Capítulo 21



"I want you to know it's enough for me. Cause all that you are is all that I'll ever need."


Un hotel de segunda, a punto de quebrar.

Era su obligación examinar el inmueble, antes de que venciera el plazo y la orden de embargo fuera girada.

El lugar era del todo deprimente, se podía oler la humedad en el aire al caminar por los pasillos.

Se movía viendo con desdén las paredes, tratando de hacer un análisis mental de cada bien en el interior del edificio del que pudiera tener parte. Entonces, escuchó un chillido, este le hizo voltear.

Martin Lahey, 28 años.

Una de las chicas de servicio empujaba un carro plateado en dirección a él, siguiendo simplemente con su ruta. Entregando toallas en las habitaciones ocupadas de ese pasillo.

No tenía ninguna intención de verla; Pero era justamente eso lo que hacía. Su rostro cansado, y la delgada figura que se enmarcaba cada que se movía.

Cabello castaño, opaco. No era nada fuera de lo común, no era excepcional. Era lo que las personas llamarían otra de tantas; pero no, algo evitaba que él apartara la vista.

¿Qué la hacía tan atractiva? Peor aún. ¿Qué hacía observándola a la mitad del pasillo? Sacudió la cabeza, quiso seguir caminando. Sin embargo, sentía la necesidad de acercarse, Y lo hizo.

Cuando se acercó lo suficiente, notó que la chica no estaba sola. El niño pequeño que la seguía, lloriqueaba tirando de su falda. Niño que no podría pasar de lo los siete años.

Era enero, hacía frío naturalmente. El niño comenzó a llorar, en un intento por calmarlo, ella lo alzó en brazos cubriéndole la boca con ambas manos. Dejó el carro que empujaba y salió corriendo con el pequeño.

Lahey le siguió con sigilo, hallándole cerca de aquellos que eran aparentemente los cuartos de servicio. Abrió una de las puertas y empujó al niño dentro, luego volvió a cerrarla.

Él aprendió a observarla, y la estudiaba constantemente. Siempre que tenía oportunidad. Era enferma la forma en que la deseaba y sonaba tan mal decirlo en voz alta, que no podía convencerse completamente de ello.

Un día mientras la escuchaba llorar finalmente se acercó a ella. Estaba sentada en la acera fuera del hotel. Contaba monedas, parecía estar esperando a alguien.

Nevaba, y en medio del espeso aire. Martin bajo de su deslumbrante auto, atravesó la calle hasta llegar a Johannah.

Sonrió de la manera más hipócrita que pudo.—Necesitas dinero, ¿Cierto?—No contestó, estaba consternada por el tipo bien vestido frente a ella.—Si es así creo que podría ayudarte, claro, eso si aceptas ayudarme con algo primero.

—¿Con qué?—Inquirió.

—El reloj pasa de la media noche. No creas que es algo decente.

—No soy una prostituta.—Vociferó molesta.

—Por supuesto que no.—Se burló.—Sube al auto, hace frío.

Los neumáticos rechinaron cuando el auto arrancó a toda velocidad con ambos en su interior.

*

Estaba abrumado, la paredes de la habitación estaban asfixiándole. Necesitaba salir de allí, pero la oscuridad golpeaba sus orbes con rudeza.

Se levantó de la cama, y empezó a vagar descalzo por cuarto. Respirando agitado, como si le faltase el aire. Sí, eso. Aire, necesitaba salir a tomar aire.

Se detuvo por unos instantes a observar la figura de Louis sobre cubierta por las mantas. Salió sin más.

Harry estaba sufriendo el síndrome de abstinencia a los Ansiolíticos, justo en ese momento. Había dejado de tomar las benditas pastillas, no había tenido una crisis desde hacia meses. Creyó haberlo superado, pero no fue así.

No podía estar teniendo una justo ahora.

Estaba corriendo, no recordaba el haber salido a la calle; pero allí estaba. Sus pies podían sentir el concreto congelado de la acera. Sus pulmones parecían llenarse de plomo, cada que respiraba.

Sus ataques de ansiedad aparecían de repente. Por mucho tiempo intentó establecer un patrón para controlarlos; pero era imposible.

Le dolía el pecho, quería arrancarse la piel que le recubría y bombear de forma manual sus pulmones, porque no respiraba bien. Su cabeza estaba pesada, mordía sus labios, pero sin dejar de avanzar. Ni siquiera había notado que esta a corriendo en círculos.

Se tropezó, sus pies ya lastimados por estar en contacto con el asfalto congelado temblaban. Hecho un ovillo se echó a llorar tirado en la calle.

¿Por qué era tan idiota? ¿Por qué absolutamente todo le salía mal? Estaba harto de ser un completo inútil.

Estaba cansado de fingir ser una persona normal, cuando estaba claro no lo era.

Vivía asustado, dormía poco. Durante el transcurso de esa semana había estado planteándose tantas cosas, intentando buscar una forma, una manera de cumplir con todo lo que pensaba proponerse.

No sabía dónde estaba su jodida hermana, y sí. Era demasiado tarde como para empezar a tomarla en cuenta; pero las voces en su cabeza me gritaban que no podía. Que nunca sería suficiente.

Niall regresaba sobrio del bar al que había ido a desahogarse.

Las madrugada siempre sería el tiempo de las desventuras. Aún más en un enero cínico.

Algo se movía entre los arbustos.

Apretó los ojos cuando notó que era su amigo convaleciendo. Tirándose el cabello, sollozando fuertemente.

Corrió hacia él e intentó envolverle con sus brazos. Quería levántale, no podía dejarlo de esa forma en la calle. Harry pataleaba, se negaba a moverse.

Sabía que no era recomendable forzarle, pero Niall tuvo que obligarlo.

Con gran esfuerzo lo cargó al interior del edificio, y luego al ascensor. Arrastrándole hasta su apartamento lo llevó dentro y lo dejó sobre el sillón. Luego se posicionó frente a él para abrazarlo.

"No otra vez, Styles." Pensaba el rubio.

Harry lloraba en silencio, se atragantaba con su saliva. Tenía marcas de uñas en los brazos y rostro. De sus propias uñas.

Louis escuchaba pasos en la sala, y estruendos cada cierto tiempo. Se armó se valor para acercarse a la puerta. Luego de que Harry saliera de la cama y no volviera, se preocupó. Así que ahora, estaba listo para salir y golpear lo que se le atravesara; Pero sólo era Harry.

Con las piernas enrolladas al torso de Niall.

—Intenta respirar, ahora juntos. Uno...dos...tres. Inhala, exhala.—No sabía que pasaba pero no le gustaba. El rubio peinaba el cabello de su amigo tratando de calmarle.—Vamos, grandote.

—¿¡Qué haces aquí?!—Gritó Louis tirando del hombro de Horan.

—¿Disculpa?—Repuso molesto cuando su cuerpo fue obligado a separarse del de Harry.—¿¡Tú dónde estabas?!—Louis parpadeó. El rostro del rizado estaba rojo, balbuceaba cosas inaudibles y asustaba verdaderamente lo hacía.—No es momento para uno de tus arranques celopatas.

—¿¡Qué pasa!? Harry...—Louis intentó acercarse, pero el rubio lo alejó.—¿Qué sucede contigo?—Le dijo cabreado a Niall. Lucía asustado y nervioso, tanto que lograba que el rizado se inquietara.

—¿Qué no lo ves? Está teniendo un ataque. Así que aléjate, estás estresándolo más.

—¿¡Cómo podría estarlo estresando?!... Ni siquiera tengo idea de qué pasa.—Niall seguía peinándole, cosa que al otro no le agradaba.—¡Ya deja de tocarlo, joder!

—Basta, sin gritar.—El rubio habla suave y despacio. Había terminado sentado en el sofá, con Harry siendo víctima de la apnea sobre él. —Tus gritos lo asustan.

—No entiendo.—Dijo sincero.

—Tú nunca entiendes nada, Louis.—La respiración del rizado comenzó a normalizarse.—No has estado tomando tu medicina, ¿O sí, Harry?

Louis no recordaba ese detalle.—¿Medicina? ¿¡Cómo que medicina!?

—Tomlinson, el pico y ve por un paño con agua.—Ordenó el Niall, el castaño obedeció a regaña dientes.

—Ahora, dime.—Preguntándole a Styles.—¿Por qué no las has estado tomando?

Lloriqueaba.—Me sentía bien, c-creí que estaría mejor sin ellas.

—Sabes que no es tan fácil, las necesitas.

—No me gustan.

—Pero son buenas para ti. Debes cumplir con tu receta, Respetar tus medicamentos.

—No quiero, me ponen raro. No me gusta estar drogado todo el tiempo.

Después de todo. La palabra "Medicamento" solo era un término elegante para decir "droga".

Louis regresó con el paño, se arrodilló junto a ellos y se lo entregó a Niall. Este lo puso en la frente del otro.

Harry se quedó dormido, con la cabeza sobre las piernas de su amigo. Y  junto a un Louis molestamente intrigado.

—Tenías que cuidarlo.—Declaró Niall.

—No sabía que iba a ponerse así de mal.

— ¿Así de mal? No, tú no has visto nada. Esto fue leve, y probablemente sea tu culpa.

—¿Por qué mi culpa?—Rugió.

—Seguramente le dijiste algo que lo hizo pensar de más. Sentir presión, ¿Estuvieron peleando de nuevo?

—No...

...

Oye, Louis. Quiero que firmes esto.—El rizado le entregó una hoja en blanco.

—¿Qué es?—Preguntó el castaño.

Una constancia.—Giró la cabeza confundido.—De que no vas a dejarme.

¿Ah sí? ¿Acaso tienes miedo de que lo haga?

—Sí.—Repuso serio. Ver a un Harry tan decidido era casi tan extraño como ver un Harry romántico. Inverosímil pero de alguna forma real.

—Pierdes tu tiempo, no voy a firmar nada.—contestó Louis. El rizado se tensó.

—Yo...—Su rostro se contrajo decepcionado.

De inmediato culpable.—Si quieres que no me vaya, coloca un anillo en mi dedo primero, Niño.

—¿Estarías bien con eso?—Preguntó de nuevo, asustado.

—Más que bien.

...

Niall bufó.—Entonces no sé qué fue. Es decir, cualquier cosa pudo haberlo alterado.

—¿Miedo?—Soltó divagando.

—Terror.—Louis volvió su vista al rubio.— Escucha, Harry es raro. ¿Ok? Él no va a reaccionar de la misma forma en la que tú o yo reaccionaríamos ante el estrés. Cualquier situación en la que tenga que decidir es crítica. ¿Has notado que hay personas que trabajan mejor bajo presión bajo presión? Bien, con él es todo lo contrario. Toma las cosas literales y hasta la mínima riña es desgastante.

—Pero si quisiera superarlo, podría ¿Cierto?

—No lo sé. Supongo que sí, si es por iniciativa propia.

—Harry no parece el tipo de persona que tendría esos problemas.

—Y según tú, ¿Cómo debería lucir?—Interrogó el rubio.

—No lo sé, creo que....

Sin darle tiempo para continuar.—Eso es, no lo sabes. Así que no opines, no comentes. Y deja de ponerle tanta carga mental.—

¿Niall está molesto conmigo? Pensó el castaño.

—No le pongo ninguna carga. No le pido más de lo que puede darme. Estoy convencido de que puedo ayudarlo, puedo...

—¿En serio puedes hacerlo?—Niall tendía a ser muy duro cuando algo le preocupaba.—Está mal, lo ha estado por años. No es algo que puedas decidir eliminar de la noche a la mañana.

—Podría apoyarlo. Darle...

—¿Amor?—Se burló.— No entiendo por qué las personas creen que esa es una solución válida para todo. Los trastornos mentales, los traumas. No son lindos, la televisión te hace crees que puedes superarlos sin la larga lista de medicinas y con muchos abrazos; lo gracioso es que lo crees y tienes fe de que así será, hasta que terminas con la nariz rota, y la frente suturada.

—¿Piensas que no puedo hacer nada la respecto?

—Enano, sé que no puedes.

—¿Por qué estás siendo tan cruel conmigo?—Acusó.

—Es prevención. No sabes cómo tratar con él. Pudo haberse matado.

—No seas extremista.—Dijo temeroso.

—Sería su tercer o cuarto intento de suicidio, si llegara a deprimirse lo suficiente. O a motivarse demasiado.

—Está bien, yo no entiendo nada esto. Pero entonces, dime que hacer.

Niall lo meditó.— Por el momento solo has que tome sus píldoras.—El ojiazul asintió.—Y mantenlo con la mente ocupada.

*

Al día siguiente, el sol traspasó la ventana de la habitación principal de Harry.

Este despertó, luego de que Niall y Louis lo cargaran hasta su cama.

Se vio en el espejo, tenía varios golpes, Y uno que otro raspón. Se sentía ligero como si hubiera podido sacar algo dentro de su pecho, de alguna forma, más tranquilo.

Ese día disfrutó como ningún otro el agua fría de la ducha, dejando que le empapara el rostro. Sintiendo las gotas latentes que bajaban por su espalda.

Nunca se había sentido tan cómodo usando su uniforme de trabajo, y había dejado de estar renuente a peinarse el cabello. Parecía estar alegre. A su manera, cantaba una canción conocida de King of leon.

Los ataques de pánico o ansiedad podrían ser comparados con las erupciones volcánicas. Un volcán que hace erupción, en el que la cenizas que quedan dejan todo nublado. Pero después de estallar, el cuerpo entra en un estado de confort.

Salió de su habitación, dirigiéndose a la de Oliver. Donde Louis estaba arreglándolo para ir a la escuela.

—¿Necesitas ayuda con eso?—Preguntó a Louis, que intentaba peinar el cabello negro del niño.

—No.—Rió.—Ya está, ¿Cierto, guapo?—Dijo al niño.

—¡Sí!—Dijo alegremente el pequeño.

—Vamos, vamos. Ve a desayunar.—Ordenó a Oliver, Este obedeció salió de la habitación. Louis se movió en dirección a Harry.—Y tú, deberías ir también. Apresúrate, o llegarás tarde.

—Eso es normal para mí.—Dijo tranquilo. Louis se golpeó mentalmente, recordando que no debía presionarlo.—Louis...—llamó.

—¿Qué sucede?—Dijo mientras terminaba de tender la cama del niño.

—Te debo una explicación, ¿Cierto?

—Oh, muchas de ellas.—Bromeó.—Pero está bien, no importa.— Se acercó a él lentamente poniendo su manos en su pecho.

—¿N-no importa? ¿No lo hace?

—Deja exigirte tanto, de forzarte a dar una respuesta. Es lo que es, y listo.

—No.—Dijo firme.—Debería ser mejor, no es suficiente.

Las indirectas tampoco funcionan. Solo di lo que quieras decirle.—Eres más que suficiente y no necesitas cambiar nada.

—¿Lo prometes?

—Lo prometo.

Louis había pensado demasiado en la situación. Llegando a la conclusión de que Harry no era y no sería un adulto normal; pero sin importarle eso o lo que Niall dijera, iba intentarlo. Ah, y no iba a darle sus píldoras. 

Solo necesitaba eliminar cualquier rastro de miedo e indecisión en él.

Louis amaba robarle besos a Harry, porque le ponía nervioso. Y la sorpresa que le causaba era éxtasis para sus sentidos.

Eran un excelente equipo, extrañamente.

Harry era altanero, egocéntrico, inmaduro, torpe, tenía períodos de depresión y ansiedad extremos. Impulsivo e insolente.

Louis era dulce, con aires de prepotencia, inteligentemente calculador. Determinado e inconsciente.

El ser humano debería ser racional; pero sus actitudes jamás lo serían.

Nada tenía sentido, pero ¿Para qué tenerlo? Si todos estaban jodidos a su propia manera.

Por la tarde mientras caminaba de regreso del trabajo, se detuvo a ver las vitrinas del área comercial de Londres.

Había demasiadas personas en la calle para ser un lunes por la tarde. Se detuvo frente a la joyería y puso un pie dentro del establecimiento.

Pero su voz interna le dijo ( "¿Qué crees que estás haciendo? No estás listo para algo como eso, da la vuelta y sigue caminando. ")—Harry retiró su pie de la entrada.

(No molestes, quiero hacerlo, no me quites el impulso.)—puso ahora ambos pies dentro del lugar caminando lento.

("No. Todo va a salir mal, va a decirte que no. Hay que salir de aquí mientras aún haya tiempo".)

(No va a decirme que no.)

("Lo hará, o dirá que sí por obligación. O-o por miedo.")

(¿Miedo a qué? ¿A mi? Cállate, no vamos a rendirnos, solo hay que hacerlo despacio.)

("Definitivamente, hay que rendirnos. Y correr muy muy rápido.")—Harry concordó con esa parte de su subconsciente y estaba listo para salir corriendo cuando una voz le llamó.

—Buenas tardes, ¿Puedo ayudarle en algo?—La dependiente de la tienda le hablaba directamente.

("No".)— Sí.

—¿Buscaba algo en específico?— ("La salida, gracias".) (Cállate.)

—Eh, sí. Quería ver, uhm,—("Vámonos, no van a juzgarnos.")— ¿Anillos de compromiso?

La chica rió.— No suena muy convencido.—Harry aclaró la garganta y sacudió sus pensamientos.

—Lo estoy.—Afirmó.

—Bien, acompáñeme por este lado.—La señorita se movió detrás del mostrador indicándole al rizado que le siguiera.—Como podrá ver acá contamos con una amplia variedad de modelos. Difiriendo de precio y corte de piedra...

Harry no sabía el significado del verbo "Diferir". Así que su atención se había perdido a la mitad de las palabras de la chica.

Para cuando regresó su atención notó que habían varios ejemplares sobre el vidrio, y ella continuaba dando una explicación sobre cada uno.

Se detuvo a ver las sortijas, todas delicadas, en las que resaltaban las enormes piedras en sí. Con diferentes curvaturas y formas, no entendía mucho sobre el tema, pero estaba seguro de que no era el tipo de anillo que debería darle a un hombre.

—Todas son muy lindas pero...—Dijo rascándose el cuello.—Estaba buscando un estilo un poco menos...¿Femenino?—Dijo nervioso, concentrado en buscar las palabras adecuadas.

La chica captó de inmediato lo que quiso decir y sus ojos se abrieron enormes llenos de emoción.—Sabía que este día llegaría.—Dijo con la mirada en alto, causándole ternura y gracia a Harry. Salió corriendo en busca de los anillos de muestra. En un parpadeo, regresó.—Bien, ¿Tiene la medida del dedo del chico?

—¿Existen medidas para eso?—Perplejo. La vendedora asintió obvia.—Yo, pues, no lo sé. ¿Pequeño?

Ella rió fuerte y continuó atendiéndole con normalidad. Las argollas que había escogido—con ayuda de esa morena—eran hermosos. Dorados y resplandecientes.

Nunca se había sentido tan bien comprando joyas, y probablemente lo haría más seguido.

*

Los infortunios de la existencia humana son enormes. Y las posibilidades de que termines con un final desastroso es inevitable.

Es más coherente creer que no existe el destino. Sólo la causa y el efecto, y la infinita cantidad de sucesos que se relacionan unos con otros.

Martes 9:53 A.M.

Niall estaba sentado en una cafetería dentro del campus de la universidad, llamando al celular de Connor una y otra vez.

Entendía que el chico no quisiera hablar con él o siquiera verlo. Sabía que había sido demasiado duro con él; pero ¿Tanto como para que dejara de asistir a clases?

Bien, admitía que había sido un completo imbécil por haberle gritado de esa forma. Todo iba normal, hasta que al niño pasó por alto algunos detalles, y le entregó su permiso de conducir a Niall.

Obviamente, su fecha de nacimiento no encajaba con la edad que decía tener. Es decir, había tres ceros en ella.

Como el chico temía, Niall se molestó demasiado. Y tal vez, había sido algo tonto de parte del rubio humillarlo en medio de la calle; pero en ese momento solo pensó en lo egoísta que fue al no decirle desde un principio. Estaba cometiendo un delito, inconscientemente.

La línea sonaba muerta. Necesitaba hablar con él, tal vez no para rogarle que le perdonara y luego correr juntos hacia el atardecer. Solamente quería ofrecerle sus más sinceras disculpas, y, suponía, quedar en paz, como amigos.

Genial, su café se había enfriado. Negó y estuvo a punto de guardar su teléfono en el bolsillo de su chaqueta, cuando lo escuchó vibrar en su mano.

Era un número desconocido, contestó.

—¿Qué hora es?—Preguntó la voz en la línea.

—¿Hola?—Dijo temeroso.

—Niall, ¿Qué hora es?—Reconoció la voz ronca y severa de su amigo.

—¿Harry? Casi las 10. ¿Qué pasa?—Algo estaba mal, Harry no tenía permitido hacer llamadas durante el trabajo.

—Genial, Louis y Oliver siguen en la escuela. Escucha, no tengo mucho tiempo, ve y dile que tienen que salir de allí. No le expliques, sólo asegúrate de que no deje solo a Oliver. No lo llames, no va a responderte. Y por favor, no le digas que estoy aquí.

—¡¿Qué mierda?!—Empezando a sudar.

—Estoy en la comisaria, me tienen detenido. Necesito que vengas aquí rápido, pero antes haz lo que te dije.

—¿Qué hiciste...?—Cuestionó aterrado, suponiendo lo peor de cualquier caso.—¿Qué demonios hiciste?

—Nada, están acusándome de un crimen que no cometí.—Hablaba rápido, era difícil entenderle.

—¿Cómo?—Indignado.

—No importa, Wesley está aquí. Y estoy seguro de que es culpa suya. Hay dinero en mi casa, busca entre los peluches de Oliv...—La llamada se había cortado.

Niall tomó sus cosas de prisa. No tenía auto, y el preescolar estaba a unas diez calles. Tomó aire y corrió con tanta fuerza.









Estoy al pedo.


PREGUNTA:

¿De dónde son y cuántos años tienen?


Manténganse con vida. J.S.

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