que lo había llamado. El actuar del mayor lo sorprendió, cuando dijo que estaba tramando algo, no pensó que sería eso.
Los exterminadores intentaron acercarse, pero el DaiYōkai los alejó con el blandir de su espada. La volvió a guardar en su funda y miró a Toyotomi, quien se retorcía de dolor y trataba de calmar el mismo apretando sus heridas.
—Así te traten con el mejor curandero, no habrá forma de que puedas volver a caminar. Mi veneno es uno de los más letales. Quedaras como un inválido el resto de tu patética existencia. Y si llegases a intentar algo, mi veneno lo sabrá y se terminara de extender por todo tu cuerpo hasta llegar a tu inútil corazón. Nada ni nadie podrá sacarlo de tu cuerpo, ya que él único que puede hacerlo, soy yo.
—¡Eres un monstruo!
—Me sorprende que todavía tengas agallas para dirigirle la palabra al Gran Sesshōmaru, después de haber sido amenazado de muerte. ¿Debería cortarte la lengua también?
—¡Ya basta Sesshōmaru!
El DaiYōkai miró por encima de su hombro al Hanyō, el cual al verlo se veía nervioso. Como si temiera de las posibles acciones que llegaría a cometer a continuación.
Sin embargo, Inuyasha no sentía ningún tipo de nerviosismo o miedo dirigido hacia él. Porque sabía que lo único que había hecho Sesshōmaru, había sido protegerlo.
El silencio fue interrumpido por los gritos de alguien mayor, Inuyasha volteó para ver que se trataba de la anciana Kaede junto a Miroku, los cuales habían llegado después de que el tiempo límite que le indicó Sango a Miroku se había pasado desde hace rato.
A la anciana Kaede le había sorprendido mucho la escena con la que se había topado al llegar, sin embargo no pelearía por las vidas perdidas, porque sabía que ellos mismos se lo habían buscado.
—Líder Toyotomi, me decepciona mucho la persona en la que te has convertido gracias a tu ambición. Y esa misma ambición te ha llevado hacia donde estas.
—Usted no sabe nada.
—No te indique que ya podías hablar, como soy la líder de la aldea, quedas destituido de tu cargo como líder de los exterminadores, estarás en reclusión en uno de los templos sagrados para que reflexiones sobre lo que has hecho. A partir de ahora, Sango es la nueva líder —indicó con seriedad, sin apartar su vista de Toyotomi.
—¡No puedes hacer eso!
La anciana Kaede volteó a ver a Sango, la cual entendió sin necesidad de palabras.
—Llevenselo —ordenó a los exterminadores.
Se vieron entre ellos y dudaron en obedecer, al final lo hicieron al ver la mirada retadora del DaiYōkai. Se acercaron para levantar a Toyotomi y llevarselo.
—Miroku, Sango síganlos por favor, asegúrense de que no hagan nada sospechoso —pidió la anciana Kaede en susurros bajos al acercarse al monje y a la chica.
Miroku y Sango simplemente asintieron y fueron detrás de ellos.
La anciana Kaede devolvió su mirada hacia ambos chicos de cabello largo, la mayor desvió su vista hacia el cuerpo inerte del demonio. Sintió un sentir pesado en su pecho, ese demonio la había salvado del exterminador bajo al mando de Toyotomi.
Y el verlo ahí en el suelo, sin vida, la hizo sentir mal.
Inuyasha se acercó al cadáver de Hikaru, nuevamente sus orejas se agacharon al arrodillarse a su lado. La sola idea de que había dado su vida con tal de que él estuviera a salvo, lo hizo sentir más mal de lo que ya se sentía.
Apretó el suelo entre sus garras y sus labios empezaron a temblar por la rabia contenida.
Escuchó unos pasos detrás de él, los ignoró sin siquiera querer saber de quien se trataba. Ahora mismo estaba lamentándose por el sacrificio de Hikaru.
—Apártate —escuchó la voz demandante de Sesshōmaru.
Al mirarlo vio que sostenía una espada con una hoja delgada, y el patrón del mango se percibía suave, como si al mirarlo tuvieras una ligera esperanza sin sentido.
Imaginando lo peor, protegió el cadáver de Hikaru con su cuerpo.
—Ni se te ocurra hacerle algo, merece ser sepultado como se debe, Hikari merece verlo, tiene derecho a hacerlo.
—Que te apartes, Inuyasha —la dureza de su voz lo hizo flaquear por unos segundos.
Sin embargo, miró a unos cuantos metros como la anciana Kaede asentía. Muy a regañadientes, se hizo a un lado estando fuera del alcance de aquella espada.
Sesshōmaru colocó la espada al frente y esperó, su mirada se profundizó, como si hubiera visto algo que ellos no podían ver. Y sin pensarlo mucho, movió la espada por encima del cuerpo, como si hubiera cortado algo que no estaba ahí.
Inuyasha no entendía lo que había hecho Sesshōmaru en ese instante, pasaron unos segundos y no sucedía nada. Bajó la mirada desilusionado, no sabía que había querido hacer Sesshōmaru con esa espada.
Hasta que un quejido lo sacó de sus pensamientos, alzó su mirada rápidamente para ver al causante de aquel quejido.
Quedó asombrado al ver como Hikaru abrió los ojos de manera lenta, parecía perdido. Hasta que sus ojos se encontraron con los de su amo.
—Hola amo Inuyasha —sonrió cálidamente.
Inuyasha en ese momento podría sonreír de felicidad.
Felicidad al ver que Hikaru estaba bien.
Y todo gracias a Sesshōmaru.
No lo pensó y se acercó para ayudarlo a levantarse, se veía ansioso. Y no era para menos, creyó que había perdido a uno de sus recientes amigos.
Pero en el fondo, agradecía que todo estaba bien.
Todo había terminado.
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