Los villanos siempre son intrigantes. No por nada nos suelen atraer las chicas o chicos malos, incluso si fingen serlo por una simple estética o moda y no son malos de verdad.

La maldad se mide por la cantidad de cosas "malas" que se le hacen a las personas, y entre nuestra historia han habido multitud de desgraciados y desgraciadas, muchos tan memorables para el colectivo y otros tan memorables solo para nosotros.

Es común que no querramos verlo, que los querramos fuera de nuestro camino, después de todo quien quiere toparse con un asesino.

Pero incluso así, debemos admitir que en sus retorcidas mentes hay algo extraño. Todos somos malos, sin embargo, en ello hay niveles. No es lo mismo pensar en asesinar que hacerlo, no es lo mismo gritarle a alguien que desaparezca y hacerlo desaparecer, no; no es lo mismo mentir para ocultar una travesura, como haber roto algún plato, que mentir con la única intención de causar daño.

La bondad y la maldad están en todos lados, son dos fuerzas que se persiguen una a la otra y "equilibran" la vida. Un pez debe comerse al otro para que ese otro pez pueda vivir.

Mientras bebo café recuerdo todas las guerras que pasaron para que podamos sentarnos a ver y leer con el enemigo adentro y afuera. Y es increíble.

Aunque bueno, qué sabré yo de todo esto. No me importa y no he estudiado, quizá deba estar en el manicomio ahora mismo o quizá trabajando, ocupando mi mente en algo para dejar de pensar en estas cosas, después de todo, pensar tanto tiempo en una sola cosa nos puede llevar a la verdadera locura.