1- "Día atareado"

Emma

Nada es tan común como el deseo de ser notable. -William Shakespeare

Y en mi caso, no es así.

Si me hubieran dicho lo mucho que tendría que estudiar, lo más probable es que nunca hubiera aceptado. Yo soy Emma, y acepté entrar a la universidad. Es una locura, por lo menos para mí, ya que odio estudiar.

Pero aquí estoy, arrepintiéndome cada día que paso en esta aburrida escuela. Mis padres acordaron rentar un pequeño apartamento cerca de la universidad. Tengo un par de vecinas que son demasiado adorables. Según me han contado son hermanas, que se quieren mucho, que se cuidan, se respetan y bla-bla-bla.

Pero todas sus palabras se van a la alcantarilla cada vez que pelean y no me dejan dormir. La última pelea que tuvieron, tiraron una sartén por el balcón. Luego de tal alboroto se pusieron a llorar porque era la única sartén que tenían. Hasta el día de hoy siguen lamentándose.

Aunque en realidad mi vida sea así de monótona y aburrida, logro escapar de la realidad. Me gusta jugar videojuegos en línea con mis amigas. Ellas van a la misma universidad que yo, sin embargo, viven un poco más lejos de aquí. Puede ser cierto, no sé cómo recórcholis me metí en la universidad, pero de igual forma, voy todos los días para encontrar el sentido de mi vida.

—¡Oh por Dios! —exclamo al ver el reloj de mi muñeca.

Se me hace tarde y ni siquiera he desayunado. Corro hacia el armario y me quedo paralizada al no saber qué ponerme. Casi siempre me gusta vestir de manera sencilla para no llamar la atención. Pero esta semana no pude lavar la ropa por estar estudiando para el examen de hoy.

—No Emma. Hoy no hay tiempo de elegir con cuidado.

Al instante, tomo el primer perchero donde veo ropa limpia. Me adentro al baño con todas mis manos ocupadas, si viviera con alguien más de seguro tendría loca a esa persona. Pobre de mi familia.

Comienzo a cepillar mis dientes de manera apresurada. Me visto y coloco mis tenis Vans negros. Salgo corriendo de nuevo, para planchar mi cabello.

—¡Auch! —me quejo al sentir como me quemé en el cuello.

Decido olvidar lo que sucedió y luego de tener mi cabello como me gusta procedo a maquillar mis labios. Suelo hacerlo de manera natural. Vuelvo a mirar el reloj y me quedan veinte minutos para ir a la escuela. Así que tomo mi mochila y salgo corriendo por las escaleras. Como ya les dije vivo cerca de la escuela y puedo ir caminando.

#

Al fin he llegado. Necesito recuperar todo el aire que usé. Llevo mis manos a mis rodillas, y las recargo en estas mientras que respiro profundamente para que el aire me llegue a los pulmones.

Una vez me recompuse me paro derecha y observo el entorno. Hoy el clima es soleado. El cielo está muy azul y despejado. Es agradable y estupendo para mí.

Tomo una bocanada de aire y cierro mis ojos. Para prepararme mentalmente el día de hoy, sonrío feliz, de oreja a oreja.
Abro mis ojos para permitirme contemplar el cielo, sin dejar de sonreír.

—Buenos días, mundo. Espero que hoy no me decepciones.

Aunque parezca raro, para no culpar al nadie de las cosas que me suceden, acostumbro a admitir que quizás no era mi día. Hoy tengo un examen, y de Química. Tuve que ponerme las pilas y estudiar muchísimo, porque no me va muy bien que digamos.

«Bueno es hora de entrar.»

Pienso al oír sonar el timbre que daba inicio a otro de mis aburridos días.

Los pasillos hoy no están tan llenos de personas como siempre. Puedo ver como el sol de la mañana ilumina a través del cristal los casilleros azules. Me dirijo al mío y busco la llave para abrir. Salí apurada hoy de casa, así que no tomé mis lápices, pero siempre tengo en mi casillero.

—¡Emma! —una voz conocida me llama así que giro mi cabeza para verla.

Allí venía Antonella, una de mis mejores amigas. Venía corriendo de una manera bastante única de ella. Le gusta mucho el anime, y se le contagian las formas de ser de los personajes. Sonrío amablemente una vez que se detiene frente a mí.

—Emmy —dijo y respiró profundo. Ella suele decirme así de cariño—. Estoy exhausta, corrí demasiado.

—Buenos días. ¿Estudiaste para química? —le pregunto mientras cierro mi casillero.

—Sí, Emmy, pero —dice, y yo me preocupo—, hay cosas que no entiendo y necesito que me expliques.

—¿Ahora? —le reclamo mientras cruzo mis brazos sobre mi pecho—. Estamos solamente a unos pocos minutos de hacer el examen y me vienes a decir que tienes dudas ahora —demando.

En ese momento su rostro demostraba sinceridad. No me molestaría enseñarle, de hecho la semana pasada estudiamos en la biblioteca, y me pareció entender que me dijo; "Gracias lo entendí todo".

Tome una bocanada de aire antes de enojarme demasiado. A pesar de que tengo razón, la pobre chica siempre hace lo mismo. Me molesta todavía más cuando sus ojos de cachorro convencen a mi débil corazón.

—A ver, ¿qué no entiendes? Cuéntame, y te lo explico en el camino al salón —le comento a la vez que nos ponemos a caminar.

—No, no, no Emmy. Mira. —Ella comienza a sacar un papel—. Lo que no entiendo necesito escribirlo.

—¡Antón! No hay tiempo —le recalco y sigo mi camino.

Me veo obligada a detener mi paso cuando las bocinas se activan, y el estudiante número uno del segundo año comienza a dar una información. Su voz es tan relajante. Además, es un ser tan guapo que tiene a toda la universidad a sus pies. Y siendo sinceros ¿quién no lo estaría?

—Estudiantes de segundo año, por favor diríjanse al salón de conferencias.

Al instante siento como mi amiga entrelaza su brazo con el mío.

—Vamos —me arrastra con ella.

Cuando llegamos al salón de conferencias intentamos buscar un asiento cerca de la puerta. Después de todo lo que suceda aquí dentro, salir entre un gran tumulto de alumnos será un momento muy engorroso y difícil. Así que justo en el momento que se termine la conferencia saldremos a la velocidad de un león.

La sala comenzó a llenarse y podía notar a Antonella buscaba con la mirada a nuestra amiga, Mary. Como vive un poco más lejos de aquí suele llegar tarde. Así que le guardamos un asiento.
Todos hablaban mucho y eso molestaba a mis preciados oídos.

—Estudiantes de segundo año —el director estaba en la plataforma intentando callar los demás.

Al ver que no daba resultado vi como hizo un gesto con su mano indicando a una persona que estaba detrás del escenario que saliera. En ese momento sentí como mi entorno cobraba vida. El estudiante número uno estaba frente a todos nosotros por primera vez. Él no solía salir de su casa y tomaba las clases de forma online. Es la primera vez que hace una aparición pública. Sé que antes les dije que era guapo, lo sabemos por sus publicaciones de Instagram y cuando salía en las clases online. Todas comentaban de lo hermoso que era. Pero ahora decidió mostrarse y enseñar su rostro en vivo y directo. Al instante todos hicieron silencio y comenzaron a susurrar cosas.

—Buenos días. —¡Pum! Un silencio invadió a todo el auditorio—. Estudiantes, me han informado que la prueba de Química será a segundo turno de la mañana. Así que tienen una hora más para estudiar y aclarar lo que no entendieron.

En ese momento Antonella se levantó y tomó mi brazo para arrastrarse con ella hacia la plataforma. ¿Qué cree que está haciendo? Todos comenzaron murmurar al vernos ir hacia donde estaba el chico.
Mientras yo intento cubrir mi rostro pero es imposible. El trayecto para llegar a estar cara a cara con Ian, fue incómodo, pero mi amiga decidió hablar.

«¡Dios estoy muriendo de pena!»

—Ian. —Antón me suelta y se acerca a él—. Dado que eres el estudiante más inteligente del curso, necesito que me ayudes antes de esta prueba de Química.

Seguido de eso las chicas comenzaron a murmurar cosas como ¿Quién se cree? ¿Por qué ella se mete con él? Y claramente se oían molestas, debo parar esta situación rápido.

—¿Por qué debería? —le pregunta Ian con una voz anodina.

—Mi amiga. —Me señala—. No tiene tiempo para enseñarme.

Me he quedado boquiabierta. ¿Cómo se atreve? Incluso la ayudé la semana pasada y así me paga. Lo peor es que arma un espectáculo en frente de todos. Debo pensar rápido en una forma de acabar con esto. Así que tomo del brazo a Antonella y me acerco a Ian con la cabeza agachada.

_Y-yo —tartamudeo nerviosa—, no te preocupes yo le enseñaré. —Aprieto de manera intencional el brazo de Antonella.

—¿Entonces? ¿Por qué has armado tal espectáculo? Nunca había visto que alguien no ayude a su amigo —me pregunta de manera severa.

Me irrita mucho lo que acaba de decir. ¡Por supuesto que la he ayudado! Además, yo no armé este ridículo espectáculo. ¡No cabe dudas! Antonella me debe serias explicaciones. A este paso ya todos deben haber visto mi rostro mientras Antón me arrastraba. Supongo que mi misión de no llamar la atención ha fallado. Sin embargo, no tengo el valor de defenderme.

—Yo... —digo casi en un susurro—. No era mi intención, lo siento le enseñaré.

Apresurado halo a Antonella del brazo para arrastrarla conmigo afuera del lugar. Durante el trayecto solamente miré hacia el suelo. Estoy furiosa, así que cuando me calme hablaré con ella.
Una vez que estábamos en un pasillo alejado de todo la solté del brazo.

—¿Qué te pasa? —le cuestionó de manera arisca mientras que frunzo el ceño.

—Solo estaba bromeando -me dice juguetonamente—. Además, fue una buena técnica para que me enseñaras.

Entonces comenzó a reír a carcajadas limpias. Respiro profundo para no explotar de enfado. Después de todo lo hizo para que yo admitiera que le iba a enseñar. Incluso es mi amiga, y nada más era una broma. No me lo puedo tomar tan en serio ¿verdad?

—Bien, de todas formas yo iba a ayudarte. Pero no había necesidad de exagerar. Casi muero de la vergüenza allá dentro.

Ella solo me sonríe tiernamente y mira al suelo de manera piadosa.

—Vamos a la biblioteca —me toma del brazo y comenzamos a caminar hacia la biblioteca.

Sé que puede ser algo raro. Pero no me gusta estar molesta con mis amigas. No me gustaría herir sus sentimientos y tampoco hacer de idiota. Lo tengo difícil porque mis amigas son muy diferentes a mí, pero siempre lo intento.

#

Ya era la hora y en mi estómago parecía haber una batalla de mariposas. Me senté donde indicaron los profesores que iban a cuidar el examen. Hay bastante distancia entre cada mesa así que no podré fijarme ni un poquito. En eso sientan a Antonella un poco delante de mí en la hilera izquierda, yo estaba en la del medio así que podíamos vernos.
Entra por la puerta Mary y la sientan en la hilera derecha en la parte de adelante. Esto parece el triángulo de las Bermudas.

Una vez que nos entregan el examen lo leo con cuidado, y procedo a hacer los ejercicios más sencillos. Claro, siempre tengo mis dudas en algo, pero estudié conscientemente. Si algo sale mal, sabré que es un error mío.

Veo a mis amigas, Antón y Mary están señalando son sus dedos el número tres. Siendo sincera yo tampoco entiendo mucho esa pregunta. Pero que se le va a hacer. Decido no hacer nada que le parezca sospechoso a los profesores y continúo haciendo mi examen.

#

—Chicas espero que salgamos bien —dijo Mary y luego dejó salir un suspiro. Ya estábamos afuera—. Me tengo que ir a casa, el auto de mi padre está aquí —dice Mary y luego se retira de la conversación.

—Antonella yo también debo irme tengo cosas que hacer y nos dieron la tarde libre, así que tengo que aprovecharla.

Me voy rápidamente, ya que ella asiente con su cabeza sonriente. Me coloco los audífonos y pongo la canción "Bad Decisions" que salió hace poco. Me parece una canción agradable y feliz. Es perfecta ahora que he terminado mis pruebas.

Mientras escucho la música no me gusta estar mirando mi celular constantemente. Prefiero admirar la naturaleza, las personas, los animales. En fin, todo a mi alrededor. Me estoy acercando a la parada del autobús y la canción se termina. Así que decido poner otra, más relajante y triste, por así decirlo.

Cuando vuelvo mis ojos hacia adelante me quedo asombrada al ver que un chico camina en dirección contraria a mí. Sin embargo, no detengo mis pies y continúo mi camino regular. A cada paso nos acercábamos más. Él iba concentrado en su celular, y daba una que otra mirada al frente. En ese momento él pareció haberme visto, pero continuó metido en su celular. Entonces fue cuando en menos de dos metros de distancia él aflojó su paso y yo detengo un poco el mío cuando pienso que va a saludarme o decir algo. Estamos mirando a direcciones contrarias, no uno frente al otro. A pesar de esto, me veo obligada a seguir mi camino pues él no me mira a los ojos, sólo se detiene mirando hacia el frente.

—Oh —le escucho murmurar sorprendido.

—Adiós —digo casi en un susurro, tímida, pues no tengo la menor idea si me vio o si sabe al menos quién soy.

Sigo mi camino tragándome la vergüenza que acababa de pasar. ¿Cómo recórcholis se suponía que me saludaría? De seguro tiene una mala impresión de mí después del lío que causé.

Llego al edificio y me adentro para subir las escaleras. Bajo la mochila de mi hombro una vez que estoy frente a la puerta de mi departamento y comienzo a buscar las llaves. Pero todo lo contrario no las encuentro, me reviso los bolsillos de la chaqueta desesperada. Fue entonces cuando recordé que no las tomé esta mañana. Llevo una mano a mi frente en señal de decepción.

—Oh Emma, Emma.

«Un día voy a perder la cabeza.»

Miro al rededor para ver que se me ocurre, cuando siento a mis vecinas pelear de nuevo. Entonces ¡Clic! Un bombillo se alumbró en mi cabeza. Me acerco con determinado temor a la puerta de mi lado. Hago un puñito mi débil mano y toco la puerta con mis nudillos.

Casi al instante las groserías cesaron en su apartamento. Me alejó un poco de la puerta para no parecer mal educada, mientras siento los pasos acercándose a la puerta, y luego las llaves haciendo ruido. Muestro mi mejor sonrisa cuando me abren la puerta ambas viejitas con sus bastones a la mano. ¿Acaso planeaban atacarme? O, ¿Se estaban moliendo a golpes allá dentro?

«No, Emma concéntrate.»

—Buenas tardes —les saludo, pero ellas no se inmutan, solamente me miran tan serias que dan miedo.

—¿Qué deseas? —pregunta una de ellas de manera fría y seca.

—Verán, esta mañana —comienzo a explicarles—, me he dejado las llaves en mi apartamento y ahora necesito entrar. Pensé que sería buena idea si me dejaran cruzar de balcón. —Hago una cara de súplica que demuestra lo preocupada que estoy.

—Hmm —se miran entre ellas y cuando una va a hablar la otra la manda a callar.

#
No sé en qué momento acepté comprar tantas cosas con mi dinero a cambio de cruzar un balcón. Que desconsideradas mis amargas vecinas. Me dijeron que si les hacía las compras del mes y les compraba una sartén nueva, me dejarían pasar para cruzar por el balcón.

Y bueno, ahora estoy aquí comprando todas sus cosas. Cada vez que le echo un vistazo a la lista de compras, me pregunto; ¿Cómo puede ser que compren tantas cosas? Al parecer hoy están de mal humor, nunca antes me habían tratado así.

—Bueno, ya lo tengo todo. Ahora, la sartén. —Giro mi cabeza buscando el lugar de utensilios de cocina.

Mis ojos encontraron la pequeña tienda, entro con el carrito, el cual está lleno de vegetales, y verduras.
Voy mirando todos los utensilios que hay, pero ninguno me llama la atención lo suficiente. Llevo tanto tiempo aquí y no encuentro la dichosa sartén. Ya estoy decidida a ir donde la dependienta a preguntar por la sartén. Pero algo que brilla mucho hace que me detenga bruscamente.

«¡Es una sartén! Es hermosa.»

Una sonrisa de boca cerrada se expande en mi rostro inconscientemente. Aun así me veo tentada a tirarle un zapato a la sartén, pues está en un sitio muy alto. A donde mi diminuta estatura no me permite llegar. Después de todo tirarle un zapato hará que caiga. Aunque parezca mala idea, lo intentaré. Pero antes quiero asegurarme de que nadie me vea, así que reviso detrás de mí a y mis lados.

«Perfecto, no hay moros en la costa.»

Me quito el zapato rápidamente y, en un movimiento rápido, pero conciso lo tiro por los aires. Se me enorgullece el alma al ver que logré sacar la sartén de un zapatazo. Cierro los ojos y sonrió como idiota mientras celebro mentalmente mi victoria. Sin embargo, me asusto cuando siento un quejido de dolor de una persona. Abro mis ojos enseguida y me quedo pasmada cuando veo que la sartén no cayó en el suelo. Más bien, golpeó la cabeza de un chico que no dejaba de sobrarse la cabeza. Su teléfono está tirado al suelo y sus ojos cerrados con fuerza.

«¡Me aseguré de que no había nadie! Recórcholis.»

Me acerco a él con cuidado. No quiero que se moleste conmigo. Sí, claro ¿y el chichón para cuando? Sin esperarlo el chico, que parece ser contemporáneo a mi edad, abre los ojos y me mira. Frunce su ceño y yo solo me limito a sonreír inocentemente.

—¿En serio? —me pregunta con frío desdén.

—Yo... —digo soportando la pena—. Lo siento. Pero es que no alcanzaba. —Comienzo a explicar—. Así que opté por tirar mi zapato.

Él solo se permite mirarme sin una pizca de expresión en su rostro. A continuación mueve su cabeza, indicándome que recoja el zapato. Me tomo algo de tiempo procesar lo que quería decirme, pero, al final recogí ambas cosas; mi zapato y el sartén.

—Bueno —susurra el chico y yo le presto atención—. Por lo que veo mi día no va bien, ya me encontré con una loca Tira Zapatos. —Me da la espalda y comienza a alejarse a la salida con su carrito de compras.

—¡Hey tú! —exclamo y voy corriendo detrás de él.

«¡Ups! Me olvidé el carrito.»

Regreso rápido al pasillo donde me había dejado todas las compras y allí encuentro el carrito todo solito. Meto el sartén, y salgo corriendo detrás del chico que me insultó. Una vez que salgo por completo de la tienda de utensilios miro a mis alrededores, pero no lo encuentro.

«Lo perdí de vista. Que más da.»

Al darme cuenta de mi infantil reacción, caigo en cuenta de que ya tengo 17 años bien cumplidos. Así que sacudo mi cabeza para liberarme de esos pensamientos inútiles. Así que reviso por última vez la lista de compras, comida y la sartén.

«Mejor me voy a pagar todo esto.»

Hoy el centro comercial está menos ruidoso que otros días. Hay pocas personas y al parecer no pusieron música. Debe ser porque se acerca el fin de año y todos están haciendo los preparativos para pasarlo bien con su familia.

Suspiro al darme cuenta de que estoy lejos de mi familia. El año pasado fui a pasar las vacaciones a mi ciudad natal. Pero este año el dinero no alcanza para comprarme un vuelo hasta mi hogar. Mis padres trabajan mucho y se los agradezco con el alma. Aunque no pueda ir a verlos, estoy bien con que no gasten dinero en mí.

—Buenas tardes —digo al llegar a la cola para pagar. En realidad solo hay una persona delante de mí pagando.

—Vaya. —alguien se gira hacia mí—. Por lo menos, tienes modales —comenta mientras me mira a los ojos.

Es el chico que me insultó.

—Ah... Pero sí eres tú. Por supuesto que tengo modales. —Le afirmo con una pizca de molestia en mi voz.

—Por supuesto, no te lo niego. Al menos saludaste al llegar. —Se gira a donde la dependienta y recoge su comprobante de compra—. Pero eso no es suficiente para ser una persona educada. Tal vez deberías. —Continúa hablando y gira de nuevo para verme a los ojos—. Usar más la cabeza -dice burlonamente mientras que señala su cabeza y me guiña un ojo. Ríe de lado y niega con su cabeza. —Adiós, chica Tira zapatos.

Y entonces, tras terminar de dejar mi cerebro completamente vacío de justificaciones. Toma sus bolsas y comienza a alejarse. ¿Acaso no utilicé bien mi cerebro al tirar el zapato? Después de todo, no tenía opción.
Doy un paso hacia delante y le doy las cosas a la dependienta para que me cobre.

#
Tras terminar de subir las empinadas escaleras de mi edificio y más con estas pesadas bolsas de compra, he terminado exhausta. Respiro con las pocas fuerzas que me quedan, y así pueda continuar el resto del día. Llego al apartamento de mis vecinas y toco con cansancio la puerta. Casi al instante la puerta se abre y allí me las encuentro mirándome fijamente. Estiro mis manos mostrándole las bolsas de compras.

—¿Y la sartén? —me pregunta la más alta de ellas.

¿En serio?

—Está aquí digo y comienzo a sacar la sartén. Se las enseño con una sonrisa en mi rostro.

—Er... -Gruñe y me mira—. ¿No había en otro color?

¿Qué caramba? He pasado el apocalipsis para comprar un sartén con mi dinero, y uno que no usaré.

Cálmate Emma.

—Es la única que había, y ha salido muy cara. Por favor, ¿me dejarían pasar ya? —les pregunto.

—Está bien. —Hace una mueca.

Ellas me indican que entre así que me adentro a su apartamento con cautela. A continuación dejo las bolsas en el suelo, y me doy cuenta de que su apartamento es bastante apagado de colores. Observo las curiosas cosas antiguas que tienen, todas llenas de polvo. Pero mi vista se posa con más interés en un cuadro con una foto que al parecer es familiar. Está en el suelo, con su cristal hecho trizas. ¿Acaso no pueden arreglarlo? O, ¿necesitan un cuadro nuevo?

—Eh... —digo con dificultad, y ellas que estaban de espalda frente a mí se gira al oírme—. ¿Necesitan ayuda con eso? —Señalo la foto en el suelo.

—No gracias. Si está roto y no lo hemos arreglado es porque esa foto no tiene ninguna importancia para nosotras.

—Bueno, al menos pueden recoger... —Intento decir algo productivo y la anciana más alta me manda a callar.

A base de lo que ha sucedido bajo mi cabeza al suelo y dirijo mi vista al suelo.

—Lo siento —susurro mientras siento el calor extenderse por mi rostro.

—Mira, este es el balcón. Ten cuidado al cruzar, juzgo que es un metro de distancia.

Me acerco, y sí, tiene razón. Esto será un nuevo reto. Creo que ya perdí el día de hoy, y no hice nada de lo que tenía pensado hacer.

—Muchas gracias. —Me acerco a la baranda y comienzo a escalar con cuidado.

Ojalá y que sea fácil cruzar.
¡Bah! Me da un mareo leve al mirar hacia abajo, estoy en un segundo piso. Pero igual nunca me han gustado las alturas.
Extiendo mi mano y me agarro de la baranda de mi balcón. Una vez que parecía una vez que parecía una araña atrapada encima de los dos balcones. Miro por debajo de mis piernas y me doy cuenta de que estoy empinándoles mi trasero a las ancianas, que estaban mirándome desde el momento que comencé mi travesía.

¡Que pena!

—¡Ah! —me quejo al sentir como me empujan por el trasero haciendo que caiga en el suelo bruscamente.

Cuando me levanto del suelo ya mis vecinas comenzaban a entrar de nuevo a su casa. Miro al horizonte y ya se está poniendo el sol, que maldad. Entro por la ventana de mi apartamento y decidida completamente me meto en el baño a refrescar y quitarme este insoportable calor en encima.

Sentir como el agua rueda por tu cuerpo es lo más agradable que puedes vivir. Mejor aún cuando te lavas el cabello y das masajes en el cuero cabelludo. Esa es mi rutina cuando estoy muy estresada.

Al salir de la ducha me doy un vistazo a mi laptop. Hace un tiempo que no juego, ni subo fotos a mi página. A mí me gusta mucho la fotografía, siento que guarda los mejores momentos. Cuando veo una foto con amigos, recuerdo lo bien que la pasamos ese día. Cuando veo una familiar, adoro la sensación de saber que tengo seres queridos que me aman.

Hoy estoy muy cansada como para jugar videojuegos. No tengo muchos ánimos que digamos. Me pongo algo cómodo para dormir y me acuesto en la cama.

Ah... la cama, que bien se siente hoy.

Hoy me han sucedido muchas cosas. El examen, lo sucedido con Ian, el chico raro del celular y el idiota que me insultó por haberle pegado sin querer con la sartén. Frunzo mi ceño descontenta con mi día. Pero pronto se me va a pasar, no cojo lucha. Mejor duermo que tengo mucho sueño.

#
—Buenos días, mundo.

Hoy sí voy temprano a las clases. El avance es que ya estoy lista. Así que salgo de mi apartamento. Pero está vez me aseguro de tomar mis llaves.

Hoy sí puedo irme sin ningún apuro. Que alivio no tener que ir con el desayuno en la garganta. Casi sin digerir. El alivio más grande del mundo es saber que tienes tiempo para llegar a la escuela.

Al parecer hoy no hay examen pues están todos los grados y sus alumnos. Entro a la escuela y miro a los demás. Pues me miran raro, otros riéndose, y otros susurrando cosas entre ellos mientras me miran.

«¿Qué sucede?»

Cuando llego al lobby principal veo un montón de alumnos al rededor del enorme televisor. Me acerco y algunos se alejan de mí abriendo el paso. En el momento en que miro el video de la pantalla, mis ojos se abren de par en par. Todos se ríen por mi reacción y siento como el rubor invade mis mejillas.

¿Qué hago yo en esa foto? ¿Por qué estoy besando a un chico? Lo que más me intriga de todo, ¿Por qué ese chico es el que saludé, pero no dijo nada?

¡Dios, sácame de aquí!

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