Capítulo 11: Reclamo
Runa al sentir los labios de la nativa sobre su gélida piel soltó un gemido ante el calor que había sentido tras ello, en el cuello de cara pálida se le notaba la forma desesperada de alterarse por los dulces toques e inexpertos de Leah sobre ella. Tras ello sus piernas se abrieron por reflejo ante los suaves besos por la yugular, las clavícula hasta llegar a los pechos que fueron atrapados por las manos de la nativa.
—L-leah...
—¿Si? —sonó algo gutural su pregunta tras los besos que daba.
Runa quería guiarla pero así como en algún momento le había dado vergüenza guiar a Thom, ahora le pasaba lo mismo por lo que el nativo y esposo se encargó de ello.
—Quiere que bajes tu mano a su parte baja. Se suave e insistente en la caricia del clitóris. —dice Thomas con experiencia en darle placer, mientras que mordía suavemente la oreja de su esposa quien jadeaba.
—Oh, no me digas que... —empezó a decir tras bajar la mano, deslizó hasta esa zona e hizo presión.
De los labios de la vampiro salió un temido suplicante tras sentir un temblor que la consumió por completo, viéndose perfectamente las pupilas dilatadas.
—Leah... Por favor no juegues conmigo.
Tras ello, la nativa cierra los ojos y toma uno de los senos de la cara pálida entre sus labios cálidos, para empezar a rozar juguetonamente su lengua sobre el pezón que poco a poco cobraba forma por la fricción cálida. Pero no se había detenido en acariciar el clitoris con insistencia en dirección de la vagina de arriba hacia abajo, sin detenerse poco a poco, hasta que en un punto la humedad empezó a hacerse presente y por ende, el chapoteo emergió,volviendo loco al nativo que gemía al par de la cara pálida.
—mgh...mgh...ah~ rico ... Que rico.
Tras esas palabras suaves, tras jadeos, gemidos y movimientos la cara pálida poco a poco se iba perdiendo en los deseos carnales que la nativa le iba proporcionando tras sus toques a tal punto que tras máximo 45 minutos, pudo llegar a una maravillosa liberación que la dejó toda temblorosa e incapaz de moverse por el estado tan liberador y vergonzoso que tuvo.
—Bien, mientras ella se recupera. Tomaré diferentes lugares señorita Leah. —anuncio Thom, ayudándola a levantarse, aunque la nombrada estaba extasiada por los gestos y por todo lo que había conseguido. —Desnuda tu parte fémina y entregárselo a ella, te desea como yo la deseo a ella.
Leah se sintió cohibida, nunca había estado en ese punto con otra persona que no hubiera sido Sam. Por lo que cuando iba a retroceder por nervios, Runa la toma de una de sus manos.
—Dejame probarte... Por favor ...—gimió tras ello, debido a que Thomas se había colocado entre las piernas de la pálida, y empezó a lamer todo la esencia que había regado la liberación.
Leah ante tal escena de erotismo, mandó al carajo su vergüenza y se animó, ella era su impronta no debía cohibirse por algo que tal vez sería normal entre ellos. Por lo que hizo lo recomendado por el otro nativo, se quitó el short y la tanga.
—Subete en el reposa mando y acerca tu vagina a mi rostro. Luego solo necesitaré que te relajes... ¿Confías en mí Leah? —pregunta Runa.
Leah no dice más, solo hace lo que dijo y después al sentir el primer roce de lengua cálida, sobre su cara interna de labios y clitoris, no pudo evitar curvarse y apoyar su vagina en esa boca. —C-confío~ mgh~
Y tras ello, los tres fueron disfrutando el calor sexual que sintieron al estar tan íntimamente cercanos en esa casa. Leah sentía el calor subir y ahogar sus pensamientos lógicos, para luego poco a poco sentir la vibración de las cuerdas vocales de su impronta por los gemidos de placer que eran causados por lo que fuera que estaba haciendo Thomas. No podía ver, porque el morbo le causaba más no ver, sino que sentir como la lengua de la mujer parecía experta y la necesidad con la que parecía buscar la liberación suya era tan dulce y excitante que no pudo evitar siquiera controlar su propia liberación al sentir el golpe de éxtasis al sentir la irrupción de la lengua en su interior, soltando los jugos de su esencia por doquier.
—¡Mgh...ah!~
Y no sólo era había llegado, porque tanto Thom como Runa, también habían llegado a la liberación. Con solo juegos orales por el momento. Runa sabía que esto no le sería suficiente para sacarla, Thom también lo sabía pero Leah aún estaba comenzando este ritmo, serían compasivos.
Por lo que, eligieron comenzar por lo simple, pero el momento más absurdo salió en cuanto Thomas de la nada, dijo algo bastante intrigante y extraño.
—Ih, por cierto cariño. En respuesta a tu duda, el primer preservativo o bien coloquial dicho, condón apareció en 1870 siendo de caucho, aún mediocre la verdad. Pero en 1930, se hizo de látex. —comenta recordando improvisadamente el dato curioso que encontró en su búsqueda entre los libros hace un momento atrás.
Ese dato curioso bastó lo suficiente como para empezar a traer la conciencia y razón de Leah, vuelta a la tierra, mientras que la cara pálida no pudo evitar reír tras la ocurrencia de su esposo, siempre tan ocurrente.
Tras ello, Leah pudo aceptar el amable gesto de su impronta, en cuanto a ser ella quien fuera a sentarse en el sillón, junto a la pálida a su lado. Aunque aún se seguía escuchando un leve chapoteo de la humedad de la única vampira. Thomas distraídamente lo acariciaba, tan acostumbrado estaba al ritmo de su esposa que no se daba cuenta de lo que hacía era un acto poco normal para el resto, en este caso para Leah.
—¿Acaso no te has saciado ya?—preguntó arisca y extrañada, Leah.
—¿Yo? Claro, pero ella aún no. —respondió sin pudor alguno.
—Leah, la otra razón por la que Thom nos ha dejado solas hace un momento, fue porque tengo hambre ... Necesito la sangre de mi pareja para evitar atacar a todo humano cercano. Y me preguntaba, si quieres aprovechar ese momento para marcarme como bien se que los lobos hacen con su impronta. —reune el valor suficiente para seguir con ese tema aún sin resolver.
La nativa se queda boquiabierta ante ello, muy a pesar que aún no se recuperaba de la liberación, aquello la había despertado más.
—¿Esa mordida me dañará?—pregunta nuevamente, aún arisca a la idea.
—En este caso, no creo. Ya que tanto el tuyo como el mío deberían ser consuelo del daño que hace la mordida en diferentes cuerpos. —comenta pensativa. Recordando que con su esposo no había dolido, si no que había aumentado el nivel de liberación.
—Somos fuego para los vampiros, y para ellos su piel nos quema. Pero extrañamente a Runa no le molesta el aroma de ambos, ni nosotros el de ella. Así que suponiendo esa característica con otra, les dará más placer esto. Cómo creo que en algún momento pasó conmigo y Runa. —comenta Thomas. Mientras retira la mano de la zona ínfima de su esposa para luego empezar a acariciar el muslo descubierto con cariño y distracción.
Leah no ve que ninguno pueda mentirle, ni siquiera siente o ve el intento de algún engaño. Por lo que toma la mano de la pálida, y se la acerca a su rostro.
—¿Es lo que necesitas con demasía?—pregunta para darse a si misma, mas valentía.
—Te lo juro, Leah. Te necesito.
Y así sin más, Thomas por primera vez en la vida se muerde el labio en celos y molestia oculta al ver cómo la mujer nativa, sube a Runa a su regazo. La mujer pálida se concentra en sus movimientos, pero no dice nada por querer entender el momento, siendo así como lentamente Leah corre el cabello del cuello de su impronta, piensa en la calentura y en sus dientes, en marcarla como suya, justo del lado derecho. Sin embargo, un beso dulce y frío roza su cuello al mismo tiempo, y es ... En ese preciso momento cuando ambas muerden y marcan a su presa como suya. Soltando ambas un quejido de dolor pero a la misma un gran látigo de placer las inunda y sin ningún toque en su cuerpo, ambas se sueltan tras la liberación de sus cuerpos por un repentino orgasmo.
Leah había reclamado a la impronta de Thomas, como suya en el lado del cuello derecho.
Thomas había reclamado a su esposa del lado izquierdo porque su unión con el, estaba muy ligado a su corazón. Si Thomas moría, Runa se perdería en cenizas. Pero con Leah en su vida, retendría por unos años más, la pena de no tener a su compañero de vida a su lado. Porque Leah Clearwater representaba el amante que cada ser humano tenía pero nunca era bien visto moralmente tenerlo.
A Thomas nunca le gustó compartir a su mujer íntimamente. Ni tener relación con alguien más que no fuera su Runa, eran fieles, enamorados fieles a su amor verdadero y eterno.
Leah por primera vez en la vida, sabía que tenía hogar donde acudir y un amor de amantes que nunca podría dejar ir. Runa era su huella, su ancla y si ella dejaba de existir, aceptaría la muerte si era junto a ella.
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