No.1: Ruin The Friendship.

El siguiente contenido es ajeno a la historia, y no modifica en ningún momento los sucesos de Crayons©, siendo estos base fundamental de los capítulos extra.

Si no te gusta la relación entre Oliver y Tobías, no estás obligado a leerla.

Espero que les guste.

—El que deje caer la carta, lavará el vomito de Sally de la entrada.—Erick se acomodó en medio de dos chicas casi cerrando el círculo en el que el conjunto de adolescentes estaban sentados cerca de la piscina de su casa, mientras reía.

—Falta una persona.—Dijo uno de los varones haciendo énfasis en el espacio vacío a su lado.

Oliver no había tomado más de media cerveza, de pie junto a Tobías, observando a los demás desde la puerta que daba hacia la parte trasera de la casa del peliazul. Y velando, por que su amigo, no hiciese alguna estupidez.

—¡Gatito! Ven a jugar. —Gritó Devine, mientras los demás lo llamaban con las manos.

—No me llames así, Peliteñido.—Gruñó.

—Vamos, no seas tan rudo. Juega con nosotros, solo falta una persona. ¿Sí?

Lo pensó, no estaba mal socializar por última vez  con las personas de su promoción, no tenía nada que perder, así que sin más, comenzó a moverse en dirección a ellos, y se sentó junto al moreno que le sonrió sonsacadamente.

Volteó a ver a Tobías por unos instantes, este no había notado su ausencia aún, y parecía perdido en el fondo de su vaso, sin muchas ganas de tomarse el contenido.

Típico juego de fiesta, típicos jóvenes apresurados.

Simplemente debían entregar en la boca de la persona a su lado, un naipe, con su propia boca.

La carta se cayó un par de veces antes de que llegara a Oliver, que solo se limitaba a reír.

Estaban a una semana de su graduación, y Tobías no tenía el valor. Tenía tantas cosas que decirle; pero, no sabía cómo.

No sabía cómo decirle que la respuesta que tanto había estado esperando llegó, y que además, era un sí. No sabía cómo contarle que recientemente había comprado un apartamento en Roma.

Que se mudaría a Italia en menos de dos meses; pero por sobre todo, no sabía cómo decirle, que estaba enamorado de él.

Se dice que el amor tiene etapas, y que depende mucho de la etapa en la que se desarrolle para saber cómo va a terminar dicho amor.

El amor adolescente, por ejemplo. El peor de todos, pero ¿Cuál es el problema con el amor adolescente? Sencillo, que nunca acaba bien. Todo es demasiado apresurado, porque esos seres están desesperados por tocar, por ser tocados, por sentir algo. Y lógicamente, con la velocidad que todo pasa, se estrellan, terminando casi siempre mal.

O el amor adulto, el que es terco, porque ambos están envueltos en sus propios egos, aunque, esporádicamente, terminan cediendo para caer el uno junto al otro.

O el amor infantil, que no es necesariamente un amor eros. Es inocente, blanco. Donde solo se busca el bienestar de todo aquel a tu alrededor.

Aunque para la mala suerte del castaño, tenía un amor lo suficientemente desarrollado como para aplastarlo por dentro.

No tenía mucha conciencia de su infancia, solo eran los cortos fragmentos de memorias en las que Oliver aparecía, donde su inocencia buscaba protegerle contra cualquier cosa, aunque no pudiera ni defenderse él mismo.

Pensamientos puros, que en algún punto de su crecimiento fueron recubiertos de vergüenza, con productos indecentes de su imaginación.

Pero ahora, con un cúmulo más de madurez, sabía que lo único que necesitaba era sacarlo de sus labios. Y después de tantos años asimilándolo, por fin había concluido que llevaba enamorado de la misma persona desde que tenía 7 años.

—¡Ya era hora de que esto se pusiera interesante! —Dijo alguien atrás de él, mientras otros reían y hacían ruidos molestos con fuerza.

Salió de sus pensamientos, notando que él ya no estaba a su lado, lo buscó entre las personas, solamente para quedar abrumado con la escena delante de sus ojos.

El moreno de hace un rato literalmente, arrojó el naipe lejos, para besar directo a Oliver.

A su Oliver.

Que no parecía estar luchando contra el agarre del otro chico. Estaba estático, tratando de corresponderle, con lo que el resto de los presentes creía que era disgusto, pero que Tobías sabía era Ignorancia, porque Oliver nunca había llegado demasiado lejos con nadie.

No, Tobías, no.

Samuel se levantó lo suficiente, como para colocar sus piernas una a cada lado del chico, dejando el cuerpo de Styles, en el medio.

No, basta. No es asunto tuyo, déjalo.

Al tipo no parecía importarle el espectáculo que estaba dando, ni se preocupaba por esconder sus intenciones, tocando lo que no era suyo, descaradamente.

No, ya es suficiente.

Lo último que observó sirvió para lograr sacarlo de sus cabales, justo en el momento en el que supuso que Samuel iba a deslizar su mano dentro de la camisa de Oliver, corrió hacia él, y con fuerza, lo empujó causando que cayera dentro de la psicina.

El escándalo cesó. Todos estaban impactados por la reacción del castaño, porque regularmente, él era ajeno a todo lo que pasaba, no sé metía en nada que no le afectara directamente, y nunca, utilizaba la fuerza física contra otra persona. Aparentaba ser bastante, centrado.

Tiró del brazo de Oliver de tal forma que le hizo ponerse de pie. Y entre dientes, dijo.—Nos vamos.—No le dio tiempo al otro para responder, simplemente lo arrastró afuera de la casa, hasta su auto.

Reaccionó mucho después, cuando escuchó el sonido del seguro de la puerta ponerse. —¿¡Qué jodidos te pasa!?—Le reprochó, mientras sobaba la marca roja que le dejó el fuerte agarre.

Enarcó una ceja.—¿No soy yo el que debería preguntar eso?

—Tobías…¡Casi me arrancas el brazo...frente a 30 personas!

—Estabas dando un espectáculo. Eso no está bien, y lo sabes.—Serio, viendo al frente.

—¿Un “Espectáculo”?—Ofendido.—No me jodas, nunca, en toda mi trayectoria escolar me he interesado en las tonterías de los demás, hoy simplemente traté de incluirme al grupo.

—No es la forma. —Seco.

Incómodo.—¡Deja de ser tan cortante! No puedo creer que te hayas molestado por algo tan tonto, exage…

—¿¡Cómo esperas que no me moleste si ese tipo estaba metiéndote la lengua hasta la garganta!? Valórate.

—¿Perdón?

—Valórate.

—¿Sabes qué? No necesito esto, no necesito que me ofendas, ¿Y qué si yo quería besarlo, o si quería perder el año hoy? No importa, no te importa. Voy a bajarme, detente.

Frenó en medio de la calle desierta por la hora. Sumido en su propia miseria mental.—¿”Perder el año”? ¿Estabas pensando en acostarte con uno de esos tipos, en serio? Bien, hazlo bájate. Tienes razón, No me importa.

—¡Lo haré!

Gritó las últimas palabras, y tomó la manija de la puerta, más no la abrió, estaba esperando a que el otro le dijera que no lo hiciera.

—¿¡Qué esperas, vamos!?

Tragó fuerte, ¿Realmente estaba tan enojado?

Se resignó, y antes de intentar abrir la puerta, se cruzó de brazos, acomodándose bien en el asiento del copiloto.

Tobías ni siquiera le había quitado seguro a la puerta, no iba dejarlo tan fácil, estaba probándole.

El trayecto hasta la casa de Oliver fue tedioso, incómodo por el silencio perenne en el auto. Harry y Louis habían partido hacía Holmes Chapel, como usualmente lo hacían los fines de semana.

Entraron, presos de la tensión que raramente ocurría entre ellos.

Subieron hasta la habitación del chico, naturalmente, Tobías tomó una de las camisetas que utilizaba para dormir, y se la colocó con lentitud, despojándose de la que había usado todo el día.

Debido a que la mitad de su ropa estaba en la casa de Oliver, tenía bastante libertad al momento de disponer de las cosas dentro de esa habitación. Era casi suya.

Se acomodó en su lado correspondiente de la cama, y cerró los ojos para intentar conciliar el sueño. El otro le imitó, dándole la espalda.

La luz estaba apagada. La habitación en silencio, y los dos, despiertos, sintiéndose igual de culpables.

—Yo no te dije nada cuando la sacaste a bailar.

—Creí que no te molestaba.

—Tampoco cuando le sonreías al niñito ese que solamente quería tu atención.

—¿Algo más? Continúa. Si algo te molesta o te hace sentir mal simplemente tienes que decírmelo.

—No, estaría mal.

—¿Por qué lo estaría?

—Porque somos amigos, no debería decirte qué hacer, ni entrometerme.

—Dices eso, pero intencionalmente te dejaste besar para provocarme, ¿No es así?

—No, eso es un poco enfermo.

—Entonces estabas vengándote porque acepté bailar tres minutos con una compañera.

—No.—Declaró.—Lo que trato de decir es que cada uno tiene sus asuntos, y que no deberían afectarnos, porque somos amigos.

Oliver pensaba que Tobías le veía como a otro hermano.

La mayoría de personas llega a tener un mejor amigo en la adolescencia, esa persona a la que le cuentas tus tonterías más desagradables o tus sueños más improbables. Esa compañía, o esa persona que te conoce tan bien como tu propia familia, pero con la diferencia, de que ella tiene la versión más espontánea de tí, la más relajada.

Pero, ¿Cómo decirle lo mucho que le gustaba que le abrazara cuando estaba dormido? Que tenía una especie platónico con él. No podía hacerlo, no quería destruir su relación.

Simplemente, tenían miedo de perder. De perder toda la historia que tenían juntos, porque él era su pasado, sus mejores recuerdos, su vida entera.

Sin embargo, Tenían química, nadie podía negarlo.

—Nosotros dejamos de ser amigos hace tiempo, y lo sabes.—(No, ¿Qué estás haciendo? Vas a arruinarlo todo.)

Rió nervioso.—¿Qué? No digas tonterías, por supuesto que lo somos.—Se sentó sobre la cama, y encendió la tenue lámpara de mesa que estaba a su lado.

Imitó su primer movimiento.—Yo no quiero ser tu amigo.—lento, se acercó lo esperando su reacción.

La leve luz le dejó contemplar el momento en el que cerró los ojos, y mordió su labio inferior dándole autorización para seguir.

Estaba asustado, por los escasos milímetros a los que estaba de su piel;  pero joder, olía demasiado bien esa noche, no pudo evitar cruzar la línea, y dejó que su nariz inhalara sobre su mentón, dando pequeños besos a lo largo de la extensión

de los lunares en su cuello.

Oliver detestaba dormir con camisa, era  alérgico a varios tipos de tela, por lo que prefería no usar demasiada ropa por las noches, para sentirse—De alguna manera—más libre y cómodo. Usualmente solo llevaba un pantalón corto, además de su ropa interior normal.

Recostó su espalda, y bajó las piernas de tal forma que le permitió al otro pasar su cuerpo sobre el suyo.

Ninguno de los dos había hecho algo como eso jamás, todos sus movimientos eran lentos, y su cuerpo entero temblaba cuando el leve roce entre ellos se daba. Adrenalina que estaba amenazando con salir de una vez de su pecho.

Tobías deslizó con miedo su mano por el pecho de Oliver, nunca lo había tocado de esa forma, le gustaba esa sensación. La suave piel del área de su cadera, sensible a cada toque.

¿Realmente iba a pasar?

Su corazón estaba acelerado; pero su alma estaba tranquila, estaban listos.

Decidido, comenzó a retirar las pocas prendas que le cubrían.

El beso. Ellos, nunca se besaron después de aquella ocasión, en donde el pelinegro le preguntó, “¿Qué se siente cuando besas una chica?” porque se había corrido el rumor de que Tobías salía con una de las niñas del salón. Ambos sabían que no era cierto; sin embargo, trataban de no tocar ese tipo de temas.

A lo que Lahey le respondió “No soy una chica, pero puedo enseñarte lo que se siente” y lo hizo inocentemente, creando el primer beso de ambos, en abril, cuando tenían 13.

Oliver intentaba cubrir su rostro con su ante brazo para ocultar el hecho de que su rostro estaba completamente rojo, tenía miedo de que sus emociones le ganaran y comenzase a llorar. No podía asimilar con claridad el hecho de que estaba desnudo.

—Mueve tu brazo.—Le dijo con Suavidad.

—Lo haré hasta que te quites la camisa.—Contraatacó.

Después de que su padre se casara con un tipo al que él detestaba, regresó a vivir con su madre.

Ella aún buscaba aventura, y viajaba con frecuencia, ya sin su hermano Tobías creció solo, atendido por las empleadas del servicio.

La comida chatarra y los caprichos que se le permitían crearon en él un desorden alimenticio, desencadenando en obesidad y por poco, diabetes infantil.

Después de dietas intensas, múltiples visitas al doctor y cientos de horas de ejercicio pesado continuo, logró un físico envidiable.

Pero estaba demasiado acomplejado, odiaba la playa, comía poco, se ejercitaba cuando podía, y no dejaba que nadie lo viera sin ropa. No era sano.

Su labio tembló.—Sabes que no puedo hacer eso. No quiero que me veas así…

—¿Así como?

—Como soy.

Suspiró con fuerza, difícilmente lograrás que una persona cambie la perspectiva que tiene de sí misma en una noche.

—Yo soy miope.—Dijo con gracia.—Me cuesta trabajo ver algo con claridad sin mis anteojos. No tienes nada de qué avergonzarte, no está mal para mi.

Escuchó la tela caer cerca de ellos. Y cumplió con la parte que le correspondía.

Sus labios entreabiertos, ojos enormes y brillantes. No podía describir con exactitud el sentimiento que le provocaba.

Después de tanto tiempo, le besó como había deseado todos los días. Tan ligeramente como su amor, porque eso representaba, su amor eran tardes corriendo entre el llano, riendo en las calles por cualquier idiotez. El sabor de la lluvia, y las miradas que fueron despertando algo lindo entre ellos.

Las miradas que les hicieron caer, el uno por el otro.

Sus manos querían recorrer el resto de su cuerpo, emocionado, pero sus ojos estaban perdidos en su expresión.

La expresión de dolor ,mientras tocaba su pierna con una de sus manos y con la otra le preparaba, bajando para lamer el espacio de su ingle.

Existe demasiada belleza en las cosas torpes de la vida.

Un dedo, dos, tres.

Sin ser obsceno, era la forma en que se vive una primera vez, sin erotismo.

Por eso hacer el amor es diferente a tener sexo, ¿Se entiende?

Lento, comenzó a entrar en su cuerpo. Antes de que la voz del otro se convirtiera en un desastre, gimiendo. Llevándole lejos.

Tal vez, no era la forma correcta, era demasiado básico, en esa habitación con poca luz.

Correr perdidos en el bosque.

Las tardes de salir a cazar dragones.

Todos los crayones que Oliver perdió.

Solo necesitaban la bicicleta y el patio trasero de alguna de las casas para ser felices.

Conducir demasiado rápido y chocar.

Ser sacados de clase.

Escapar por noches cuando ninguno podía dormir. Caminar con el humo del cigarro emanando de ellos.

La vida transcurre, y ya habían formado una juntos.

Sabía que Oliver estaba despierto sobre su pecho, y sabía que era demasiado terco como para admitir las cosas a su totalidad.

—Toby...creo que te amo.—Dijo el pelinegro.

Sonrió de lado.—Creo que te amo también.

You're all I need
According to your heart.

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