00 .ᐟ prisión de stillwater.
PRÓLOGO:
LYNX, la nueva prisionera.
ZAUN NUNCA HABÍA SIDO un lugar fácil, pero Violet solía pensar que entendía sus reglas. Un caos ordenado, donde cada factor, cada pandilla, cada alma perdida tenía su papel en el engranaje oxidado que mantenía a Undercity en funcionamiento. Pero allí, entre los barrotes de hierro de la prisión, no había orden y mucho menos engranajes. Sólo la sensación asfixiante de que el tiempo se había detenido.
Ella nunca imaginó que terminaría así. Violet esperaba una muerte violenta y gloriosa — tal vez en un golpe final contra Piltover o en una pelea fatal con una de las pandillas que tanto despreciaba en Zaun. No este limbo. No este vacío.
La primera semana fue suficiente para sellar su reputación. Cuando se cruzó con uno de los lacayos de Silco, no lo dudó. Le rompió la mandíbula con una bandeja de metal y se fue sin mirar atrás. No era el hambre lo que la movía, sino el odio.
Y, después, vino la tristeza.
La pérdida llegó en oleadas. Vander. Claggor. Milo. Y, sobre todo, Powder. Su rostro era un hematoma en el recuerdo de Violet que le encantaba tocar. Inocente. Asustado. Esa mirada que Violet nunca debería haber abandonado. Pero la abandonó, aunque fuera sólo por unos segundos. Fue suficiente perder a su hermana. Y ahora, aquí estaba, donde el sol era un recuerdo muy lejano y las paredes sonreían, encantadas de ver su desgracia.
Los días se convirtieron en semanas, luego meses y luego años. Violet aprendió a observar. Notaba como nadie las debilidades en la seguridad penitenciaria. Pero el mismo temperamento que hizo que planeara su fuga también la llevó al aislamiento. Fue un ciclo interminable: ira, aislamiento, planificación, más ira.
Ella cambió. Su pequeño cuerpo dio paso a músculos sólidos, junto con tatuajes. Su rostro, una vez marcado por una breve chispa de inocencia, se endureció. Cada golpe era un recordatorio de las peleas que había ganado y perdido dentro de la prisión. Sus peleas, a veces, se debían a las razones más estúpidas. En otras, Violet golpeaba a prisioneros recién llegados en busca de información que la llevará a encontrar a Powder. Ellos nunca lo supieron.
Pero aun así, ella no se rindió. Powder estaba allí afuera. Viva o muerta, Vi necesitaba saberlo.
En la cafetería, la comida era una afrenta a los sentidos. Una pasta suave que parecía castigar más que nutrir. Violet cerraba los ojos a veces, tratando de recordar el estofado de Vander, el olor cálido y familiar que llenaba sus fosas nasales. Ahora sólo quedaba el sabor amargo del recuerdo.
Ella compartía la mesa con otros reclusos, todos más muertos que vivos. El silencio era opresivo, roto sólo por el tintineo de las bandejas y el murmullo lejano de los guardias. Fue entonces cuando ella apareció a través de los vidrios templados de la cafetería, en el pasillo hacia las celdas.
Una figura delgada, pequeña, casi insignificante. Cabello negro que parecía absorber toda la luz de la habitación, ojos rasgados que brillaban con cierta locura y piel pálida. Tres guardias la escoltaban, como si fuera una bomba a punto de explotar.
"¿Qué carajos es eso?", Violet pensó, con los ojos fijos en la chica. Demasiado pequeña para causar miedo, entonces ¿por qué tantos guardias?
Y ella era hermosa. Muy hermosa. Violet siempre había tenido predilección por el caos ㅡ en su vida y en sus relaciones. Teniendo citas algunas veces en prisión. Le encantaban las escapadas furtivas para deleitarse entre las piernas de sus amantes, las miradas indiscretas y provocativas que le lanzaban durante el recorrido de los guardias. Le gustaba cuando un amante le tiraba del labio, sólo para probar la sangre. Esa mezcla de dolor y placer, de peligro y deseo, era adictiva.
Pero, en esa chica... Violet vio algo diferente en esos ojos oscuros. Más destructivo, más peligroso que en todas las demás. Un magnetismo peligroso, imposible de ignorar.
ㅡ¿Quién es ella? ㅡMurmuró Violet, sin apartar la mirada.
El hombre que estaba a su lado, un bruto con profundas cicatrices en la cara y una mirada opaca, dejó caer el tenedor con un chasquido seco. Dudó antes de responder, como si el nombre mismo estuviera lleno de veneno. Violet, ajena a lo que sucedía tras las rejas, a diferencia de otros reclusos que iban y venían como en relaciones tóxicas, sintió que sus dudas aumentaban. Ella necesitaba saberlo.
ㅡLynx. ㅡél respondió, en voz baja, casi temeroso.
ㅡ¿Qué más? ㅡla pregunta se le escapó antes de que pudiera controlarla. El tono de Violet seguía siendo despreocupado, como si quisiera mantener el aplomo.
ㅡElla es un problema. El diablo en forma humana.
La chica, Lynx, sonrió como si hubiera escuchado cada palabra. Lenta, calculada, provocativa. Sus ojos se encontraron con los de Violet por un instante, una mirada que pareció atravesar la distancia entre ellas.
Una calidez inesperada llenó el estómago de Violet. No fue miedo. No fue ira. Era algo más peligroso. Curiosidad.
Cuando Lynx desapareció por el pasillo escoltada por los guardias, Violet se dio cuenta de que tenía los puños apretados con tanta fuerza que las uñas se le habían clavado en las palmas. La sonrisa de Lynx todavía permanecía en su mente.
Violet nunca creyó en los dioses ni en el infierno, pero Lynx se esforzaría en hacer cambiar sus creencias sobre el diablo. Especialmente, cuando venía en forma humana.
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