Capitulo 6

Crazy In Love

Oh, oh, oh, oh, oh, no, no
Oh, oh, oh, oh, oh, no, no
Oh, oh, oh, oh, oh, no, no
Oh, oh, oh, oh, oh, no, no

Me has puesto tan loco, mi bebé
No soy yo mismo últimamente, soy tonto, no hago esto
He estado jugando a mí mismo, nena, no me importa
Cariño, tu amor tiene lo mejor de mí
Tu amor tiene lo mejor de mí
Cariño, tu amor tiene lo mejor de mí
Y, nena, me estás haciendo el ridículo
Me has sacado y no me importa quién vea
Porque, nena, me tienes, me tienes
Oh, me tienes, me tienes

Miro y miro tan profundamente en tus ojos
Te toco cada vez más cada vez
Cuando te vayas, te ruego que no vayas
Llama a tu nombre dos, tres veces seguidas
Una cosa tan divertida para mí tratar de explicar
Cómo me siento y mi orgullo es el culpable
Sí, todavía no lo entiendo
Cómo tu amor puede hacer lo que nadie más puede

Me has puesto tan loco ahora mismo
Tu amor me tiene tan loco ahora mismo
Me hace parecer tan loco ahora mismo
Tu toque me hace parecer tan loco ahora mismo
Espero que me salvas ahora mismo
Tu beso me hizo esperando que me salvaras ahora mismo
Mirando tan loco en el amor
Me hizo mirar, me hizo parecer tan loco en el amor

Me has puesto tan loco ahora mismo
Tu amor me tiene tan loco ahora mismo
Me hace parecer tan loco ahora mismo
Tu toque me hace parecer tan loco ahora mismo
Tengo la esperanza de que me salvaras ahora mismo
Tu beso me hizo esperando que me salvaras ahora mismo
Mirando tan loco en el amor
Me hizo mirar, me hizo parecer tan loco en el amor

Oh, oh, oh, oh, oh, no, no
Oh, oh, oh, oh, oh, no, no
Oh, oh, oh, oh, oh, no, no
Oh, oh, oh, oh, oh, no, no

El suave tintineo de las estrellas en el cielo nocturno iluminaba la habitación de Lizzy con una tenue luz plateada. Era como si el universo mismo conspirara para darles un escenario perfecto donde su amor pudiera florecer en secreto. Charles se acercó a Lizzy con determinación pero también con una reverencia silenciosa, consciente de la magnitud de lo que sentían el uno por el otro.

Ella lo recibió con una sonrisa nerviosa pero llena de amor, sus ojos reflejando el brillo de las estrellas que parecían danzar en su presencia. Habían compartido noches como esta antes, pero cada encuentro parecía nuevo y lleno de promesas aún por cumplir.

—Charles —murmuró Lizzy, cerrando la puerta tras él con un susurro apenas audible que resonó en el silencio cómplice de la habitación—. Estás aquí.

Él asintió con una mezcla de admiración y anhelo, sus ojos azules encontrando los de ella en un duelo de deseos y promesas no dichas.

—Lizzy —susurró él, su voz cargada de emociones contenidas que amenazaban con desbordarse en cualquier momento—. Si supieras cuánto te he extrañado.

Ella se acercó, su cuerpo encontrando el calor reconfortante del suyo mientras se perdían en un abrazo que era más que un gesto físico. Era una declaración silenciosa de que pertenecían juntos, contra viento y marea.

—Yo también te he extrañado, Charles —respondió Lizzy, sus manos encontrando las de él en un gesto de intimidad compartida que trascendía las palabras.

Charles la tomó en sus brazos con la delicadeza de quien sostiene algo precioso y frágil. Cada caricia era un tributo al amor que sentía por ella, cada beso una promesa de que estarían juntos, sin importar las adversidades.

—Lizzy, eres mi luz en la oscuridad, mi razón para seguir adelante incluso en los momentos más difíciles —confesó Charles, sus labios encontrando los de ella en un beso cargado de anhelo y pasión reprimida.

Ella correspondió con la misma intensidad, sus manos buscando la cercanía de él como si temiera que desapareciera en cualquier momento. En esa habitación, bajo el manto estrellado del cielo y el resplandor cálido de las velas, se entregaron el uno al otro con una entrega que solo el amor verdadero puede inspirar.

—Charles, aquí, contigo, soy libre. Libre de ser quien realmente soy, de amarte sin barreras ni prejuicios —susurró Lizzy entre besos entrecortados, su cuerpo temblando con la emoción de sentirlo tan cerca.

Él la miró con ojos que la desnudaban hasta el alma, cada mirada un tributo silencioso a la belleza que solo ella poseía para él.

—Lizzy, eres mi todo. Quiero cuidarte, amarte y protegerte todos los días de mi vida —declaró Charles, sus manos trazando líneas imaginarias sobre la piel suave de ella como si quisiera memorizar cada centímetro.

Ella se sintió frágil y poderosa a la vez, como si su amor fuera una fuerza que los unía más allá de las palabras y las circunstancias. En esa noche mágica y llena de estrellas, Lizzy y Charles encontraron en el calor de sus cuerpos un refugio contra el mundo exterior, prometiéndose mutuamente luchar por su amor contra viento y marea.

—Charles, aquí, ahora, solo somos tú y yo. Nada más importa —susurró Lizzy, su voz temblando con la emoción contenida de un amor que había desafiado todas las probabilidades.

Él la besó con una pasión renovada, sus labios buscando los de ella con un hambre que solo podía ser saciada por su presencia. En cada caricia, en cada gesto, se entretenían mutuamente como si el tiempo se detuviera solo para ellos.

—Lizzy, tú eres el amor de mi vida —confesó Charles entre besos, su voz ahogada por la emoción—. Nunca había sentido algo así por nadie más. Contigo, he encontrado todo lo que siempre busqué.

Ella acarició su rostro con ternura, sus ojos azules brillando con la misma intensidad que las estrellas que los observaban desde el cielo nocturno.

—Y tú, Charles, eres mi amor, mi todo —susurró Lizzy, sus dedos acariciando la mandíbula marcada de él con reverencia—. No puedo ni quiero dejar de besarte, tocarte, verte, pensar en ti. Eres mi mundo entero.

Él la abrazó con fuerza, como si temiera perderla incluso en aquel momento perfecto que habían creado juntos.

—Contigo, Lizzy, he sentido cosas que nunca pensé que podría sentir. Más que la emoción de las carreras, más que cualquier victoria en la pista —confesó Charles, su voz llena de asombro y gratitud—. Contigo, hice el amor por primera vez, no solo físicamente, sino con todo mi corazón y mi alma.

Ella lo miró con ojos que reflejaban su propio amor y admiración.

—Charles, cada momento contigo es un regalo. Eres mi amor verdadero, mi destino —susurró Lizzy, su corazón latiendo al ritmo del de él—. Juntos, enfrentaremos cualquier desafío, cualquier adversidad. Porque lo que tenemos es único e indestructible.

Y así, en la quietud de la noche y bajo el resplandor de las estrellas, Lizzy y Charles se entregaron el uno al otro con una pasión que solo el destino puede tejer entre dos almas destinadas a amarse para siempre.

Lizzy dormía plácidamente, envuelta en la cálida y familiar camisa de Charles, que la abrazaba como un suave cobertor de amor. La luz de las estrellas se filtraba por la ventana, bañando su rostro en una suave luminosidad plateada que hacía resaltar su belleza natural. Charles la observaba con admiración, maravillándose una vez más de la mujer que tenía frente a él.

—Eres la mujer más hermosa que he conocido, Lizzy —susurró Charles con voz ronca y llena de amor, acariciando con suavidad una mecha de cabello rubio que caía sobre su rostro.

Lizzy se removió ligeramente en su sueño, sus labios curvándose en una sonrisa leve que le hacía parecer aún más encantadora.

—Te amo más de lo que las palabras pueden expresar —continuó Charles, su tono lleno de reverencia mientras admiraba cada rasgo de su rostro sereno.

Él se inclinó para besarla con delicadeza en la frente, el gesto una caricia silenciosa que transmitía todo lo que sentía por ella. Lizzy se movió ligeramente hacia él, como si sintiera su presencia incluso en sueños.

—Eres mi mundo, Lizzy. No puedo imaginar mi vida sin ti —susurró Charles con ternura, su mano acariciando suavemente el brazo de ella donde reposaba su camisa.

La respiración de Lizzy se volvió más tranquila y rítmica, como si las palabras de Charles hubieran tejido un lazo invisible entre sus corazones. Él se recostó a su lado, su mirada perdida en el rostro angelical de la mujer que amaba con todo su ser.

—Contigo, he encontrado la felicidad verdadera, Lizzy —murmuró Charles, sintiendo una emoción profunda al verla dormir plácidamente bajo la luz de las estrellas—. Eres mi luz en la oscuridad, mi razón para ser mejor.

Lizzy se movió otra vez, esta vez girándose hacia él en un gesto instintivo que lo llenó de dicha y amor renovado. Él la abrazó con suavidad, sintiendo cómo su corazón latía al unísono con el de ella, como si fueran dos almas entrelazadas por el destino.

—Te amo, Lizzy —susurró Charles una vez más, sabiendo que cada momento con ella era un tesoro que atesoraría por siempre.

Y así, en la calma de la noche estrellada, Lizzy y Charles se perdieron en el sueño de un futuro juntos, donde su amor brillaba como las estrellas que los observaban desde lo alto.

Lizzy se despertó con la suave luz del amanecer filtrándose por las cortinas del dormitorio. Observó a Charles, quien aún dormía plácidamente junto a ella, abrazando la almohada con ternura. Su rostro, sereno y tranquilo en el sueño, reflejaba la paz que sentía a su lado.

Con una sonrisa amorosa, Lizzy acarició suavemente la mejilla de Charles, admirando su belleza incluso en el sueño. Sabía que cada momento con él era un regalo preciado que el destino le había concedido.

Lizzy bajó lentamente las escaleras del gran castillo, envuelta en la camisa de Charles que le quedaba grande pero que ella adoraba por su olor y por lo cómodo que le quedaba. Al verla, Nana Bea no pudo contener una sonrisa cálida y cómplice. Sus ojos arrugados por la edad brillaban con complicidad mientras observaba a Lizzy con una mezcla de orgullo y cariño.

"Buongiorno, carina," saludó Nana Bea con una voz suave y melodiosa, que resonaba en la cocina iluminada por el sol de la mañana. "¿Cómo dormiste, mi pequeña reina?"

Lizzy devolvió la sonrisa a su amada nana. "¡Hola, Nana Bea! Dormí como un ángel," respondió con alegría, sintiéndose más ligera y feliz de lo habitual. "Charles hizo que la noche fuera mágica."

Nana Bea asintió con una comprensión tranquila. "Ah, el amor puede hacer maravillas, ¿verdad? Sé que Charles es especial para ti, mi querida Lizzy."

Lizzy se acercó a la nana y le dio un abrazo cálido. "Sí, Nana Bea. Charles es... él es el amor de mi vida," confesó con una sinceridad que solo podía compartir con su nana. "Me hace sentir tan completa y feliz. Cuando estoy con él, siento que puedo conquistar el mundo."

Nana Bea acarició suavemente el cabello de Lizzy, sus ojos brillando con amor maternal. "Eres una mujer increíble, Lizzy. Estoy feliz de verte tan enamorada y feliz," dijo con voz suave pero firme. "Cuídate de ese corazón tuyo, pero nunca dejes de amar tan profundamente como lo haces ahora."

Mientras tanto, Charles, que había escuchado parte de la conversación desde la puerta de la cocina, hizo un gesto a Nana Bea para que guardara silencio sobre su presencia. Quería escuchar cada palabra de Lizzy, quería absorber cada detalle de su amor por él, como si fuera la primera vez que lo escuchaba.

Nana Bea, con una mirada cómplice hacia Charles, continuó con la charla matutina como si nada hubiera cambiado, preguntando a Lizzy sobre sus planes para el día y asegurándole que el desayuno estaría listo pronto.

Charles se quedó observando a Lizzy, admirando su belleza natural mientras hablaba con su nana. Era como si cada palabra que salía de sus labios fuera música para sus oídos, reafirmando lo profundo y genuino que era el amor que compartían.

Finalmente, cuando Nana Bea se distrajo preparando la mesa del desayuno, Charles se acercó a Lizzy por detrás y la abrazó suavemente desde atrás

El sol de la mañana se colaba suavemente por las ventanas de la espaciosa cocina del castillo, creando un ambiente acogedor y cálido. Lizzy, con la camisa de Charles envolviendo su figura, estaba concentrada en preparar un desayuno sorpresa junto a Nana Beatrice, cuyos ojos brillaban de felicidad al ver a Lizzy tan plena y enamorada.

El aroma tentador de café recién hecho y pan recién horneado llenaba el aire mientras Lizzy, con destreza y gracia, cortaba frutas frescas y organizaba una bandeja con mermeladas caseras y jugo de naranja recién exprimido. Nana Bea, con su cariño maternal, observaba a Lizzy con una sonrisa amorosa, recordando cómo la pequeña Lizzy se había convertido en una mujer tan extraordinaria.

De repente, Lizzy sintió unos brazos fuertes rodeándola desde atrás. Era Charles, su rostro iluminado por una expresión de amor puro y admiración mientras contemplaba a Lizzy en su tarea matutina. Su pecho desnudo rozaba suavemente la espalda de Lizzy, enviando un escalofrío agradable por su cuerpo.

"Te amo más de lo que puedo expresar con palabras, Lizzy," susurró Charles junto a su oído, su aliento cálido haciendo cosquillas en su piel. "Escuchar cómo hablas de mí, de nosotros... Me hace sentir tan afortunado."

Lizzy se volvió hacia él con una sonrisa radiante, sus ojos brillando con emoción y amor. Tomó su rostro entre sus manos, sintiendo la textura áspera de su barba bajo sus dedos. "Charles," murmuró con voz suave y emocionada, "contigo he encontrado el amor que siempre soñé. Eres mi persona, mi compañero de vida."

Nana Beatrice, testigo de este momento íntimo y especial, se acercó con afecto a los dos. "Es un placer verlos así, queridos. Charles, eres un verdadero caballero por amar a Lizzy con tanta pasión y sinceridad."

Charles sonrió con gratitud, mirando a Nana Bea con admiración. "Nana Bea, gracias por haber criado a Lizzy con tanto amor y dedicación. Ella es única, especial."

Lizzy se acercó a Nana Bea y la abrazó con cariño. "Nana Bea, gracias por todo. Por enseñarme el valor del amor verdadero y por cuidarme como si fuera tu propia hija."

Nana Bea les devolvió el abrazo con ternura, sintiéndose parte de esta familia unida y amorosa. "Lizzy, cariño, eres un tesoro. Tanto tú como Charles se merecen todo el amor y la felicidad del mundo."

Juntos, compartieron un desayuno lleno de risas, caricias y conversaciones sinceras. Cada gesto, cada mirada, era un testimonio del amor profundo que compartían. El sol continuaba iluminando su historia de amor, mientras Lizzy y Charles se preparaban para enfrentar juntos cualquier desafío que el destino les presentara.

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