𝗰𝗼𝘀𝗲𝗺𝗲
Todos los días Taehyung pasaba por las mismas aceras, veía los mismos árboles y oía sus mismas canciones, la monotonía lo mantenía en sus cuadros mentales perfectamente hechos para alejarlo de su realidad y los pensamientos. El otoño se pintaba de vestimentas naranjadas, leves estornudos y alergias sobrevolando con las hojas muriendo a la par que su respiración.
Caminaba a su trabajo cómo cada nuevo amanecer, sólo veía su trayecto perfectamente marcado con lápices incoloros, sus manos se movían a la par de la melodía que ahora resonaba en sí.
Largó un pesado suspiro al presentir que sus audífonos comenzaban a fallar, un lado el sonido se volvía más escaso y eso lo ponía de nervios, su poca paciencia mezclada con su casi nulo descanso, añadiéndole el estrés de su trabajo y estudios le revolcaron esa pequeña ira contenida por ese insignificante hecho.
Arrancó de sus oídos ese aparato lanzándolo en el bote de basura más cercano, gruño masajeando suavemente sus sienes.
— ¿Qué todo debe de pasarme a mí? — cuestionó mirando con enfado a la par que su pantalla se encendía —. Perfecto ahora no tengo tiempo de comprar otro — el enfado era palpable en su energía.
Él realmente odiaba caminar sin oír sus melodías, pues esos murmullos, gritos, pasos, todo lo le molestaba.
Miró al frente, concentró su mirada en un tumulto de personas, realmente él nunca fue curioso, pero algo le llamó la atención.
Se aproximó sólo un poco, con su ceño fruncido, los labios apretados y endulzando sus tímpanos con cierta melodía que le parecía conocida pero a la vez extraña.
Un chico de cabellos claros y sonrisa deslumbrante sostenía un saxofón brillante, siendo él la atención de esas personas. A su lado estaba un chico con cierto chelo, ambos se miraban cómplices, comenzaron a agradecer, todos aplaudían y pedían otra función.
Ambos jóvenes aceptaron gustosos, comenzaron a ejecutar una pieza comenzando por el joven del chelo. Sus esponjosos y rosas labios eran mordidos por sí, su cuerpo se movía ante su ejecución de notas musicales ahora siendo audibles.
Taehyung por alguna razón miraba al muchacho de la risa más bella que jamás hubiera visto, irradiaba vitalidad, amor, paz; todo lo que él anhelaba.
Cuándo el joven de cabellos rubios comenzó su hipnotizante espectáculo Taehyung ya se encontraba más próximo ante la canción que creaba cosquilleos en él. Sus ojos se debatían entre cerrarse para apreciar mejor la música o de mantenerse abiertos para seguir observando al chico que en verdadera esencia era arte ejecutando arte.
Al acabar su mirada quedó atrapada en aquel hilo electrizante que en el cuál lo sujetaba el chico del saxofón. Le sonrió y Taehyung juró que su vida se iluminó, recibió una llamada opacando ese momento tan irreal para sí. Llegaba tarde y debía apurarse. No había tiempo que perder, no podía llegar tarde a su trabajo.
Todos los días su rutina tomó un pequeño pincelazo cambiando sus colores, la nueva monotonía de cruzar miradas y tiernas sonrisas con el dueño de ese saxofón – que supo que se llamaba Jung Hoseok – sus semanas tomaron un revitalizante cambio.
Quizá esa sonrisa cegadora y leves golpeteos en su ser debieron ser la bastante advertencia para alejarse, para no caer en aquella enredadera de fluctuantes sentimientos que le cernían en una caja. Porque Kim Taehyung era un hombre un poco frívolo en torno a las emociones, decía que sentir te hacía débil y sí, lo hacia.
¿Pero qué mejor forma que sentirse débil ante algo tan mágico cómo el amor?
Los días se transformaron en semanas y luego en meses y cada vez sus orbes quedaban más y más impregnados de aquel dulce hombre y de la maravillosa onda sonora que emitía aquel instrumento que él adoraría ejecutar. Porque los sueños frustrados de Taehyung se reflejaban en el lustrado oro de ese instrumento.
A medida de los días aquel chico llamado Jung Hoseok comenzó a notar aquella mirada desprendida de perjuicios de su ser, se podría decir que luego de su función aquel último billete con una nota pegada a su doblez debió ser la invitación exacta para lanzarse de ese paracaídas que supo, en otra realidad que no debió de abrir.
Kim Taehyung comenzó a enamorarse sin quererlo, a embelezarse con esa complexión y ese aura impregnado de luz cegadora, más, más y a pasos gigantes, su obsesión creció por querer conocer a ese chico. Saber más que el hecho de que mostrara su pasión por el arte en esas aceras, saber sus invitaciones a las lágrimas y cómo el brillo iluminaba sus labios ante las alegrías. Quizá una cita no haría mal. Pensaba.
"Pero los quizá son solo brechas para el dolor".
Jung Hoseok aceptó aquella fría tarde sol, al mirar a ese prolijo y cálido hombre de ojos mieles y piel acanelada. Ni en sus sueños más profundos imaginó que esa noche sería el inicio al sube y baja del amor.
Se dijo a sí mismo que sería otra cita, pero una salida fue la segunda, luego iban por la tercera y sin notarlo ya caminaba presuroso a su aniversario de más de once meses saliendo.
En esos meses comprendió el invierno quemando el alma de Kim Taehyung, sus miedos pasados, temores que lo carcomían a él también. Era complicado, amar a ese hombre era complicado, supo el amargo sabor a desamor y de amor en esos días de noviazgo.
Taehyung por su parte temía el entregarse por completo a ese chico que le daba hasta su aire con tal de tenerlo. Él sabía que sus demonios podían quemar a ese destello de ángel que era su pareja. Lo amaba claro que sí, en ese tiempo llego a cuestionar ese porque de su vida antes de él, ese hombre que ocupaba sus días más felices.
«Yo prefiero la herida antes que la piel»
Repetía Jung, luego de las peleas, porque los celos de Tae sobrepasaban los límites a veces, lo hartaban, no lo dejaba respirar, lo volvía paranoico.
Él lo amaba, luego de cada discusión se abrazaban con anhelo mientras se comían los labios a besos hambrientos, la ropa quedaba desplegada por la habitación. Sus cuerpos demostraban la necesidad que sus bocas no los dejaban decir.
Pero las discusiones eran más fuertes.
«A ti te siguen matando dudas y yo con el alma desnuda diciéndote vísteme »
Tae fácilmente se dispersaba en su mente, estaba jodido por ese chico, sí que lo estaba. Su mente revoloteaba en recuerdos de prácticamente un año atrás cuando lo conoció ejecutando ese saxofón que el amaba.
Era un cobarde, o eso se repetía a medida de que veía las maletas de su amante puestas en la puerta. Él seguía sentado observando al vacío. Lo culpaba por ese amor impulsivo e obsesivo, de poseerlo al cien, para sí sólo para sí.
» Yo quería tú parte no partirme en cien«
Dijo Hoseok a medida de que se despedía de aquella manera fría de su hogar y de ese chico en el cuál deposito sus sueños, frustraciones y deseos.
Todo, todo le entregó, siempre dijo que Tae prefirió el pasado corrosivo de su relación tóxica y sus miedos antes de su realidad a su lado. El sabia que juntos eran sólo dos fuerzas que se rompían sin anestesia.
Eran perfectamente imperfectos pero encajaban, sus personalidades congeniaban a medida que los meses pasaban. Su casa paso a ser aquel piso, convenció a Tae a dejar abierto un huevo donde colar sus pensamientos más profundos. Él se entregó en la completa palabra de un enamorado.
»Siempre me empeño en volver,
sabiendo que puedo perder,
sabiendo muy bien que se rompe.«
Y de todas las maneras posibles volvía al mismo lugar, luego de flores, velas y citas en bares de Jazz. Volvían a ser Kim Taehyung y Jung Hoseok de la mano y besos furtivos.
Eran, juntos. Ambos los enigmas más grandes del amor, la manera distorsionada en que su apego se transformaba en mariposas y luego en balas eran de la misma rápidez en la cuál una lágrima y una risa alegre salía de ambos labios.
Se amaban sí, de manera impresionante. Porque incluso luego de tantas discusiones regresaban ante aquella partida dónde Hoseok dejaba todo y Taehyung escondía sus mejores cartas.
— ¿Sabes qué?. Te estoy diciendo cóseme que cierres lo que abriste bien, no que hagas como que te escondes — decía Hoseok a medida que esos labios le quemaban la piel, a medida que su bajo vientre palpitaba de ansiedad.
— Sólo dime cuando, no me digas dónde, miraremos juntos, el mismo horizonte — salía de los labios rojizos del dueño de su corazón.
—Solo dime bien, si me quieres cuánto, porque ya no sé — un gemido se ahogaba en esa garganta poseedora de esa voz sutil y aterciopelada que producía escalofríos en Taehyung — y ahora dime, ¿salto o me quedo en tú piel?. Algo dice vete y yo digo átate.
Hoseok acunó ese rostro filoso y terso entre sus lastimadas manos llenas de sueños manchados de desesperación y dolor. Taehyung besaba las palmas de su novio con anhelo de demostrarle que ya deseaba dejar de ser tóxico, dejar de lado el mundo lleno de obscuridad para dejarlo ser su luz completa en la plenitud de su ser.
Compenetrando sus cuerpos, siendo uno, dejándose llevar ante el deseo carnal y ese abrupto sentimiento de poseerse en todos los ámbitos. Llegaron al clímax aferrados aún más el uno al otro, dejando marcas de rasguños y mordidas, sin contar los cardenales que marcaban sus caminos que sólo ellos podían transitar y deleitar.
— Yo sé que me miras pero no me ves — susurró Hobi intentando calmar sus demonios que hablaban a su oído diciendo que no sería la última vez que pasaría del cielo al infierno en un segundo.
— Quiero bailar con la suerte y que me diga que se viene aunque ella me pise los pies. Y a un solo error de acertar parece que te fallé. Y así fue... — una lágrima bailaba entre esa piel acanalada y esa alma cansada de tantos tropiezos —. Ya no puedo contenerme, con tenerte ya está bien.
Besó suavemente a ese hombre que lo llevaba a la cumbre con sólo sonreír.
Porque entre todo el miedo, celos, dolor que podrían impedirle disfrutar de su realidad. También estaba la contra parte de que Taehyung poseía la suerte de ser completa e irremediablemente de Hoseok.
Porque a pesar de terminar, volverían una y otra vez, luego de una sesión de besos matutinos y mimos, luego de abrazos y cursilerías sus días comenzarían y al caer la noche se arroparian en los mantos de los deseos de unirse en cuerpo. Se abrazarían y dormirían juntando sus latidos una y otra vez.
Luego de años juntos Hoseok se atrevería a pedirle a Tae su mano y se casarían en un país libre. Juntarían dinero y pondrían un pequeño local donde Hoseok tendría su estudio de baile y Taehyung tendría su estudio fotográfico.
Después adoptarían un bebé y elegirían a sus padrinos. Luego de discusiones decidirían que Jimin y Yoongi serian los mejores. Al cumpleaños primero de su hijo Jeongguk le regalaría una guitarra pequeña hecha a medida. Y allí su pequeño desglosaria su pasión por el arte al igual que sus papás.
Porque dos pedazos de arte se enamoraron y crearon no sólo la sinfónica más bella del tranvía del dolor y el amor sino que también recrearían la envidia de los bajos y altos prados por la gracia de compartir ese anhelado amor.
Gracias por leerღ
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