Capitulo 5

Cada Vez Que Nos Tocamos

Todavía escucho tu voz, cuando duermes a mi lado
Todavía siento tu tacto en mis sueños
Perdona mi debilidad, pero no se porque
Sin ti me es difícil sobrevivir

Porque cada vez que nos tocamos, me invade este sentimiento
Y cada vez que nos besamos, juro que puedo volar
¿No puedes sentir el veloz latido de mi corazón? Quiero que esto perdure
Te necesito a mi lado
Porque cada vez que nos tocamos, siento la estática
Y cada vez que nos besamos, alcanzo el cielo
¿No puedes sentir el lento latido de mi corazón?
No puedo dejarte ir
Te quiero en mi vida

Tus brazos son mi castillo, tu corazón es mi cielo
Secan las lagrimas que lloro
Los buenos y malos momentos, los hemos vivido todos
Haces que me levante cuando caigo

Porque cada vez que nos tocamos, me invade este sentimiento
Y cada vez que nos besamos, juro que puedo volar
¿No puedes sentir el veloz latido de mi corazón? Quiero que esto perdure
Te necesito a mi lado
Porque cada vez que nos tocamos, siento la estática
Y cada vez que nos besamos, alcanzo el cielo
¿No puedes sentir el lento latido de mi corazón?
No puedo dejarte ir
Te quiero en mi vida

Porque cada vez que nos tocamos, me invade este sentimiento
Y cada vez que nos besamos, juro que puedo volar
¿No puedes sentir el veloz latido de mi corazón? Quiero que esto perdure
Te necesito a mi lado

Lizzy, conocida por su dulzura y amabilidad, dedicó la tarde antes de la carrera a recorrer el paddock y saludar a todos los ciudadanos de su reino que habían venido a apoyarla. Desde los más pequeños hasta los ancianos, cada persona recibía una sonrisa cálida y palabras de ánimo por parte de la princesa.

"¡Hola, pequeña Lucia!", exclamó Lizzy con cariño al ver a una niña con una corona de flores. "¿Estás disfrutando del día?"

Lucia asintió emocionada. "¡Sí, princesa Lizzy! ¡Estoy esperando ver la carrera contigo!"

Lizzy se rió suavemente y acarició la cabeza de la niña. "Voy a estar aquí, Lucia. ¡Gracias por venir a apoyarme!"

Continuó su camino entre la multitud, deteniéndose para charlar con los artesanos locales que habían montado puestos de comida y artesanías. Probó algunos dulces tradicionales y elogió el talento de los artistas, haciendo que todos se sintieran apreciados y especiales.

Después de su recorrido entre los ciudadanos, Lizzy se reunió con los dueños y superiores de Ferrari en una sala exclusiva del paddock. La conversación giró en torno a su papel como representante de la marca en la próxima carrera.

"Princesa Lizzy, estamos encantados de que haya aceptado ser nuestra embajadora", dijo el director de marketing de Ferrari con una sonrisa genuina. "Sabemos que su presencia dará un toque especial al evento".

Lizzy asintió con gratitud. "Es un honor para mí estar aquí", respondió con calidez. "Ferrari es una marca que admiro profundamente, y haré todo lo posible para representarla de la mejor manera posible".

Los detalles se discutieron meticulosamente: desde el protocolo de apertura hasta el momento en que Lizzy saludaría a la multitud desde el escenario. Había un aire de entusiasmo y anticipación en la sala, reflejando la importancia del evento para todos los presentes.

Después de finalizar la reunión, Lizzy tomó un momento para reflexionar en silencio. Estaba emocionada por la oportunidad de participar en un evento tan significativo, pero también sentía una ligera nerviosidad por lo que el día traería.

Mientras tanto, en otra parte del paddock, Charles se preparaba para la carrera con el equipo de Ferrari. Su mente no podía evitar divagar hacia Lizzy, recordando cada detalle de su encuentro: sus ojos brillantes y su sonrisa sincera que parecían iluminar incluso los días más oscuros.

Mientras Lizzy, acompañada por sus hermanos Nina y Theo, y sus padres, los reyes de Italia, Marianella y Simón, respondía a las preguntas de los periodistas, la atención de la prensa y del público se centraba completamente en ellos. Era evidente que la presencia de la familia real italiana había eclipsado momentáneamente a los competidores y a otros protagonistas del evento.

Los periodistas se maravillaban por la elegancia y el carisma de Lizzy mientras hablaba con claridad y confianza sobre su papel como embajadora de Ferrari y su apoyo al equipo en la carrera. Su voz resonaba con dulzura y su mirada reflejaba una combinación única de humildad y determinación.

"Princesa Lizzy, ¿cómo se siente al estar aquí, apoyando a Ferrari en este evento tan importante?", preguntó un periodista desde la primera fila.

Lizzy sonrió con amabilidad antes de responder. "Es un honor para mí representar a una marca tan icónica como Ferrari. Estoy emocionada de poder contribuir y ser parte de este increíble día".

Otro periodista levantó la mano. "¿Qué opina su familia sobre su participación en el mundo del automovilismo, especialmente considerando su papel como futura reina?"

Los reyes Simón y Marianella intervinieron con ternura. "Estamos muy orgullosos de Lizzy y de todo lo que ha logrado", dijo la reina Marianella. "Ella siempre ha seguido sus pasiones con determinación y dedicación, y la apoyamos plenamente en cada paso que da".

Theo, el hermano de Lizzy, añadió con una sonrisa. "Lizzy siempre ha tenido un espíritu aventurero y una capacidad para inspirar a otros. Es una líder nata".

Nina, por su parte, se acercó a Lizzy y la abrazó con orgullo. "¡Eres asombrosa, Lizzy! Todos en el reino están emocionados por ti".

Lizzy aceptó el abrazo de Nina con gratitud y luego se dirigió a otro periodista que había levantado la mano. "¿Qué le diría a los jóvenes que admiran su trayectoria y sueñan con seguir sus pasos?"

La princesa reflexionó un momento antes de responder con sinceridad. "Les diría que sigan sus corazones y crean en sí mismos. Todos tenemos el poder de hacer una diferencia y perseguir nuestras pasiones. Nunca dejen que nadie les diga que no pueden lograrlo".

La atmósfera alrededor de Lizzy era de admiración y respeto. Su presencia no solo irradiaba belleza física, sino también una profunda sabiduría y compasión que resonaban con todos los presentes. Era evidente que Lizzy no solo era una figura pública, sino también un ejemplo de gracia y humildad.

Él la vio de nuevo, parada en el centro del escenario, envuelta en la luz de los focos que parecían resaltar cada rasgo de su rostro. Era como si el mundo entero se desvaneciera a su alrededor, dejando solo a ellos dos en una burbuja de tiempo y espacio.

—Lizzy —murmuró Charles, con voz entrecortada por la emoción y la admiración—. Nunca dejas de sorprenderme. Cada vez que te veo, es como si te descubriera de nuevo, más hermosa, más única.

Ella sonrió, un brillo cálido en sus ojos azules, llenos de gratitud y amor.

—Gracias, Charles. Tú también pareces brillar cada vez que te veo. Es como si el universo conspirara para hacerte aún más irresistible.

Él se acercó lentamente, sin apartar la mirada de ella, como si temiera que desapareciera si lo hacía.

—No puedo evitar sentir que estamos destinados a esto —dijo él, tomando su mano con delicadeza—. A estar juntos, enfrentando cualquier desafío que se nos presente.

Ella asintió, sintiendo el calor reconfortante de su contacto.

—Somos como Max y Nina, ¿verdad? —comentó ella con una sonrisa traviesa—. Siempre juntos, enfrentando al mundo.

Él rió suavemente, acercándola más a él.

—Sí, pero creo que nosotros tenemos algo más, algo que solo tú y yo entendemos. Es como si nuestras almas estuvieran entrelazadas de alguna manera.

En otro rincón del escenario, Carlos observaba a Lizzy con una mezcla de admiración y resignación. Siempre había sido así desde que la conoció: ella, la luz que iluminaba cada rincón oscuro de su vida. Pero a diferencia de Charles, él no era el dueño de su corazón.

—Lizzy —susurró Carlos para sí mismo, su voz apenas audible sobre el murmullo de la multitud—. Eres mi todo. Haría cualquier cosa por ti, para estar cerca, para amarte en silencio.

Él la miraba con amor profundo, sabiendo que su amor por ella nunca sería correspondido de la misma manera que el de Charles. Maldijo en silencio por haberse enamorado de la misma chica que había capturado el corazón de su mejor amigo.

Lizzy giró hacia él, captando la intensidad en su mirada. Se acercó lentamente, consciente de la complicada dinámica entre ellos.

—Carlos —susurró ella, con voz suave y comprensiva—. Eres un amigo invaluable para mí. No sé qué haría sin tu apoyo y tu amor incondicional.

Carlos forzó una sonrisa, ocultando su dolor detrás de una máscara de amistad.

—Siempre estaré aquí para ti, Lizzy —respondió él, tratando de mantener la compostura—. Eres especial, mereces todo lo bueno que la vida pueda ofrecerte.

Alrededor, el mundo parecía desvanecerse aún más, dejándolos solo a ellos en su propio universo de amor y complicidad.

En otro rincón, Max observaba a Nina con una mezcla de fascinación y profunda conexión. Era como si su corazón latiera al unísono con el de ella, sintiendo cada movimiento, cada gesto.

—Nina —susurró Max para sí mismo, incapaz de apartar la mirada de ella—. Eres mi destino. No puedo explicarlo, pero cada vez que te veo, siento que el mundo cobra sentido.

Nina giró hacia él, percibiendo la intensidad en su mirada. Se acercó lentamente, sintiendo la misma atracción magnética que los unía.

—Max —susurró ella, su voz apenas audible sobre el murmullo de la multitud—. Creo que siempre has sido parte de mi vida, incluso antes de conocerte. Eres mi paz en medio del caos.

Max tomó su mano con suavidad, atrayéndola hacia él en un abrazo cálido y protector.

—Te amo, Nina —declaró él, su voz resonando con sinceridad y afecto—. Eres la luz que ilumina mi camino, la única que hace que todo tenga sentido.

El día había llegado. Lizzy se encontraba en el centro del escenario, rodeada de cámaras y flashes, representando su papel como la princesa de Italia en el evento. A su lado, Charles observaba desde la distancia, con una mezcla de orgullo y melancolía oculta en su mirada.

Era difícil para ambos actuar como si no se conocieran, como si sus corazones no latieran más rápido al verse. Lizzy se esforzaba por mantener la compostura, ocultando las emociones que la invadían cada vez que sus ojos encontraban los de Charles en la multitud.

El presentador continuó con la introducción, destacando la presencia de Lizzy y el honor de tenerla como representante de la elegancia y el encanto italiano en el evento internacional.

—Y aquí tenemos a la encantadora princesa Lizzy de Italia —anunció el presentador con entusiasmo, mientras Lizzy saludaba con una sonrisa perfectamente ensayada—. Nos honra tenerla con nosotros hoy, representando la elegancia y el encanto de su país.

Charles observaba cada gesto de Lizzy, cada palabra cuidadosamente elegida para no revelar su verdadera conexión. Max, por su parte, hacía lo mismo con Nina, manteniendo una distancia medida mientras admiraba en silencio a la mujer que amaba.

Lizzy se esforzaba por desempeñar su papel, por cumplir con las expectativas de los dueños de la marca y los reyes presentes. Era difícil, pero sabía que debía hacerlo por el bien de su posición y por el amor que compartía con Charles en secreto.

—Princesa Lizzy, ¿qué nos puede decir sobre este evento tan significativo para usted y para su país? —preguntó un periodista, enfocando su atención en ella.

Ella respondió con gracia, hablando de la importancia del evento para promover la cultura italiana y la colaboración internacional. Cada palabra era medida, cada gesto calculado para no revelar el amor que ardía en su corazón por Charles.

Charles asintió desde su posición, admirando la habilidad de Lizzy para mantener la fachada. Él sabía lo que significaba para ella, lo mucho que sacrificaba fingiendo no conocerlo frente a todos.

El evento continuó con aplausos y discursos, mientras Lizzy y Charles se encontraban ocasionalmente con miradas furtivas y sonrisas disimuladas. Era un juego peligroso, pero ambos estaban dispuestos a jugarlo por el bien de su amor y por el deber que tenían con sus respectivas posiciones.

El evento estaba en su apogeo cuando el dueño de Ferrari decidió presentar a Lizzy a sus mejores pilotos. Lizzy, con una sonrisa amable y radiante, se acercó al grupo de pilotos que esperaban con expectación.

—Princesa Lizzy, permítame presentarle a nuestros pilotos estrella: Charles y Carlos —anunció el dueño de Ferrari con entusiasmo, presentando a los pilotos que, aunque famosos y talentosos, no podían evitar sentirse abrumados por la presencia encantadora de Lizzy.

Ella extendió la mano con gracia, saludando a Charles y Carlos como si fuera la primera vez que se encontraban.

—Es un placer conocerlos, Charles, Carlos —dijo Lizzy con una emoción perfectamente fingida, aunque en su corazón sabía que tanto Charles como Carlos ya no eran desconocidos para ella. Charles, especialmente, le había robado más de un suspiro y un beso en el pasado.

Charles, por su parte, observaba desde la distancia con una mezcla de orgullo y conflicto interno mientras Lizzy interactuaba con los pilotos de Ferrari. Sabía que debía mantener la compostura, pero cada vez que Lizzy sonreía o hablaba, su corazón latía con una intensidad que solo ella podía provocar. Debía recordarse a sí mismo que ahora estaban en un evento público, donde debían fingir que su relación no existía frente a los ojos curiosos y las cámaras indiscretas.

Mientras tanto, Carlos miraba a Lizzy con una mezcla de admiración y resignación. Sabía que competía por su amor con Charles, un competidor formidable tanto en la pista como en el corazón de Lizzy. Aunque anhelaba poder expresar sus sentimientos por ella abiertamente, se resignaba a admirarla desde la distancia, sabiendo que no podía competir con la historia compartida entre Lizzy y Charles.

Detrás de las sonrisas y los apretones de manos, tanto Lizzy como los pilotos luchaban con la tensión interna de fingir que sus corazones no latían más rápido en presencia de los hombres que amaban en secreto.

Después de las presentaciones formales, el evento continuó con más discursos y aplausos, mientras Lizzy y Charles, al igual que Carlos y los demás pilotos, encontraban breves momentos para intercambiar miradas cómplices y sonrisas disimuladas que solo ellos entendían.

Al final del día, cuando las luces se apagaron y la multitud se dispersó, Lizzy y Charles se encontraron en un rincón apartado del salón, donde finalmente podían ser ellos mismos, libres de las restricciones y las expectativas impuestas por sus posiciones públicas.

—Charles —susurró Lizzy con voz suave, buscando refugio en sus brazos—. ¿Cuánto más podremos vivir así? Fingiendo que no nos conocemos, que no nos amamos.

Él la abrazó con ternura, sintiendo el peso de la distancia que debían mantener por el bien de sus responsabilidades públicas.

—Lo sé, Lizzy. Pero te prometo que encontraremos una manera. No importa cuánto tiempo nos lleve, estaremos juntos —respondió él, besando su frente con delicadeza.

En otro rincón del salón, Carlos observaba a Lizzy con una mezcla de adoración y desesperación. Sabía que ella nunca lo miraría con el mismo amor que reservaba para Charles, pero no podía evitar sentirse profundamente atraído hacia ella, deseando poder expresarle su amor sin restricciones ni barreras.

—Lizzy —murmuró Carlos en silencio mientras ella se alejaba con Charles—. Aunque nunca seas mía, siempre te amaré con todo mi corazón.

En ese momento, Lizzy y Charles encontraron consuelo en el conocimiento de que, aunque su amor no podía ser público, seguía siendo la fuerza que los unía en cada latido de sus corazones.

—Charles —susurró Lizzy, con la voz llena de afecto y alivio—. Es tan difícil actuar como si no te conociera.

Él la tomó de las manos con suavidad, mirándola profundamente a los ojos.

—Lo sé, Lizzy. Cada segundo fingiendo que no eres mi todo es una agonía para mí —confesó él, acariciando delicadamente su mejilla—. Pero haremos lo que sea necesario para protegernos, para proteger nuestro amor.

Ella asintió con tristeza, sintiendo el peso de las responsabilidades que llevaban sobre sus hombros.

—Te amo tanto, Charles. No puedo imaginar mi vida sin ti —declaró ella, dejando que sus emociones fluyeran libremente en ese espacio privado.

Charles la abrazó con fuerza, sus corazones latiendo al unísono en medio del silencio reconfortante.

—Y yo a ti, Lizzy. Eres mi mundo, mi razón de ser —susurró él, besando su frente con ternura—. Prometo que encontraremos la manera de estar juntos, de ser libres de estas restricciones algún día.

Ella se aferró a él, saboreando cada segundo de intimidad compartida, anhelando el día en que podrían vivir su amor sin barreras ni secretos.

Mientras tanto, en otro rincón del salón, Max observaba a Nina con una mezcla de admiración y dolor. Sabía que debía mantener la distancia, que su amor por ella debía permanecer en las sombras por el bien de todos.

Nina notó su mirada y le dedicó una sonrisa triste, comprendiendo la lucha interna que él también enfrentaba.

—Max —susurró Nina cuando estuvieron lo suficientemente cerca para hablar en voz baja—. Somos buenos en esto, ¿verdad? En fingir que somos solo amigos.

Él la miró con cariño, sintiendo el dolor agudo de ocultar sus sentimientos.

—Sí, Nina. Somos los mejores en eso —respondió él, tomando su mano con suavidad—. Pero eso no cambia lo que siento por ti, lo mucho que desearía poder mostrarte cada día cuánto significas para mí.

Nina apretó su mano con gratitud, reconociendo el sacrificio que ambos estaban haciendo por el bien de sus vidas públicas y privadas.

—Te valoro más de lo que las palabras pueden expresar, Max —confesó ella, permitiéndose un momento de vulnerabilidad—. Eres mi mejor amigo y siempre estaré agradecida por eso.

Max la abrazó con ternura, deseando poder decirle la verdad, deseando poder gritar al mundo entero cuánto la amaba.

—Siempre estaré aquí para ti, Nina. Siempre —prometió él, sabiendo que aunque no pudieran estar juntos abiertamente, su amor era real y profundo.

Alrededor, el mundo seguía girando, con sus vidas privadas ocultas bajo máscaras de protocolo y deber. Pero en ese momento, Lizzy y Charles, al igual que Max y Nina, encontraron consuelo en el conocimiento de que, aunque su amor no podía ser público, seguía siendo la fuerza que los unía en cada latido de sus corazones.

A escondidas de los periodistas, la realeza y el público, Lizzy se fundió en un beso con Charles, con cariño, ternura, pero también con pasión y deseo desenfrenados. Cada caricia, cada roce de labios era una promesa silenciosa de luchar contra todos los obstáculos que se interponían entre ellos.

En otro rincón del salón, Nina y Max compartían un momento similar, donde sus labios se encontraron en un beso cargado de la misma promesa de amor y determinación. A pesar de las expectativas y los deberes que enfrentaban como princesas y pilotos, estaban decididos a hacer hasta lo imposible por estar juntos y superar cualquier adversidad.

—Te amo, Lizzy —murmuró Charles entre besos, sus ojos brillando con la intensidad de su amor por ella.

—Y yo a ti, Charles —respondió Lizzy, sus manos aferrándose a él como si quisiera fusionarse con su alma.

En un gesto de complicidad, Max entrelazó los dedos con los de Nina, prometiéndole con su mirada que nunca la dejaría sola, sin importar las dificultades que enfrentaran.

—Nada ni nadie nos separará, Nina. Estamos juntos en esto —susurró Max, sus palabras cargadas de determinación y amor profundo.

Así, en medio de las sombras y el silencio cómplice del salón, Lizzy y Charles, al igual que Nina y Max, sellaron su compromiso de amor y lealtad, dispuestos a enfrentar el mundo juntos, superando todos los desafíos que la vida les pusiera por delante.

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