【 𝟶𝟶𝟷 】

“¡Muy buenos días a todos nuestros televidentes! Con cada mañana hay una nueva oportunidad para ser la mejor versión de nosotros mismos, y la de hoy, como siempre, está llena de buenas noticias.
Una mujer en Pendrith dio a luz esta madrugada a unos preciosos trillizos. ¡Ha de ser afortunada! ¿No crees, Jim?”

“Yo diría, más bien, que tendrá las manos ocupadas por un tiempo. Tendrá que darse un descanso de su trabajo para cuidar a sus hijos recién nacidos, Annie. ¡Pero por supuesto que eso lo vale!”

“Los niños son el futuro del país, después de todo.
Cualquier madre estaría contenta de pasar tiempo con sus hijos sabiendo en lo que podrán convertirse algún día.”

“Habla por ti; tres niños son el triple de responsabilidad, ¡y a nadie le gusta cambiar pañales! ¿Tengo razón?”

“Jaja, siempre tienes que hacer esos comentarios, ¿verdad?”

“Es lo mío y al público le encanta.”

“Ahora pasemos al reportaje del clima. Adelante, Judy, te escuchamos.”

“Gracias, Annie.
Esta mañana nos esperan cielos despejados, por lo que gozaremos de una temperatura cercana a los 36°C. Sin embargo, estas cifras van a bajar a lo largo de la tarde; habrá un 33% de humedad y 42% de probabilidades de lluvia, ¡así que no salgan sin su paraguas y no pierdan su optimismo por un poco de lluvia!”

— ¿Quieres pedir un postre después de esto o nos vamos a casa? Estoy exhausto.

— ¿Exhausto de una cita con tu novia? Auch. — se hizo la dolida poniendo una mano en su pecho. Al verla, él soltó un suspiro como si estuviera enojado, pero realmente se podía notar la ligera sonrisa en su rostro. — ¿Es porque te traje a un café y no a un restaurante?

— Como si esas cosas me importaran; digo que estoy exhausto por la escuela y lo sabes. Además, aquí tienen esa televisión con el volumen al máximo; necesito un poco de paz. ¿Vas a querer que pidamos postre o no?

— Sí se me antoja. ¿Tú no vas a comer nada más?

— No tengo tanto dinero.

— Entonces hay que compartir el mío.

— Bien, llamemos al mesero, pero apenas terminemos el postre nos vamos a casa. — quitó su mirada de ella un momento para levantar la mano en un intento por llamar la atención del mesero.

“Siguiendo con las buenas noticias, una escuela nueva acaba de abrir en la cuidad de Whitebridge. Muchos estudiantes ya están siendo matriculados allí, así que se espera que sea un gran éxito.”

— Oh, mira, eso es en nuestra cuidad. — la fémina jaló la manga de la chaqueta negra que estaba usando su novio para que viera también.

— Dame un segundo, cariño. ¡Disculpe! — trató de llamar al camarero por segunda vez, esta vez teniendo éxito, y lo observó caminar hacia ellos. — ¿Ya sabes qué quieres de postre? — volvió a dirigir su mirada a los ojos color café de su novia, dándole unos segundos para responder mientras pensaba.

— Ah, sí, ¿recuerdas lo que vimos que tenían antes? ¿Crees que todavía tengan?

— Habrá que ver.

— Disculpen la tardanza, ¿en qué les puedo asistir? — el mesero finalmente se paró junto a su mesa, dándoles su total atención. Sus ojos pasaron de los clientes a los platos vacíos que habían en la mesa. — Veo que ya terminaron con su comida. ¿Les traigo la cuenta?

— Aún no, gracias. — el chico se apresuró a contestar. — Sólo pediremos un postre y nos iremos.

— Si me lo permiten, ¿quieren que les recomiende nuestras mejores opciones? Son los favoritos de todos.

— De hecho, ya tenemos algo en mente. — puso su mentón sobre su mano, dejando el codo apoyado en la mesa. Hizo contacto visual directo con el mesero aún con la sutil sonrisa en su rostro, y, sin perder la calma, el tono de su voz cambió a uno apenas un poco más severo. — Queremos pedir el especial de hoy, un cheesecake de frambuesa para compartir. Sólo eso, por favor, después pediremos la cuenta, y muchas gracias por el servicio. — la mirada del contrario se tensó por apenas un segundo, pero rápidamente regresó a su actitud compasiva y optimista.

— ¡Entendido! — les ofreció a ambos una sonrisa. — Se los traigo enseguida. — sacó, con algo de prisa, su pequeña libreta junto a un lápiz para anotar la orden allí. Acto seguido, se alejó de ellos al mismo paso con el que llegó, esta vez dirigiéndose al mostrador del local.

— ¿Qué querías mostrarme, Addelyn?

— ¿Viste las noticias? — le señaló el televisor colgado en una esquina del techo, haciéndolo dirigir sus ojos hacia allá.

“...Esta prestigiosa institución sólo aceptará estudiantes que cumplan una serie de requisitos previamente establecidos, los cuales no han revelado hasta el momento.
De los más de 350 estudiantes que ya han aplicado, sólo 15 han sido aceptados hasta ahora. Las opiniones varían, pero todos se preguntan cómo funciona su método de selección para que sea así de difícil entrar.”

— ¿Te interesa eso?

— Ah, no, no especialmente; era mera curiosidad. Digo, están abriendo una escuela nueva en nuestra ciudad y parece ser bastante estricta.

— Yo... supongo que es una forma de verlo. Hablando de la escuela, ¿cómo te va con tus clases? — resaltó la última palabra de forma discreta, provocando que ella se pusiera seria de un momento a otro.

— Son difíciles... pero creo que vale la pena, ¿no?

— Definitivamente. — asintió para sí mismo, tomándose la libertad de estirar los brazos justo después. Llevaba como 10 minutos con el codo apoyado en la mesa y lo necesitaba mover sí o sí. — Deberías concentrarte en eso; a veces te veo distraída cuando haces tu tarea.

— Lo sé, lo siento.

Se mantuvieron en silencio durante unos minutos, dedicándose a ver las noticias durante un rato más mientras esperaban. Las conversaciones de los otros clientes eran bastante notorias, pero supusieron que por eso la televisión estaba a todo volumen; para que la gente tenga un poco de entretenimiento a pesar de ser un local ocupado. Se podía sentir el aroma a café y azúcar en el aire, y a pesar de que el día estaba fresco, el pan recién hecho dejaba una esencia y sensaciones cálidas en el interior directamente de la cocina. Estaba aliviado de que ella haya escogido ese lugar para salir, ya que le encantaba el ambiente, y disfrutaron de su compañía hasta que el mesero llegó nuevamente a su mesa, colocó el postre con dos cucharas en la mesa y se retiró una vez más.

“En otras noticias, el gobierno ha dado su autorización a las fuerzas policíacas para duplicar la seguridad en las calles. Esto debido a recientes rumores que señalan la existencia de un posible golpe de estado que se aproxima.
Las palabras del presidente de la República de Atraria con respecto al tema son: 'No hay necesidad de preocuparse, ciudadanos, pues las autoridades no dejaran que un grupo pequeño de rebeldes arruine la perfecta paz que tanto nos ha costado'. Las respuestas de la población general con respecto a esto son...”

El postre especial de hoy está delicioso, ¿no crees? — su voz cantarina junto a la gran sonrisa en su cara delataban el deleite en su paladar. Ella siempre tuvo un gusto especial por lo dulce, y aún así no le molestaba compartir. Por esos pequeños detalles era que apreciaba tanto su compañía; porque lo tomaba en consideración y no fallaba en levantar su ánimo.

— Sí, lo está. — rió un poco por lo bajo, sin intención de que ella lo escuche sentir ternura por su actitud infantil, y siguieron compartiendo su comida.

Una vez habían habían finalizado, el mesero no tardó en acercarse una última vez, a paso apresurado, en dirección a su mesa con la cuenta en la mano. Estando frente a ellos, su mano tembló por un segundo ante la duda, pues no sabía a quién de los dos se suponía que debía dársela.

— Oh, yo puedo pagar. — la muchacha de cabello café se ofreció de inmediato, ya extendiendo su mano para tomar la cuenta, pero fue detenida antes de que pudiera siquiera acercarse mucho.

— No te preocupes; yo te dije que iba a pagar hoy. — extendió su mano de igual forma, confundiendo más al camarero y haciéndolo alternar su mirada entre ambos clientes. —...Bien, no hay razón para hacer un drama por esto. Hay que dividir la cuenta; así pagamos los dos.

— ¡Me parece bien! — él fue quien tomó la cuenta primero, usando su otra mano para sacar su billetera en el proceso, mientras ella sacaba el dinero de su bolso.

— Voy a revisarla un momento para ver que todo esté en orden; sólo por si acaso. — el azabache se concentró en leer lo más rápido que pudo el papel frente a él antes de hacer cualquier otra cosa.

Mensaje de Alta Prioridad a los Agentes.

Destinatarios: Agentes 024 y 025.

Remitente: O.L.I.V.I.A.

Su posición actual es arriesgada; favor de presentarse lo más pronto posible a la central para obtener información sobre su siguiente misión, la cual fue clasificada como prioridad máxima.
Mantengan los ojos abiertos, pues nunca se sabe quién puede estar vigilando.

Debajo de esta hoja de papel está su cuenta.
Paguen como lo harían normalmente y retírense del lugar sin levantar sospechas. El agente encubierto que hizo de su mesero se encargará de destruir por completo el mensaje.

— Listo, ya pagué la mitad.

— ¿Cuánto era el total? — la fémina le preguntó con su cartera en la mano.

— 38 créditos. — le pasó la cuenta, dando dos golpecitos con su dedo sobre el objeto antes de soltarlo. — ¿Quieres hacer algo especial en casa esta noche?

— Por supuesto. — ella dejó el dinero más rápido, tratando de no perder el tiempo, y finalmente pudieron levantarse de sus asientos para irse. Entrelazaron sus dedos mientras caminaban a la salida, viendo en la calle a las madres llevando a sus hijos a la escuela y a los adultos apresurados a llegar a tiempo al trabajo. — Me da risa que hablemos de nuestra casa como si fuéramos adultos.

— Bueno, es la casa de mi abuela, ya lo sabes... ella se queda con mi tía y nos deja quedarnos a nosotros ahí.

— ¿Por qué no te quedas tú con tu tía?

— No me cae bien; la navidad pasada se la pasó diciéndome: “¿Y tu novia?” “¿Sí tienes novia?” “¿Cuándo vas a presentar a tu novia?” — la forma en que él imitó la voz fastidiosa de su tía la hizo reír muy fuerte.

— ¡La haces sonar como una pesadilla!

— Bueno, lo es.

Siguieron con su camino sin mucho más que decir, pues se la pasaron hablando de cosas triviales mientras caminaban. Era una mañana tranquila con un clima perfecto, donde la brisa fresca era apenas suficiente para que no tuvieran demasiado calor y los rayos del sol no los molestaban. Los pájaros podían oírse cantar, las personas se veían de un humor magnífico y en el ambiente podía sentirse la quietud.

Addelyn respiró profundamente mientras sentía el aire fresco, alegrándose de estar viva un día más y sintiéndose dichosa de presenciar la paz en su cuidad. No obstante, era consciente de que tenía trabajo que hacer, pues su novio le había dado una pequeña señal mientras estaban en el café para avisarle que el deber llamaba y que le explicaría todo al estar en casa. La cuidad parecía ser perfecta, pero no podían hablar de su trabajo en público porque habían cámaras de seguridad por doquier; en especial después de que la organización para la que trabajaban se empezara a hacer famosa.

Por razones de privacidad, dichas cámaras sólo les mostraban imágenes a quien sea que estuviera a cargo de ellas, pero sus superiores no exageraban cuando les decían “cualquiera podría estar escuchando”. Antes de hacer cualquier cosa, necesitaban hablar en un lugar que supieran con total certeza que era seguro, y por eso habían elegido regresar lo más pronto posible.

Si el gobierno tuviera cámaras, dispositivos o personas para ver y escuchar conversaciones dentro de las casas de sus cuidados, eso no se vería nada bien. Por esa razón, aseguraban que el interior de las casas era por completo seguro y que iban a respetar su privacidad al 100%. Incluso si llegaran a escucharlos hablando en su hogar, era una razón más que tenían ellos en su contra, pues estarían rompiendo una promesa.

Siguieron con su pequeño teatro de una pareja normal caminando de vuelta a su casa durante al menos 15 minutos más. Su vecindario era uno de esos a los que no mucha gente va, pero era comprensible tomando en cuenta el hecho de que la casa era de su abuela — misma razón por la que todo el lugar se veía anticuado y la decoración parecía de hace cien años —, así que al llegar el chico de ojos azules sólo tuvo que asegurarse de cerrar bien la puerta principal.

— No tenemos demasiado tiempo; tenemos que irnos lo más pronto posible. — caminó a través de la cuarto para cerrar las cortinas, y acto seguido aceleró el paso hacia una de las habitaciones.

— ¿Qué decía el mensaje? No tuve tiempo de leer porque hubiera sido raro que ambos lo hiciéramos.

— No dieron detalles, pero la organización nos quiere allá de inmediato. — le lanzó a la fémina una mochila que siempre tenía ahí, la cual logró atrapar sin mucho problema, y se dejó otra que guardaba junto a esa. Luego corrió a buscar algunas cosas que creía necesario llevar mientras continuaba explicando. — La seguridad en la zona aumentó, lo viste, así que iremos por el pasadizo donde nadie nos podrá ver porque nos llevará directamente a la oficina principal. Cámbiate la ropa y yo empezaré a preparar todo aquí, luego al revés.

— Está bien.

Se metió a una habitación para quitarse el atuendo que había preparado especialmente para ese día por uno más casual. Camisa, abrigo, pantalón, zapatos y la mochila; no necesitaba nada más. Todo mientras él hacía parecer la sala un desastre, porque a fin de cuentas eran dos adolescentes viviendo en el mismo espacio quienes habían acordado hacer “especial” en la noche. Esparció latas en el suelo y dejó sus zapatos por por ahí para hacer parecer que habían estado siendo irresponsables como adolescentes normales, y cuando ella salió, cambiaron de lugares. Él se fue a cambiar y ella dejó un camino de su ropa por la habitación, junto a la televisión encendida a todo volumen.

Vestidos con la ropa menos llamativa y oscura que pudieron encontrar, se dirigieron a la puerta del sótano de la casa con sus mochilas en mano. Bajaron los escalones con prisa, dejando la luz apagada, guiándose con una linterna y asegurándose de que no se notara por dónde habían pasado.

En completo silencio, Seth pasó su mano suavemente por la pared izquierda en el fondo de la habitación, dejando que las yemas de sus dedos hicieran el trabajo de identificar el ladrillo que estaba buscando. Apretó con cuidado cada cuadro que iba tocando, dejando una marca del tacto áspero del concreto en sus dedos ligeramente adoloridos, hasta que finalmente lo halló. Quinto ladrillo de la cuarta fila, contando de abajo hacia arriba. Empujó el objeto pegado a la pared con suavidad, como si de un botón se tratara, y actuó como interruptor para el sistema que abría el pasadizo oculto.

Uno a uno, los ladrillos comenzaron a moverse por su cuenta hasta dejar suficientes espacio como para que ambos pudieran pasar. Admiraron por un segundo el largo y oscuro pasillo que les esperaba, obligándolos a usar una linterna cada uno, y procedieron a adentrarse en él.

— Más les vale que la emergencia valga la pena todo lo que tenemos que hacer para llegar allá. — susurró para sí mismo, quejándose mentalmente de las desventajas de estar encubierto y mantener un perfil bajo, ya que eso les hacía tomarse molestias extra cuando tenían que trasladarse de un lugar a otro.

El pasadizo se cerró de forma automática una vez los dos estuvieron dentro, dejándolos sólo con el camino que tenían por delante y la incertidumbre de la misión que pronto les sería asignada.

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