▬ CAPÍTULO QUINTO

❛ antecedentes ❜

⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀Ser estudiante universitaria representaba diversos problemas que eran complejos en su mayoría. Tomar iniciativa a la autonomía del individuo, desarrollar organización al armar un horario propio, la revelación de la falta de dinero, el atareo que da la crisis de bienvenida de lo que era la vida adulta. De esta forma, la gran mayoría de la población daba por iniciada su adultez, tratando de darle una resolución a cada inconveniencia que se cruzaba por el camino cada día. Algunos lo llevaban fácil, otros no tanto; cada familia es un cosmos distinto que formaba una máquina de pensamiento distinta. Inori, por supuesto, se enfrentaba a estos a diario, mas siempre se hallaba con otro factor que le generaba disputa y obstruía sus herramientas para solucionar las cosas: sus padres. Ser autosuficiente en la institución académica a veces no era sencillo cuando fuera de ella era completamente dependiente a la decisión de sus progenitores. Era un choque continuo entre uno y otro; dos fuerzas titánicas que luchaban para someter a la otra, sin retroceder ni avanzar. La confianza que tomaba en su casa de estudio era destruida al estar fuera.

⠀⠀⠀⠀⠀Era desconfiada de todos y por todo. Un colaborador de esto era el constante miedo a lo desconocido que la obligaba a aborrecer cada cosa extraña. «No confíes en nadie» era una enseñanza muy común que se repetía en infinidad de lugares, siendo, probablemente, una de las frases más desgastadas de esa época. Esos mensajes ridículos que intentaban ser motivacionales mediante una premisa absurda de «un viejo filósofo griego dijo» eran el principal explotador; empero, también era una frase utilizada en la cotidianidad de la crianza y la educación escolar, por lo que era una frase que trascendía de varias formas. Inori nunca confió, pues en su círculo familiar nunca confiaron en ella. Catastrófico era soltar a alguien así en la calle. La joven Amakura tenía una vivencia de hace no muchos años que le permitía trabajar esa idea. La primera vez que tomó un taxi ella sola; ese día iba aterrada por algo que no necesariamente era malo. Ella temblaba de miedo en la parte de atrás del auto, mirando cada tanto el retrovisor central para ver al concentrado conductor mientras se quejaba con sus amigos sobre ese nauseabundo sentimiento. En ese momento, ella sabía que no debía estar así, así como también sabía que eso era debido a los comentarios que su familia —no solo sus padres— le habían hecho a lo largo de su vida. Por decirlo de alguna forma, todos los hermanos de su padre eran partícipes de varios asuntos que la hacían temer de cosas normales al decirle amenazas disfrazadas de humor y amabilidad familiar.

⠀⠀⠀⠀⠀Recordaba sus tiernos tiempos infantiles cuando iba a visitar a sus primos en esas reuniones familiares. Los dos eran varones, siendo ella la única fémina desde la generación de su abuela paterna. Su abuela la llamaba casi de forma especial; le decía cada que podía que siempre había querido una niña. La brutalidad de sus tíos no venía de este trato, sino que venía arraigado al simple hecho de ser la única niña en esos momentos. Sus tíos, muy humorísticos de mal gusto, le preguntaban cómo estaba o cómo iban sus estudios de primaria, algo de lo más normal y que toda persona común hace en esas reuniones como si fuera un manual no escrito; sin embargo, tras pasar esa etapa, esas preguntas pasaban a algo más personal y que nunca había tenido cavidad en su mente estando pequeña ni habiendo estado en la flor de su juventud.

⠀⠀⠀⠀⠀«—¿Ya tienes novio?»

⠀⠀⠀⠀⠀La bestialidad de la pregunta la enfermaba ahora, tal y como lo hacía desde antes. ¿Cuándo fue la primera vez que recibió esa pregunta? De tantas veces, su memoria ya la había perdido entre recuerdos, por lo que determinarlo era problemático. La escuchó repetidas veces en el pasado, teniendo ciertas decoraciones y comentarios variables de mal gusto. Eran amenazas explícitas adornadas con risas, normalizando sus palabras y rebajando su naturaleza primitiva a una cotidiana.

⠀⠀⠀⠀⠀Mala suerte era como podía llamar aquello. Sus tíos, todos sin ninguna excepción, tenían trabajos relacionados a servicios públicos que les dejaba a la mano un abanico amplio de posibilidades. El mayor de los hermanos era detective de una organización de policía científica, el cargo se explicaba por sí solo; el segundo menor trabajaba en una telefonía, teniendo la posibilidad de tener acceso a llamadas telefónicas realizadas bajo la línea de su compañía; su padre, para rematar, trabajaba en aduanas. Sí, Inori estuvo conviviendo bajo amenazas que atentaban en contra de su privacidad durante toda su vida.

⠀⠀⠀⠀⠀«Si tienes novio, lo investigaré».
⠀⠀⠀⠀⠀«Sabré si tienes novio por tus llamadas y mensajes».

⠀⠀⠀⠀⠀Horrible, simplemente horrible. No era más que un acto que se justificaba con el ambiente familiar amistoso, uno que acostumbró a Inori a dos cosas: la desconfianza y el miedo constante a vivir.

⠀⠀⠀⠀⠀Cuando a sus manos casi adolescentes cayó su primer celular, tuvo miedo de usarlo mucho o mostrar sus conversaciones carentes de algo malo. Esta tontería causada sin tener siquiera algún amiguito de su escuela agendado, tan solo eran charlas nimias y plagadas de horrores ortográficos con sus primos. Si eso fue provocado con algo tan simple como eso, al momento de ser valiente y agregar el número de su mejor amiga —la única entre sus mínimos contactos que no estaba conectada a ella por un lazo sanguíneo— la invadió un pánico terrible, de esos que ponen pálido a cualquiera y provocan mareos.

⠀⠀⠀⠀⠀«¿Y si me regañan?».
⠀⠀⠀⠀⠀«¿Y si esto no está bien?».
⠀⠀⠀⠀⠀«No puedo decirlo».

⠀⠀⠀⠀⠀El secreto inocente, por obvias razones, no duró mucho más de un par de días. Su madre le revisó el teléfono para monitorear su introducción a la comunicación a distancia —nada reprochable, a decir verdad— y en el proceso encontró el chat de dudosa redacción. Su madre la llamó y le preguntó de quién era el número, pues este estaba agregado con un apodo que no le permitió a la mayor reconocer a la amiga de casi toda la vida de su hija. Inori al recibir tal pregunta sintió auténtico pavor. «¡He hecho algo malo!» fue lo que cruzó por su cabeza. Claro estaba, en todos sus años le habían dicho cosas referentes, así que sentía miedo y desconfianza por cierta costumbre; un instinto natural que nació para esconder algo que no debía ser escondido. Pese a su duda, la preadolescente respondió con temerosa honestidad. «Es mi mejor amiga» dijo en un murmullo tímido. Su madre confió en ello, conociendo muy bien que la estaban criando en la ignorancia orgullosa y conservadora y que, de buenas a primeras, ella era desconocedora del tema tecnológico. «Está bien. Solo ten cuidado con lo que haces». Inori, quien estaba en los inicios de su fase experimental, percibió eso con suma curiosidad. Lo interpretó demasiado rápido en ese entonces; un pensamiento demasiado contundente como para preguntarse si de verdad vino de ella. “Si esto está bien, entonces hay algo peor”.

⠀⠀⠀⠀⠀Inori se dio la oportunidad de experimentar más, tentando los límites con mucha cobardía. Su propia intuición le hizo ocultar lo mejor que su falta de conocimiento podía permitir; cada delis era solo un refinamiento a su interpretación. El miedo y la desconfianza fueron uno solo. Entonces, naturalmente, confirmó que no debía darle mucha proximidad a su madre, así como tampoco a su abuela materna tras escucharla en varias ocasiones decirle a su madre cosas que suponían ser secretas. Desde infante tuvo la noción de ello, comprobando poco a poco qué cosas hacían enojar a su progenitora si se las contaba.

⠀⠀⠀⠀⠀Una vez sus pequeñas aventuras virtuales fueron expuestas, eso acabó con toda confianza y aprendió a no confiar. Inori era una persona miedosa a las consecuencias de sus actos, impregnada con una desconfianza de carácter inminente; sobre pensar las consecuencias de situaciones de riesgo era una prueba de ello. Empero, en cada individuo existía la otra cara de la moneda. La dualidad del ser humano era curiosa. Muchas veces se definía como la otra mitad o el otro yo del reflejo; sin importar el nombre que se le asignara, tenía un factor común que rara vez fallaba: no siempre estaba apegado a su efecto contrario. El otro lado de Inori también llegaba a ser un poco inverosímil a su miedo. Ella era una soñadora. Así como también era una miedosa que temía terriblemente de sus consecuencias, era una idealista nata para eso que no tenía. Quería, anhelaba e imaginaba, pero no lo intentaba la gran mayoría de las veces por miedo a las consecuencias que no podía enfrentar.

⠀⠀⠀⠀⠀Qué hilarante.

⠀⠀⠀⠀⠀Inori suspiró en la penumbra de su habitación, cerrando sus ojos mientras trataba de descansar un poco tras un día largo en la universidad. No hacía mucho que había llegado, apenas saludó en la casa cuando fue directo a su habitación, dejando la mochila en el suelo mientras se tumbaba en la cama. No le gustaba hacer eso cuando recién llegaba, pero esta era una de esas veces que permitió obviar su disgusto y dejarse llevar, estirándose como un gato en la cama para escuchar el grotesco crujir de su espalda. No era fácil…

⠀⠀⠀⠀⠀Al mirar por la ventana, podía ver cual cuadro enmarcado que el cielo estaba oscurecido de manera muy visible, dando paso a la noche. Su horario de clases era vespertino, por lo que llegar a casa cuando el atardecer estaba en su mayor punto era bastante común y rutinario. Podía recordar con triste gracia el día que obtuvo ese horario. Estuvo en desacuerdo al inicio, cobarde de la hora de salida. Por supuesto, no estaba acostumbrada a salir sola a tales horas. Nunca estuvo preparada para ese momento; su tipo de crianza no daba abasto para eso. Estuvo tan nerviosa de algo que se suponía que debía ser normal que varias veces llegó a asquearse de sí misma y a insultarse frente al espejo.

⠀⠀⠀⠀⠀«Mírate tan patética. Temblando como una niña en la oscuridad».

⠀⠀⠀⠀⠀Estuvo aterrada sin verdadero motivo. Eso tan solo era una demostración más de su marcada falta de experiencia en la vida. Pese a que ella supiera que no había un gran tema para sentirse así, las reacciones de su cuerpo eran involuntarias, una parte de una costumbre que no quería cesar. De alguna forma u otra, eso cambiaría, así sea a la fuerza que ella debía aplicar sobre sí misma. Detestaba con toda su alma verse bajo las conductas que le impusieron para asfixiarla; era como ser un ave rapiña acostumbrada a permanecer incapacitada en una jaula.

⠀⠀⠀⠀⠀Inori rio por lo bajo para sí. Pensó en las cosas que debía hacer para la universidad, teniendo en cuenta la falta de ciertos materiales que debía ver cómo conseguir. Definitivamente no era fácil ser una estudiante universitaria sin recursos. Si tan solo pudiera tener dinero, todo sería mucho más fácil, al menos eso creía y analizaba. Sin embargo, pese a la constante negatividad de lo duras que llegaban a ser las cosas, tenía fe de que, en algún momento del próximo semestre, eso cambiaría… Aunque sea un poco.

⠀⠀⠀⠀⠀Tiempo… Solo necesitaba tiempo.  Abrazaba esa idea con anhelo y no planeaba soltarla sin importarle las pedradas que recibiera en el camino. El futuro en definitiva sería mejor a partir de su próximo semestre… Oh, Inori, si tan solo supieras cómo.

⠀⠀⠀⠀⠀Su teléfono comenzó a vibrar. Era una vibración ligera y sutil a diferencia del distinguido tono de cuando era su madre que ya se le hacía atorrante. Ella levantó el móvil y cómo si fuera una señal de mi que pasaría a futuro, un mensaje de Ayano se mostró seductor en la pantalla, justo en el medio, abarcando todo el espacio de las notificaciones.

⠀⠀⠀⠀⠀“¿Quieres ir a Dionyses?”

⠀⠀⠀⠀⠀—Ayano, no te cansas de hacerme mendigar, ¿verdad?

⠀⠀⠀⠀⠀Los cambios de aire siempre eran necesarios. Soportar durante una cantidad de tiempo prolongada las mismas cosas, bajo las mismas condiciones una y otra vez no era favorable para nadie. Por supuesto, existen casos excepcionales a ese pensamiento, mas pocas veces las situaciones cotidianas llegaban a ser demasiado plácidas como para anhelar seguir viviéndolas sin una ruptura que funcione como un mediador entre el reposo y la fatiga diaria. Inori, por ejemplo, pocas cosas complacientes y memorables encontraba  en su día a día como para desear mantenerlas durante tanto. Suponía que por ese motivo existían los días de descanso, esos que eran tan añorados por la gente. Entendía el porqué de tanto revuelo y agitación, al menos eso le encantaría decir si tuviera algún tipo de motivación verdadera más allá de la posibilidad de obtener menos exigencia académica. De tal modo, las vacaciones iniciaron para Inori. Un semestre había sido descontado de su tiempo restante de su carrera universitaria, dejándole esa sensación casi nostálgica de lo rápido que llegaba a avanzar el tiempo en el arduo proceso como estudiante. Pensar en su primer semestre se sentía reciente, pero, a su vez, añejo; en su memoria permanecía presente la imagen de esa Inori un par de años más joven, con expresión de rechazo y un comportamiento más seco, consecuente de ese temor enfermizo del que poco a poco se estaba desprendiendo.

⠀⠀⠀⠀⠀Lo más importante es que, finalmente, sería libre de una de sus varias exigencias; no más ensayos, no más parciales, no más compañeros apestosos, no más lecturas pesadas… y menos excusas. El fin de semestre marcaba demasiado bien un período en el que los estudiantes suponían estar menos atareados como compensación por el esfuerzo empleado al estudiar —o al menos así debería ser—, por lo que las cadenas del compromiso no debían ser tan severas. Sus amigos no eran despistados. Compartían la misma condición que ella, por lo que sabían muy bien que solo durante esos momentos la cantidad de excusas que los padres de Inori podían dar estaba significativamente reducida. Ya no tenían a su disposición decirles sus dos frases favoritas, carentes de todo signo de creatividad: «ella debe concentrarse en sus proyectos» y «ella tiene clases mañana, no puede estar cansada».

⠀⠀⠀⠀⠀Como si fuera un tipo de instinto, Ayano e Itsuki eran los encargados de planear cada posible salida y gastar energías en esa poco recomendable labor de convencer a su madre en el proceso. Así fuera algo simple como reuniones en un café, salidas a caminar, ir a algún evento de la localidad o cualquier otra cosa nimia en la vida de personas de su edad, no tenían el corazón necesario como para dejar tirada a su buena amiga sin más. Sabían muy bien que el tiempo vital de Inori estaba desprovisto de esa clase de experiencias, por lo que trataban de solventar eso de algún modo. Unas cuantas insistencias, tal vez tener que endulzar algún oído y decorar verdades para lograr su cometido era la metodología constante que debían aplicar cuando ellos querían otorgarle a la más joven de los Amakura un pase de salida; gracias a eso, en más de una ocasión salieron victoriosos al obtener su presencia…, justo como en ese momento. 

Por repetidas veces que pisaba ese lugar, Inori no dejaba de mirar con hambriento interés el espacio de Dionyses. Apenas se habían bajado del auto de la madre de Ayano, pero eso no evitaba sentir el estruendo de la música, la cual llegaba como un feroz eco que retumbaba ligeramente bajo sus pies. Los amarillentos ojos de la muchacha iban de un lado a otro, incluso cuando fue revisada por la corpulenta mujer de seguridad. Había algo preceptivo en todo ello que detonaba una serie de emociones indescriptibles que solo dejaban su cabeza pensando. Cada paso que daba por las escaleras se sintió como una señal emitida; su corazón comenzó a latir con fuerza y la sensación de vértigo se acumuló en su estómago, cosquilleando un poco desde adentro. No estaba segura de qué resonaba más contra su pecho: el palpitar emocionado de su corazón o la música que envolvía todo el ambiente.

⠀⠀⠀⠀⠀La primera vez fue una pequeña casualidad, un intercambio sutil de miradas eclipsado por los fuertes colores de las luces, traído por un perfil desconocido, varonil e innegablemente atractivo, uno que le dejó esa extraña sensación de familiaridad a la muchacha de cabello oscurecido. Inori al final tuvo razón al sospechar que se le hacía conocido, pues las ocasiones previas en la que visitó el dichoso bar nocturno encontró esa encantadora imagen. Al inicio creía que solo sería un perfil lindo de momento, uno que jamás volvería a encontrar, pero se equivocó. Ni siquiera lo buscó con la mirada, tan solo fue un recuerdo vago al inspeccionar el lugar como acostumbraba, mas luego se llevó la grata sorpresa de encontrarse aquel perfil en el mismo y único lugar donde parecía encajar… Justo en los laterales de la barra, tal y como lo halló la primera vez, igual de deslumbrante entre las luces parpadeantes del local… Solo fue una casualidad, ¿no es así? Se aferró a esa idea durante un tiempo, pero después de dos o cuatro veces más, el perfil de aquel hombre desconocido volvía a deleitar su vista.

⠀⠀⠀⠀⠀Parecía casi un designio de los dioses, un espíritu errante lleno de un solo lado, capaz de engatusar a cualquier pobre alma que los mismos dioses querían perder. Era demasiado bueno como para ser verdad, se decía Inori en sus desviaciones. Se lo encontró cada vez que fue, incluso podía tener la sensación errada de que en sus primeras tres ocasiones también estuvo ahí, mas nunca había visto su rostro completo. De hecho, pocas otras cosas había visto de él. Solo cuando no había demasiada gente se le presentaba la oportunidad de detallar su complexión musculosa y ancha, una que correspondía a ese grueso cuello. También había sido capaz de notar sus grandes manos cuando se llevaba a los labios el vaso que contenía la bebida alcohólica. Su mano era masiva aun viéndola entre el mar de personas, las luces titilantes y la distancia; estaba segura de que esa fina y pequeña figura de cristal sería quebrada en pedazos con solo un apretón de sus dedos. De tan solo pensarlo, Inori sentía un pequeño cosquilleo que no era desagradable.

⠀⠀⠀⠀⠀Tal vez era inevitable que sus ojos se encontraran con esa sonrisa decorada con una cicatriz. Después de esas casualidades iniciales, era ineludible pensar en él. La primera vez fue solo azar, de la segunda a la cuarta una oportunidad para animar un poco más su estadía en aquel sitio y, más adelante, para jugar con su curiosidad. Era demasiado atractivo como para estar solo —al menos en su silueta—; ella daba por hecho que tenía alguna acompañante…, solo que su enorme cuerpo se encargaba de ocultar su identidad. Él era grande, al menos así lo notaba, pero se preguntaba si en verdad lo era tanto como para lograrlo. No tenía forma de determinarlo.

⠀⠀⠀⠀⠀Él era un pensamiento invasivo. Incluso sin tener en cuenta su identidad, aparecía en su mente poco a poco, germinando como una semilla destinada a convertirse en una flor majestuosa, presentándose en situaciones casuales, lejanas al contexto de aquel bar nocturno… Había llegado a echar raíces tan profundo que, por ejemplo, si al caminar por algún sitio encontraba algún hombre musculoso o alguna prenda de talla enorme, su mente le servía la imagen de aquel cuerpo masculino que ni siquiera había apreciado en su totalidad. A su vez, cuando escuchaba a las muchachas de su curso hablar sobre hombres guapos, evocaba la imagen de aquella marca que delineaba los labios del desconocido. Era demasiado. ¿En verdad una persona podía quedar tan encantada con un extraño al que ni siquiera había visto a los ojos? Trataba de conformar esa idea al decir que estaba bien siempre y cuando solo se quedara en su cabeza. No iba a ser dañino para nadie mientras lo conservara como una parte de sus fantasías. De algún modo encontraría una manera de purgar esa extraña e injustificada pasión, no le importaba cómo resultara esa catarsis.

⠀⠀⠀⠀⠀Solo era un pensamiento momentáneo en su cabeza… ¿verdad?

  ⠀⠀⠀⠀⠀Engañarse a sí misma nunca parecía funcionar. Lo aclamaba al recordar el maravilloso perfil de ese extraño hombre. A medida que pasaban las experiencias en el club, Inori fue adquiriendo el gusto de verlo. En ese instante en el que avanzaba hasta el último escalón, dejó de esperar una casualidad y, en su lugar, presentía el hecho. Apenas entró al lugar y fue envuelta en la atmósfera tan característica dirigió su mirada al mismo punto que ha estado viendo con intensidad desde sus últimas visitas. El populacho no le permitía ver; apenas tenía una visión vaga de la silueta de la barra por su distinguida iluminación. Seguía a sus amigos de forma casi inconsciente, desviando su atención hacia el frente solo cuando era necesario, no deseaba caer por tropezar entre gente descuidada. La música, el estruendo, los gritos emocionados y su propia curiosidad abrumaban su cuerpo. Sus dorados ojos apreciaron con todo gusto una apertura entre las mundanas personas. No tardó demasiado en notarlo en la posición de siempre cual fantasma, una ilusión óptica creada por los dioses ociosos. Él estaba ahí. Su gigantesca mano sostenía un vaso demasiado delicado como para estar entre los dedos de él. Lenta y vagamente se llevaba el contenido a los labios, acabando con una ligera inclinación hacia el lado que no podía ver, quizá sonriendo con picardía, quizá sin alguna expresión en su rostro, pero la distancia, las luces y la poca visión que le dejaba la muchedumbre no le permitían aseverar nada.

⠀⠀⠀⠀⠀Inori se vio en la necesidad de dejar de enfocarse en la embelesada visión onírica debido a la falta de movimiento de sus amigos. Se habían posicionado entre empujones cerca de la zona de confort de su grupo.

⠀⠀⠀⠀⠀—Inori, ¿estás segura de que te entretienes al venir con nosotros a este lugar? —preguntó su amigo Daisuke al notarla distraída.

⠀⠀⠀⠀⠀—No seas estúpido, Daisuke. —Fue Ayano quien cortó el pensamiento del muchacho antes de que Inori hiciera algo más que solo alzar sus cejas—. Sabes bien que ella se entretiene por su cuenta y, además, mejor que tú.

⠀⠀⠀⠀⠀Itsuki e Inori se rieron al unísono, haciendo claras burlas respecto a Daisuke y su patética tendencia a ser bebedor. Saben que su viejo amigo se convirtió en fiestero al salir de la escuela media, por no hablar de la bestia en cuanto alcanzó la mayoría de edad.

⠀⠀⠀⠀⠀—No olvidemos el día en el que fuimos a un club con mi mamá y Daisuke terminó tan solo a media noche como un tarado. —Habiendo traído ese tema, todos comenzaron a centrar sus sarcásticos comentarios hacia él.

⠀⠀⠀⠀⠀—“No vuelvo a beber más”, “estoy bien” —citó Itsuki algunas de las muchas cosas que había dicho durante su nauseabundo estado de embriaguez—. No olvidemos que le suplicó a Inori salir a tomar aire y acabó vomitando en las plantas del local.

⠀⠀⠀⠀⠀—Este sinvergüenza vomitó dos veces las plantas. —La voz burlona de Inori refrescó con nueva información para recordar y, por supuesto, para avivar los comentarios—. También lo hizo en el baño. Tampoco olvidemos que tuvimos que buscarle una silla porque daba tanto asco que no podía estar de pie.

⠀⠀⠀⠀⠀Todo ocurrió cuando la madre de Ayano tuvo la fabulosa idea de invitarlos a todos a un concierto que se llevaba a cabo en un club. Al principio todo estaba yendo bien; pululaban algunas conversaciones, anécdotas nuevas y risillas, pero gracias a las pésimas decisiones de Daisuke, todo acabó cambiando. Él escogió tomar alcohol como si fuera agua, acabando en un estado de ebriedad en la fase temprana de la noche. Por supuesto, todo terminó en un recuerdo que nadie nunca olvidaría, además de tener vídeos que lo resguardaban.

⠀⠀⠀⠀⠀Tras suficiente burla, inevitablemente Inori continuó con aquello que se apoderaba de su cabeza desde hace semanas. La joven Amakura no lo sabía, pero sus dorados ojos rutilaban con una inefable e imperceptible hambre. Los músculos de aquel brazo y el grosor tentativo de su cuello fueron bien apreciados. No podía despegar sus ojos de él con el control que le gustaría tener, yendo en contra de sí misma y su forma habitual de ser. Solo la voz de Itsuki la extrajo de su ensimismamiento al llamarla un par de veces por su nombre. Prefirió fingir no haber escuchado bien por la música antes de dar algún otro tipo de indicación, aunque su amigo, despistado por naturaleza, no le dio tanta atención. De hecho, lo único que quería era ser acompañado a la barra para comprar algo de beber ya que Daisuke estaba ocupado siendo avergonzado por Ayano, pues él nunca ayudaba a que le dieran algo más de respeto, sino todo lo contrario, él mismo se hundía más.

⠀⠀⠀⠀⠀Su petición rondó por unos eternos segundos en su cabeza. En las primeras ocasiones, a Inori no le hubiera generado algún sentimiento ir a acompañarlo; empero, ahora que tenía cierto gusto fantasioso por este espejismo onírico que danzaba diabólicamente en su mente el tema era distinto. La connotación de la barra había cambiado por completo para ella. 

⠀⠀⠀⠀⠀Cualquiera podía decir que sentía emoción por acercarse —lo cual no estaba tan equivocado— si no fuera por el creciente temor que se cultivaba dentro de ella. Por muy extraño que sonara, con cada paso que ella daba, su corazón latía con miedo, nervios y exaltación. Particularmente, y sin querer en realidad, ignoraba todo lo que Itsuki le comentaba durante el ansioso camino, pues su atención estaba dedicada al hombre desconocido. Estaba saboreando los nuevos ángulos que tenía la dicha de observar en ese instante. Para decirlo de una forma más sencilla, era como adquirir algo nuevo de aquello que ha conquistado tantas veces su cabeza. Con cada paso que daba obtenía un trozo nuevo que admirar, capaz de saciar su irreconocible hambre voraz. Se dio cuenta de que su espalda era mucho más ancha, que sus brazos eran masivos y demasiado gruesos sin siquiera estar tensos, que su cuerpo estaba mucho más desarrollado de lo que había figurado en la distancia. Cada paso era una sutil revelación, así como también una confirmación de una de sus suposiciones: su cuerpo escondía muy bien a su acompañante. Se le habría pasado por alto si sus filosos ojos no hubieran captado una mano femenina palmeando juguetonamente ese brazo que nunca podía ver. De alguna forma, fue demasiado glorioso.

⠀⠀⠀⠀⠀Sin embargo, este acto demostrativo acabó cuando Inori desvió la mirada hacia otro lado en un movimiento tosco, cambiando su dedicación a lo que Itsuki le había dado en esos cortos instantes que parecieron una eternidad. El repentino acto fue provocado por el inminente pánico con el que se acercó en un principio. Inori estuvo a pocas instancias de darle un rostro a la majestuosa figura de este hombre, pero se atemorizó en el último segundo. Sí, sonaba ridículo, pero había un pequeño matiz que le daba algo de sentido. Ella en verdad se estaba entreteniendo con la imagen de este individuo; arruinar esa diversión con triste desilusión no era algo que deseaba. Si al final de todo resultaba carecer de atractivo —detalle que dudaba, pero prefería ignorar—, iba a ser un trago tan amargo que ahogaría todos sus pensamientos. Para decirlo de manera simple, no podía consentir el riesgo de sacrificar una de las pocas cosas que podía disfrutar en privado sin la intervención de nadie. Estaba tan cerca y tan lejos a la vez… No obstante, el destino no había tejido eso para ella.

⠀⠀⠀⠀⠀ «Los dioses pierden a quienes están para perderse». Esa era una frase que estudió y aprendió demasiado bien. La analizó durante largas clases, extrayendo cada jugo que sustentara su fuerte pulsión trágica que abraza para nunca soltar. Simbolizaba la estupidez que significaba intentar comprender la mentalidad divina y las desgracias que sucedían debido a eso, así como también representaba esos eventos que eran inevitables en toda historia. No había escapatoria, pues una vez se era escogido, solo el final predestinado quedaba como camino.

⠀⠀⠀⠀⠀Inori Amakura no sabía que el cosmos estaba desordenado para ella.

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