veinte

—Ha decir verdad, Ignacio, hizo un buen corte —se oyó y el Cotidiano sonrió satisfecho ante la respuesta del hombre. Se encontraba sentado en una bonita silla de madera junto a la mesa del comedor. En el centro de la mesa había una canasta de frutas e Ignacio preparó algunas tartas para ofrecer a la visita. Ismael estaba de pie a un lado del umbral, mirando con rostro pálido y labios resecos cómo una aguja atravesaba la piel de la nuca de Ignacio.

—Ismael, cariño, si vas a vomitar hazlo afuera en el pasto —murmuró con amabilidad el español. El rizado sintió su estómago revolverse cuando vio la sangre y la aguja que unía nuevamente la piel. El aroma a hierro y los pensamientos de Ismael empeoraban su sensibilidad ante aquellas cosas.

—¿Se encuentra bien, Señor? —murmuró el Alfa y fijó su mirada en el pomposo Cotidiano, que de un segundo al otro salió corriendo a vaciar su estómago sobre la manzanilla del pasto. Ignacio elevó la mano y la agitó para restarle importancia.

—Tú sigue, Jones, ese corte no se va a suturar solo.

—Puedo enseñarle a suturar si quiere —murmuró el alfa terminando. La mirada penetrante de Ignacio se pegó al espejo de mano y observó su nuca, era una suturación limpia y delicada, no como la suya, que provocó feos agujeros en su piel. El Omega frunció el ceño cuando el señor Jones limpió los restos de sangre y colocó un pequeño trozo de gasa—. Necesitará revisión por un tiempo. Te causará comezón e incomodidad. Manipulaste una zona muy delicada de tu cuerpo, en otro caso se te hubiera podrido la piel. No vuelvas a tocar esta zona, ponte tu collar.

—¿Lo hice bien, verdad? Casi no ha sangrado.

—No puedo decir eso de tu mano —respondió y el moreno bajó la mirada al vendaje que lo cubría. Ismael entró como pudo de vuelta a la casa, a pesar de haber vomitado se veía bien. Su rostro sonrojado evitó volverse, pero supo que tenía los ojos llorosos y los labios húmedos en bilis. Se preguntó cómo el Omega mas codiciado del mundo era tan corriente y ordinario. Ignacio conocía muchos Omegas e Ismael compartía la misma sensibilidad ante las asquerosidades y debilidades humanas. De Cotidiano tenía el cuerpo y el origen, pero después... Nada más.

—Jones —habló bajando la mirada a su mano. Se puso de pie y lentamente sacó el collar negro de su bolsillo trasero. Ignacio lo miró con la barbilla levantada mientras se lo colocaba como si nada. Sus ojos grandes y dilatados observaron al alfa de pies a cabeza—. ¿Puedo confiar en ti? 

—¿No lo hacía ya? —preguntó el hombre ordenando los medicamentos, agujas y demás cosas en un bolso de cuero. Ignacio lo vio como un alfa demasiado tradicional, notó su acento extraño y ladeó la cabeza. 

—Cierto, fue una pregunta estúpida —susurró cuando Ismael se acercó a la cocina. Lo vio tan pálido como un papel y con los ojitos claros rojos en lágrimas. Cotidiano Ignacio sintió cierta incomodidad en su cuerpo cuando llevó una mano a su vientre. El dolor de otros Cotidianos le molestaba—. ¿Sigues en contacto con Jerome? 

El Alfa lo miró y pudo notar el cambio de su aroma, Ignacio le devolvió una mirada filosa y superior. Jones cruzaba los últimos años de sus cuarenta, era un hombre solitario, sin pareja y lo bastante inteligente para diferenciar lo que convenía desde lo económico como político. Notaba en su mirada el destello rojizo de su Alfa y el poderío tranquilo de una naturaleza brutal. Ignacio levantó las cejas como si fuera poca cosa, los Alfas rusos eran buenos peones, pero no cuando su lado animal los dominaba, y de esos habían muchos. 

—Sabe que mi lealtad está con usted, Señor —susurró bajo y grueso. Ignacio notó la presencia de su Alfa y su aroma puro a especias picantes. Frunció el ceño y apartó la mirada. Su Alfa le pagaba mucho dinero para cubrir sus desastres, mensualmente Ignacio se llevaba las suyas y una que otra muerte era cubierta por las declaraciones del Señor Jones. El Ruso sabía lo que le convenía, y un Cotidiano capaz de matar a un Alfa en su estado brutal era amigo. Al menos uno a través de tratos y negocios. 

Ignacio se encontró con la mirada de Ismael y ladeó la cabeza, el otro asintió cuando el moreno le pidió al Alfa que lo siguiera. Subieron al segundo piso, las escaleras crujieron bajo las pisadas de Jones y el aroma dulzón empezó a sentirse a través de las puertas. Ignacio escuchó la voz del Omega y su mirada se pegó a los ojos mieles cuando lo vio a un lado de Ivar, sobre la cama. El rizado pareció cambiar su atención cuando Jones entró, Ignacio lo susurró algo al Alfa, este asintió. 

—Omega —bramó y la piel del chico se erizó por completo. Ignacio notó la mano del Omega sobre la de Ivar. Jones usó su voz con él—. Sal de aquí, por favor. 

Ignacio se hizo a un lado cuando el rizadito pasó, notó su mirada cristalizada y su temblor cuando cruzó al lado de Jones. El español suspiró y volvió la mirada cuando Ismael se acercó al chico para preguntar qué pasaba. Tonto e innecesario. El Cotidiano entró a la habitación y destapó el cuerpo de Ivar, su desnudez se presentó ante la mirada e Jones y este no se movió ni un pelo. Ignacio trató de evaluar otro tipo de reacción, relajó su cuerpo para sentir sus latidos, y no respiró para ver si el calor corporal del Alfa cambiaba. Pero nada pasó. Ivar parecía un muñeco frente al Alfa, no un Omega. 

—No me analices de esa forma —susurró Jones cuando Ismael entró con el ceño fruncido. Su enojo era evidente—. Me aterras. 

—Curioso, esto lo aprendí de tu jerarquía —habló y le hizo una señal a Ismael para que cerrara la puerta. Había recuperado un poco de color y su aroma dulce y suave seguía intacto, Ignacio se recostó contra la pared cuando Jones miró a Ivar de cuerpo entero. El sol entró e iluminó sus piernas largas, su abdomen formado y los moratones evidentes en su cintura y piernas. El cuerpo del Cotidiano estaba golpeado, era grande y pálido. Ignacio notó la mirada preocupada de Ismael—. Es Cotidiano Ivar. 

—¿Es alemán?  —preguntó Jones inclinando la cabeza para ver los rasgos faciales. Se puso guantes de látex para tocarlo. 

—¿Tan evidente es? 

—Se nota por los rasgos y el cuerpo —murmuró y tomó la mano del chico, Ignacio frunció apenas el ceño cuando lo observó olisquear al pobre Cotidiano como un perro. Los Alfas eran tan extraños que la idea de tomar a Jones y arrancarle el cerebro cruzó por su cabeza. Podría formar su propia cadena de Cotidianos Alfas, unos tontos y manejables—. Todos los Cotidianos alemanes tienen un olor en particular, propio de su tierra. También pasa con sus pensamientos y la lengua adquirida. Sin embargo... Como la mayoría de Cotidianos son políglotas de nacimiento a veces es difícil notar eso. Depende de lo que su Alfa sepa y este... hum, es grande. 

—Yo también pensé lo mismo —contestó Ignacio acercándose. Ismael los miró un poco perdido. Quiso preguntar, pero esperó a que el hombre terminara—. Le han arrancado sus memorias por lo menos tres veces. Tiene la nuca destrozada. 

—¿Es último modelo? —preguntó inclinando la cabeza para ver la herida, el Señor Jones tomó de hombros a Ivar y lo puso boca abajo, su cuello vendado quedó a la vista y el hombre hizo a un lado los rizos para arrancar la venda. 

—Tiene ocho meses —susurró Ismael acercándose—. Es un Cachorro aún. 

—¿Seguro que tiene ocho? —preguntó el Alfa. La mueca de asco de Ismael e Ignacio se demostró por completo cuando despegó la venda de la herida. Un líquido espeso y pegajoso sonó de la separación y el aroma putrefacto floreció como el infierno. Hasta Cotidiano Ignacio cubrió su nariz—. Vaya, su tejido es asombroso. 

—¡Huele muy mal! —contestó el moreno y se volvió para abrir las ventanas—. ¿No estará muerto verdad? 

—No —respondió Jones dejando a un lado el vendaje. Asomó su bolso de cuero y mojó un poco de gasa con alcohol para limpiar la herida. La espalda de Ivar subía y bajaba con tanta lentitud que Ignacio se tuvo que concentrar para sentir sus latidos—. Es su manera de protegerse. 

Ignacio hizo una mueca. 

—¡¿Oliendo como cadáver?! 

—Es extraño —susurró y acercó sus ojos a la herida. La piel de Ivar estaba violácea y rojiza, la sangre apestaba—. Yo diría que tiene más. Tal vez dos años. 

—No puede ser —contestó Ismael mirándolo con el ceño fruncido—. Tiene mi sangre, yo fui exactamente hace un año a Cotidiano Omega para que él existiera. Yo lo vi, decía que era para él. 

—¿Estás seguro de eso? —preguntó Jones e Ismael se estremeció. Sus mejillas se enrojecieron y su pecho empezó a doler, el ambiente empezó a llenarse de su aroma agrio—. Es decir, puede tenerlo, eres Cotidiano Ismael, todos tienen tu sangre. 

Ismael se quedó callado unos segundos. 

—¿Cómo sabes que tiene dos años? —susurró y su cuerpo empezó a temblar. Quería saber, quería saberlo pero a la vez le asustaba la respuesta. 

—Su cuerpo, ¿No lo notaste? —el Alfa miró a Ivar—. Puede que todo en su cabeza y sus pensamientos sean nuevos, pero su cuerpo no lo es. Tiene cicatrices ocultas en algunas partes de su piel, con láser, ¿Entiendes? Creo que él ya había existido anteriormente. Aunque no estoy seguro, tengo mis dudas. Su cuerpo es extraño. 

—¿Dices que es como yo? —preguntó Ignacio y el Alfa lo miró. 

—No... —susurró y volvió la mirada a Ismael—. ¿En qué fecha dices que donaste sangre? 

—Yo... A mitad de noviembre, no lo recuerdo bien. También estuvo Ingrid. 

El Alfa asintió—. ¿Y tú viste cómo creaban su cuerpo? ¿Te aseguraste que tu sangre sea para él y solo para él? 

Ismael se calló la boca. Sus ojos se abrieron de par en par y la luz pareció irse de ellos. Ignacio frunció el ceño y volvió la mirada a Jones. 

—Si eso es verdad, ¿Cómo explicas el parecido que él tiene con Ismael e Ingrid? —preguntó. 

—¿Usted se parece a Igor? —no. No lo hacía aún cuando compartían la misma sangre y el mismo cuerpo. El rostro de Ignacio se llenó de alteración completa, su mirada viajó al otro Omega y este yacía recostado contra la pared, tan perdido que el mal gusto en su boca resaltó con molestia—. Pero escuchen, necesito de su sangre. Tal vez yo me equivoque, no existen muchos científicos que sepan por completo sobre la anatomía de un Cotidiano además de los empleados de COTIDIANO OMEGA, yo me retiré hace mucho. 

—¿Cuánto tiempo necesitas para eso? —Ignacio se acercó y el alfa murmuró que algunos días. Jones sacó de su bolso de cuero marrón una jeringa y se acercó con cuidado al cuello del Omega. Ismael apartó la mirada y salió de la habitación bajo la atenta mirada de Ignacio. Realmente no servía para consolar, era más bien directo y el tema de Ivar parecía poner sensible al rizado. 

—¿Crisis maternal? —preguntó el Alfa e Ignacio lo miró mal—. Ya, si vine aquí es para darle un breve informe, ¿No? ¿De dónde sacó este Cotidiano?

—Del prostíbulo. Mató a alguien —susurró, Jones abrió los ojos sorprendido. Se rió apenas mientras golpeaba suavecito la jeringa, el interior del producto estaba oscuro en sangre.

—Estoy seguro que si tomara su propia forma natural sería un ser horripilante y demoníaco, Señor —susurró. Ignacio se encogió de hombros—. Necesito mover esto a otro recipiente para dejarlo como muestra. Es muy oscuro, ¿No lo cree?

—Huele del asco, no me acerques eso.

—Es curioso —susurró tomando el tubo de ensayo, vertió la sangre con cuidado y el aroma putrefacto se hizo puro y fuerte. El alfa frunció el ceño y sintió un nudo en su estómago cuando agitó un poco el tubo, era sangre espesa. Parecía de un cadáver. Cuando la acercó a su nariz pudo sentir su aroma fuerte, su pecho dolió pero también su cabeza empezó a marearse—. ¿Alemán, verdad?

—¿Eh? —Ignacio lo miró. El alfa salió de la cama, su ceño fruncido dejó entrever las canas en sus sienes. El hombre vertió un poco de la sangre de Ivar en su dedo para sentir su textura. Era rojiza, tan fuerte que de un segundo al otro la sangre se enterró en la piel, secándose y desapareciendo. La mirada del Alfa se agrandó y sus ojos volvieron a viajar a Ivar y al tubo de ensayo. Su rostro se puso pálido y rápidamente soltó el envase con la sangre. El suelo se cubrió de aquel alquitrán rojizo y el Alfa retrocedió, buscando desesperadamente desinfectante de manos. El alcohol inundó sus brazos y sus ojos destellaron en escarlata fuerte. Su aroma tomó fuerza dentro de la habitación e Ignacio se quedó quieto, incrédulo ante su actitud.

Malditos alemanes —lo escuchó susurrar en ruso el Cotidiano. Ignacio se acercó, su mano se apretó con fuerza en el brazo ajeno y su mirada se dilató, los colmillos del moreno se mostraron y retrocedió con cuidado cuando el alfa lo miró con grandes ojos rojos. Su aroma fuerte inundaba la habitación con furia.

—¡¿Qué mierda te pasa?! —gritó y el Omega se acercó amenazante. El alfa empezó a guardar todas sus cosas con suma rapidez—. ¿Qué estás haciendo? ¿Qué tenía esa sangre?

—A mi hermano lo mataron por eso —habló fuerte y sus ojos rojos hicieron que Ignacio retrocediera. La presencia brutal del alfa lo molestó, lo irritó de tal manera que la piel de Ignacio se erizó, y no de buena forma. El brazo de Jones empezó a temblar—. Escuche, esto es peligroso para los míos. Puedo darle todo el informe que quiera, pero no me acercaré a ese Cotidiano. Lo sentí la primera vez que lo ví pero no creí que fuera cierto, no... Después de tantos años. Haga lo que haga, intente devolverlo, no se meta en estas cosas. Los alemanes no perdonan, Ignacio.

—¿Qué mierda estás diciendo? —la voz del Cotidiano se escuchó irreconocible. El alfa apretó la mano en su bolso, temblaba. Parecía enojado.

—Solo hay un hombre que puede darte respuestas. Yo no soy un Alfa puro, Ignacio, si vuelvo a tocar esa sangre... Cosas malas pasarán —susurró y sus ojos grandes estremecieron a Ignacio. El Omega lo detuvo un segundo antes de que se fuera, su ceño fruncido, preocupado, buscó respuestas. Jones solo susurró en ruso, bajito y suave, como si aquellas palabras fueran malditas. Como si fuera a cuidarse de otros.

El Cotidiano se quedó pálido.

Krik isaka.”

—Grito... —escuchó y se volvió cuando observó el rostro serio de Ismael. Estaba pálido y sus ojos irritados le dieron un aspecto extraño. Había estado llorando—. ¿Qué grito?

—No... No es eso—respondió y su mirada viajó a la sangre del suelo, rojiza, fuerte. Tan pura que su garganta se irritó—. El perro del diablo.


























































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