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Somos fuego que ilumina el aire.
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La mañana siguiente empezó como si nada, Alec estaba de muy buen humor. Era un domingo perfecto, se puso a cocinar y cantaba con música de fondo. Magnus lo miraba desde el sillón, hacía poco habían terminado de desayunar y mirar una película.
Magnus aprovechó que Alec estaba distraído y miro su celular. Tenía una llamada perdida y un mensaje como media hora después de esa llamada. Eran ambos de su madre.
El mensaje decía:
"Amor, lamento que no puedas venir y que te sientas mal, Alec me contó de los cólicos... Espero el próximo domingo nos podamos ver, te extraño."
Dejo el celular y miro a Alec que tan feliz estaba.
Magnus comenzó a hacerse una película de porque el mensaje: Alec seguramente atendió su teléfono y no solo eso, le mintió a su madre de que estaba enfermo. La pregunta era si el enfermo era él o su novio.
En la radio sonaba un tema que se llamaba "Me rehúso" y Alec se movía en la cocina al ritmo de la música. Tal vez no estaba tan mal esto de estar juntos, de estar siempre así. Solos. Se levantó y fue hasta la cocina, abrazando a su novio por detrás, este se giró y se puso a bailar con el.
Era feliz así. Solo con el. Y de repente llegó la trampa. Algo que no sabría que en un futuro se arrepentiría de aceptar.
- ¿Te queres mudar conmigo?
- ¿Me decís en serio?
- Si, vivamos juntos. Te cocino todos los días - Alec se acercó y le beso el cuello.- te hago mimos siempre, te todo... - le dijo sobre la piel de su cuello.
- Me gusta la idea. En especial lo de la comida.
Alec se rió y lo abrazo con necesidad, Magnus hizo lo mismo. No podía vivir sin su Alexander, era una realidad. Estar con él lo hacía sentirse lleno, querido, amado y protegido.
Después de todo, nadie más estaría tan dispuesto a protegerlo como su novio.
Nadie más lo amaría tanto como él lo amaba. Eso sentía Magnus.
Alec Lightwood, era su cuidador.
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