once






—¡¿Tan difícil es hacer un puto Cotidiano fértil?! —gritó y notó que sus empleados apartaban la mirada. Jerome llevó una mano a su boca, cubriéndola, sus ojos se volvieron a la camilla a un lado, escuchando la respiración acelerada del Cotidiano de prueba número quince. Su vista recorrió su cuerpo pálido, su pecho que subía y bajaba con desesperación y la sangre que empezaba a brotar con abundancia desde su intimidad. El alfa apretó los dientes, frustrado—. ¡Mírenlo! ¡Mírenlo!

—Es un sujeto de prueba, mi señor, es un Cotidiano débil, deberíamos invertir más dinero en el desarrollo muscular y...

—¡Es que no, joder! —Jerome se acercó a la puerta de salida, sus ojos destellaron, enojados, podía sentir el aroma fuerte de Cotidiano Alfa por todo el cuerpo del Omega, en su sangre, en las marcas de sus garras sobre su tierna piel—. Necesitamos un jodido respaldo, necesitamos Cotidianos de baja calidad para fomentar bien este proyecto, ¡Él debe ser perfecto! ¡Debe ser perfecto y capaz de preñar cualquiera de los nuevos Cotidianos!

—¿Y si mejor dejamos de invertir tanto en Cotidianos de prueba y destinamos ese dinero a mejorar el control de hormonas de Cotidiano Alfa? Creo que el problema es su descontrol a la feromona sexual, deberíamos buscar la manera de que...

—¡Hasta el puto ruso de Anton Drozhin consiguió la fertilidad en un Alfa y nosotros siquiera podemos hacer funcionar un jodido óvulo! —rugió y empujó la camilla lejos de él, escuchó un quejido y se volvió, Clark entró suavemente por la puerta y se detuvo cuando notó el ambiente terrible de la habitación—. ¡¿Qué?!

—El Cotidiano de Alemania está listo para su prueba, Señor —habló el beta y miró al conjunto de personas en el lugar, la mayoría tenía el ceño fruncido y apestaba a enojo y miedo. Clark se apartó un poco cuando Jerome gritó más cosas y salió hechando humos del lugar. Las miradas filosas fueron evidentes.

Clark suspiró. Cotidiano Alfa tenía frustrado al Jefe, sus estudios implicaban mucho dinero, y la fertilidad de este, tal como lo habían pedido en Alemania, era un tema aparte que marcaba las venas sobre la frente del Alfa. Era más el estrés al saber que no podía alterar su cabeza, que no podía alterar nada más porque Cotidiano Alfa tenía información que no podían tocar, y el dinero que pagaron los alemanes por la confidencialidad de Jerome era mayormente invertido en Cotidianos que terminaban con el útero destruido y en cuidados.

El beta cerró las puertas con cuidado y caminó con rapidez al salón de prueba. Jerome estaba mirando por las grandes ventanas, quieto, mientras el día se alzaba frente a él de manera llamativa, un sol brillante y un cielo despejado. El Cotidiano de Henry Weston estaba de pie, con su bata de seda color crema y su rostro cubierto de inocencia y mejillas coloradas.

Tenía rizos abundantes, sedosos y brillantes. Su cabello no era del todo negro, como Ivar, sino que era castaño y poseía unas pestañas bellísimas. Su rostro era más parecido a Ismael, delicado, suave y amable. Cuando Clark entró notó que sus ojitos azules claros se volvieron, suaves, una sonrisa dulce apareció en sus labios. El beta tragó saliva, apartando la mirada. Era pequeño, delicado y muy curvilíneo.

—Su nombre es Izan —habló y tomó su tablet, leyendo las anotaciones del informe detallado que le habían dado en Desarrollo—. Debido al presupuesto, es una reconstrucción de Cotidiano Israel, su valor se determinó a cien millones de dólares. Desarrollo tomó en cuenta sus pedidos, Señor, tiene un rostro magnífico, si puede ver, se ve amable, tiene una sonrisa encantadora. También posee un cuerpo flexible, no es tan fuerte como Ivar pero... Según los cálculos, podrá recibir bien la información que...

—¿Ah? —Jerome se volvió, sus ojos se volvieron de Clark al Omega. El alfa apretó la mandíbula y caminó hacia ellos, sus ojos se clavaron al más chico, y se reflejó la pequeña estatura que tenía—. Es muy pequeño.

—Usted lo pidió así.

—A ver, abre la boca —murmuró, interesado, Clark vio como Jerome se inclinaba un poco a la altura del Omega, este abrió la boca, los labios pomposos y el alfa metió dos dedos—. Mnh, la temperatura está bien, tiene dientes pequeños. ¿Estás seguro que un pene entrará por aquí?

—Uhm... Bueno, usted lo pidió... Con estas medidas —Jerome se volvió, le ordenó al Omega desnudarse y este lo hizo. Sus pezones se veían como dos botones rosados y su piel lucía suave y tierna, Clark miró el miembro pequeño del Omega, y en el poco vello púbico que tenía.

—Bueno, los alemanes son un poco grandes. ¿Cuál es la altura de Henry Weston? —preguntó y Clark rápidamente revisó su tablet.

—Un metro noventa y seis según los informes del año pasado.

—Vaya mierda de altura —Jerome lo miró, y después miró al bajito Omega. El rizado levantó la cabeza y sus ojitos se clavaron en el alfa—. ¿Y tú, cuánto mides eh?

—Aún no habla correctamente, señor —comentó Clark, sin embargo, el Omega abrió la boca suave, de ella salieron murmullos extraños, a lo que Jerome levantó las cejas—. Su altura es de un metro cincuenta y cinco.

—Joder, ¿Porqué nuestros Cotidianos están tan enanos? —se quejó—. Si Henry Weston se coje esta cosa le reventará el puto útero. Hum... ¿Debería invertir en mejores úteros?

—Ah... Señor.

—Está bien, me parece más normal que Ivar, más lindo.

—Los genes que utilizamos son distint...

—Sí, sí, ya. Ya ví el resultado —alardeó y empezó a buscar entre los bolsillos de su ropa. Sacó un par de llaves pequeñas y señaló al Omega—. Ponle ropa y sígueme.

Clark se apresuró en colocar la bata al Omega, le indicó que lo siguiera y el chiquillo lo siguió sin más. Durante el recorrido Jerome firmaba algunos papeles, aprobaciones, regañaba a algunos empleados y seguía su camino. Cuando llegaron a su oficina Clark sintió que el Omega chocaba contra él y se volvió. Sus ojos bajaron a sus piernas, temblorosas. Debía fijarse bien la fuerza de sus músculos al caminar.

—Te daré la información y la quiero ni bien termines de pasarla al Cotidiano —comentó, abriendo un cajón bajo la atenta mirada de Clark, las llaves plateadas estaban colgando del cerrojo—. Tengo la obligación de devolverlo ni bien se entregue el Omega. Así que cuídalo con tu vida.

Clark tomó la cajita negra que Jerome le entregó y lo miró con curiosidad. Era la primera vez que lo veía, la vez pasada el alfa frente a él se había encargado de ello, como también de toda la formación y genética de Ivar, el beta la abrió, con cuidado y notó la memoria que reconocía bien. La memoria de los Cotidianos. Era un cuadradito pequeño, chiquito que iba incrustados en la nuca. Supuso que tendría que mover la información a la memoria de Izan y devolverla. Sin embargo, notó otra cosa dentro, un pequeño frasquito vacío. Chiquito. Que sacó y que Jerome notó.

—Ah, dame eso —comentó y lo tomó.

—¿Qué es?

—El señor Makatsch lo había dejado sobre mi escritorio el día que empezamos con Ivar. Lo guardé para analizar bien pero... Ya no tengo tiempo para eso—habló y lo dejó sobre su escritorio. Jerome alisó su guardapolvo blanco.

—¿Y si es importante?

—No lo es —respondió—. A veces los Cotidianos destinados a políticos, a grandes hombres y mujeres suelen tener sangre de este en el cuerpo, un pequeño porcentaje, chiquitito, diminuto, ayuda mucho a la hora de revelar al Cotidiano a su Alfa, ya que se siente atraído. Como un pacto de sangre. Eso facilita el reconocimiento de la pareja y el Cotidiano no es expuesto a las infidelidades.

Clark tragó saliva—. ¿Y no afectará que Izan no tenga eso en su cuerpo?

—Bastará con tener sus memorias —Jerome tomó un par de papeles y el beta lo miró, recordando a Ivar—. ¿Qué te pasa?

—Por algo el Señor Makatsch se lo dió, ¿No?

—Oh Clark, el propio Henry Weston siquiera sabe que tendrá un Cotidiano. ¿Qué más da que no sea tan pegado? Después de todo dicen que es un obsesionado por el trabajo —el beta no estuvo de acuerdo, pero se quedó callado. Últimamente Jerome estaba estresado, no pensaba con claridad y pasaba más horas bebiendo café que durmiendo.

La demanda de Omegas estaba en su tope más alto, lo cual implicaba gastar en más empleados, más departamento de desarrollo y más esfuerzo de su parte. Pensó que tal vez el proyecto Alfa lo estaba alterando demasiado, si bien Jerome era cruel ahora se había vuelto un completo tirano, y ante sus enojos era más perceptible a recibir más malas noticias por su nefasto mando. La necesidad de que sus productos fueran perfectos era casi imposible, entre los rostros, los cuerpos, tal vez la calidad de los Cotidianos se iban deteriorando más a medida que la preferencia de belleza incrementaba más que la calidad de la inteligencia.

Supuso que la creación de Ivar le había puesto alerta. Porque se había dado cuenta que era capaz de formar un Cotidiano en extremo inteligente, y que sin embargo, no poseía una belleza común, no era como se suponía debían ser sus Cotidianos.

Pero sentía inquietud por su toma de decisiones. Jugar con el señor Makatsch era peligroso, incluso el caso de Henry Weston era ya de por sí extraño.

—Está bien, Señor —habló y relamió sus labios—. ¿Le gustaría dormir un poco? Puedo encargarme de los prototipos. Lo veo muy cansado, Señor. Tal vez descansar unas horas le hará bien.

—¿Me veo mal? —preguntó Jerome, volviendo su rostro a su celular, mirando su reflejo.

—Lo noto un poco... Alterado.

—¿Tú crees?

Clark asintió. Jerome se encogió de hombros, el alfa miró el sillón en su oficina y de repente la fatiga lo agarro, a pesar de que la cafeína seguía en su organismo y que posiblemente iba a tener que dejarla en un tiempo.

—Tal vez descanse un poco —contestó y fue a recostarse, pudo sentir todo el cansancio acumulado cuando sus párpados pesaron. Cuando ardieron y siquiera prestó atención a las palabras de Clark cuando este salió junto al Cotidiano de Henry Weston.

Ah... Henry Weston. Un político millonario, serio, de aspecto aburrido y que sin embargo parecía tener el apetito sexual de un jodido depredador. Trató de recordar bien la información de Ivar, la había analizado poco, recordar su rostro, su cuerpo... Solo quería olvidar aquél mal trabajo. Si tan solo hubiera salido más normal... Hubiera arrasado con la fama de Ismael, tan codiciado, tanto... Había sido un proyecto muy grande y el resultado lo había decepcionado tanto que el dolor en el pecho aún seguía en él. Jerome cerró los ojos, estaba ganando mucho dinero, demasiado. Incluso podría decir que era un Alfa multimillonario, y a pesar de saber eso sentía que algo le faltaba.

Sentía que había comprado la gran casona blanca que siempre quiso en vano, porque nunca estaba en ella y llevaba tres días durmiendo en su oficina. La cantidad de trabajo que tenía le impedía disfrutar de lo que ganaba, no tenía esposa, no tenía hijos, no tenía hermanos y odiaba a sus padres. Los Cotidianos era lo único que tenía. Era el trabajo de su vida, de su vida entera...

Ivar había sido su mayor proyecto... Y lo detestaba tanto. Lo detestaba tanto. Si tan solo no hubiera aceptado a Henry Weston como Alfa de Ivar tal vez este no se hubiera echado a perder. Tal vez las exigencias de Alemania lo habían deformado así, así... Tan... Tan extraño. ¿O era la sangre de Henry Weston? ¿Aquél puto gigante? Ese maldito. El rencor que empezaba a crecer en Jerome lo tenía agarrado de las pelotas. Él no hacía Omegas feos.

No lo hacía.

Decidió negar a Henry Weston por siempre, no lo conocía bien y tampoco quería hacerlo, su contrato era con el gobierno de Alemania. Le entregaría a Izan, Henry tendría su puto Omega y ahí terminaría todo. Pero ahora la inquietud de Cotidiano Alfa llegó a su cabeza, el dolor que le causó fue insoportable y le había quitado las ganas de dormir. Pero le dolían los ojos, los sentía ardiente.

Tal vez debería pedir el cuerpo de un Omega a la morgue, para analizarlo y poder ver qué mierda le faltaba para hacer un Cotidiano fértil. Jerome apretó los dientes, había escuchado que el Proyecto Omega en Rusia había dado resultado, pocos lo sabían y estaba muriendo de la envidia y el odio. Anton Drozhin se creía lo mejor de todo solo por haber creado la cura para algunas enfermedades, y agregando a su gran altar de narcisismo se rumoreaba que había logrado la fertilidad en su Omega hacia unos años, aunque no le habían dicho nada sobre el cachorro. Tal vez había dado a luz a un enfermo igual que él.

Le deseó lo peor. Por su estúpido linaje de Alfas puros y porque su estúpida existencia ocasionó que odiara a todos los Alfas rusos. Eran insoportables, extremadamente enormes y tan primitivos que ni siquiera sabían controlar su lado animal.

—Imbéciles —insultó, mirando la nada.

Decidió dedicar su odio para otro día y se acurrucó más en el sillón. A pesar de odiarlo, y detestar su éxito, necesitaba de sus proyectos. No podía negar que Drozhin tenía la inteligencia de un desquiciado de la medicina. Había hecho un trato, uno que dañaba mucho su orgullo pero era necesario, había destinado un Cotidiano a Rusia a cambio de algunas muestras del Proyecto Omega. Recordó con rabia sus palabras, en aquellos años que eran jóvenes y que había ido a estudiar al extranjero.

Recordaba su mirada gris, fría, perdida. Se rumoreaba que tenía poco control en su alfa a pesar de tener diecinueve años.

"No conseguirás nada copiando todo lo que hago".

—Maldito creído, nadie quería copiarlo. Puto salvaje —murmuró, cerrando los ojos. Decidió dormir unas dos horas.

Ni siquiera recordó lo que soñó, pero sintió la fatiga en todo su cuerpo cuando despertó, con los ojos doliendo y los musculos como plomo. El día afuera estaba oscureciendo y miró, forzando la vista, su reloj. Había dormido más de seis horas, maldijo, frotando sus ojos y molesto porque se sentía más cansado que la puta madre. Entrecerró los ojos hasta que se volvió y notó la silueta de Clark a unos metros de él. Rápidamente saltó del sillón, llevando una mano a su pecho.

—¡Joder beta! ¡¿Acaso quieres matarme?! —gritó, y Clark se disculpó. Jerome acarició su pecho, tratando de calmar los fuertes latidos, aquél tenía una expresión preocupada y ya sentía el peso de las malas noticias. Jerome decidió ir por un par de pastillas para las vitaminas, tenía un par en su cajón así que tomó la botella de agua en su mesita y la abrió, tomó algunas vitaminas y las llevó a su boca, odiaba el gusto—. ¿Qué mierda pasa?

—Ah... Señor...

—Si es algún pedido, dile que estamos llenos y que posiblemente tomaremos su pedido dentro de un año —habló, buscando esta vez sus otras pastillas.

—No es eso Señor... —Clark mencionó, bajito, se acercó lentamente a su escritorio y dejó la cajita sobre el vidrio oscuro. Jerome lo miró—. La memoria que me entregó estaba vacía, no tenía nada.

Quedó atónito.

—¿De qué mierda estás hablando? —preguntó sin creerlo, tomó la cajita con sus manos y miró la memoria, lucía bien, no se había roto y tampoco se sentía húmeda ni nada—. No puede ser, simplemente una memoria no se puede borrar. Tengo una jodida copia de los datos de Ismael desde hacia años y aún puedo verlas con normalidad. ¿Seguro que no tocaste nada?

—Es lo que digo, Señor, cuando lo puse no apareció nada. Era una memoria limpia —Clark murmuró y Jerome abrió bien los ojos.

—Mierda —maldijo y rápidamente buscó su notebook y la prendió. Fue directo a los mensajes del Señor Makatsch y leyó, claro. Joder. Jerome sintió que su corazón se volvía mierda, y se puso tan pálido como un niño enfermo. Su boca de secó cuando recordó que Henry Weston no había sido el destinatario oficial. Que había sido el jodido gobierno Alemán—. ¿Cómo...? ¿Cómo no pude...?

—¿Señor?

—¡Es una puta memoria que viene del Gobierno, Clark, joder! ¡Del puto Gobierno! —gritó y se levantó con furia, se sintió estúpido, devastado, la cabeza le dió vueltas y la mala suerte no pudo ser peor. Definitivamente odiaba ese proyecto, definitivamente este era la cereza que decoraba el rencor que sentía por la creación de Cotidiano Ivar—. ¡Claro que solo iba a tener un uso! ¡Puta madre!

—¿Q-qué...?

—Joder, ¡Esta mierda no sirve! —gritó y arrojó la cajita con la memoria lejos de él, Jerome llevó sus dedos a la boca y mordió sus uñas, necesitaba calmarse, necesitaba pensar. No podía decirle al Señor Makatsch que había desechado al Omega que tenía la puta memoria que él le había dado. No. No. El alfa levantó la mirada—. ¿Tú le habías sacado la memoria a Ivar como te dije?

Clark abrió bien los ojos.

—Usted nunca me dijo que lo hiciera.

—Lo hice, Clark. Lo hice -habló y el beta negó—. ¡Te lo dije, Clark!

—¡Pues no lo hice! —levantó la voz el beta y Jerome frunció el ceño, rápidamente se movió y caminó hasta estar frente a él. Clark levantó la mirada, un poco temeroso por la dominación de Jerome—. No lo hice.

—Está bien... Está bien —murmuró, acercando a Clark a su pecho, el beta tembló, extrañado. Jerome apretó las manos en su cabeza—. Ahora... Supongo que debemos ir, y recuperarla.

—S-supongo...

—Sí, supones bien —murmuró, lento, notaba la fuerza de su voz—. Ahora, ¿Qué pobre diablo es dueño de Cotidiano Ivar, Clark?














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