Capítulo 14



"Mortal bodies, Timeless souls".


Su impermeable amarillo le quedaba un poco ajustado. No lo usaba desde hacia dos años. Y a pesar de no haber crecido mucho. Las costuras le ceñían.

Salió de su casa ya vestido. Llevando con él únicamente su teléfono oculto entre uno de los bolsillos del plástico que le cubría.

No entendía el por qué del mal tiempo, había estado soleado todo el día. El clima siempre sería una de esas cosas que nadie podría controlar.

Estaba muy oscuro. La calle casi desierta. Mientras el cielo se abría para derramar mares sobre la tierra. Clamaban una inundación. Los vientos y las ondas crujían. Alzaban su voz causando que la madera de las casas del vecindario tronaran como si de un ataque aéreo se tratara.

Respiraba agitado. No podía ver con claridad hacia donde se dirigía. Su visión era casi nula con las gotas de agua chocando contra su rostro. Los grandes abismos del cielo se llenaban de oscuridad. Las posas y charcas que un mal drenaje habían causado se encrespaban.

Corría. Oh, joder. ¡Lo hacía! Su cuerpo se sentía cohibido. Ante la tempestad que se desataba a su alrededor. La última noche de noviembre no parecía ser más que un diluvio que arrasaba con todo.

No sabía que lo motivaba a ir tan rápido. Solo sabía que tenía que hacerlo. La voz de Harry era como estimulante. Le motivaba a hacer cosas por impulso.

Cada que daba un paso sentía como su pie y por consiguiente su pierna completa se deslizaba. Había tomando el primer par de zapatos que había encontrado. Ahora estos estaban completamente mojados.

No quería detenerse, pero un rayo se dibujó en el cielo. Su destello le hizo retroceder. Y de alguna forma chocar su espalda contra la pared que estaba detrás de él. Luego el fuerte estruendo. Odiaba esas horribles cosas. Demonios. Las detestaba. Y aborrecía con toda su alma. Se recompuso y siguió corriendo.

Veía su camino debido a la escasa luz que las lámparas de mercurio proporcionaban desde los postes a la acera. Pero en cuanto llegó a la calle de Harry, constató que este no mentía. Ya que, no solamente el edificio carecía de energía eléctrica; sino también toda la avenida.

Llegó a la puerta. No le importó mucho atravesar esta. En el interior de los residenciales el portero y la recepcionista se acompañaban con pequeñas linternas. Las cuales apuntaron al rostro de Louis al verlo pasar. El castaño sin más se sacudió y viendo ahora un poco más claro a pesar se la obscuridad, hizo un ademán de saludo a los dos vigías de ese lugar.

Naturalmente. El elevador no funcionaba. Así que tuvo que subir algunos pisos. Resbalándose varias veces al no ver los escalones.

Cuando llegó al piso de Harry no veía absolutamente nada. Desde ese punto, todas las puertas de los apartamentos estaban cerradas, no podía diferenciarlas. Empíricamente caminó por inercia tocando una de ellas al azar.

Se abrió. Y lo primero que vio fueron los ojos de Harry brillantes por el enfoque de las velas que el rizado había puesto adentro de su apartamento para alumbrar a medias.

Se sacudió y entró. Se despojó del impermeable unos segundos después. También de sus zapatos y calcetines. Quedando solo con unos pantalones deportivos y una musculosa gris.

Harry le abrazó fuertemente. Louis le correspondió. Sintiéndose protegido de los relámpagos que se reflejaban por la ventana.

Tras unos momentos se separaron. Y de forma veloz se movieron a la habitación de Harry donde el niño estaba tendido sobre la cama. Chillando de puro desconcierto.

El rizado había atado la única linterna que tenía a su brazo. Para poder alumbrar su caminar.

Louis se arrodillo al borde de la cama.—¿Hiciste lo que dije?—Preguntó al poner su mano en la frente del niño, y notar, que este ya no tenía fiebre.

La habitación apestaba. Por el simple hecho de que el Oliver regurgitaba cualquier cosa que entrara en su estómago. Resumiendo. Había vomitado por todos lados.

—S-sí.—Dijo Harry. A duras penas podía ver su rostro. Pero Louis conocía esa expresión. Harry estaba asustado.—Pero sigue sudando.

—Está bien. Eso es bueno. Por ahora, solo déjalo descansar.—Harry alumbraba al niño con su brazo, mientras el castaño lo examinaba.—Tengo una idea de lo que pueda ser. Pero si tengo razón necesitará antibióticos. Y crema.

—¿Es por l-las ale-ergias?—Preguntó.

—No creo. Parece viral. Hay que examinar el vómito.

—¿El qué? ¿Para qué?

—Vómito, Harry. Para saber con qué relacionarlo.—Oliver empezó a toser.—No. Creo que ya no es necesario. Tenían manchas rojas, ¿Cierto?—Asintió.—Es escarlatina.

—¿Qué demonios es eso?

—Una infección. Se llama "Fiebre Escarlatina". Tenemos que darle Penicilina. ¿Llamaste al Doctor?

—Eso intenté. 347 veces. Pero la línea se cortaba.

—Eres un exagerado.—Rodó los ojos mientras cubría de nuevo al niño.

—No miento. Realmente lo llamé muchas veces.

—No creo que tantas.

—Lo juro. Lo recuerdo perfectamente.

—Ajá.—Limpiaba el sudor de la frente del pequeño.—Olvidas tu segundo nombre, pero recuerdas el número exacto de llamadas que hiciste. Casual.

—Soy bueno con los números. Y sí, soy muy muy despistado, olvido todo, excepto cantidades.

—Eso explica porque que trabajes en un banco.—Oliver dejó de hacer ruido. Y de moverse agitado.

—¿Qué pasó?—Preguntó Harry dudoso.—¡¿Se murió?!—Ahora asustado.

—No. No. Baja la voz. Sólo se quedó dormido.

—¿Y eso es bueno?

—Lo es. Hay que dejar que descanse. Hasta que puedas ponerte en contacto con el doctor.—Harry asintió.—Vamos.—Terminó y se movió hacia la puerta.

—No voy a dejarlo sólo.—Se paró firme.— Si le pasa algo será mi culpa. No quiero cargar con esa responsabilidad. No podría perdonarme a mí mismo si le sucediera algo.

—No podemos estar aquí. Es viral. ¿Entiendes? Podrías enfermarte. Si tú enfermas, ¿Qué pasaría con él? Sólo déjale recuperarse.

Dudoso. Tragó saliva. Dio un vistazo al niño. Después de pensarlo unos instantes. Se alejó y siguió a Louis hasta la sala.

El ambiente era frío y lúgubre a pesar de las velas que alumbraban a tientas el lugar. Se sentaron en el sillón. Y mantuvieron el silencio.

—Gracias.—Soltó Harry de repente.

—¿Gracias, Por qué?—Preguntó Louis dirigiendo su mirada al rizado.

—Por todo.—Sonrió.— Por estar aquí. Por existir.

—No es la gran cosa.—Dijo Louis agradeciendo la obscuridad que ocultaba su sonrojo.

—Siempre será la gran cosa tratándose de ti.

—¿Siempre dices cosas así a tus amigos?

—No. Sólo a ti. Porque tú lo provocas. Y la lluvia. La lluvia me vuelve extraño.

Louis estaba por decir algo más. Pero ese maldito ruido ensordecedor retumbó. Estando en uno de los pisos superiores del edificio hacía que los truenos sonaran el doble de fuertes. Instantáneamente, cegado por el pavor que le invadió en ese momento se lanzó sobre Harry, quien estaba a su lado. Este le envolvió con sus brazos, dejando la cabeza de Louis pegada contra su pecho. Haciéndole sentir seguridad. Y unos momentos después vergüenza.

Estaban a oscuras. Abrazados cuando Harry habló de nuevo.—Cuéntame tu triste historia.

—¿Mi triste historia? Lamento decepcionante; pero no tengo una. ¿Por qué debería tenerla?

—Porque la vida es una línea. En la que hay sólo una vía. Entonces, en algún punto del trayecto chocamos o nos caemos. Y no podemos retroceder, simplemente porque el tiempo no se detiene.

—¿Quieres saber si tengo un pasado oscuro?

Harry Rió.—Todos somos un montón de mentiras, así que cuéntame tus problemas, Cielo.

Louis sabía a lo que se refería. Pero no, no estaba listo para hablar de ellos.

O tal vez era el tiempo justo y necesario.

Empezó. Y Suspiró.—Cuando era niño no teníamos nada. Vivíamos de un lugar a otro. Mi papá era demasiado soñador. Nunca pudo mantener un empleo en su vida. Mi mamá lo seguía hacia todos lados. Ciegamente. Y como consecuencia de eso yo siempre salía lastimado.—Harry pasó su mano por el cabello de Louis.—Las personas siempre quisieron aprovecharse de mí. Y no, no estoy diciendo que haya sido el pequeño niño de la calle. Que tuvo que pedir limosnas. Simplemente fui el niño pobre que creció demasiado rápido.

Se recompuso sobre el sillón. Harry le seguía viendo.—Mi mamá era mucama de hotel. Mi papá barrendero. Yo siempre estuve avergonzado de ellos. Y anhelaba, anhelaba una vida mejor. No teníamos casa. Vivíamos en el cuarto de servicio del Hotel donde mamá trabajaba. A veces en el suelo de la lavandería. Quise tantas cosas cuando era niño. Deseé con todas las fuerzas de mi cuerpo crecer para poder ser como uno de esos hombres que veía pasar en sus autos del año. Y tener una casa enorme como esas que veía en las películas, con un candelabro de cristal y esas cosas.

Continuaba. Harry permanecía en silencio.—Estaba harto de ser usado por todos. Nunca tuve un amigo cuando estaba en la escuela. Todos se aprovechaban de mí. De mis necesidades. Siempre fui como un comodín, ese niño nerd que se sienta sólo. Con expresión molesta. No me gustaba que la forma en que los demás se acercaban a mi por favores. Fingiendo ser mis amigos, porque no. No lo eran. Yo podía escucharlos burlarse de mis zapatos viejos y feos. Y de alguna manera, no guardé resentimiento contra esas personas, pero sí contra mis padres. Ya que, en mi mente. Todas las cosas malas que yo sufría eran culpa de ellos. Porque formé una especie de cimientos en mi interior con base en odio y melancolía. Eso me sirvió de ancla. Queriendo librarme de todo, estudié. Me esforcé tanto como pude. Excedí mis límites. Quería demostrarle a todos que podía ser alguien magnífico. Obtuve sólo media beca para la universidad. Así que tuve que trabajar cada noche para poder costearme educación. Pero no me importó hacerlo, yo simplemente veía la oportunidad de marcharme.—Respiró suave.—Cuando me gradué, las cosas no cambiaron mucho. Creí que tendría todo lo que siempre quise, pero la vida es dura. Y ahora, no tengo la casa de mis sueños, ni un auto de lujo. Pero estoy bien. Mejor que antes claramente. Aunque aún teniendo una mejor vida....

—No eres feliz, ¿Cierto?—Intervino Harry.

—No, no lo soy. Y Me siento culpable. Lo peor de todo es que ahora me doy cuenta que soy un idiota. Porque crecí con un egoísmo perenne. Nunca pensé en nadie más. El día que terminé la Universidad yo, iba ir a buscarlos. Me quedé rondando por el lugar dónde mi papá solía barrer y lo vi. Ni siquiera me acerqué a él. Sentí que no me merecía. Sentía tanto rencor hacia él. Un rencor sin fundamento. Sin sentido como el resto de mi vida. Soy un completo imbécil, porque me concentré tanto en lo que no tenía que nunca valoré lo que si tuve. Como los cuentos que me leían antes de dormir. O los regalos. Porque mi cumpleaños es casi en navidad. Y los dos ahorraban para poder darme un pequeño presente.

—Y lo que más me duele de esto es que no volví a llamarlos jamás. Hace unos días decidí que les hablaría, pero nadie contestó. Llamé a una prima para saber cómo estaban, ella sólo me dijo que ahora estaban tranquilos.Y me colgó. Mi vida es estúpida.

—Mi vida es una parodia. Así que creo que estamos bastante iguales.—Louis recostó su cabeza en el hombro de Harry.—Mi familia vivía estable. Y yo, era el pequeño de mamá. Vivía a costa suya, porque ella así lo quiso. Siempre estaba sirviéndome y cuidándome. Mis padres eran bastante extremistas, ambos creían que por ser hombre habían cosas que podía y no hacer. Por eso soy completamente inútil, porque siempre hicieron todo por mí. Limpiar, cocinar, lavar, coser. Todo. Mamá decía que los niños no debían hacer eso. Que eran cosas de mujeres. Así que mientras mi hermana y yo crecíamos a ella la criaron con una mentalidad en la que ella estaba diseñada para servirme. Y creo que por eso me odia un poco. Mientras yo iba con papá al aserradero todas la tarde luego de la escuela. Pero, al estar siempre con los cuidados de mamá yo sólo era más delicado, más limpió. Papá hacía muebles, era carpintero. Y cazador por deporte. Yo llevaba las cuentas de todo lo que hacía. Cuando cumplí quince años, fuimos de día de campo, era temporada de caza. Y mientras mamá y Gemma preparaban el asado lejos de donde nosotros estábamos. Papá me enseñaba a disparar. Yo simplemente estaba asustado, no quería lastimar a nadie. Pero él no paraba de gritarme. En mi familia se supone que era una tradición. No no iba a hacerlo. Pero su voz me aturdió, no sabía hacia donde apuntaba apreté el gatillo con tantas fuerzas solo para que se callara. Pero no tomé en cuenta que él estaba de espaldas frente a mí. Estaba tan perdido entre mis pensamientos que no noté el momento en el que se movió. Los disparos dieron en el final de su columna vertebral.

—¿Lo...asesinaste...?—Preguntó Louis. Temeroso.

—No. En ese momento grité tan fuerte como pude. Las demás personas llegaron rápido y llamaron a urgencias. Mi mamá me vio con desdén y no me dirigió la palabra desde entonces. Las heridas que le causé ocasionaron que perdiera la movilidad de sus piernas.—Suspiró.—A los quince años también tuve mi primer novio, ya lo tenía desde los catorce. Pero eso no viene al caso. El punto es que, después del incidente con mi papá. Mi mamá se desatendió completamente de mí. Me hizo a un lado. Dejé de ir a clases. Pero todo empeoró cuando el chico que era mi novio decidió ir a mi casa a buscarme. Su vida era diferente, y se presentó a mi madre como tal. Ese día ella me gritó que yo era la decepción más de toda su vida. Que era un inútil y le avergonzada ser mi madre. Esa noche, extrañamente encontré consuelo en mi hermana. Yo le dije que lo mucho que quería largarme de allí. Ella dijo que tenía el suficiente dinero para comprar un ticket de autobús hacia Londres. Yo nací en Holmes Chapel, Chesarie. Y pensar en Londres era algo monumental. La única razón por la que me animé a hacerlo fue por Niall. Porque era mi único amigo, y se había mudado unos meses antes. Arreglé todas mis cosas y al día siguiente, ni siquiera fui a la escuela. Mi hermana compró el pasaje y me vio subir al autobús. Cuando llegué a mi destino, no tenía ni idea de cómo o dónde encontrar a Niall. Pero su mamá me encontró vagando por las calles ya tarde. Y me llevó con ella. Los Horan me acogieron y las cosas no fueron tan malas a partir de allí.

—Tu historia tiene mucho más sentido que la mía.

—No lo sé.—Dijo Harry moviéndose. Haciendo que Louis lo viera al rostro.—Me gusta que tengas problemas paternales, ¿Sabes? Porque yo también los tengo.—Harry se inclinó hacia el frente. Hacia donde el rostro de Louis se encontraba.

—¿Qué haces?—Preguntó el castaño.

—Veo tus labios. Son muy bonitos.

Louis se removió incómodo.—¿Por qué siempre haces eso?

—¿Hacer qué?

—Utilizar cualquier pretexto para quedar cerca de mí.

—No le veo nada de malo.

Molesto por su actitud.— Yo sí. ¿Cuál es tu problema?—Dijo alzando la voz.

—¿Quieres saber cuál es mi problema?

—¡Sí!—Le gritó enojado.

—Me gustas. Me encanta tu nombre. Me encanta la forma en que me miras. Me encanta tu hermosa sonrisa. Me encanta como transformas un día terrible en uno completamente radiante, lleno de alegría. La manera en la que eres realmente tierno cuando estás con tus alumnos. Ese es mi maldito problema. ¿Feliz?

Louis se quedó callado. Y el arrullo de la lluvia los acompañó.







Hola.

Tengo algunas cosas que decirles.

1. Gracias por el apoyo. Hay tantas personas  que merecen una dedicación Sinceramente no creí que esta historia gustara. Y aun no me creo que tenga tantos votos y lecturas. Es como alucinante. Sé que no soy muy buena escribiendo, pero juro que agradezco que se tomen el tiempo para leerme.

2. Estuve revisando los comentarios de capítulos anteriores. Y joder. Me reí mucho. Comenten. Amo los comentarios.

3. Quisiera saber si les gustaría hacer un #CharacterAsk. Es básicamente eso. Ustedes le hacen preguntas a los personajes. Y el segmento con las respuestas se publicaría después. Es una idea. Comenten aquí si Sí o si no. :) 


pd: El capítulo está muy corto, y feo. I know. 

Manténganse con vida. J.S.


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