cinco
—¿Está?
Preguntó ni bien observó al beta salir de la habitación. Este tenía el rostro serio y en brazos cargaba un pequeño y delicado cuerpo desnudo. El hombre bajó la mirada, aquella pequeña criatura respiraba errática pero pudo notar el aroma fuerte que inundaba su cuerpo, sus brazos estaban marcados, violáceos, observó las gotas de sangre que resbalaban por sus piernas.
—Es una lástima —murmuró y apuntó otra habitación—. Lleva al Omega para revisar, me ocuparé de él más tarde.
—No creo que sobreviva —murmuró el otro, el alfa frente suyo lo miró con el ceño fruncido y rápidamente se acercó al Omega—. Es un producto demasiado delicado, Señor, lo desgarró entero, su útero...
—El útero en un Cotidiano está de más, lo reconstruiré, Clark — bramó, sin embargo, su rostro se llenó de sombras cuando abrió de piernas al Omega. La criatura chilló, y empezó a murmurar incoherencias, todavía no tenía la capacidad de hablar, y no la necesitaba, se dijo, cuando miró el desastre que aquél animal había hecho con su último producto. La sangre salía medianamente abundante de su interior, de su entrada, le había destruido los receptores, la regeneración de lubricante natural y su útero artificial estaba hecho pedazos. Su ceño se frunció más, solo había invertido dos millones en él, no tenía tanta calidad como los otros pero estaba cerca de la fecha límite.
Cotidiano Omega era su mina de oro. A pesar de las protestas que algunos activistas omegas decían de su producto ningún alfa dejaba de demandar la mercancía. Hasta ahora en el país abundaban pocos ejemplares, tal vez unos cien. Cien omegas que le llenaron los bolsillos de billetes verdes y demasiadas ideas en la cabeza. Sin embargo, como su producto se estaba volviendo conocido y codiciado ya no se podía permitir demasiada calidad, si bien los Omega que fabricaba ahora eran bellos por fuera, en su interior el mecanismo tenía fecha de caducidad, lo cual requeriría más demanda para él. El lapso de vida de un Cotidiano de antigua generación era hasta donde su alfa viviera, lo había comprobado con Cotidiano Ian, cuando el viejo político que lo compró murió de un paro cardíaco y su producto lo acompañó al lecho de muerte. Ahora buscaba que tuvieran una duración de cinco, o seis años, lo que daría la bienvenida a Cotidianos capaces de enfermar de patógenos comunes de la vida diaria.
Pero no le estaba yendo tan bien. Los Cotidianos de la nueva generación eran demasiados frágiles, y costaban un poco de dinero. El gran dineral que recuperó al vender a Cotidiano Ivar le permitió invertir en estas nuevas generaciones, cada vez más finas, más perfectas, pero eran más de cristal.
Apoyó una mano sobre el muslo del Omega y le murmuró a Clark que lo llevara a revisar bien, si iba a morir lo mejor sería desactivar sus sentidos. Más tarde lo reciclaría, se limpió los dedos ensangrentados con cuidado y volvió la mirada. Se acercó a la puerta con cuidado, sintiendo el aroma fuerte que desprendía, verdaderamente era un producto odioso, terrible y animal. Su rostro se frunció, le gustaría reventarle la cabeza, por lo costoso que era y porque destruía todos sus modelos recientes.
Había invertido demasiado, tenía un contrato y si lo hacía bien tendría un seguro para su empresa por cientos de años, su nuevo proyecto era diez veces más caro que Cotidiano Ivar y tan solo se trataba del primer prototipo. Abrió un poco la puerta y lo observó ahí, quieto, su gran espalda, sus gruesas piernas, sus grandes brazos. Era tenebroso, en cierta manera, había utilizado los mejores genes, tenía un poco de Ivar en él, de su sangre, sus receptores, pero más desarrollados. Todavía no le había entregado una inteligencia elevada y hasta ahora sólo era una criatura enorme y primitiva, como un animal.
Cotidiano Alfa era codiciado por el gobierno, por el ejército alemán que buscaba mejorar algo que poco le importaba. El dinero que ese animal le iba a generar le llamaba más la atención, por lo que sabía, algo extraño estaba pasando en Rusia, sobre un gran lobo negro que había causado el disturbio en ciertos lugares hacia algunos años, y que, creían, era producto de un científico ruso retirado. Le había parecido interesante la idea, y había copiado un poco el experimento, no era exactamente igual pero serviría, incluso, con unos diez o veinte terminarían por acabar con la naturaleza salvaje que aquellas bestias significaban. Después de todo, los lobos rusos solo eran un experimento que les entregaba a los alfas el dominio de sus genes antiguos, y su producto, en cambio, tenía adquirido los avances genéticos de la actualidad.
Ahora estaba probando sus nuevas capacidades, si bien ningún cotidiano podía dar vida este era distinto, había dedicado demasiado tiempo y dinero en su fertilidad, en su capacidad de dar vida. Sin embargo, los omegas que le había entregado para el apareamiento terminaban mal, no sabía bien si debía crear un nuevo Omega, descomunal, grande, que encajara con la energía de aquél alfa. Además, tenía que invertir dinero en la fertilidad dal Omega, lo que significaba más meses y más dinero, tenía otros pedidos, otros Omegas en lo que dedicar su tiempo. Si bien Cotidiano alfa le iba a dar mucho dinero en el futuro, requería demasiado de su ser.
Se alejó de la puerta y escuchó que el seguro se había activado, todavía debía ocuparse de Henry Weston y por lo que sabía, Ivar había terminado en manos de un Alfa del bajo mundo, en una especie de prostíbulo para ricos. Por un momento sintió un poco de arrepentimiento, pero se le esfumó al recordar la mirada vacía de Ivar, en su extraño rostro y su capacidad nata de aterrar a todo jodido dios. Suspiró, necesitaba comer algo, salió de ahí, fue directo a su oficina, le ordenó a uno de sus empleados que trajera algo sano y que le llenara el estómago. Miró los papeles sobre su escritorio y empezó a ordenarlos, anotó la diferencia de números que había perdido esa mañana y anotó los nuevos pedidos en una carpeta aparte. Cuando escuchó la puerta abrirse miró que era Clark y no su comida.
—Cotidiano Ismael está aquí, con su alfa, señor, ¿Le digo que no está? —rápidamente se levantó de su asiento, lo miró con el ceño fruncido y levantó una mano.
—¡Joder, hazlos pasar! —murmuró, alterado, cuando Clark desapareció empezó a ordenar todo en su escritorio. El alfa de Cotidiano Ismael era el jodido inversor más grande de toda su empresa. Había apoyado su proyecto desde el primer día y le había dado sustento económico para agrandar su empresa, sus empleados, y las herramientas que necesitaba. Cotidiano Ismael era el Omega más bonito, inteligente y el primero que había fabricado con distintos planos, su corazón latió un poco más fuerte cuando lo vio entrar por la puerta. Sus rizos claros, su rostro serio, su mirada fría, notó al segundo que estaba enojado por algo. Tenía una belleza monstruosa, igual que Ingrid, la Omega con la que había crecido durante su estadía en COTIDIANO OMEGA, era medianamente alto, y atractivo. Se había convertido en un Omega hecho y derecho, tenía demasiadas organizaciones para salvar cachorros de la calle, contra el maltrato y contra la hambruna y el tráfico de Omegas en países bajos. A pesar, sin embargo, de que los Omegas normales pedían la abolición de los Cotidianos, y su distribución.
—Señor —habló y escuchó su voz suave y lenta, su mirada azul se clavó en él y sintió cierto escalofrío, recordó a Ivar sin embargo, su sombra se esfumó cuando el alfa se adelantó y le tomó la mano.
—Ismael, no seas tan grosero con tu creador —bramó el alfa y el Omega siguió mirándolo como si nada, el hombre a su lado suspiró—. Jerome, qué bueno verte después de tanto, ¿Cómo estás?
—Excelente, William —sonrió y miró de soslayo a Ismael cuando el alfa se sentó en el sillón negro a un lado de su escritorio, el Omega caminó y se sentó a su lado. Recto, con el ceño fruncido y el rostro serio—. ¿Ocurrió algo en el paraíso?
—Está inquieto —contestó William, acariciando el hombro ajeno. Jerome miró el rostro del alfa, parecía normal, notaba sus ligeras arrugas, su mirada divertida, se había cortado el cabello y casi parecía pelado. Pero dejó los detalles de lado, lentamente fue a sentarse en su asiento, y juntó las manos.
—Estoy enojado —habló el Omega fuerte y claro, se zafó del agarre ajeno. La actitud lo puso un poco curioso pero pareció no importarle al alfa a su lado.
—Ya —William se levantó—. Oí que tienes nuevos productos, me gustaría verlos, Ismael está insoportable a veces —habló y lentamente se acercó a su oído—. Además, ¿No tienes algo para él? Hace varias semanas está así, inquieto por algo, y bueno, no está siendo tan productivo en la intimidad.
—Puedo oírte —murmuró el Omega y William se carcajeó, se acercó a él y le dió un casto beso en los labios y caminó hacia la salida.
—¿Clark sigue trabajando aquí? Que me haga un tour por la sección de Omegas nuevos —habló y desapareció por la puerta. Jerome sintió un peso menos en su cuerpo y cerró los ojos, bajó la cabeza y suspiró, estaba hambriento, cansado y no quería soportar a William sobre sus productos. Se sintió abarrotado.
—Quiero verlo —escuchó y saltó del susto cuando observó a Cotidiano Ismael a un lado suyo, la rapidez y el silencio de sus movimientos pusieron su piel de gallina y frunció el ceño—. Quiero ver mi creación con Ingrid.
—¿Quién te crees que eres? —bramó, un poco alterado, repasó una mano por su cabello—. ¿Y cómo es eso de que no haces tu trabajo como se debe?
—Quiero ver a Ivar —volvió a hablar y miró sus ojos azules, intensos.
—Te inyectaré más hormonas, y haré que tu ciclo de celo tenga más duración —habló alejándose de él—. Los efectos secundarios te producirán un poco de dolor de cabeza, tendrás que usar algo en la ropa interior porque empezarás a segregar lubricante a lo loco y disminuirá tu apetito. Pero debes comer.
—Quiero ver a Ivar.
—Te daré una dosis ahora y después le entregaré tres más a William, sentirás mareos, y una necesidad animal de ser follado, así que procura que sea dentro de tu casa —habló empezando a anotar todo con rapidez en una libreta pequeña. Cuando levantó la mirada Ismael ya estaba frente suyo, con el rostro rojo, y los ojos inyectados en sangre, su apariencia lo sorprendió y rápidamente quiso retroceder cuando el Omega le arrebató la libreta de un golpe fuerte y sintió el dolor en sus manos. Su alfa se sacudió en su interior cuando lo observó con grandes ojos.
—Quiero ver a Ivar —gruñó y notó el temblor en su rostro. Las venas se resaltaron, en su cuello, su rostro. Su cabeza trabajó con rapidez cuando miró sus colmillos—. ¡Muéstrame!
—¿Qué diablos te pasa? —preguntó e Ismael retrocedió, su rostro empezó a adquirir un color normal, pero el enojo pareció no irse. Le pareció curioso, nuevo, extraño, Ismael siempre había sido sumiso, lleno de bondad y curiosidad—. Date la vuelta.
—No —habló y notó que sus ojos se agrandaban—. Muéstrame a Ivar, muéstrame a Ivar.
—Date la vuelta, déjame verte —habló y posó una mano en su cuello, Ismael intentó zafarse pero lo acorraló contra el escritorio, lo empujó con un poco de fuerza y descubrió su cuello. Sentía el trasero regordete de Ismael sobre su entrepierna y lo escuchó jadear, bajito, sus receptores lo sintieron, al menos esa parte funcionaba bien. Sin embargo, las manos pequeñas, delicadas y blancas de Ismael lo agarraron con fuerza, pero pudo verlo. Pudo ver la mordida en su cuello, ahí, en su piel clara, rojiza, cicatrizando lentamente. Su rostro tembló y lo volvió con furia, con brutalidad—. ¿Dejaste que te hiciera eso? ¿Mnh? Sabes que no puedes tener marcas, sabes que ahí es tu zona sensible. ¿Cómo mierda pudiste permitirlo? Tienes sensores, tienes más posibilidades de dejarlo inconsciente que permitir que te mordiera. ¡¿Estás loco?!
—¡Ya no aguantaba! —gritó y retrocedió, los ojos de Ismael se cristalizaron, pero no vio tristeza en ellos, no, sintió la furia, el enojo—. Ya no aguantaba soportar su cuerpo sobre mí, no aguantaba el dominio que sentía en él sobre mí. Soy más que esto, soy más que un Cotidiano.
—¿De qué mierda estás hablando? —preguntó, retrocediendo.
—Soy persona —murmuró y notó el temblor en su rostro, en su boca, sus labios. Notó la inestabilidad en su cabeza, en su mente, y cómo todo su cuerpo reconstruido y artificial negaba sus pensamientos—. Soy persona. Soy persona y si no quiero algo lo digo. Soy más que satisfacción sexual, mucho, demasiado. Cuando noté cómo creabas a Ivar con mis genes lo comprendí, comprendí la manera en que creas, tienes una mente cínica y animal. Ivar es parte de mí, es mío, es mí creación, y no dejaré que alguien lo domine, no dejaré.
Había cambiado. Lo notó en sus palabras, en su manera de expresarse. Y es que, ese era el peligro que corría al entregarle a un Cotidiano la inteligencia necesaria para expresarse correctamente, para tener sus propios pensamientos, y crear un mundo de paz y tranquilidad. El enojo que sintió fue nefasto, y devastador, eso le pasaba por entregarle a un Cotidiano lo que un Omega normal no tenía, lo miró con un reciente odio, y frialdad.
—Tu cachorrito no fue más que un desperdicio de mi dinero. Era asqueroso, feo, terrible. Y no me sorprende porqué —habló y lo miró de pies a cabeza—. No eres persona, Ismael. Eres un Cotidiano. Un maldito cotidiano que solo existe para satisfacer a los alfas. Solo eres Omega por físico, no te creas parte de ellos, solo eres mi maldita creación. Si yo quiero que le entregues el maldito culo a trescientos alfas solo me costaría meterme en tu cabeza, mover algunas cosas y ya estarás como un mero perro alzado por las calles. No eres persona. No eres un jodido humano. Solo lo pareces.
—No te conviene hablarme así —murmuró con fuerza el Omega, Ismael levantó la barbilla, fuerte, inmenso—. Pues bien, no soy persona, no soy humano, pero olvidas que tengo jodido al desgraciado que sustenta tu mundo. Y si yo quiero lo hago desaparecer en un segundo, si yo quiero destruyo todo tu mund...
—Oh bonito —murmuró, sonriendo—. De aquí... Saldrás hecho un animal hambriento, necesitado por aquél desgraciado, limpio de mente, y con la maldita nuca sin rasguños. Reiniciarás tu maldita cabeza como una jodida computadora, ¿Y sabes porqué? Porque yo tengo ese poder.
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