catorce

—Se te nota muy estresado.

Ismael entrecerró los ojos, sus labios se abrieron y se cerraron al momento de ver la mirada filosa de Ignacio volverse hacia él.

Tenía pestañas abundantes, largas, y sus ojos marrones estaban tan marcados y grandes que sintió una ligera incomodidad en la nuca. Cotidiano  Ismael se removió, un poco incómodo, sobre la silla bajo la sombrilla. El día soleado marcaba una hermosa brisa e Ignacio permanecía de pie, con sus pantalones cortos y su musculosa blanca que dejaba notar sus brazos cubiertos de lunares. El arco que sostenían sus manos era demasiado grande para su cuerpo diminuto, pero no era un obstáculo para él. La quinta flecha que tiró cortó el aire en menos de un segundo, y su punta filosa desgarró el blanco una vez más. Los ojos claros de Ismael volvieron su mirada al beta que cambiaba los blancos, cada vez más alejados.

—Deberías coger con tu alfa, tienes la cara horrorosa —comentó y volvió a tomar una flecha. El Cotidiano de ojos claros lo miró de pies a cabeza, Ignacio no era el Omega más amigable de todos, y es que, su carisma y actitud se basaba en la veracidad de sus palabras, no sabía mentir bien, y la cruel sinceridad de sus labios era el arma de doble filo que equipaba. Era delgado, su cabello negro corto dejaba notar el collar sobre su cuello, aquellos que no permitían la mordida del alfa y que estaban completamente sellados. Ismael tragó saliva cuando volvió a tirar la flecha—. No te ofendas, lo digo con sinceridad.

—No vine aquí a que elogiaran mi rostro —comentó y levantó la barbilla. Ismael miró la silla a su lado y después a Ignacio. El más chico apartó la mirada, y luego se sentó, dejando el arco sobre el suelo—. Necesito tu ayuda.

—No iré a tu centro de caridad, son aburridos y todo el mundo me acosa —contestó, sirviendo un poco de limonada en un vaso de vidrio, el Omega moreno le ofreció un poco a Ismael, pero este se negó—. Puedes decirle a Isaías, es nuevo, seguramente estará encantado de sentarse entre un montón de degenerados y...

—Basta —cortó fuertemente Ismael e Ignacio se calló la boca. El Omega moreno apartó la mirada—. Debes corregir tu actitud. No todo Alfa querrá dañarte ni tampoco tienes derecho a fomentar de tal manera tu desagrado.

Ignacio lo miró, sus ojos marrones se dilataron cuando miró a Ismael—. ¿Mantienes tu calma así a pesar de que medio mundo recalca las ganas que tienen de amarrarte y violarte? Prefiero que me tengan asco a generar otra cosa en ellos.

—Detente, por favor —habló el Cotidiano e Ignacio frunció el ceño, tomó de su vaso y bebió un poco. Se removió un poco sobre su silla, buscando una posición más cómoda. El campo que se extendía era verde, había uno que otro árbol y la gran casona detrás de ellos permanecía silenciosa. Ismael tragó saliva, llevando una mano a su nuca, moviendo un poco la remera negra que tenía. Hacía mucho calor en España—. No es por eso a lo que vine.

—Imagino que debe ser algo muy importante como para que estés aquí —habló e inclinó la cabeza—. Quítate esa maldita remera, me das calor.

—¿Puedes dejar de criticarme por un segundo?

—No. Estoy molesto, y lastimosamente estoy trabajando mi ira en terapia, lamento que seas lo único en qué echar mi enojo. ¿Decías algo? —habló y se volvió, levantó la mano y minutos más tarde una beta apareció con una bandeja llena de frutas. Ignacio se estiró, tomó una manzana verde y le dió un buen mordisco. Acarició sus hombros—. ¿Quieres hacerme masajes? Yo después te los hago a ti.

—Ignacio.

—Vale.

—Puede que no te guste lo que diga...

—Jamás me gusta lo que dice cualquier persona —respondió y volvió a darle una mordida a su manzana. Ismael suspiró, era imposible trabajar con Ignacio, siquiera podía saber cómo tal Omega podía estar con un alfa tan amoroso y bondadoso como lo era Uriel Suárez. Eran esos típicos hombres de apariencia temeraria pero con el corazón tan dulce como la miel. De por sí Uriel había recibido muchas críticas por estar con Ignacio—. Pero haré una excepción si quieres.

—Tiene que ver con nuestro padre —susurró e Ignacio lo miró.

—Él no es nuestro padre, Ismael —habló y rascó su nuca, el collar negro que tenía tintineo e Ismael pudo notar el pequeño dije de lunita que colgaba de él—. Ningún padre ve como mercancía a sus hijos —el Cotidiano de ojos verdes bajó la mirada a sus dedos.

Cotidiano Ignacio era el primer Omega fabricado por Jerome que tenía autonomía y la capacidad de detectar el peligro. Ismael aflojó la mirada, y mordió su labio, todo el mundo decía que Ignacio estaba loco, que era un cínico, un enfermo, tenía seguidores por todo el mundo y fue el causante de una horda de Omegas rebeldes que se alzaron en contra de los Alfas. A pesar de todo el movimiento político que llevaba detrás de sí... Lo único que le preocupaba a Ignacio era ayudar a los Cotidianos. Era su única debilidad, su único propósito.

—Verás... Alemania tiene problemas con Rusia —comentó—. Sucedió algo ahí de lo que no se tiene mucha explicación. Dicen que es su próxima arma, y no hablo de... De armamento militar, sino de bestias. Bestias rusas, Ignacio. Alemania tiene miedo de que Rusia utilice eso a su favor.

—Oí sobre eso —Ignacio lo miró, tomó una uva y se la llevó a la boca—. Se la vió hace muchos años, era grande, muy grande, de los lobos puros de Rusia. Muchos decían que estaba muerto por dentro, que tenía alquitrán en vez de sangre, los rusos lo llaman El llanto de Isak, aquí lo llamamos el perro del Diablo. ¿Quieres una uva? Están ricas.

—Entiendo... —Ismael comentó—. Verás... Hace unos años Jerome tomó de Ingrid y de mí algunos genes. Armó un Cotidiano a través de mi sangre, solo sé que era para Alemania, que ya estaba listo para ser entregado y sin embargo... No tengo noticias sobre ningún Cotidiano alemán. Jerome no me dejó verlo, e Ingrid...

—Si Jerome no te dejó verlo es porque ya no está ahí —el Cotidiano habló y se quitó la semilla de la boca. El de ojos claros observó cómo el moreno dejaba la semilla sobre la mesa y llevaba otra uva a sus labios—. Es más... Si no te dejó ver sus datos es porque se guarda algo gordo y no quiere que te metas.

—¿Porqué no...? —Ismael frunció el ceño.

—¿De qué te estás ocupando ahora? —preguntó el Omega mientras se limpiaba los dedos con una servilleta. Ismael lo vió masticar, lo vió levantarse y tomar su arco nuevamente.

—Sigo con el tráfico de Omegas en Asia... —murmuró. Ignacio tomó una flecha—. ¿Dices que mi Cotidiano se relaciona con ello? 

—Digo que tu retoño tiene algo que ver, pero que no se relaciona justamente con lo que tú haces —Ignacio tiró la flecha, esta vez dió en el blanco, su cara de satisfacción fue la misma que salió en los diarios cuando logró dar con los asesinos de Igor. Ismael sintió que su pecho dolía—. Tal vez está con alguien que los vende, tal vez... Esté metido en algo más gordo de lo que tú haces.

—¿No es mejor que se relacione conmigo si fuera el caso?

—Vaya Ismael, qué engreído. Pues verás, no todo el mundo gira alrededor tuyo, y creo que la situación de tu bastardo tampoco lo es. Es más, me suena más turbio a medida que lo pienso. Si Jerome no quiere que lo veas es porque algo extraño hizo con él, ¿Tal vez es un nuevo producto? Después de todo, a mí tampoco de anunciaron cuando salí a la venta.

—No hables así de él...

—¿Qué? ¿Un producto? Somos productos, Ismael, es lo primero que te enseñan cuando te compran —comentó, y sus ojos marrones se pegaron a los suyos, sus pupilas se dilataron e Ismael sintió en sus feromonas algo extraño, bizarro, tanto, que generó que toda su piel se erizara. Su voz se volvió un poco más lenta—. Déjamelo a mí, me encargaré de que aquél hijo de perra me diga dónde está tu angelito.







No contestó. 

Ivar se quedó de pie, apoyado contra la puerta de madera detrás suyo, con las manos escondidas, traspiradas. Sus ojos azules empezaron por los zapatos negros bien lustrados, grandes, su respiración fue tornándose más pesada a medida que elevaba la mirada. Era un alfa alemán de mirada fuerte, peligrosa, porque Ivar sintió la mala vibra que sus intenciones le daban, su piel, su cuerpo, algo en su interior pareció florecer. Ivar frunció el ceño levemente cuando miró las manos grandes, los dedos gruesos, las venas notorias, se había quitado el saco y la corbata estaba en el suelo. 

—Acércate —habló con voz gruesa y sintió el peso de sus palabras en la nuca. El Cotidiano dio unos pasos, analizó las cicatrices en sus manos, en sus brazos, incluso podía ver alguna que otra marca en su cuello, pero su rostro apenas tenía, apenas tenía cicatrices, y a pesar de ello, Ivar sintió su sangre caliente, sintió el peligro en aquellos ojos claros, grandes y fijos. 

Por primera vez sintió una especie de amenaza y advertencia que no podía describir, lo supo, porque sus pies se detuvieron a dos metros de él y no se le permitió avanzar. 

—Acércate —volvió a repetir, y el Omega lo miró, no era la misma esencia que César, no era la misma vibra que ofrecía aquél alfa. De alguna manera el alemán le ponía los pelos de punta, la respiración de Ivar buscó relajarse y avanzó tres pasos. Su rostro quedó arriba, neutro, y bajó la mirada apenas cuando el alfa se inclinó para atrás, mirándolo de arriba a abajo—, ¿Cómo te llamas? 

—Ivar —contestó, y apretó la mandíbula cuando el alfa llevó un dedo a su prenda ligera, su piel estaba fría—. Cotidiano Ivar. 

—Cotidiano Ivar... —susurró, acercándose, su gran mano acarició la cintura del rizado, sus dedos eran ásperos, grandes y se apretaban con morbosidad en su piel. Ivar respiró profundo y lo miró, no podía moverse—. ¿Vigente desde...? 

—Ocho meses —susurró, y sus ojos se dilataron cuando lo miraron directamente al rostro. Nicholas Nielsen tenía arrugas al lado de los ojos claros, tenía las cejas gruesas y su aroma era fuerte y demasiado puro. Ivar se encogió de hombros cuando bajó la mirada a sus hombros grandes, a sus brazos, era un tipo enorme. Podía sentir el salvajismo que brindaba su lado animal y la brutalidad de su naturaleza, el Omega tragó saliva, bajando la mirada hacia sus pies—. ¿Y tú? 

—Muchos —habló y descendió la mano hacia sus muslos, apretó la tierna piel y el Omega apoyó con suavidad sus manos sobre la zona—. Dicen que los Cotidianos son muy frágiles y delicados... 

—Dicen muchas cosas de nosotros —contestó y recordó las palabras de César cuando sintió que aquél le adentraba la mano dentro de la ropa. El corazón del Omega latió un poco más rápido, recordando, recordando que aquél había sido partícipe del secuestro de muchos Omegas, de raptos, de maltratos. Ivar se preguntó cuánto llanto habrán tocado aquellas manos que lo acariciaban con morbo. Lentamente suavizó su actitud, más risueño—. Pero yo no soy frágil.

—¿No? —susurró el alfa, acercándolo más, Ivar quedó justo frente a él. Sus ojos azules se pegaron a los hombros grandes, ahí, donde clavó sus manos, acariciando. El Cotidiano acarició la piel del pecho, las clavículas, era cálida, era cálida y calmada. Se dejó quitar la prenda de arriba, Ivar miró su propio pecho pálido, su cintura delgada, no comprendió la necesidad de cubrirse, de alejarse, Ivar se sintió extraño cuando tocaron su pecho desnudo con lentitud y fuerza. Frunció el ceño cuando miró la gran mano en su piel, acariciando todo, bajando hacia sus pezones y su pelvis—. Nunca había estado con un Cotidiano.

Ivar ladeó la cabeza, notó el ambiente pesado, las feromonas del alfa que buscaban envolverlo y embriagarlo. El Omega llevó una mano a la mejilla del hombre, sintió el tacto rasposo cuando aquél lo atrajo más hacia su cuerpo. Ivar sintió sus manos como anclas sobre su cintura, su respiración era fuerte, pesada, lentamente acarició su cabello y miró sus ojos, los miró, y juró notar el cinismo en ellos.

—¿Qué clase de Cotidianos te gustan? —preguntó suavemente. Ivar aflojó la actitud, sus receptores notaron el gusto de las feromonas excitadas, ahí, cuando lentamente acercó su pierna más hacia la zona íntima del alfa—. ¿Cómo te gustan?

—Fuertes. —habló el alfa y se inclinó más en la cama cuando Ivar trepó como un depredador sobre su cuerpo. Sus ojos azules empezaron a dilatarse de tal manera que el Alfa creyó que se estaba excitando. Aprovechó para meter una mano en su ropa interior, en sentir la piel suave, delicada, pero Ivar pareció no reaccionar como antes.

—Mnh —murmuró el Omega cuando estuvo sobre el alfa, Ivar se sentó sobre la entrepierna del alemán, lo sintió sobre sus muslos, ahí, duro y extraño. El Cotidiano acarició sus propias piernas, y subió por la pelvis, por su estómago, cuando finalmente tocó su cuello el alfa lo tomó con fuerza de la cintura—. A mí también me gustan fuertes.

Los ojos del alfa se dilataron, Ivar meneó las caderas y sintió que el calor subía por su cuerpo. Sus receptores tomaron las feromonas del alfa y el calor sumó en su piel como un rocío tibio y cálido, el sudor en Ivar se manifestó con un aroma dulce, delicado.  Sus ojos azules miraron los claros debajo de él, y lo sintió. Sintió la picazón en sus manos, en su nuca. Ivar empezó a sentir el calor sobre su cuello, ardiente, cuando lo miró directamente a los ojos.

—¿Me quieres follar? —preguntó y su mirada se volvió negra, tan dilatada que el azul pareció desaparecer de sus ojos. La luz de la habitación era tan escasa, tan baja, que los rizos de Ivar hicieron sombra a su mirada negra, en cambio, no hacía más que resaltar la suavidad de su piel, de sus caderas, sus pezones y el abdomen plano que tenía. El Cotidiano se inclinó, lento, hacia el rostro del hombre—. ¿Quieres cogerme? Te quiero sentir... Te quiero sentir en todos lados, dentro de mi boca, dentro mío. Puedes... Meterlo donde quieras.

Sintió que apretaba más su caderas. La mano del alfa viajó al cuello de Ivar y lo acercó a sus labios. Lo besó con desesperación, con rapidez y profundo, Ivar clavó sus uñas en sus brazos cuando sintió que tocaba su cuello dañado, cuando, de repente, lo puso boca abajo y le rasguñó la piel de las caderas al intentar sacarle el short, Ivar se separó, sus rizos desordenados se enredaron en los dedos ajenos, y el otro presionó con fuerza, volviendo a besar su boca. Sintió ardor en su nuca, en su cuello entero. Ivar llevó una mano a la zona y sintió la humedad de la sangre, el aroma a hierro mezclado entre las feromonas picantes y las suyas.

Jadeó cuando sintió que le había arañado la piel de los muslos, cuando no pudo quitarle la prenda e ignoró la mano de Ivar sobre las pequeñas lastimaduras. La violencia de sus movimientos eran pesados para él, para su cuerpo, pero respiró profundo cuando de un movimiento sintió sus dedos dentro suyo. Ivar ahogó un gemido y arqueó la espalda, clavó las uñas en la piel ajena y lo miró, lo miró, aquellos ojos grandes, aquella sonrisa ladina y sus feromonas pesadas que generaban en Ivar un terrible sentimiento. Las pupilas de Ivar se dilataron más, se dilataron monstruosamente cuando recordó las fotografías, los vídeos, cuando recordó que posiblemente en otro lugar estaban secuestrando a un Omega, a un niño, a un infante para explotarlo sexualmente. Ivar gruñó y enredó las piernas en la cadera del alfa, sus brazos lo buscaron, buscaron su cercanía hasta que lo tuvo frente a él. No tenía noción del tiempo, pero sabía que llevaba poco, que ni siquiera sabía cuánto demoraría César en quitarle todo lo que necesitaba.

Ivar cerró los ojos y apretó los puños contra las sábanas. Aquella habitación apestaba a feromonas de Alfa, apestaba a demasiados olores que su cabeza empezó a marearse, hizo la cabeza a un lado cuando aquél besó su cuello, sus hombros. Y miró la habitación, la luz opaca, los espejos, era tan cerrada, tan oscura que pensó, pensó si alguien podría escuchar los quejidos de un abuso, de una violación entre aquellas cuatro paredes. Se preguntó qué clases de cosas había tenido en sus memorias para ser el Omega de Henry Weston. Si entre todos los males, la violencia, las cosas terribles... Era así de asqueroso que Nicholas Nielsen.

Porque lo miró, lo miró arrancándole la última prenda de ropa sin cuidado, lo miró colocarse entre sus piernas y escuchó el cierre de su pantalón al bajarse. El pecho de Ivar se cubrió de tal dolor que no pudo comprender, que no pudo entender, porque a pesar de todo lo que sabía de aquél hombre, de lo que había hecho, todo, su cuerpo aún respondía a sus feromonas. Porque Ivar ladeó la cabeza, apartando la mirada porque no quería verlo a los ojos, porque César le había preguntado si quería ser un muñequito para follar y él se había negado. Se había negado, y sin embargo, estaba ahí. Estaba ahí con las piernas abiertas y los ojos dilatados.

Sintió pesar en su pecho, en su cuerpo, y por primera vez sintió algo extraño en su garganta, una sensación terrible que no quiso sentir. Porque no quería estar en ese lugar, no quería estar ahí. No quería estar con ese alfa. Porque Ivar no quería ser un simple Cotidiano para follar.

—¿Te gusta tenerme así? —preguntó bajito, y sus ojos cristalinos se pegaron en aquellos claros, su cuerpo empezó a temblar. La mirada de Ivar se volvió negra, tan alterada que la poca luz le dió un aspecto bizarro y lúgubre. El alfa frunció el ceño cuando notó las manchas de sangre sobre la sábana, debajo de la cabeza de Ivar, este lo miró, desde ahí, con su voz calmada—. No quiero estar aquí.

El alfa se quedó callado, y volvió la mirada, cuando su ojos chocaron con los de Ivar finalmente habló—. Pagué por ti.

—Te lo devolverán —murmuró Ivar y quiso alejarse, llevó una mano a su nuca y sintió la humedad y el calor de su cuerpo, Ivar volvió la mirada, no le gustaba el olor de aquella habitación. No le gustaba el olor a hierro de la sangre. Y sin embargo, cuando quiso levantarse el alfa apretó las manos en sus piernas y sonrió, negando.

—Pagué por ti —Ivar lo miró, sus ojos dilatados, su piel transportada y sus rizos negros desechos demostraron el malestar repentino que sentía. Su cuerpo tembloroso se puso más caliente, más ardiente, y volvió la mirada a la puerta.

—No —murmuró y alejó la mano ajena de su cuerpo. Se sentía terrible, le dolía el pecho y su piel ardía demasiado, Ivar se arrastró por la cama, sintiéndose desorientado de repente, su piel traspirada tenía un aroma extraño, y no podía, no podía estar un segundo más en aquella habitación cerrada y llena de feromonas.

Cotidiano Ivar se levantó, se levantó y el hilo de sangre que brotó de su nuca lo trajo enfermo, no quería estar ahí, no quería sentir todas aquellas feromonas. Ivar quiso sentir el aire, quiso sentir la noche, y sin embargo, el calor y la desesperación que sumó su cuerpo al sentir una mano en su brazo generó un desenfreno en su anatomía. Nicholas Nielsen lo apretó con brutalidad del cabello cuando lo arrojó contra la cama, Ivar se ahogó, se ahogó cuando no pudo respirar.

Y lo sintió, sintió sus dedos grandes por todas sus caderas, por su espalda, por todo su cuerpo. Ivar apretó las manos contra las sábanas y su pecho dolió fuertemente, sus ojos se dilataron, se dilataron y esta vez su malestar se volvió en ira y enojo. Porque sintió el gusto a hierro en su garganta, y fue al momento que aquél tomó sus manos, y lo penetró que Ivar vomitó sobre la cama. Sus ojos azules se agrandaron y y gritó, gritó y su voz se ahogó cuando el alfa apretó su rostro contra las sábanas cubiertas de sangre. Porque entre el susto, entre su cuerpo, todo, Ivar no pudo comprender los hilos de sangre que colgaron de sus labios. Se arrastró, intentó levantarse, Ivar gritó con fuerza cuando las embestidas se volvieron más fuertes, más brutales. Su respiración se volvió errática, animal, y algo en su interior se rompió cuando comprendió el dolor de ser consciente que estaban abusando de él. Su vista se nublaba, se volvía borrosa y el malestar no lo ayudaba, sus brazos dolían por la mala posición y cuando escuchó su voz sobre su oído algo volvió a romperse, algo se rompió en Ivar y el azul desapareció de sus ojos, porque sintió sus labios sobre su oído, porque de un movimiento rápido los colmillos de Ivar se clavaron en las mejillas ajenas y mordieron la carne como un animal.

Se la arrancó y el alfa lo soltó gritando, llevó una mano a su mejilla, al gran pedazo que Ivar le arrancó y la sangre que en pocos segundos bañó su cuello y rostro. El alfa lo miró, lo miró y el peso de su enojo fue contra la mirada negra de Ivar, contra su rostro tembloroso, sus colmillos y su boca cubierta de sangre. La expresión del Cotidiano se había deformado de tal manera que Nicholas Nielsen no dudó en manifestar su enojo a través de su alfa. Su gran mano se enterró en los rizos ajenos cuando Ivar trepó por su cuerpo y clavó sus uñas en su cuello. Su mano hecha puño golpeó su nariz una, dos, tres veces, hasta que lo golpeó contra la pared. El alfa tomó sus rizos y estrelló su cabeza con fuerza contra el concreto, la sangre salpicó la pared e Ivar cayó al suelo. El Cotidiano se arrastró como pudo hasta el borde de la cama y el alfa lo miró, la espalda de Ivar subía y bajaba con rapidez, y la sangre entre sus piernas contrarrestaban con su piel blanca y pálida. Su respiración era fuerte. Nicholas lo miró de pies a cabeza y escupió el suelo.

—Viniste al mundo gracias a un Alfa, estúpida porquería —rugió llevando una mano hacia su mejilla. El alfa lo miró, el cuerpo desnudo de Ivar temblaba, temblaba entre la sangre pero ya no lo escuchaba emitir sonido alguno. Nielsen se acercó, y se detuvo cuando el Omega se levantó en silencio. De repente pareció más grande, más alto, y su piel ya no lucía tan blanca como antes.

Porque cuando lo vio su ceño se frunció, su expresión cambió y sus pies retrocedieron cuando miró aquél rostro pálido, aquellas orbes negras y los hilos de sangre que colgaban de sus labios. El cuerpo tembloroso de Ivar caminó, errático, ido, se tambaleó y sus ojos bajaron a sus manos cubiertas de sangre.

—N-no... —susurró y su voz se ahogó, Ivar se atragantó entre la sangre y llevó una mano a su cuello, a su garganta, sus movimientos erráticos, el calor, el aroma, todo él se volvió extraño, su piel empezó a tornarse extraña, tan pálida que parecía muerta, tanto, que las venas se volvieron notorias y su estabilidad se esfumó, se esfumó de la misma manera que la luz de una vela al simple soplido. Porque la voz de Ivar se volvió gruesa, extraña, al igual que su rostro. La sangre que escupió sus dientes se volvió tan rojiza que pareció alquitrán a los ojos del Alfa—. No... No debiste... hacer eso.





























Capítulo dedicado a: BeforeAll Thegirlwhohatesthem dyshenjuani17
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¡Muchas gracias por leer!

¿Qué piensan sobre la trama y los personajes hasta ahora? ¿Tienen algún favorito?







Estoy editando mi primera obra CORRUPTO, me haría muy feliz si se pasaran.












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