Capítulo 38: Pruebas
Se incorporó de golpe en la oscuridad de su habitación. Su respiración era entrecortada y el sudor resbalaba desde la punta de su cabello por la nuca, empapándole completamente. ¡Una pesadilla! Eso era lo que había tenido, una terrible pesadilla.
Miró todo a su alrededor y tardó unos segundos en darse cuenta de que estaba en su casa, en su habitación, sentado sobre su cama. Todo parecía confuso y no podía distinguir la realidad de la pesadilla, al menos no en los primeros instantes. Intentó calmarse, cerrar los ojos y sostenerse la cabeza unos segundos antes de levantarse para ir al cuarto de baño de su habitación.
Al encender la luz, se miró en el espejo. Tenía ojeras y todavía perduraban las marcas, heridas y moratones que su padre le había hecho. Sabía que era capaz de recurrir a cualquier cosa con tal de conseguir lo que quería, quitar la denuncia contra su tío, pero él seguía negándose una y otra vez. Aquel infierno no parecía acabar y todo empeoraría en cuanto Tai hablase con los policías.
Era su decisión poner la denuncia o no contra su propio padre también pero entonces... ¿Qué familia le quedaría? Era irónico... pero nunca había pensado en denunciar a su propio padre pese a las palizas que había recibido desde niño. Quizá la idea de encontrarse completamente solo y desamparado era mucho peor que la de aguantar una paliza cada cierto tiempo, cada vez menos usual debido a los largos viajes que realizaba su padre por motivos de trabajo.
Quizá a la gente le resultaría extraño ver cómo se cuestionaba algo así, todos le dirían que debía denunciar, que no era ético, pero otra parte de él pensaba "es mi padre, el único que tengo, la única familia" y entonces la decisión se complicaba. Pesadillas eran lo único que estaba teniendo esos días debido al asunto de las denuncias. La policía sólo hacía más que intentar localizarle para que testificase.
Abrió el grifo del agua fría y llenó su mano con ella, mojándose la cara y tratando de quitar parte del sudor que le había provocado la pesadilla. Una vez seco con la toalla, miró el teléfono que había dejado encima de una de las repisas. Eran las seis de la mañana y ya no podría volver a dormirse, eso lo sabía.
Con las manos temblando como estaban, cogió el teléfono y buscó en la agenda el número de Tai. Necesitaba hablar con él pese a la hora que era. Sonó varias veces, seguramente estaría durmiendo y le costaría encontrar el teléfono. Para cuando contestó, Ritsuka pudo notar esa voz somnolienta.
- ¿Ri-chan? Son las seis de la mañana. ¿Qué ocurre?
- Yo... sé que es tarde pero...
- ¿Estás bien? – preguntó Tai ahora más preocupado al escuchar esa voz casi temblando.
- Da igual... es una tontería.
- No cuelgues, Ri-chan – se adelantó Tai - ¿Quieres que vaya?
- Por favor – susurró.
- Dame veinte minutos, conseguiré un taxi e iré para allí ahora mismo.
Ambos colgaron al instante pero Tai no podía negar que estaba preocupado. Ritsuka no era de los que llamaban por nada, algo tenía que estar sucediendo, algo que le preocupaba, algo por lo que le necesitaba.
Lo primero que hizo fue llamar a un taxi antes de empezar a vestirse. Quería ganar tiempo y esperaba que el taxi llegase cuanto antes. Bajó las escaleras con mucho cuidado, intentando no hacer ruido para no despertar a su familia y, aun así, tuvo que esperar abajo con su chaqueta y la bufanda puesta durante casi diez minutos hasta que las luces del taxi aparecieron por la calle.
Sin dilación alguna, se subió a él y le indicó la dirección del apartamento de Ritsuka. A esas horas de la madrugada, apenas había tráfico. El metro siempre iniciaba su recorrido a tempranas horas, pero habría tardado bastante más en llegar que si cogía un taxi y en esos instantes... lo único que le preocupaba era Ritsuka. Quería llegar lo antes posible para saber qué estaba ocurriendo.
Pagó al taxista y bajó con rapidez entrando por el hall en dirección al ascensor. Tan sólo saludó un segundo al guarda de la puerta antes de dar repetidas veces al botón del ascensor para que llegase cuanto antes pese a saber... que no funcionaría de esa forma.
- Vamos – exclamó Tai insistiendo en el botón del ascensor bajo la atenta mirada del guarda de seguridad, aunque éste no dijo nada.
Una vez el ascensor abrió la gran puerta metálica, entró a él con rapidez presionando repetidas veces de nuevo el botón del piso de Ritsuka. Era imposible negar sus nervios, sólo quería verle, saber que estaba bien.
Con gran nerviosismo, tocó el timbre de la puerta aunque no esperó mucho. Ritsuka parecía estar cerca de ella por la rapidez con la que abrió. Su brazo seguía en ese cabestrillo y su rostro parecía agotado. Tenía unas marcadas ojeras y no parecía encontrarse nada bien por lo que podía ver a simple vista.
Tai se abalanzó sobre él, cogiendo su rostro con ambas manos y besándole con pasión, tratando de reprimir la preocupación que había pasado.
- Lo siento – exclamó Ritsuka con cierto dolor en esas palabras – no quería molestarte a estas horas.
- No eres una molestia, ¿vale? Tengo sueño, pero nada más – sonrió Tai - ¿Tú estás bien?
- He tenido una pesadilla y... no quería estar solo.
- Vale. Vamos dentro y te prepararé algo caliente.
Mientras Ritsuka le contaba su pesadilla y todo lo que le preocupaba acerca de su padre y de quedarse solo, Tai aprovechaba para preparar el chocolate caliente. Sabía que a Ritsuka le encantaba aunque era un poco manazas para hacerlo. Nunca le salía del todo bien.
Ambos desayunaron el chocolate en silencio, observando las noticias de la televisión. No había nada interesante, últimamente en los telediarios, sólo abundaban las malas noticias en lugar de las buenas. Tampoco fue algo en lo que Ritsuka parecía fijarse, más bien estaba ausente y tras acabarse el chocolate, se tumbó en el sofá, apoyando la cabeza sobre el pecho de Tai y abrazándole con fuerza.
Al ver aquello, casi sentía a Ritsuka como un niño pequeño que buscaba un poco de cariño y comprensión. No pudo evitar recostarse mejor en el sofá y dejar que Ritsuka cerrase los ojos llevado por el cansancio y las suaves caricias que Tai le proporcionaba en la espalda. Sabía muy bien el mal trago que estaba pasando con el asunto de su padre, debía ser muy difícil tomar esa decisión. Si denunciaba a su padre, él se quedaría completamente solo.
- Yo siempre estaré a tu lado – le susurró Tai – siempre.
- Lo sé – susurró Ritsuka – pero...
- Lo sé, es tu familia y sé que debe ser muy difícil ir contra ella, no puedo ni imaginarme por lo que estás pasando y créeme que si pudiera, te ayudaría en lo que fuera.
- Ya lo haces. Estás aquí conmigo.
***
Era temprano para él, sin embargo, al recibir aquella llamada no lo había pensado dos veces y había acudido raudo como el viento. No quería hacer esperar a Ren. Seguramente habría descubierto algo y necesitaría algo también, si no... no le habría llamado.
Pidió un par de cafés y esperó en la mesa. No dejaba de mirar el teléfono donde marcaba la hora. ¿Por qué se ponía tan nervioso? Había quedado con Ren cientos de veces, había salido con él, se habían acostado otros cientos de veces y, sin embargo... parecía como si nada importase, como si esa volviera a ser la primera cita, como si tuviera que hacer algo para volver a conquistarle cuando ya sabía de antemano que era una batalla perdida.
- Lo siento, Shun, llego un poco tarde – se disculpó Ren dejando la funda del portátil encima de la mesa de la cafetería.
- Llegas justo a tiempo. He pedido un par de cafés.
- Gracias – sonrió Ren – lamento haberte hecho esperar y sobre todo... haberte llamado.
- Ren... sabes que siempre estaré ahí para lo que necesites.
- Necesito a tu abogado – comentó – pero voy a pagarlo, te lo prometo.
- No puedes pagarlo, no tienes tanto dinero, déjame ayudarte con eso.
- Ya has hecho demasiado por mí, esto tengo que hacerlo yo.
- ¿En qué te has metido?
- Voy contra el padre de Ritsuka – le aclaró – y no quiero involucrarte.
- Si Ritsuka tiene problemas, también es un asunto mío. Era mi mejor amigo.
- Tú lo has dicho... era, en pasado. Ya no os aguantáis.
- Que tengamos algún roce por lo que ocurrió contigo no quiere decir que haya perdido el aprecio por él. Si hace falta un abogado, yo lo pondré – aclaró – si no estás dispuesto a permitirme eso... no sé qué hacemos aquí – le amenazó intentando levantarse para marcharse, pero Ren cogió su muñeca insistiéndole en que se sentase.
- De acuerdo, tú pones el abogado, yo te daré las pruebas que necesitáis.
- ¿Te has colado en su empresa?
- En sus archivos – comentó Ren.
- Eso es ilegal.
- No es mi problema que tenga una seguridad tan baja.
- ¿Baja? Los mejores informáticos crearon esa plataforma y tú te has colado – sonrió de golpe Shun – eres increíble, no te puedo dejar un ordenador en las manos.
- ¿Quieres la información o no?
- Sí, pero es ilegal obtenerla de esta forma, no servirá en un juicio.
- No soy idiota, lo sé, pero sólo quería saber por qué denunciarle.
- ¿Y lo tienes?
- Sobornos y malversación de fondos.
Los dos chicos permanecieron en silencio un par de segundos mientras la camarera dejaba los cafés en la mesa. Shun fue el primero en sonreír y darle las gracias, aunque Ren se limitó a decir un seco gracias, más centrado en los datos que tenía en la cabeza que en ser cortés en aquel instante.
- Eso es grave – le susurró Shun.
- Tengo las pruebas de que lo ha hecho y tu abogado podría pedir toda su documentación en caso de que vayamos a juicio, tendrían que darle todos estos datos.
- Necesitamos a alguien que testifique que hubo un soborno o una malversación.
- Y tengo la cuenta donde se ingresó ese dinero, puedo encontrar el nombre del propietario en cuestión de horas y lo sabes.
- Encuentra a ese tío y yo llamaré a mi abogado. Con eso y si conseguimos que Ritsuka testifique en su contra por las palizas... no verá la luz del sol en mucho tiempo.
Shun aprovechó ese silencio para dar un sorbo a su café, colocando un gesto de cierto disgusto por lo caliente que estaba, soplando ligeramente y dando otro pequeño sorbo. En cuanto dejó el vasito de nuevo en el platillo, sonrió sin poder evitarlo.
- ¿Ahora por qué sonríes? – preguntó Ren.
- Porque hacemos un buen equipo.
- Es posible – comentó Ren.
- Sigo colado por ti, Ren, no puedo evitarlo.
- No soy bueno para ti y lo sabes.
- Sólo sé que eres lo mejor que me ha pasado y no quiero perderte. Puedes entrar en mis cuentas sociales si quieres, hasta te doy las contraseñas, puedes comprobar tú mismo que eras el único para mí.
- No quiero tus contraseñas ni entrar en nada tuyo.
- Te amo – intentó descolocar a Ren.
- No es cierto, no soy una buena persona.
- Eres la mejor cuando te lo propones y la más rencorosa cuando te hacen daño, es algo con lo que puedo lidiar.
- Eres un poco egocéntrico.
- Sí, pero eso es algo con lo que tú puedes lidiar – sonrió Shun – sabes que somos el uno para el otro. Quiero estar contigo.
- Déjalo, Shun, los dos sabemos que no te gustaría lo que podrías descubrir de mí.
- ¿Hay algo más? Puedes contarme todo tu pasado, escucharé pacientemente y cuando acabes diré lo mismo, quiero que salgas conmigo de nuevo.
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