doce

—¿Te duele?

—No —murmuró y cerró los ojos cuando César volvió a mojar su herida con alcohol. Apretó los puños y se mordió los labios apenas cuando sintió los dedos ajenos apretar su nuca—. ¿Cicatriza?

—Muy rápido —habló el alfa, tirando un algodón húmedo en sangre en una bandejita de metal. Ivar sintió la gasa sobre su piel cuando César lo cubrió, la cinta se pegó en su cuello y volvió a acomodar su cabello rizado—. Bastante, ¿No sientes nada raro?

—No —murmuró volviendo la mirada cuando el alfa cerró el botiquín y volvió a dejarlo sobre el cajón de un mueble marrón. Ivar tocó su cuello. Estaban en su habitación, eran cerca de las tres de la tarde y habían pasado dos días desde que le habían colocado su nueva memoria. El ojiazul se relamió los labios, levantándose de la cama y buscando la ventana para ver la luz del día. Aquél era un lugar enorme, lujoso, y ni hablar del pequeño parque que siempre se llenaba de autos por la noche, los arbustos bien diseñados, el pasto cuidado. Era un lugar bastante extravagante para ser un prostíbulo. Al menos, era lo que Ivar pensaba. El negocio de César siempre se manejaba bien, entre alfas adinerados y Omegas tan bellos como Peter y Julián. Se preguntó si también lucraba con Alfas, puesto que había dicho que Omegas venían también.

—Hoy haremos una prueba —habló César detrás de él. Ivar no se volvió.

—¿Una prueba de qué? —preguntó bajito, mirando los pajaritos que volaban por el cielo.

—Quiero que los alfas te vean —habló César, Ivar se volvió. Sus ojos azules chocaron con aquellos negros, lentamente se acercó—. Quiero ver cómo reaccionan a ti, si eres bueno para esto. Será más fácil para adquirir información.

—¿Tendré que acostarme con ellos?

—No si tú no quieres —César ladeó la cabeza—. Ellos ofrecen una cantidad por ti, pero es tu decisión si quieres hacerlo.

—¿Tú no obligas? —Ivar lo miró y el alfa sonrió de lado, negando. No sabía si creerle, el Cotidiano contuvo la respiración y aflojó la mirada cuando levantó una mano hacia el pecho del alfa—. ¿No obligas enserio?

—Yo solo pago para que hagan presencia, para que calienten —respondió, sintió sus latidos normales. Se alejó apenas un poco—. Generalmente nuestros Omegas se venden muy caros, hay que estar muy jodido para querer pagar esa cantidad de dinero. Ofrecemos Omegas, pocas veces Alfas y alguna que otras veces mezclamos algunas sustancias para hacer de sus encuentros más... Llamativos. Generalmente a los clientes que nos llaman la atención le ofrecemos un encuentro exclusivo, un alfa y cuatro Omegas. Entre las drogas, las feromonas de Omegas y el calor te quedas jodidamente mamado, da tiempo para revisar las cosas, sus contactos, copiar el vínculo de sus llamadas, cuando necesitamos más cosas ofrecemos encuentros a domicilios. Son poco frecuentes, pero lo hacemos. Como un puto delivery, es el precio de tu erección por tu cabeza cortada.

—¿Y cuando no encuentras nada? —preguntó Ivar, César sonrió.

—Me toca a mí —César se acercó a la puerta, Ivar lo siguió. Su mano rodeó el brazo ajeno y sus miradas volvieron a encontrarse.

—¿Torturas?

César apartó la mirada y una sonrisa apareció en sus labios, se soltó cuando abrió la puerta y el Cotidiano notó el calor de otra presencia. El alfa salió y el Omega vislumbró los mismos rizos, y la piel morena de uno de los gemelos.

—Julián, ocúpate de Ivar —habló y se volvió—. Y por tu pregunta, cariño, no, no lo hago.

Se quedó de pie en su habitación. Ivar apretó la mandíbula y sus ojos azules se clavaron en unos claros, más finos y suaves. Su mirada bajó al Omega y este sonrió apenas.

—Quería disculparme por lo de mi hermano, la otra vez —murmuró, Ivar frunció el ceño apenas cuando notó que este tocaba nerviosamente sus manitos.  De repente los recuerdos del tal Peter llegaron a su cabeza—. César dijo que te enseñara bien el lugar, te presentas esta noche, ¿Te lo dijo?

—Algo así —habló el Cotidiano saliendo de su habitación. El aroma del pasillo chocó contra su cuerpo, Ivar apretó los puños, sintiendo las feromonas de Omegas por todas partes, sus ojos azules observaron las paredes color crema, las luces rojas, la alfombra color vino del suelo. El lugar apestaba a Omega excitado, demasiado—. El olor es muy fuerte...

—Disculpa, ¿Te afecta mucho? —habló Julián apretando su brazo, Ivar lo miró—. Es normal aquí, los primerizos a veces se calientan cuando lo sienten. Estás blanco, dios, no creí que los Cotidianos fueran tan delicados. ¿Quieres acompañarme? Tengo algo que ayudará.

Ivar cubrió su boca, y siguió al pequeño Omega con pasos lentos, el aroma fuerte de las feromonas entraban con furia por su nariz, le hacía doler un  poco la cabeza. Entre sus vagos y pocos recuerdos pudo sentir la desesperación de aquella noche. Esa que salió por primera vez de su habitación para buscar a César. Recordó los múltiples aromas, los alfas, los omegas desnudos. Recordó al Alfa que había golpeado. ¿Realmente tenía que estar ahí? No estaba seguro si aguantaría aquél tipo de maltrato, Ivar tenía entre sus capacidades la necesidad de proteger Omegas, de cuidarlos, era algo que debía respetar, por su salud mental y física. Podía sentir en su piel la cantidad de sensaciones que escondían los aromas en aquél pasillo, deseo, placer, dolor, podía sentir el aroma de la sangre mezclada con el lubricante. 

Ivar cubrió más su boca cuando Julián abrió la puerta de su habitación, arrastró al Cotidiano dentro y el ojiazul rápidamente retrocedió. La privacidad no parecía ser clara entre aquellos dos individuos, el Omega de rizos negros observó al pequeño Peter, entre toda su delicadeza y su gran belleza, gimiendo y dando saltitos cortos, moviendo las caderas sobre la pelvis de otra persona que Ivar no reconoció. Desde su creación los Cotidianos eran capaces de sentir una gran variedad de sensaciones, ya sea la sorpresa, la ira, el enojo, el llanto, pero todas ellas se iban aprendiendo, como un niño aprende lo que le duele y lo que lo hace feliz. Y definitivamente Ivar experimentó la vergüenza y la pena de encontrar a dos Omegas follando. 

Las feromonas de Peter eran fuertes, demasiado, tan peligrosas que Ivar retrocedió, pegado a la pared por no confiar bien en sus piernas. La espalda desnuda, pequeña del morenito estaba cubierta de sudor, sus ojos estaban cerrados, pero no fue hasta dos segundos después que los abrió y chocó miradas con Ivar. El Cotidiano se quedó de pie, sintiéndose extraño cuando Peter empezó a gemir más fuerte, tocándose los pezones y moviéndose con más rudeza. El ojiazul se encogió, sintiéndose extraño, tal vez mal. 

Salió de ahí, a pesar de que se oía cómo Julián removía un montón de cosas para buscar quién sabe qué para Ivar. El Cotidiano se alejó, afectado por el aroma, sus piernas se movieron hasta que observó las escaleras que iban al piso de abajo, rápidamente bajó. Sus pulmones empezaron a doler, y fue cuando miró la salida que se entregó a ella. Ivar salió de aquél lugar y el sol lo cegó con furia, terrible, las manos del rizado viajaron a sus ojos, respirando con dificultad hasta que sintió el aire fresco. 

Ivar respiró profundamente, sus ojos se acostumbraron a la luz, ahí, ahí cuando sus ojos azules vieron por primera vez la intemperie del mundo. El Cotidiano alzó la mirada al cielo, a las nubes, a los pájaros, los receptores de Ivar empezaron a guardar las sensaciones del mundo, de su aire, de su cielo. Sus ojos chocaron con el pasto y suavemente enterró las manos en la hierba verde, ahí, ahí sintió el aroma de la tierra. Porque a pesar de que tenía toda la información del mundo, todas las capacidades, reacciones, Ivar era nuevo. Era como un cachorro que sabía lo que era el cielo, lo que era un pájaro y de qué color era el pasto, sabía todo eso pero jamás los había sentido. Jamás, desde su creación, había tocado el pasto. 

Cerró los ojos, respirando lentamente mientras sentía el sol en su piel pálida, en sus manos, su rostro. Las sensaciones nuevas, el aire puro lo llenó de tales cosas desconocidas que le gustó el simple hecho de estar fuera. De pensar que tal vez tenía mucho del mundo que aprender, que de una u otra manera los Cotidianos sí eran seres delicados, y que la más mínima cosa podía asombrarlos o alertarlos. Ivar apretó los puños. 

—¡Ivar! —escuchó y su mirada se volvió a Julián—, Joder... Tienes piernas largas.

Le prometieron volver por la mañana. Ivar tuvo que desenterrar las uñas de la tierra húmeda cuando el Omega lo miró, riéndose por su expresión de asombro ante las cosas. Julián se encargó de mostrarle la mayoría de habitaciones, de mostrarle el gran salón donde las cosas sucedían y donde César tenía más terreno. El escenario era chico, pero habían muchos, Julián le decía que a veces para los clientes más destacados solían bailar sin nada de ropa, Ivar asintió, sin preguntar nada más pues ató cabos con todo lo que había dicho César.

El alfa tenía una forma extraña de moverse en aquél mundo de la prostitución a cambio de información. Para Julián y todos les era más importante calentar sin tocar para sentirse deseados. Que debían cuidar su cuerpo, sus curvas, su piel. Ivar se quedó callado, pensando en todas las cosas innecesarias que decía Julián  y que a pesar de ello no podía dejar de oír y verlo hablar.

Ivar había estado rodeado de Omegas desde que tuvo noción de su propia existencia, de Omegas Cotidianos, como él, con su estructura, su forma, su molde listo. Pensó en la belleza natural y la luz que irradiaba aquél Omega, que su naricita, su perfecta piel, estatura y cuerpo eran completamente suyas. Ivar también se consideraba completamente de su propiedad, al menos, hasta que se enteró que no tenía un alfa en específico. Su físico, sus rizos, sus ojos azules eran todos suyos, a pesar de que su cuerpo era objeto de Cotidiano Omega. Ni siquiera sabía si César quería ser su alfa, y si estaba completamente capacitado para ser su Omega. Ni siquiera sabía si todo lo que le había contado era cierto. De repente Ivar se sintió en un completo vacío, amurallado en preguntas con incógnitas que se iban agrandando más que sus vagas respuestas. Sintió una molestia en el pecho que lo incomodó de cierto modo, miró a Julián que le explicaba las diversas situaciones que se podía presentar si le gustaba mucho a un Alfa.

Desde abusos, poco control, cortejos exagerados y hasta amenazas. Lo único que pensaba Ivar era en defenderse de la mejor manera, desde la muerte de Cotidiano Igor cada Omega de su padre poseía la capacidad de librarse de manos indeseadas. Aunque el proyecto tenía algunas fallas desde que Ignacio, el sucesor de Igor, había castrado a un Alfa con hierro ardiente y se había proclamado más fuerte que ellos. Claramente fue demandado y se presumió que la cadena de Cotidianos se volvía vil y calculadora, las injurias hacia bestias creadas por el hombre no podían tener un alma y un corazón. Se acusó a su padre por implementar aquél pensamiento en Ignacio en contra de su propia jerarquía; los Alfas.

—Como eres un Cotidiano creo que debes usar una prenda sencilla pero muy provocadora. Tu belleza es la estrella, no es como nosotros, que usamos maquillaje y ropa ajustada para remarcar más nuestra carne —hablaba y de repente Ivar volvió en sí, sus ojos viajaron a la habitación, era grande, espaciosa, era una especie de camerino, llena de ropas, prendas y apestaba a feromonas y perfume. La pared estaba cubierta de cuadros que no llamaron la atención de Ivar, de espejos chicos, grandes, de cuerpo entero. Incluso pudo notar de lejos el aroma de las pastillas supresoras guardadas. Ivar miró todo como si fuera un niño hasta que Julián dejó caer muchas prendas sobre una silla—. Aquí sucede la magia. Todavía no tienes el tuyo, aunque creo que César solo acordó presentarte los viernes, por un motivo de dinero, e intenciones. Ya sabes.

—Huele raro.

—Es lubricante —Julián apuntó los estantes llenos de potes, cosméticos y cosas que Ivar sospechó—. No siento tus feromonas, ¿Las escondes?

—Mi cuerpo solo las emite ante alfas —murmuró Ivar tocando las prendas, la tela era muy fina, casi transparente.

—Vaya —contestó el chiquito acercándose para ayudar a Ivar a elegir una prenda bonita y ligera—. Cuando César dijo que había un Cotidiano sentí que debía verte. Siempre veía en televisión lo bonitos que eran, y las cosas que hacían por todos nosotros. Digo, Cotidiano Ismael es un Omega hombre, ¡Es un hombre! Y es mucho más atractivo y codiciado que Ingrid, siempre se echó de lado a los Omegas chicos, Ivar, nos humillan mucho. Nos creen menos hombres por ser Omegas, y realmente se siente bien saber que hay alguien como yo que influye en la sociedad.

—Los hombres son más fáciles de hacer —murmuró Ivar levantando una prenda blanca, le recordó a los uniformes que les daban en Cotidiano Omega, aunque estos eran holgados y cortos.

—Espera —Julián le quitó la prenda de las manos y el Cotidiano lo miró—. ¿Sabes? Me encanta lo alto que eres. Y creo que debes lucir esas piernas, ¿Tal vez una tanga? Déjame ver.

Ivar retrocedió apenitas cuando sintió la mano de Julián apretar sus genitales, rápidamente reaccionó, apretando su pequeña muñeca y alejándola—. No soy...

—Creo que la tanga no va —Julian murmuró cuando Ivar lo soltó, siguió buscando como si nada, las mejillas de Ivar se prendieron nuevamente y se encogió de hombros. Ya no quería estar ahí—. Tal vez solo algo corto y blanco junto con una prenda de tul arriba, me gustan tus clavículas, ¿Puedo ponerte un collar blanco hoy en la noche?

—No quiero que vuelvas a tocarme —murmuró Ivar apartando la mirada. Julián se encogió, el Cotidiano frunció el ceño cuando notó su mirada inocente y divertida.

—Disculpa —habló suavemente y siguió con su charla sobre decorar su frente con algún accesorio falso.

—Necesito que lo sientes adelante de todo para hoy —habló, y lo miró a los ojos. Jasper miraba con el celo fruncido la fotografía sobre el escritorio de cristal. El alfa inclinó la cabeza—. ¿Qué mierda pasa?

—Tiene la herida en el cuello aún —habló.

—Le dije a Julián que le pusiera un collar, no pasará nada, se verá bonito.

—Bonito para destrozar a todo Alfa —Jasper se alejó del escritorio, su mirada era severa, enojada. César sonrió, le gustaba un poco verlo enojado—. No puedes presentar a ese Cotidiano sin entrenamiento previo.

—¿Y qué crees que haré hoy, tontito?

—¡Pero él es el alfa que yo tomé! —gritó y las venas sobre sus sienes se notaron, César borró su sonrisa. Aquél Omega lucía realmente enojado, y actuar con normalidad solo haría que explotara.

Nicholas Nielsen era un alemán alto y pálido, fuerte, y que posee el pensamiento de que los Omegas solo están para ser sumisos y complacer al Alfa. Últimamente frecuenta el país debido a acuerdos económicos y apoyo militar, fue el guardaespaldas del mismísimo Henry Weston hacia unos cinco años, hasta que le ofrecieron adentrarse a la milicia como un jodido dictador. No fue difícil atraerlo, después de todo César era dueño de una casa de placer y Jasper se había encargado lentamente de atraerlo al nido.

César bufó.

—Ni siquiera te gustaba acostarte con él —habló—. Es un puto salvaje.

—Pero es mío, yo conseguí su atención. —Jasper llevó una mano hacia su pecho, señalándose como si hubiera hecho un acto heróico digno de ser felicitado. El alfa lo miró y una sonrisa se le escapó de los labios y rápidamente la cubrió cuando el Omega pegó ambas manos al escritorio de golpe, hechando humos. César se encogió, riéndose más fuerte—. ¡Ni siquiera me escuchas!

—Disculpa, joder —habló el alfa aún cubriéndose la boca, lentamente se la quitó y lo miró, relajando su cuerpo en su asiento, se movió ligeramente—. Es que no sabes lo que me gusta verte enojado.

—No trates de cambiar la situación —rugió, César bajó la mirada a su cuello delgado, a sus clavículas notorias y su pecho pequeño. Sus pezones eran rosados, y no pudo evitar removerse ante su estrecha cintura y su vientre plano. Realmente quería verlo desnudo—. ¡No puedes quitarme así de las cosas! Ivar no lleva ni dos jodidas semanas aquí y ya lo veo con una puta prenda blanca con los gemelos babeando por él. ¿Es en serio? ¡Ni siquiera sabe en qué se mete! ¿Acaso le dijiste sobre Nicholas? ¿Le hablaste de él?

—Estará bien —César murmuró y se levantó de su asiento, fijó su mirada en la noche, en el cielo negro y la luna terrible y enorme que se veía. El alfa traía puesto un ligero traje negro y Jasper retrocedió, tragando saliva. Era conciente lo que sentía su cuerpo, César sabía que aquél Omega la pasaba mejor con él que con todos los simios que venían de afuera. Sonrió, fijando su mirada a su cintura, toqueteando suavemente su vientre con un dedo—. Quiero que estés conmigo esta noche.

—No digas tonterías —el Omega lo miró, pero no se alejó, César ladeó la cabeza y lo acercó más a su cuerpo, el vientre de Jasper chocó contra su entrepierna—. Hoy estaré con Nicholas, vete con Ivar.

—Por favor —susurró y lo tomó de las mejillas, César unió sus labios en un lento beso delicado, como le gustaba a Jasper, sus respiraciones chocaron y el Omega se acercó más, cuando de separaron el alfa observó la mirada dilatada del más pequeño. Pudo sentir en las ligeras feromonas que liberaba el deseo que sentía, en su vientre caliente y en sus labios hambrientos chocando con los suyos. Jasper se colgó del cuello ajeno y el alfa rápidamente lo arrastró hasta el escritorio, las piernas del Omega lo rodearon y su pequeña mano se adentró en los pantalones del alfa con rapidez. La calentura momentánea los llevó a reaccionar rápidamente. César era conciente de la química que tenía con Jasper en la cama, en sus cuerpos, porque todo lo que tenía él encajaba perfectamente en su jodida mierda, ahí, mientras el Omega hacía a un lado su lencería junto a su prenda corta, invitó a César a abrirse paso y jadeó dulcemente, pesado, cuando fue embestido. Sus manos rodearon su cuello, y sintió sus dedos sobre su cabello corto, ahí, mientras lo veía gemir contra su escritorio, con el cuello descubierto y la garganta soltando puros jadeos.

—Joder... Quédate conmigo hoy, hazlo —murmuró y lo besó con intensidad, Jasper se sentía frágil en sus manos, chiquito, pequeño. Y César no podía perder el gusto por sentir la calidez de su cuerpo, lo embistió lento, fuerte, porque no podía dejar de mirar cómo su cuerpo temblaba y se agitaba cada vez que entraba en él. El alfa lamió su cuello, sus clavículas y resistió la tentación de dejar cardenales en su piel, de comerle todo el puto cuerpo.

Jasper gimió, mirándolo con ojos cristalinos y las mejillas prendidas, sabía que se hacía tarde, que ya debían salir y que la situación de Nicholas había quedado en la nada. César lo embistió una vez más hasta que el cuerpo de Jasper tembló de espasmos y salió, besando su pecho, su vientre, el Omega se acomodó como pudo cuando el alfa se puso de rodillas frente a él y lamió sus muslos. La mirada de César estaba dilatada, destellante, las feromonas fuertes que lo rodeaban serían un problema pero Jasper gimió, gimió como quiso y enredó las manos en el cabello del alfa cuando este empezó a lamerle toda la entrepierna. El lubricante natural de Jasper empezó a deslizarse, y el alfa lo lamió, mordiendo de a poquito la piel sensible de sus muslos, ahí, donde nadie podía verlo. Jasper se removió, jadeando cuando sintió un cosquilleo terrible en el estómago. César rodeó el miembro del Omega con su mano y lo apretó ligeramente, cubriéndolo para que no estropeara su ropa, lamió algunas gotas hasta que sintió que Julián golpeaba la puerta y rápidamente se alzó, tomando un pañuelo de seda de su bolsillo secando los últimos restos en el cuerpo de Jasper, le acomodó la lencería y la prenda a pesar de que aún no se recuperaba de los espasmos, sus mejillas se tornaron rojizas y sus labios estaban más rosados e hinchados de lo habitual. Le fue imposible quitarle la mirada cuando se acercó a la puerta y observó a Julián, con su prenda corta y su piel morena.

—Ivar ya está listo —habló el Omega levantando la mirada para ver quién estaba dentro del despacho, César cerró la puerta, dejando su inmensa estatura como muralla—. Se ve bien, ni siquiera sé si mirar su inmenso culo o su gran pito. ¿Haz visto a Jasper?

—Cariño, todo pene es grande para una cosita tan chiquita como tú —murmuró Jasper, repasando una mano en su cabello, Julián arrugó la naricita.

—Hueles a Jasper, si vas a hacerlo al menos tírate un poco de perfumito. Nicholas no querrá un Omega que jodieron minutos antes.

César frunció el ceño.

—¿Nielsen ya está aquí?

—Al parecer se corrió el rumor de que teníamos un Cotidiano —habló—. Dijo que lo quiere, y vengo justamente a buscarte para que establezcas el precio de Ivar por esta noche.






















HOLAA.

Disculpen la tardanza, y el capítulo. Esta semana empecé la facultad y me toma todo el jodido día, tengo que organizarme bien y quería decirles que si antes tardaba más en actualizar ahora no sé qué va a pasar con todo esto jaajajdx perdón. Claro que voy a seguir, pero las actualizaciones van a ser lentas. ¡Muchas gracias por los votos!

No me peguen, tengo muchas otras historias en mi cuenta por si quieren leer más cosas mías. Pásense.

Decidí organizar todo mi tiempo, así que voy a actualizar COTIDIANO IVAR cada vez que cumpla con una meta, por ende para la próxima actualización pido cien votos, no creo conseguirlo tan rápido por lo cual la meta sirve jajaja

Nos vemos hasta que se cumpla. Besitos.

Hunter.

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