Capítulo 7: El dinero

Tai entró por el apartamento todavía incrédulo al ver aquella escena. Ritsuka nunca había sido un chico que simplemente se moviera por el sexo, de hecho, la única vez que consiguió hablar con su hermano sobre un tema parecido fue porque Ren estaba preocupado precisamente de que Ritsuka no priorizase el sexo en su relación y eso era extraño. Todos los niños pijos con los que había salido su hermano lo hacían, pero Ritsuka era todo un caballero, quizá por eso le había asombrado tanto verle de esa forma.

- ¿Así que aún piensas que mi hermano volverá suplicándote? – preguntó Tai sonriendo.

- No lo pienso, sé que lo hará.

- ¿Por qué estás tan seguro?

- Porque tu familia parece moverse allá donde hay dinero y yo lo tengo – dijo sin más.

- Shun también lo tiene y mi hermano parece feliz con él.

- Ya... no durarán mucho.

- Qué sabrás tú – le recriminó Tai mientras buscaba en los armarios un trapo para empezar a limpiar el polvo y Ritsuka se sentaba en la encimera de la cocina con una elegante y pícara sonrisa.

- Créeme, lo sé.

Tai se giró a mirarle allí sentado. Bebía de su vaso de agua hidratándose por el ejercicio que debía haber hecho con el otro chico que se acababa de marchar. La sonrisa juguetona y de sabelotodo que ponía cuando apartaba el vaso de sus labios era algo que le causaba gran inquietud a Tai.

- Me arrepentiré de preguntar esto pero... ¿Por qué lo sabes? – preguntó Tai al final entrando en su juego.

- Porque sé que la empresa de Shun está siendo investigada por algo relacionado a un fraude fiscal y que ayer les paralizaron las cuentas. No pueden mover el dinero. Puede que Shun aún no lo sepa, pero sin duda hoy su padre tendrá que contárselo. Eso quiere decir que no podrá hacerle regalos caros en una buena temporada, ni podrá permitirse llevarle a lujosos restaurantes, ni hacer cosas que requieran dinero, algo que los dos sabemos... le encanta a tu hermano.

Tai se quedó helado por unos segundos. Era cierto que tampoco tenía mucha relación con Shun, más que nada porque su hermano se ocupaba de no dejarles hablar prácticamente nada, pero aun así, sentía lástima por el chico. No iba a pasar una buena temporada sabiendo el problema que tenía que enfrentar su familia.

- ¿Cómo puedes estar tan contento? Era tu mejor amigo.

- Y me robó al novio. Sabía muy bien dónde se metía cuando lo hizo. Prefirió a Ren a nuestra amistad, ya no es asunto mío.

Ritsuka bajó de la encimera de la cocina y caminó hasta la mesa del comedor. Tai no le perdió ojo al ver que revisaba un folio con números y cuentas. Tampoco quiso darle importancia, más que nada, porque había otro tema que le preocupaba más y era... ese chico que se había marchado. Quizá estaba un poco celoso, siempre estuvo enamorado de Ritsuka y pese a haber ocultado sus sentimientos, seguía enamorado de él en un completo y doloroso silencio.

- Creía que no dejabas entrar a nadie en tu piso – dijo Tai al final causando que Ritsuka le mirase al instante y sonriera al darse cuenta de lo que ocurría.

- Él no es nadie – dijo – es un viejo amigo de la infancia.

- ¿Un viejo amigo de la infancia? – preguntó.

- Es el hermano pequeño de Shun. ¿Contento?

- ¿Te estás vengando de Shun con su hermano?

- No saques conclusiones tan rápidas. No he tenido nada con él.

- Pero me has dicho...

- Te he dicho que tenemos necesidades, no que yo lo haya hecho con él, por favor... - sonrió.

- Le estabas metiendo la lengua hasta la campanilla – le dijo Tai enfadado, tirando el trapo contra la encimera.

No se dio cuenta hasta unos segundos después de que se estaba comportando como un idiota celoso. El sonrojo apareció en aquel momento en sus mejillas mientras Ritsuka le miraba con cierta sonrisa picarona en su rostro.

- No tendría por qué responderte a esto pero... ya que veo cómo te afecta, te lo diré. Le gusta un chico de su facultad pero le da vergüenza contárselo y más porque no sabe besar. Me ha pedido ayuda.

- Y ya de paso te vengas un poco de Shun.

- Sí, es una forma de verlo – sonrió Ritsuka – la venganza sabe mejor en plato frío. No creo que le haga gracia saber que he besado a su hermano, aunque no soy tan idiota como para acostarme con él. Tú tienes más opciones que él.

- ¿Me estás diciendo que me acueste contigo? – preguntó Tai sorprendido.

Ritsuka esquivó la pregunta volviendo a poner la mirada sobre la hoja que ahora tenía en la mano. La volvió a revisar un par de veces y entonces se acercó hacia la cocina donde se encontraba Tai. Dejó el documento frente a Tai y observó su rostro. Miraba el papel con atención hasta que lo cogió para mirarlo mejor.

- ¿Qué es esto? – preguntó Tai.

- Este primer dato es lo que me va a costar la reparación del cristal que rompiste – dijo Ritsuka obteniendo una mueca extraña por parte de Tai, se le notaba un poco afectado con aquello.

- Lo siento – dijo Tai al ver la cifra.

- No lo sientas, esto es lo que voy a pagarte yo por tus servicios en mi casa por las tardes. Teniendo en cuenta que sólo vienes tres o cuatro horas... vas a tardar bastante en pagar esta factura. Creo que vamos a pasar mucho tiempo juntos – sonrió Ritsuka.

- Oh, joder – susurró Tai dejando el papel encima de la encimera.

- ¿Ocurre algo?

- Esperaba que fuera menos tiempo, según tus cálculos... puedo tardar hasta seis meses para devolverte toda esta cantidad.

- Lo sé. ¿Tienes prisa por irte de mi casa? Creo que no pago tan mal – sonrió Ritsuka – teniendo en cuenta que he contratado al que intentó robarme.

- Deja ya ese tema, no intentaba robarte, sólo quería la medicación y te he pagado la caja.

- Por eso sólo te queda el cristal.

Ritsuka se marchó de la cocina con su elegante y sofisticada sonrisa de niño bueno que nunca ha roto un plato. Tai se quedó unos segundos más mirando esos datos. El cabrón era bueno en los números y encima parecía tenerlo todo bajo control. Aun así, él no estaba dispuesto a pasarse seis largos meses en esa casa haciendo las tareas de Ritsuka.

Empezó a quitar el polvo del mueble más largo del comedor, ese mueble donde estaba la pantalla de la televisión. Pasó el trapo de un extremo al otro, pero cuando llegó al final, chocó el trapo contra la mano de Ritsuka, quien sonreía mientras se apoyaba en el mueble y se sentaba en la esquina.

- ¿Qué quieres ahora? – preguntó.

- Hay una forma de que acortes el tiempo.

- ¿Es que vas a pagarme más?

- Sí, puedo pagarte más. Siempre y cuando aceptes algunas cosas.

- Por favor... Dime que no es lo que estoy pensando.

- Creo que es lo que estás pensando. Ya te he explicado mi situación. Tú quieres ser libre cuanto antes, yo soy un hombre necesitado de algunas cosas y además te pareces a mi ex novio.

- Ex novio al que veo que no has olvidado.

- ¿Eso importa?

- Importa cuando quieres pagarme por sexo. No hago esas cosas.

- Una lástima. Tendrás que soportarme durante seis meses.

Ritsuka se levantó del mueble para marcharse. En ese instante, Tai no podía creerse que estuviera pensando su proposición. Era posible que aquella fuera la única vez que podría estar con Ritsuka, ese chico del que siempre había estado enamorado. No era idiota, sabía que hacer aquello le destrozaría el corazón, se lo rompería sabiendo que cada vez que estuviera en aquella cama, cada caricia que recibiera, cada beso que le diera, iba dirigido para su hermano y no para él.

Estaba completamente convencido de que aquello era parte de la venganza contra su hermano, quizá sólo quería aprovecharse del gran parecido físico con Ren para recordar su vieja relación. Iba a soportar más dolor del que pudiera soportar pero compensarlo con poder estar con él aunque fuera una vez en su vida, le hacía pensar que podía merecer la pena sufrir lo que viniera después.

Su mano se movió hasta que sus dedos agarraron la muñeca de Ritsuka, quien ya se marchaba en dirección al pasillo dispuesto a encerrarse en su habitación. El moreno se giró observando aún la cabeza cabizbaja de Tai pese a que su mano agarraba con fuerza la muñeca. Quiso preguntar si estaba bien, si le ocurría algo, pero Tai se giró hacia él mirándole finalmente con aquellos ojos tan inusualmente azules que le dejó sin palabras.

Sentía la respiración de Tai cada vez más cerca de su rostro, notaba cómo se aproximaba a él y levantaba el cuerpo colocándose de puntillas para poder llegar hasta su rostro. Ritsuka no dijo nada, permaneció en silencio, cerrando los ojos con lentitud y moviendo su rostro en busca de los labios de Tai.

El ligero y suave roce pronto se convirtió en un sugerente movimiento que incitó a Ritsuka y le dio a entender que aceptaba su propuesta. Pese a que ese beso era muy diferente al de Ren, por alguna razón, a Ritsuka le resultaba parecido. Tuvo la corazonada que sólo era su recuerdo, el parecido de ese chico a su gemelo, nada más, aun así, su cabeza recordaba a Ren aunque el beso de uno no tenía nada que ver con el del otro.

Ren siempre había sido frío, algo dominante, marcaba el ritmo y le gustaba, sabía lo que buscaba y siempre exigía que fuera como él quería, pero aquí estaba Tai, dejando a Ritsuka tomar el ritmo del beso, dejándole marcar su propio estilo. Ni siquiera tenía prisa en romper el contacto, era tierno, dulce, un beso tranquilo en el que se deleitaba saboreando la boca del otro, explorando todo un mundo de sensaciones. Por un simple momento, Ritsuka vio una gran diferencia en ellos. Ren sólo forzaba los besos para conseguir algo mientras Tai lo disfrutaba, era un momento único para él y no tenía prisa por romper el contacto.

Los besos lentos nunca habían formado parte del gran repertorio del que disponía Ritsuka, él siempre era pasional, le gustaba ser romántico, dar besos de infarto pero los lentos... esos no iban con él. Colocó su mano tras la cabeza de Tai y una vez lo tuvo bien sujeto, profundizó el beso, introduciendo la lengua en busca de la de su compañero, jugando con ella, explorando su boca y deleitándose con los suaves sonidos que salían de lo más profundo de la garganta de Tai. Ni siquiera puso impedimento alguno, simplemente, Tai se dejó llevar por lo que sentía, aquellas irrefrenables ganas de sentirse querido al menos una vez en su vida por aquel chico del que siempre estuvo enamorado, pese a saber, que ese amor no era para él, sino para su hermano.

Incluso sabiendo aquello, cuando escuchó de los labios de Ritsuka cómo pronunciaba el nombre de su hermano Ren, fue como si le hubieran apuñalado de la peor de las maneras. No rompió el beso, pero tampoco pudo evitar que una lágrima resbalase por su mejilla hasta perderse bajo el dedo gordo de la mano de Ritsuka, quien sostenía su rostro. Aquella sensación de humedad, de sentir algo mojado en su dedo, le hizo abrir los ojos para fijarse en Tai. Él ni siquiera había abierto los ojos, permanecía con los párpados cerrados, ejerciendo fuerza como si eso pudiera detener sus lágrimas, pero Ritsuka soltó sus labios alejándose. Fue entonces cuando se dio cuenta de que por mucho que ese chico se pareciera a Ren, no lo era, y acababa de pronunciar el nombre de su hermano. Se quedó paralizado sin saber qué decir.

- Creo que... debería seguir con las tareas – dijo Tai al final tratando de romper el silencio, secándose la lágrima con cierto disimulo con la manga de su jersey y ofreciendo una cálida sonrisa que no engañó a Ritsuka.

- ¿Por qué no te vas a casa y descansas? – le preguntó Ritsuka al final.

- No. Tengo que pagarte lo del cristal.

- Vete a casa, Tai – le llamó por su abreviación como hizo alguna vez en su lejano pasado. Al darse cuenta de aquello, ya era tarde para rectificarlo – hoy te lo cuento igualmente. Por favor... vete a casa – le dijo al final separándose de él para ir al pasillo – coge una de las llaves de la bandeja y no hace falta que toques al timbre cuando vengas. Entra directamente.


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